Escuelas patrioticas

2-Enseñanza primaria en el s.XVI(tema 2)

La familia y el hogar


De las instituciones educativas que existían antes de la edad moderna es la familia de las que menos se sabe.
Se puede saber las actitudes educativas de las familias españolas de la edad moderna basándose en datos limitados, principalmente de carácter literario.
Curiosamente el tipo de familias que se han analizado de esa época son solamente representativas de las elites(los nobles y los ricos). La vida familiar de las clases populares, urbanas y rurales, esta aun por explorar.

Las familias de España de los siglos XVI Y XVII eran patriarcales, siendo el padre quien tomaba todas las decisiones importantes sobre la organización del hogar, la crianza y educación de los hijos, así como sus matrimonios y carreras. La madre, cuya influencia se hacía sentir quizá más intensamente en las hijas, quedaba claramente marginada en todo lo referente a los varones. SI el padre moría, la autoridad y la responsabilidad recaía sobre el pariente varón más cercano por la línea paterna, aunque excepcionalmente, la madre podía asumir el mando. Pero si la madre volvía a casarse, era el padrastro quien se encargaba de aconsejar a la nueva familia, cuando se trataba de tomar decisiones importantes relacionadas con sus hijastros.
Por otro lado, la autoridad paterna era ejercida con rigidez sobre el primogénito, representante del linaje familiar, objeto de sus esperanzas y aspiraciones, y futuro receptor de la mayor parte de la riqueza familiar, debido a las leyes españolas de primogenitura y herencia. Este era celosamente vigilado y sometido a una disciplina y control estricto hasta que pudiera concertarse un matrimonio conveniente.’ Este era un personaje hogareño, educado y rara vez se le permitía asistir a la universidad, proverbial foco de pecado y corrupción.

Los niños de esta época disfrutaban de una relativa libertad hasta los 5 0 6 anos. Esta edad (llamada «edad de la discreción»), estaba simbolizada por el cambio de la túnica infantil por el traje de los adultos y por la primera comunión, con esto se comenzaba una nueva etapa de sus vidas, comenzando una enseñanza. formal y rigurosa de las letras, la religión y se establecían contratos de aprendizaje. La obediencia y la disciplina estricta eran reglas esenciales de comportamiento.
Entre los seis y los ocho años de edad, el padre seleccionaba ayos y escuelas, y el tipo de educación elegida marcará la futura vocación y carrera del niño. Asimismo, antes de los nueve años se decidía sobre su ordenación religiosa. Esta etapa de transición acababa con la pubertad (12 para las niñas y 14 para los niños).
Los niños de origen humilde eran enviados como sirvientes y otro como aprendices de maestros artesanos, permitiendo a este educarlos y formarlos según su criterio. Y los hijos de aristócratas podían ser enviados a la corte como pajes, o a la residencia de un amigo o pariente para ser entrenados en las artes de la caballería y la guerra. Otros niños eran internados en monasterios y escuelas y aquellos destinados a la Iglesia podían entrar al servicio de un prelado.

La educación primaria: la alfabetización


Aprender a leer y escribir, realizar cálculos simples y a recitar partes del catecismo y algunas oraciones sencillas eran las primeras responsabilidades a las que se enfrentaban los niños al cumplir los 6 o 7 años

