Factores que intervienen en la globalizacion

LA  GLOBALIZACIÓN

1. EL ESTUDIO DE LA GLOBALIZACIÓN

  En este capítulo ofreceremos una visión de hasta qué punto la ciencia política proporciona herramientas que permiten llegar a una comprensión razonada e independiente de un fenómeno tan complejo y tan dominado por clichés como es la globalización

Las dos caras de la globalización


   La globalización suele presentar dos caras, dependiendo de quién use el término.  Para sus entusiastas, la globalización representa el triunfo definitivo de la lógica de la libertad de mercado, las sociedades abiertas ya la extensión de la modernidad a todo el globo.

   Para los críticos, los niveles de pobreza, explotación, conflicto, deterioro medioambiental y desigualdad que habría producido la globalización ofrecerían la prueba definitiva del fracaso de la lógica de mercado y de la necesidad de buscar concepciones alternativas del orden social a escala global.

   Así, el término globalización tiene dos vertiente:  una primera, relacionada con la imprecisión del concepto; y otra, con el sesgo ideológico que éste ha adquirido.

Definiendo la globalización


   Si examinamos los múltiples usos que se hacen de este término, parece que nada escapa del proceso de globalización.  Sin embargo, el aspecto económico suele ser el que más rápidamente nos viene a la cabeza cuando hablamos de globalización.  El Banco Mundial sostiene que es posible hablar de la globalización como el “hecho de que, en los últimos años, las actividades económicas que más rápidamente han crecido han sido aquéllas que tienen lugar entre y no dentro de los países.  Para la Comisión Europea, la globalización es la “tendencia a una mayor integración e interdependencia entre los países y las regiones del planeta”.

   No obstante, frente a los partidarios de esta visión puramente económica de la globalización, hay quienes, como Manuel Castells, ven la globalización como el salto desde un modelo de organización de lo político y social de carácter vertical, basado en la autoridad y la jerarquía, hacia un modelo de organización horizontal en el que no habría jerarquías, prevalecería la autonomía de los actores y se impondría el principio de multinodalidad.

   David Held y Anthony McGrew consideran que la globalización es un fenómeno que desborda lo puramente económico.  Ni siquiera adoptando una definición de la globalización ceñida a los aspectos económicos, sería fácil establecer un criterio definitorio único, útil y, a la vez, fácil de aplicar.

La globalización como ideología


   Para los que identifican este concepto con una ideología, la globalización sería el resultado de decisiones del sector de la elite política y económica mundial que ha adoptado el programa ideológico del neoliberalismo.

   Concebida como ideología, la globalización no sería la consecuencia de la dinámica económica mundial ,sino la causa de que dicha dinámica esté adquiriendo esta forma, y no otra.

   La visión de la globalización que venido promoviendo Ignacio Ramonet es paradigma de esta último concepción, o sea puede ser considerado un excelente resumen de la visión convencional que sostiene el movimiento antiglobalización.  Ramonet ha definido la globalización como “un ataque al orden social desde tres frentes:  el económico, con la imposición de la lógica de mercado;
El de la información, con la uniformización de los mensajes y la supresión de la crítica; y el militar, que supone el fin de la era de los derechos humanos y la extensión de la hegemonía norteamericana a todo el planeta.

   Para muchos, el término “globalización” se ha convertido así en sinónimo de un proceso de uniformización a escala planetaria de las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales y de sus patrones de relación e intercambio.

   Cualquier diagnóstico sobre la sostenibilidad a largo plazo de los diferentes modelos económicos y sociales que se han ido configurando han de quedar abiertos.

A favor y en contra de la globalización


   Se han configurado dos bloques:  a un lado, el establishment y las clases dirigentes de los países desarrollados y en vías de desarrollo, y al otro, una amalgama de grupos y movimientos sociales de diversa inspiración izquierdista.

   Para los neoliberales (o “globofílicos”) la globalización es positiva ya que ha traído la época de paz y prosperidad más extensa de la historia.  La globalización, argumentan,  sus defensores, ha permitido a la economía mundial crecer en los últimos 50 años a un ritmo inédito.  El libre comercio es un juego de suma-positiva:  permite asignar los recursos más eficientemente, mejora la productividad y expande la frontera de posibilidades de producción y consumo.

