Arqueología en el Siglo XXI: Del Yacimiento al Territorio y la Sociedad

Ampliación de la Visión Arqueológica: Del Yacimiento al Territorio

Otro gran salto cualitativo en la arqueología de los últimos decenios ha sido el progresivo deslizamiento del objeto de estudio desde la cultura material mueble y el yacimiento hacia el territorio.

Dimensiones de la Transformación

  • Origen teórico: No se puede comprender el registro arqueológico como un archipiélago de islas de actividad humana rodeadas de la nada, sino como un continuum en el que la diversidad de huellas –asentamientos, explotaciones, espacios sagrados, espacios incultos…– de la actividad humana configura propiamente el registro.
  • Consecuencias metodológicas: El auge de los sistemas de prospección superficial y subsuperficial como alternativa y complemento a la excavación; el desarrollo fulgurante de los SIG y la teledetección (Baena, Blasco, Quesada, 1997).

Reflexiones Filosóficas en Arqueología

Ahora nos gustaría entrar de lleno en otras cuestiones filosóficas que conforman, unas con otras, la más importante transformación que ha vivido nuestra disciplina y que constituyen el núcleo principal sobre el que queremos articular nuestra ponencia. El objetivo de estas consideraciones no es otro que redefinir el perfil de la arqueología en la actualidad, es decir, efectuar una reflexión ontológica y axiológica, antes que epistemológica. La Ley de Patrimonio Histórico Español de 1985 constituyó el punto de arranque de este importante proceso de transformación, refrendado por documentos de alcance universal como la Carta Internacional para la Gestión del Patrimonio Arqueológico en 1990. En este documento se prioriza, por ejemplo, la arqueología entendida como actividad preventiva que integra su agenda de trabajo en las políticas generales de ordenación del territorio.

No es casual, por tanto, que en el Programa Nacional de Humanidades, uno de sus objetivos principales fuese precisamente el de «fomentar la colaboración de las universidades y centros de investigación con las instituciones y entidades gestoras del patrimonio histórico, arqueológico y cultural y favorecer su potenciación como recurso en el campo emergente de la industria cultural».

Axiologías y Epistemologías Actuales

Ha transcurrido ya bastante tiempo desde que la ciencia y el desarrollo tecnológico dejaran de verse con el optimismo ingenuo que caracterizó a las décadas centrales del siglo pasado. Como consecuencia de todo ello, y a pesar de que muchos se resisten al cambio, la imagen de la ciencia está siendo objeto de una fuerte contestación. Como reacción, comenzará a ponerse en duda tanto la infalibilidad, la objetividad y el progreso de la ciencia como, en definitiva, el mito de la neutralidad de la ciencia. Quizás se podría hablar de un hipotético Modo 2.5, en el que el modo industrial descrito por Gibbons sería sensiblemente modificado para hacer entrar en juego al sector público.

En definitiva, se trataría de que lo público asumiese la existencia de este nuevo modo de producción de conocimiento para apropiarse de sus ventajas estratégicas en beneficio no solo de las corporaciones industriales sino de toda la sociedad. La arqueología y su nuevo papel en las industrias culturales quizás sea una disciplina privilegiada para poder implementar este nuevo modo de producción de conocimiento al servicio de la sociedad. En cualquiera de los casos, y en definitiva, hay que convenir que los nuevos tiempos están alumbrando un conocimiento que enfatiza y defiende el binomio INVESTIGACIÓN-ACCIÓN en detrimento del tradicional CONOCIMIENTO-VERDAD.

El know-how, conocimiento operacional, abarca el conjunto de reglas «enunciados que describen los tipos de acciones que se pueden llevar a cabo en cada situación» e instrucciones que indican qué reglas hay que aplicar y en qué orden.

El know-for-whom, conocimiento práctico-estético, es decir, arqueología que implica la socialización de los resultados obtenidos a través de la práctica y que presenta una dimensión formativa y una dimensión divulgativa. Y aquí adquiere pleno sentido la «cadena de valor» a la que antes nos referíamos.