A principios del siglo XVI, se disponía para este fin de cartillas de abecedario, gramáticas españolas y cuadernos de lectura.
Quien quisiera emprender la instrucción de los jóvenes contaba con los instrumentos necesarios pero puede que no con las habilidades, sabiduría y paciencia necesaria que debe tener los maestros.
Las técnicas de aprendizaje eran las mismas desde hace siglos en la enseñanza: memorizar, repetición y repasos interminables, ejercitación y copia permanentes, siempre ayudados por la libre aplicación de la vara a los aburridos, desatentos, flojos y traviesos.
El medio de educación menos común pero de mayor prestigio era el ayo, que vivía en la casa y servía como profesor, compañero y director social del niño. Los argumentos a favor del ayo eran la comodidad y la intimidad mutua, la comunicación personal y directa, y la atención y supervisión constante para desarrollar los intereses del niño. Por otra parte, la brutalidad y crueldad de los maestros de escuela favorecía la preferencia por el ayo, de esta manera, el joven de clase alta no se veía obligado a mezclarse con niños de menor rango ni sufrir el ultraje público del azote.
Una alternativa al ayo era la enseñanza particular fuera del hogar, que se hacían mediante contratos privados ante notario entre los padres y el. No era como el ayo, pues no era en su casa ni pasaba las 24 horas del día con el niño. Este sistema se popularizó, y a raíz de esto se establece la licenciatura, como precaución contra maestros poco formados e incompetentes.
Los aspectos negativos eran que las familias tenían que pagar un costo bastante elevado tanto a los ayos como a la enseñanza particular, por lo que un número limitado de familias que podían permitírselo, concertaban clases particulares, un artículo de lujo restringido a los ricos terratenientes, abogados o maestros artesanos. Las familias de medios más modestos enviaban a su descendencia a las escuelas privadas o semi-privadas, y era allí donde la mayoría de los niños que aprendían a leer y escribir recibían su formación.
A principios del siglo XVII había escuelas de este tipo en numerosas localidades. EI número de alumnos de cada una de ellas dependía de la popularidad y honorarios(los maestros más codiciosos o ambicioso aceptaban a todos los estudiantes que podían) del maestro.
Ensenaban a 150 alumnos al mismo tiempo. Estas, relativamente grandes, sugieren que la atención individual era mínima. Por lo que la enseñanza era bastante difícil, y el progreso de los estudiantes bastante lento. Estos problemas se veían acentuados por una jornada de ocho horas con un solo recreo a la hora del almuerzo, por lo que los niños estaban aburridos, cansados e inquietos. Surgía, así, dificultades adicionales debido a los castigos físicos brutales que los maestros aplicaban en su intento por mantener la disciplina y el orden. «

EI precio de la matrícula dependía según el nivel de enseñanza, impartido al alumno: lo más barato era aprender solo a leer, después quien quisiera leer y escribir tenían que pagar algo más, y quien quisiera aprender, además, a contar tenían que pagar más aún. Suponiendo que el año escolar duraba 11 meses, se puede decir, que el coste de la enseñanza en una escuela privada era un gasto que quedaba fuera del alcance de la población trabajadora, excepto para los que tenían la suerte de ser aceptados » de limosna» o directamente gratis. Tenían más privilegios los que pagaban más que los que pagaban menos, como estar en las primeras filas, etc.
Se propuso también en esta época un examen que se iría repitiendo cada cierto tiempo a los maestros con el fin de eliminar a aquellos que no estén bien formados, para no afectar a los aprendizajes de los niños, y también, eliminar el número de escuelas.
En las capitales solían vivir la gente privilegiada, es decir, la gente con mayor interés por educar a sus hijos y pagar por ello, pero se produjo una inmigración de
vagabundos y enseñantes por aquella época, concretamente en el segundo cuarto del siglo XVII, inundándose la capital de maestros, que ensenaban en puertas y en escaleras, conocidos como «leccionistas» y cobraban menos que los maestros que
dirigían escuelas organizadas. En 1666, con el fin de acabar este desastre y mantener sus privilegios, instituyeron, con apoyo de la corona, la ‘Hermandad de San Casiano», investida de poderes para determinar procedimientos de licenciatura y para regular los costos de matrículas. Los maestros excluyeron de su profesión a aquellos que habían ejercido oficios viles e indecentes y prohibieron que estos enseñaran a leer y escribir. Posteriormente, la Hermandad limito el número de escuelas en Madrid, trato de elevar el nivel exigido a los nuevos maestros, y determina los textos que debían usarse, en un intento de mejorar la enseñanza básica en la villa real. Sin embargo, los abusos continuaron y en la segunda mitad del siglo XVIII los Borbones se vieron obligados a intervenir en las actividades de la Hermandad. Los exámenes de los nuevos maestros pasaron a depender del Consejo Real, se establecieron procedimientos detallados de licenciatura y en 1780 se creó en Madrid una escuela para la formación de maestros de primeras letras.
A pesar de las presiones ejercidas sobre las autoridades de dichas ciudades para que subvencionaran alguna forma de. enseñanza, estas limitaron la enseñanza a las escuelas privadas y religiosas, haciendo supervisar el trabajo de estas instituciones y asegurarse de que los niños pobres sean admitidos gratuitamente, así como en las pequeñas ciudades de Castilla, que no eran ni muy numerosos ni muy ricos para mantener a maestros de calidad.
En la mayoría de los casos, la alfabetización pública era responsabilidad municipal.
Se pagarían a los maestros y se constituirían escuelas mediante los fondos municipales, al tiempo que los subsidios otorgados a las catedrales y conventos abrieron al público una enseñanza hasta entonces privada, por eso sus intereses eran limitados.
Además, muchos ayuntamientos exigían a las escuelas locales que admitieran gratuitamente a un cierto número de pobres.
En cuanto a la educación infantil, en el siglo XVI un intento’ de mejorar los medios de
adoctrinamiento llevo a la inclusión en el programa de la lectura, la escritura V la aritmética.
Para ello, en las ciudades de Castilla establecieron escuelas e inclusas (orfanatos de bebes)
para el cuidado y educación de los niños abandonados, huérfanos y los hijos de los pobres. Posteriormente otras ciudades siguieron este ejemplo, apoyando la educación gratuita o barata para los pobres y subvencionando la enseñanza de lectura y escritura, religión y un cierto número de oficios «útiles».