   Globalizadores y antiglobalizadores están de acuerdo en un único punto: 

La globalización aumenta el poder relativo del mercado con respecto al Estado

La globalización no sólo debilita al Estado sino que favorece la democracia y la paz a escala global.  La globalización es incompatible con los regímenes dictatoriales.

   De acuerdo con esta visión, la mayor parte de los problemas económicos mundial se derivan de la insuficiente integración de los mercados financieros, comerciales y de servicios mundiales, no del exceso de integración (o globalización).  La globalización no es la causa del subdesarrollo, sino una posible solución.  El PIB den los países menos desarrollados se ha multiplicado por tres, la esperanza de vida ha aumentado en 20 años y la tasa de alfabetización se ha incrementado en 30 puntos.  La rebelión contra la globalización, concluye Moore, refleja la resistencia de los privilegiados del Norte a aceptar que sus economías tienen que ser más flexibles y abiertas para que el Sur se desarrolle.

   Para sus críticos, la globalización representa  un nuevo modelo de imperialismo occidental.  A la globalización subyace un modelo de colonialismo más sofisticado;  implica una nueva “vuelta de tuerca” de la dependencia Norte-Sur, por la cual el Norte utiliza su control de los medios financieros globales para controlar los recursos naturales de los países más pobres.

   La globalización es la excusa de las clases dirigentes para romper el pacto por el empleo estable y la igualdad de oportunidades en el que se ha basado el poder de los partidos socialdemócratas en Europa Occidental.  La globalización, según Ramonet, “unifica las políticas económicas y generaliza las mismas fórmulas:  despidos masivos, empleos basura, depredación ecológica…”

   Como señalan los críticos de la globalización, las desigualdades han aumentado sostenidamente dentro y entre los países.  La integración de los mercados mundiales ha dado lugar a una economía mundial de carácter dual.  Las crisis financieras, las catástrofes ecológicas y la extensión de los conflictos bélicos, prueban que, a menos que se instaurara un sistema institucional multilateral que gobernara la globalización de forma eficaz, ésta es simplemente insostenible.

   A continuación, se examinarán los cuatros debates principales en torno a  la globalización:  el primer debate se refiere a si la globalización es un fenómenos nuevo o viejo;  el segundo gira en torno al debilitamiento del Estado como centro de decisiones y marco de referencia para la actividad política;  el tercero enfoca la atención en la relación entre democracia y globalización; y el cuarto afecta a la relación entre globalización, pobreza y desigualdad.

2.LA GLOBALIZACIÓN:  ¿FENÓMENO NUEVO OVIEJO?

   Si por globalización entendemos interdependencia entre lo nacional y lo internacional, la globalización no es, un fenómeno nuevo.

   La interdependencia representa lo viejo de la globalización.  Desde esta perspectiva, la respuesta a la pregunta de qué hay de nuevo en este fenómeno puede ser respondida afirmando que la globalización se caracteriza por la intensificación de la interdependencia en algunas dimensiones clave, especialmente en los flujos económicos, aunque también en la discusión de cuestiones medioambientales.

   La primera ola de globalización tuvo lugar entre 1870 y 1914 y se caracterizó por una duplicación del comercio mundial:
Durante este período, los flujos migratorios involucraron al diez por ciento de la población mundial de la época;  la interpenetración de la economía mundial como consecuencia de esta primera ola globalizadora fue tan intensa que en el año 1900 los niveles de comercio e inversión representaban un porcentaje mayor del PIB mundial que en 2000.

   La Primera Guerra Mundial y la crisis de 1929 marcaron un largo paréntesis, o más bien retroceso, en cuanto a  la integración económica mundial.  En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1980, las cifras relativas a los intercambios económicos han reflejado una segunda y sostenida ola globalizadora, aunque circunscrita a las economías de los países más desarrollados.

   La tercera gran ola de la globalización comenzó a principios de los años 80, y se caracterizó por la incorporación a la economía mundial de un grupo de países en vías de desarrollo.

