El Apego: Vínculos Afectivos, Desarrollo Infantil y Relaciones Humanas

El Apego: Vínculos Afectivos y Desarrollo Humano

Se denomina apego a la ligazón afectiva que se establece entre el niño (en este contexto) y el adulto. Este vínculo afectivo lo establece el niño con la persona que le cuida más directamente, que suele ser la madre.

Concepto y Naturaleza del Apego

  • Al principio, se pensaba que la relación socioafectiva se satisfacía a través de la satisfacción de las necesidades biológicas y que, posteriormente, esta satisfacción biológica se independizaba de la relación y el contacto con esa persona. Es decir, se creía que la conducta de apego se aprendía. Sin embargo, hoy en día se ha comprobado que no es así. Según los trabajos de Spitz y otros investigadores, el apego es una manifestación innata, no aprendida. Esto significa que el niño establece la relación de apego con independencia de la satisfacción de necesidades biológicas como la alimentación. De hecho, esta relación de apego es una necesidad primaria, a veces más importante que la alimentación misma. Para el niño, posee un valor adaptativo y de supervivencia.

La madre o el cuidador más cercano son la figura de apego fundamental. No obstante, también pueden existir apegos secundarios u objetos de sustitución o de transición, con los que el niño puede vincularse, especialmente en momentos en los que se siente solo.

Tipos de Apego y su Influencia en el Desarrollo

  • Al ser el apego una fuente de seguridad para el niño, se ha comprobado que tiene una relación directa con la conducta exploratoria. El niño utiliza a la madre como «base segura» desde la cual explorar el entorno. La proximidad física de la madre es una condición necesaria para que el niño se aleje momentáneamente y explore (se separa, examina el objeto, mira a la madre para comprobar que sigue ahí, y luego vuelve al objeto). La presencia de la madre facilita las tareas de aprendizaje en el niño y la interacción con desconocidos. Esto se refiere a un apego positivo que permite al niño llevar a cabo su proceso de aprendizaje y autonomía, fundamentales para su posterior desarrollo social.
  • La naturaleza del vínculo de apego depende de la capacidad de respuesta del adulto a las necesidades del niño. Mary Ainsworth identificó tres tipos principales de apego:
    • Apego Seguro: Son los niños que están cómodos en una situación extraña si la madre está presente y muestran conducta exploratoria. Si la madre se retira y llega un extraño, detienen su conducta y su desconsuelo es grande, hasta que la madre vuelve, la reciben activamente y reinician la conducta exploratoria. Las madres que generan este apego son sensibles y responden adecuadamente a las llamadas y necesidades de sus hijos. Aproximadamente dos tercios de los niños se encuentran en este grupo.
    • Apego Inseguro-Evitativo: Estos niños no utilizan a la madre como «base» de exploración y no les afecta ni su ausencia ni su regreso; incluso evitan el acercamiento. Se asocia con madres insensibles a las peticiones del niño; la indiferencia del niño se ha interpretado como un mecanismo de defensa ante las frustraciones sufridas por la falta de atención.
    • Apego Inseguro-Ambivalente (o Resistente): Tienen poca conducta exploratoria y un gran desconsuelo con la marcha de la madre, pero a su regreso manifiestan una conducta ambivalente: irritabilidad y hostilidad, o deseos de acercamiento. Este tipo de madre suele tener una actitud inconsistente y variable, a veces fría, a veces afectuosa.
  • El tipo de relación que se establezca con la figura de apego se convierte en un modelo a partir del cual se establecen las relaciones con otras personas. Las madres que no contribuyen a fomentar la conducta exploratoria generarán inseguridad y falta de autonomía en el hijo, lo que influirá negativamente en sus relaciones afectivas posteriores.

Etapas en la Evolución del Apego

  • Durante los dos primeros meses, las respuestas del niño hacia los demás son indiscriminadas. Existe una preferencia por las personas más que por los objetos, pero aún sin un apego definido.
  • Hacia los 4 o 5 meses, se observa una preferencia por la madre, aunque sin rechazo hacia los desconocidos.
  • Aproximadamente a los 8 meses, aparece el verdadero apego, manifestándose angustia de separación y rechazo hacia los extraños.
  • Entre los 2 y 2 años y medio, el vínculo sigue siendo fuerte, pero los niños ya no lloran la ausencia de la madre de la misma manera.

Impacto de la Privación de la Figura de Apego

La privación de la figura de apego tiene un efecto muy negativo en los niños, tanto a corto como a largo plazo, y a todos los niveles: fisiológico, cognitivo, afectivo, etc. Trabajos de investigadores como Spitz y Bowlby señalan otras posibles consecuencias graves, tales como: retraso evolutivo general (especialmente en el lenguaje), problemas de relación social, neurosis, depresiones, desórdenes de conducta y retraso intelectual, entre otros.

Fases de Reacción a la Privación de Apego

  • Fase de Protesta: Caracterizada por llantos, intentos de huida, ansiedad, aferramiento a figuras de sustitución, conductas regresivas (como succión del pulgar o descontrol de esfínteres), trastornos del sueño y la alimentación, y un rechazo u hostilidad hacia quien intenta consolarles.
  • Fase de Ambivalencia: Persiste el desconsuelo y los llantos, pero con menor intensidad. El niño a veces acepta la ayuda ofrecida y otras la rechaza.
  • Fase de Adaptación: El niño finalmente se adapta y muestra interés por las nuevas personas. Si las condiciones son favorables, se formarán nuevos vínculos afectivos, como en el caso de una adopción.

Estos efectos pueden ser más o menos variables y dependen de otros factores, como la edad (siendo peor entre los 8 meses y los 5 años), el sexo (mayor protesta en varones), la experiencia previa (por ejemplo, en niños de madres que trabajan, que suelen soportar mejor las separaciones), la familiaridad del lugar, el conocimiento previo de otras personas, la actitud de estas, la presencia de hermanos, entre otros.

Malos Tratos y la Dinámica del Apego

En experimentos con monos (madres que maltratan o criados en aislamiento), se ha observado que las conductas de apego son aún mayores. En el caso de los niños, el castigo no conlleva la eliminación del apego. De hecho, el niño maltratado suele estar más deprimido y angustiado y, por tanto, más limitado en sus capacidades y más dependiente. La mayor indefensión del niño maltratado le exige aún más apegarse al adulto para sobrevivir, independientemente de cómo se comporte este. Esto demuestra aún más la función del apego como una serie de conductas que favorecen la supervivencia.

El Apego en la Vida Adulta

A lo largo de la vida, se van estableciendo otros vínculos afectivos con diversas personas que pueden considerarse igualmente como apego. Se experimenta la necesidad de proximidad y comunicación con padres, hermanos, etc., y malestar ante la separación de ellos. El apego en la vida adulta se evidencia claramente en las situaciones de duelo por la muerte de seres queridos. El vacío que se produce manifiesta la profunda pérdida del vínculo afectivo. La angustia, la desesperación y el desinterés demuestran que las conductas de apego mantienen sus funciones básicas de seguridad y protección.

Las conductas de apego en la vida adulta no son, por tanto, regresiones, sino vínculos que se mantienen y que son necesarios para un buen desarrollo psicológico. Con la edad, aumenta la tolerancia a las separaciones y mejora el control de los sentimientos de pena ante las ausencias. La expresión de afecto puede sustituirse por otros modos de comunicación. Sin embargo, la conducta de apego en el adulto experimenta un desarrollo inverso a la atracción: mientras esta parece disminuir con el tiempo, el apego tiende a aumentar.