Comprender el Acto Humano: Ética, Moral y Psicología

Explorando la Moral, la Ética y la Axiología

La moral, la ética y la axiología son ciencias dedicadas al estudio de las costumbres y los valores humanos. Estas costumbres y valores se conocen y se identifican a través de los actos humanos.

El Acto Humano: Una Perspectiva Integral

Para comprender el acto humano, es fundamental conocer su estructura. El ser humano es un ente compuesto por dos partes interrelacionadas: lo objetivo (soma) y lo subjetivo (psique). Estas dos partes se unen a través del sistema nervioso, formando un ser psicosomático.

La Percepción de la Realidad

Este ser psicosomático define la realidad a través de cinco sentidos externos y cuatro sentidos internos:

  • Sentidos Externos (Vida de Relación): oído, tacto, gusto, vista y olfato.
  • Sentidos Internos (Sentido Común): memoria, imaginación, instintos y sensibilidad.

Estos sentidos internos se manifiestan a través de tres funciones específicas de nuestro psique: nuestra forma de amar, nuestra forma de sentir y nuestra forma de querer. Estas funciones constituyen nuestra sensibilidad interna, la cual decide nuestra forma de actuar, alineándose con el ser, el no ser y el deber ser.

El Papel del Superyó y el Yo

Nuestra sensibilidad interna y nuestra forma de actuar están gobernadas por la memoria, integrada a través del aprendizaje, la experiencia y nuestros principios. Esta memoria se localiza en la parte más íntima del psique, el superyó, y somáticamente se ubica a nivel del cerebelo y bulbo raquídeo. El encéfalo, con el cuerpo calloso como punto de cruce de estímulos neuronales, se comunica con esta área. El yo, psicológicamente, guía nuestra libertad.

Los actos humanos son influenciados por los umbrales del psique. La forma de establecer y impartir justicia, así como la decisión de nuestros actos, varía para cada individuo. Esto se debe a que en nuestro superyó reside nuestra memoria y, con ella, nuestros principios. En el yo radica nuestro libre albedrío, determinando la dirección de nuestros actos, mientras que el ello los ejecuta.

Cuando nuestro psique se compara con un triángulo equilátero, donde los umbrales de amar, sentir y querer son iguales, nuestro psique se encuentra equilibrado. Esta armonía interna es crucial para nuestra forma de actuar, en consonancia con el ser, el no ser y el deber ser.

La Formación del Superyó

El umbral del superyó se inicia en los primeros años de vida. Si bien la genética juega un papel, las enseñanzas familiares son de suma importancia, ya que se graban en nuestro inconsciente. Por ejemplo, la forma en que una familia reacciona ante un niño que cuida a un animal herido define los umbrales de sensibilidad interna.

La manifestación de nuestra sensibilidad interna, que constituye nuestro sentido común, se observa a través de los cinco sentidos externos. En una sala de teatro, por ejemplo, diferentes personas reaccionan de manera distinta ante una obra que presenta sufrimiento humano, evidenciando la diversidad de sus umbrales de sensibilidad.

La Acción que Determina el Acto Humano

Todo acto humano se inicia con un fin determinado, influenciado por la circunstancia y la decisión de una acción. Cada acto es una mezcla de entendimiento y voluntad, guiado por el libre albedrío y el conocimiento del bien y el mal. Esta elección determina si realizamos o no el acto, basándonos en nuestra libertad y capacidad de elegir.

Al repetir actos, construimos nuestra personalidad. Somos juzgados por nuestras acciones al final de la vida. Nuestra memoria, intelecto y principios residen en el superyó, el área del yo supremo. La intercomunicación con el yo permite la sublimación a través de sueños, pensamientos e intenciones, estableciendo una libertad interna sin restricciones, normada por la vida de relación y el sentido común. La adecuada estabilización de la forma de amar, sentir y querer conduce a la felicidad, el fin supremo de la vida.

La persona está determinada al acto, pero indeterminada en su contenido, donde reside su valor. Para alcanzar la adecuación dentro de la razón y el sentido común, es necesario conocer la mecánica y la dinámica del acto humano.

Mecánica y Dinámica del Acto Humano

Todo acto humano es una mezcla de entendimiento y voluntad, decisión y responsabilidad. La voluntad es la facultad de querer o no querer el objetivo propio del acto, el cual requiere motivación e ilusión. La libertad implica conocer el bien y el mal; al decidir, asumimos responsabilidad. Actuar libremente, sin determinaciones externas, es ejercer nuestra libertad de elección y dirigir el curso de nuestros actos.

La conciencia es la manifestación de la inteligencia, la cual se cultiva y educa. La conciencia no se engaña cuando se conoce la verdad, que es la adecuación del entendimiento a la realidad. Para una buena conciencia, es necesario alcanzar siempre la verdad.

Los actos bien dirigidos, en plenitud del orden, son buenos. Los actos dirigidos al desorden, la mentira y el engaño crean una conciencia laxa, superficial e irresponsable.

Facultades Psíquicas y su Influencia
  • Memoria: Archivo de vivencias, actos y emociones.
  • Imaginación: Libertad para crear mundos imaginarios, plasmando deseos.
  • Instinto: Acto involuntario relacionado con la sensibilidad al mundo exterior, reaccionando ante el miedo, el dolor y la supervivencia.
  • Sensibilidad: Adecuación entre amor, sentir y querer, que nos relaciona con el mundo exterior.
  • Pasión: Respuesta a un sentimiento o necesidad que crea un estímulo orgánico.
  • Emoción: Adecuación al umbral de amar, sentir y querer, que constituye la riqueza de nuestros afectos y nos da estabilidad emocional.
  • Amor: Sentimiento con cuatro formas (filial, fraternal, amistad, pareja) que desarrolla la vida humana en ciclos constantes.

El Bien y la Responsabilidad

Los actos ordenadamente responsables constituyen un bien, que se manifiesta en tres facetas:

  • El bien en sí mismo: Bueno en plenitud del orden.
  • El bien útil: Sirve sin corromperse; la adicción conduce a la esclavitud.
  • El bien deleitable: Produce alegría y satisfacción; la repetición excesiva puede llevar a la prostitución de los actos.

Somos lo que decidimos, escogiendo entre lo bueno y lo malo, lo que conforma nuestra personalidad. La conciencia se forma en cada acto diario, siendo intransferible. La conciencia objetiva cultiva la verdad y es escrupulosa al buscar motivos para actuar. Una conciencia laxa se deja llevar por conveniencias, miedos o pasiones.

La conciencia plena se cultiva mediante actos libres y responsables, siguiendo la ley de la inteligencia que distingue entre el bien y el mal. El conocimiento modifica al ser humano y lo compromete, como afirma Confucio: «Soy todo lo que he conocido». La conciencia tiene tres aspectos: la verdad (adecuación del entendimiento a la realidad), el bien (plenitud del orden) y la justicia (voluntad constante de dar a cada uno lo suyo, según Ulpiano).