   Estas tres olas reflejan bien la diferencia entre “internacionalización” y “globalización”.  Hannelore Weck-Hannemann entiende por internacionalización “la creciente dispersión geográfica de las actividades económicas”; en cambio, define globalización como “una forma avanzada de internacionalización originada en la movilidad de los factores de producción y que implica la integración funcional de las actividades económicas en un mercado global.

   Según los estudios elaborados por la Comisión Europea, entre 1950 y 1990, la tasa de crecimiento del comercio mundial duplicó a la del PIB.  Sin embargo, desde 1990, asistimos a una separación manifiesta entre los volúmenes de ambas magnitudes.

   Los datos apuntan a que la fractura entre una economía global y una politica fundamentalmente nacional es ya completa.  Lo nuevo de la globalización no sería, por tanto, la interdependencia entre lo nacional y lo internacional.  Lo novedoso es que el mercado haya adquirido ya una escala prácticamente global.

   Históricamente, Estado y mercado han sido causa y producto de la experimentación continua entre la escala de la economía y la escala de la política y el gobierno.  Lo verdaderamente nuevo de esta ola de globalización de nuestros días, es que obliga a los politólogos a formular una teoría de la política global que reflexione sobre el mejor diseño de las instituciones necesarias para mantener los objetivos tradicionales de las políticas públicas en una escala diferente.

   Se trataría de instrumentar sistemas de gobernanza (“gobernar sin gobierno”) económica global capaces de regular los mercados y de distribuir los beneficios que genera la integración económica.

3.LA GLOBALIZACIÓN Y EL ESTADO

   El debate sobre el Estado y la globalización se articula en torno a tres grandes preguntas interrelacionadas:  (1) si la globalización fortalece o debilita al Estado en su conjunto, (2) si refuerza o socava la democracia, y (3) si es compatible o incompatible con los derechos sociales, el gasto social y , en definitiva, el Estado de bienestar.

   Lo primero que hay que señalar es que entre los países más globalizados se encuentra los Estados más ricos, más iguales y con sectores públicos más grandes.  El AT Kearney Globalization Index constituye el intento más serio de ordenar los paises en cuanto a su grado de globalización.  Dicho índice agrupa cuatro dimensiones y doce medidas:

1.En la primera dimensión se contabilizan los flujos comerciales y de servicios, así como la convergencia de precios nacionales e internacionales.

2.En la segunda, los flujos financieros, la inversión extranjera directa y la inversión en cartera (bursátil)

3.En la tercera, los flujos de comunicación personal (turistas, viajeros, llamadas telefónicas…)

4.En la cuarta, los flujos de conectividad electrónica (número de usuarios de Internet, número de dominios y servidores seguros).  De acuerdo con éste índice el país más globalizado del mundo sería Singapur.

   El AT Kearney Globalization Index compara los países según su grado de globalización y , en paralelo, de desarrollo humano.
De los datos recogidos se desprende que un gran número de economías más avanzadas con importantes Estados de bienestar (Dinamarca, Suecia, Noruega, España…) corresponden a países que combinan unos índices de desarrollo humano notablemente elevados con altos niveles de globalización.  Naturalmente, hay también países que se encuentran muy globalizados sin disfrutar de un puesto tan avanzado en el índice de desarrollo humano (Singapur, Malaisia, Croacia)  Pero lo relevante es que los Estados del bienestar “se llevan bien” con la globalización y, a la vez, la globalización también “se lleva bien” con los Estados de bienestar.

   Dani Rodrik ha demostrado que existe una clara correlación positiva entre el grado e apertura económica de un país y el tamaño del Estado de bienestar, o sea, las políticas de liberalización económica y comercial , elevan el riesgo económico que sufren determinados colectivos, por lo que el Estado se ve obligado a intervenir mediante programas de  tipo social.

   Según Peter Katzenstein, en un estudio realizado, los Estados más pequeños y más ricos de  Europa occidental salieron de la crisis de los 70 antes que los más grandes, gracias a que su pequeño tamaño y alta dependencia les obligaron a reaccionar más rápidamente.  Siendo el gasto público un buen indicador de la capacidad del Estado de llevar a cabo estas compensaciones, es fácil predecir que el ritmo de apertura o de globalización de un país puede muy fácilmente venir determinado por el tamaño del Estado.  Uno de los ejemplos que expone Rodrik en su análisis sobre la relación entre apertura comercial y financiera, de un lado, y aumento del gasto social, de otro, es el de España, donde ambos indicadores evolucionaron en paralelo durante los años 80.

