Contaminación fecohídrica


Las condiciones del suministro y tratamiento del agua en Perú han sido descriptas y caracterizadas como a la espera de que suceda un desastre en cualquier momento. La epidemia de cólera que Perú y otros países están sufriendo sólo le pone un nombre al desastre. En cierto sentido, la  naturaleza, según su propio sentido evolutivo, frío y deliberado, se está cobrando su parte de una deuda que el mundo no ha pagado, una deuda en la forma de inversiones in- adecuadas en las infraestructuras de agua y de trata- miento y en la educación sanitaria, que es una parte inseparable de ellas (Haratani y Hernández 1991)

Esta dolorosa pero justa observación describe la condición del suministro de agua y de disposición de los excrementos en las áreas urbanas y rurales de país. La responsabilidad por estos programas cae sobre el ministerio de Salud y el ministerio de Vivienda y Construcción.

Antes del comienzo del brote de cólera, se hacía una cloración regular solamente en Cajamarca. En todas las otras ciudades, o no había desinfección o era esporádica y realizada sin control de calidad, con equipos inadecuados y falta de dinero y suministros. Más aún, el deterioro del sistema público, la baja presión y los continuos cambios de presión en el sistema de distribución, las muchas conexiones encubiertas y las prácticas inadecuadas de almacenamiento de agua en los hogares, exponían al agua a un riesgo de contaminación de largo plazo.

El nivel más bajo de cloraciónantes del brote de cólera se daba en la ciudad de Iquitos, con 0,1 mg/l.
La condición del tratamiento del agua potable y del sistema de distribución era muy similar al de Lima: alta contaminación de la fuente de agua; dificultad para administrar y mala calidad del sistema; falta de control de procesos; aplicación irregular del cloro; una red en malas condiciones, con roturas, pérdidas y la combinación de aguas tratadas y usadas; la falta de control de calidad previo al brote; la creación de conexiones encubiertas, la descarga de drenajes sin ningún tipo de tratamiento.

La parte más importante del informe de USAIDacerca del agua potable en Lima y otras ciudades costeras fue que, antes del brote de cólera, no había ningún monitoreo regular del sistema en busca de residuos de cloro para fines bacteriológicos, y aparentemente ninguna organización era  responsable, y que, y esto es lo más grave de todo, esto ya se había manifestado en un informe interno de la autoridad sanitaria (DIGESA 1984). Este informe encontró que en Chimbote, por ejemplo, había 15 pozos operacionales y una fuente a la superficie. Sólo dos pozos estaban correctamente clorados. Asimismo, la planta de tratamiento de Chimbote, completamente equipada, no funcionaba correctamente debido a un diseño y construcción deficientes, funcionamiento inapropiado y la falta de control de calidad y registros.

Todos los estudios de la provisión de agua pro- movidos por el brote, confirmaron que justo antes de la epidemia de cólera, los sistemas urbanos de abastecimiento de agua no funcionaban apropiadamente en las ciudades costeras —Trujillo, Chimbote y Lima, entre otras ciudades analizadas— y selváticas —principalmente Iquitos— cosa que resultaba en la producción y distribución de agua potable de mala calidad (ver también Alfaro Alvarez et al., 1994; Aurazo, 1991; Vázquez, 1991). Es decir que el agua estaba desinfectada en forma insuficiente, o sencillamente no desinfectada, antes de su distribución a la población.

En contraste, el agua de consumo en las ciudades de montaña, sujetas a varias pruebas, era de una calidad notablemente buena, incluso antes de 1991, en parte debido a la buena calidad del agua en su fuente original, pero también porque en las plantas de tratamiento se desinfectaba el agua de manera muy aceptable.

Cabe agregar otros factores a las deficientes condiciones de tratamiento ambientales, del estado pro- medio de la provisión de agua en las áreas urbanas de Perú: la ausencia de inmunidad previamente adquirida al germen del cólera en la población peruana; la capacidad de la bacteria de provocar infecciones silenciosas en muchos individuos; el predominio de malos hábitos de higiene y salubridad en la mayor parte de la población (López Montero, 1992).

Un factor ambiental que jugó un papel importante en la transmisión de la enfermedad fue la contaminación de los productos alimenticios. Desde el punto de vista de la salud, los más peligrosos son los producidos por los vendedores callejeros, en especial en los puestos de preparación al paso y que se venden al transeúnte, principalmente en Lima y otras grandes ciudades. Su contaminación directa se debió a que entraban en contacto con las descargas de heces, ya sea en el momento de entrega y almacenamiento, o debido a moscas u otros insectos portadores.

Quizás no sorprenda que el estado de salud en Perú fuera también problemático. Alrededor de 1986, la diarrea era la causa de muerte de 18,2 por ciento de los niños menores a un año, y de 25,3 por ciento de los menores de 5 años.
La diarrea está en permanente aumento en Perú (de 13,6 por 10.000 habitantes en 1971 a 127,9 habitantes en 1990).
La diarrea constituye “el indicador más severo, la consecuencia inevitable, de la brecha entre la actual provisión de servicios cloacales y la disposición de excrementos y la necesidad de la población” (Lanata 1991).

El hecho de que los hogares peruanos carezcan de cañerías, según las estadísticas del ministerio de Vivienda, demuestra el nivel de pobreza. La pobreza deja su siniestra impresión en la salud de quienes la sufren. El diario económico, Cuánto en noviembre de 1990, realizó una investigación sobre el impacto del ajuste monetario de agosto de 1990 sobre los hogares de ingresos medios y bajos. Halló que, desde junio hasta noviembre de 1990, el consumo de calo- rías per capita cayó de 2420 a 1962, una caída de 19 por ciento de aquellos en los estratos más pobres.

La pobreza provocó los bajos niveles nutricionales del pueblo peruano. En esta materia, un proyecto de la especialista demográfica Dr. Graciela Fernández Baca(Fernández Baca, 1990) estimó que alrededor de 10 millones de peruanos sufren de malnutrición crónica. De estos tres millones son niños menores de 14 años. Un estudio más reciente de los niños de 30 “ciudades jóvenes”de los alrededores de Lima, registró un aumento considerable en los casos de niños con peso insuficiente, poca altura para su edad, al borde de una malnutrición aguda.

Los gastos en salud han venido cayendo durante varios años, tal como lo demuestran las Encuestas Nacionales de Hogares sobre Medición de Nivel de Vida de julio de 1985 a julio de 1990. En este periodo, los hogares redujeron sus gastos en salud en 71 por ciento. El gasto en salud pasó de 4 por ciento de la canasta de gastos familiar en 1985 a 2 por cien- to en 1990. La distribución de los servicios de salud estaba concentrada en ciertas ciudades como Lima, Arequipa y Trujillo, dejando muy pocos servicios en el resto del país, en especial en los pueblos andinos.