Tumba de perséfone

EL MUNDO FUNERARIO DE LA HISPANIA ROMANA


Cuando los romanos llegaron aquí, en época republicana, la costumbre que tenían era la de incinerar a los muertos y depositar sus cenizas en urnas y dentro de columbarios. Antes de su llegada, existían pueblos en la península que usaban la inhumación y otros la cremación, por lo que, cuando se halla una urna con cenizas, es muy difícil averiguar si se trata de un difunto íbero o romano. Esto se complica también por el ajuar, ya que, es inexistente o muy pobre. La cremación será la costumbre mayoritaria hasta la época del emperador Adriano (siglo II d. C.). Cuando sí se sabe con seguridad que el fallecido es romano es cuando la urna que lo contiene es de importación, ya que en ella aparece su nombre. Las élites locales también encargaban este tipo de urnas, por lo que también se les puede identificar y distinguir gracias al detalle del nombre. Tanto unas como otras suelen tener decoración animal y vegetal, guirnaldas con frutos, máscaras teatrales. En las necrópolis de hasta el siglo I a. C. se mezclan las tradiciones púnicas, íberas, turdetanas, etc. Un ejemplo de ello es la de Baelo Claudia (Tarifa, Cádiz), donde se combinan urnas en forma de olla y tótems con urnas cuadrangulares (romanas). En cuanto a los monumentos que se colocan en las necrópolis, suelen aparecer animales tanto en las tumbas íberas como en las romanas de época republicana, sobre todo leones, ya que, en ambas culturas, tiene una función protectora. Hablando de los ajuares, la mayoría de tumbas no tiene. Si lo hay, suele estar formado por platos, vasos o elementos personales del difunto (armas, fíbulas, cinturones, monedas y vasijas. A finales del siglo I a. C. comienza a verse la influencia augustea, siendo uno de los primeros ejemplos el sepulcro de los Pompeyos.
En él se encontraron siete urnas con cenizas, pero se perdieron; debido a ello, sólo se conserva en la actualidad reproducciones en yeso. Son cuadradas, hechas en piedra local, con cubierta plana o curva y algunas llevan patas. En ellas se pueden ver inscritos nombres autóctonos locales y otros en los que se puede apreciar que el difunto se encontraba en proceso de romanización. En muchas de ellas aparece el nombre de Pompeyo, por lo que se cree que las personas que estaban incineradas allí fueron libertos y esclavos vinculados a esa familia. Una tumba femenina próxima a este sepulcro es más monumental y tiene una escultura y ajuar. Es de época más tardía, pero también tiene influencias prerromanas. Otra necrópolis crematoria importante es la de Carmona (Sevilla), de época Augusto-Flavia. En ella se pueden ver tumbas y urnas colocadas en nichos excavados en las paredes. Hay unas 400 en total y son de estilo prerromano. De entre las tumbas, destaca la tumba del elefante, ya que en una de sus salas se encuentra una estatua íbera de este animal, por lo que se cree que puede ser de esa época o también republicana.

Otro hallazgo funerario importante fue el Monumento de Malla (Vich, Barcelona), que se encontró bajo una iglesia mientras se estaban llevando a cabo unas excavaciones para reformarla. La primera pieza es un bloque esculpido por todas las caras, excepto por la trasera, mientras que la segunda sí está trabajada por las cuatro partes y en su parte inferior se puede ver a un ser agachado como nexo de unión con la primera pieza. Se cree que ambas podrías haber estado colocadas originalmente en la esquina de un edificio mucho mayor. En cuanto a los relieves, los de la primera pieza datan de época prerromana y se enmarcan dentro del conocido como arte plebeyo. En ellos se puede ver un cortejo funerario, con unos jinetes y también con otros personajes sobre un carro tirado por caballos, quienes se cree que son el conductor y el propio difunto. En cuanto a la segunda pieza, el hombre agachado podría ser el gigante Gerión, lo cual se cree por el nudo hercúleo que tiene hecho en la cintura. Este tipo de pilar tenía paralelos en la Galia, donde representaban a los espíritus que habitaban en los ríos. Tanto los galos como los hispanos se datan en la época augustea, pero hay algunos estudios que los sitúan en la época inmediatamente posterior de las guerras sociales, en torno a la década de los años 70 a. C. Con Augusto es cuando comienza la monumentalización de los edificios funerarios. En esta época también predominarán los altares para contener las cenizas, igual que ocurría en la Italia en aquellos momentos. Solían tener unos grandes curvinos en la parte de arriba decorados con gorgonas o con los rostros de los difuntos. En Hispania, la mayoría de ellos se han descubierto en la zona del Ebro, de Levante y del Alto Guadalquivir. Otro tipo de monumento que aparece en esta época son los turriformes, que pueden estar rematados con una pirámide o con una cubierta plana decorada con frisos corridos, con decoración a base de triglifos y metopas, motivos geométricos, imágenes de Baco, imágenes de los difuntos, máscaras teatrales. Pueden alcanzar hasta los 3 ó 4 metros de altura. De este tipo de monumentos, destaca uno encontrado en la antigua ciudad de Salaria (Úbeda, Jaén). Tiene el edículo abierto y está decorado con una imagen masculina y otra femenina reflexionando y meditando sobre la muerte. Está situado en las proximidades de una vía pública para que la gente que pasara por ella viera el poderío económico que poseían las personas que estaban enterradas allí. También se pueden ver en este monumento los nombres de los difuntos y sus retratos, guirnaldas con frutos que simbolizaban la eternidad y la abundancia y una valla que hacía se separación entre el monumento y la vía, entre los cuales había un jardín para separar a los vivos de los muertos.