   La globalización puede ser vista así como un proceso endógeno, o promovido internamente, no exógeno, o recibido desde el exterior.  Partiendo de la evidencia empírica que demuestra que la existencia de una variabilidad notable en políticas fundamentales pone de manifiesto que la presión uniformizadota se limita a un ámbito muy reducido del sector  financiero.

   Una matización es, sin embargo, necesaria:  el crecimiento económico y, por ende, el acceso a los beneficios de la globalización están supeditados a la existencia de un Estado eficaz.  Según Garrett, los beneficios y la sostenibilidad de la globalización, dependen de la vulnerabilidad de los países.  La globalización disminuye el margen de actuación de los gobiernos, pero eso no implica que dichos gobiernos deban eliminar beneficios sociales o deteriorar el medio ambiente.

   Ni las presiones económicas imponen un único modelo a los gobiernos, ni éstos responden todos igual a las mismas presiones.

   Según la opinión más extendida, la globalización supone una pérdida de autonomía del Estado, lo cual a unos les parece mal y a otros bien;  sin embargo, la evidencia histórica apunta a que, al menos en Europa occidental, Estado y mercado han tendido a reforzarse mutualmente, no a debilitarse.  En algunos países, los más desarrollados, la globalización ha reforzado, y es casi seguro que seguirá reforzando, el Estado.  En otros paises, de renta media, la globalización ofrece oportunidades d refuerzo, pero también de debilitamiento, por lo que la combinación de las políticas internas y los entornos internacionales resultarán cruciales.  Finalmente, los mercados internacionales tienden a ignorar a aquellos países en los que el Estado y sus instituciones son débiles o inexistentes.

4.  LA DEMOCRACIA Y LA GLOBALIZACIÓN

   La preocupación por el margen de autonomía de las democracias en un orden mundial globalizado es antigua.

   Según Adam Przeworski y Covadonga Messeguer:

1.La apertura económica puede producirse voluntariamente o como parte de un compromiso condicionado a la concesión de ayuda económica y financiera por parte de las instituciones financieras internacionales.

2.En determinadas situaciones, la apertura económica limita la capacidad redistributiva de los Estados

3.Los partidos con posibilidad de acceder al poder tienden a converger en sus programas, por lo que las opciones políticas se reducen sustancialmente.

  Según Przeworski, la globalización reduce las opciones electorales de los partidos socialdemócratas; pero también socava las bases electorales tradicionales de los partidos conservadores, igualmente vulnerables a la apertura exterior.  Sin embargo, Fernández-Albertos ha argumentado que, al menos en los países de la Unión Europea, los electorados han interiorizado las exigencias que supone l globalización en cuanto a apertura económica.

   Si observamos los datos entre globalización y democratización, los datos no son concluyentes.

   La evidencia respecto a si globalización democratización se han apoyado mutuamente no es concluyente.  Tras la caída del muro de Berlín en 1989, parece evidente que la democracia es hoy la única forma de gobierno considerada legítima.  A pesar de los acontecimiento del 11 de septiembre de 2001 y del desafío del terrorismo islamista, el fundamentalismo islámico carece de un proyecto político global.

   No obstante, que la única opción de gobierno legítimo sea hoy la democracia no dice nada de los contenidos concretos o de la calidad de dicho sistema de gobierno basado en el consentimiento de los gobernados.  El problema de la democracia contemporánea es que admite demasiadas modalidades.

   Siguiendo a Marc Plattner, parece evidente que la globalización puede tener mucho que ver con la (elevada) cantidad de países democráticos, pero también con la (baja)

Calidad de las democrcias

¿Por qué?  Porque la globalización afecta de distinta manera a los dos componentes esenciales de las democracias contemporáneas.  Por un lado, las democracias tienen un elemento liberal, basado en la limitación del poder del Estado frente a los individuos.  Por otro, disponen de un segundo elemento, democrático, caracterizado por la participación de los ciudadanos en el proceso de formulación de políticas y en el control de los gobernantes.  Pues bien, parece obvio que la globalización refuerza el primero a costa del segundo, o sea, permite a los ciudadanos zafarse de sus Estados., pero a cambio de que los ciudadanos también pierdan el control sobre los Estados.  Así pues, la globalización actúa en dos sentidos:  primero, anteponiendo la economía a la política;  segundo, anteponiendo las instituciones internacionales a las nacionales.