Gracias al apoyo de fines sociales, religiosos, caritativos y personales, las autoridades municipales del siglo XVI consideraban que el apoyo público a las instituciones educativas era una tarea esencial, por lo que permitió una expansión importante, si bien limitada, de la alfabetización, arrastrando con ellos los problemas de financiación y administración.

Pero, sufrieron en 1600 una fuerte epidemia que afecto a la población, y por lo tanto,  a los maestros y alumnos. Y debido a esto, la ciudad que se quejaba de que todos sus maestros de escritura, tanto públicos como privados, habían huido de la ciudad o cayeron enfermos, y es que durante el siglo CVII, las escuelas municipales tuvieron que sufrir la fuerte carga representada por la inflación creciente, el caos monetario y la mala gerencia administrativa.

Los analfabetos

Las personas analfabetas eran mucho mas numerosas en las areas rurales, ya que las escuelas  de las aldeas y pueblos eran escasa y la calidad de las clases que impartían los maestros privados o párrocos era baja. A veces incluso ni los propios alcaldes no sabían leer ni escribir.

La mayoría de la población rural no mostro apenas interés por la alfabetización, pues como dedicaban la mayor parte de su tiempo en el trabajo del campo no lo consideraban útil.

A los pobres, se sumaba otra clase de personas analfabetas y semi- analfabetas: las mujeres de todas las clases sociales.

A mediados del siglo XIX un 86% de las mujeres eran analfabetas. Su formación se limitaba a los rudimentos de la lectura, escritura, las “tareas propias de su sexo” y la religión. Aunque había excepciones como Santa Teresa de Ávila, que podía leer las cartas de San Jerónimo.

Pero a partir de entonces, y gracias al establecimiento de escuelas gratuitas para chicas, disminuyó rápidamente la tasa femenina de analfabetismo.

Alrededor de 1500, varias mujeres enseñaban en las universidades de Salamanca, aunque no se sabe si fue el resultado de la influencia de la Reina Isabel, debido a la presencia de un monarca femenino que puede haber elevado la posición de las mujeres en la sociedad.

También las chicas del siglo XVI estaban autorizadas a sentarse en la misma aula que los chicos, pero esta práctica fue desapareciendo.

España creo en el siglo XVII dos mundos, uno para los hombres y otros para las mujeres. Tanto fue esto que este mismo siglo marco la época de la “dueña”, dando, además, un nuevo impulso al enclaustramiento y protección de las mujeres. Tales actitudes y prácticas continuaron hasta el siglo XVIII. El resultado fue un modelo cultural de aislamiento y sumisión femenino que no se rompería hasta el siglo XX.

También otro grupo marginado y analfabetos fueron los moriscos, en los que se intentó evangelizar y apenas educar, indicando que España nunca se interesó por asimilar completamente a su población mora. Y en vez de educar a esta minoría, la corona decreto su expulsión del país en 1609.