   Frente a los más pesimistas, Dahl ha advertido que todo sistema político, aunque no participara en la globalización, seguiría manteniendo una tensión sustancial entre el principio de eficacia y el principio de representación.  Es equilibrio es difícil.  Según Dahl, en un mundo global, democracia significa ser capaz de transferir la autoridad a la esfera en la que se consiga más eficacia, manteniendo los niveles de representatividad y la capacidad de los ciudadanos de ejercer un control prospectivo y retrospectivo sobre los políticos.

5.  GLOBALIZACIÓN, POBREZA Y DESIGUALDAD

   En el debate acerca de globalización, pobreza y desigualdad, los datos no demuestran nada de forma concluyente.  Destacamos algunos puntos:

Primero,  en cuanto a la desigualdad de renta entre las personas,.

Segundo, por lo que se refiere a las desigualdades entre países ricos y países pobres,

Tercero, en cuanto a las desigualdades dentro de los países más pobres,

Cuarto, el argumento acerca de la existencia de un margen de actuación para la política es particularmente relevante por lo que se refiere a las desigualdades entre países pobres. 

Quinto, en cuanto a las desigualdades dentro de los países más ricos, los datos desmienten el determinismo y confirman que explicar las razones por las cuales contextos similares llevan a resultados completamente distintos, exige estudiar las políticas y decisiones concretas que se adoptaron en cada caso.

Sexto,  la relación entre desarrollo humano y democracia no es muy robusta, ya que existen notables excepciones y variaciones.  Aunque los países con índices más bajos de desarrollo humano tiendan a no ser democráticos y , a su vez, las democracias tengan más probabilidades de registrar altos índices de desarrollo humano, existen notables disparidades.

En conclusión, los datos sugieren que es más fácil reducir la pobreza cuando hay crecimiento económico.  Sin embargo, los mismos datos también indican que la reducción de la pobreza es un resultado inducido por los poderes públicos a través de políticas públicas.

   Por tanto, desde el punto de vista de la creación de riqueza, la evidencia empírica apunta a que el proceso de globalización genera un incremento neto de la riqueza global.  Tanto la interdependencia económica como la movilidad de los principales factores productivos crean una situación en la que las mejoras de eficiencia, productividad y tecnología generan incrementos netos de riqueza a escala global.

   En consecuencia, los datos que se ofrecen aquí acerca de las desigualdades entre los niveles de renta entre países ricos y pobres, apuntan a que los países menos adelantados siguen siendo igual de pobres que hace 20 años, los países ricos son mucho más ricos que 20 años atrás y los países en vías de desarrollo registran experiencias muy variables:  unos han conseguido general riqueza y redistribuirla, otros sólo general riqueza, pero no redistribuirla, y otros ninguna de las dos cosas.  Desde el punto de vista de la eficiencia económica, el hecho de que los incrementos de riqueza de los más ricos sean notablemente superiores a las pérdidas de los más pobres significa que ha habido creación de riqueza neta.

   Existen dos justificaciones de esta intervención.  La primera se basa en un lógica de la eficiencia y tiene como objetivo lograr una mejor asignación de los recursos.  La segunda se basa en una lógica de la equidad y tiene como objetivo redistribuir mejor los recursos existentes.  Según John Rawls las políticas públicas pueden ser juzgadas de acuerdo con el llamado “principio de la diferencia”, es decir:  que estén o no orientadas a una lista de bienes esenciales que se denominan bienes primarios.
Bienes primarios serían:  derechos y libertades básicas, libertad de movimiento y empleo, libertad de pensamiento…

   Según Rawls “definir que las desigualdades de ingreso y riqueza han de disponerse para el mayor beneficio de los menos aventajados significa que tenemos que comparar los esquemas de cooperación viendo cómo les va los menos aventajados en cada esquema, y seleccionar entonces el esquema en el que los menos aventajados están mejor que en cualquier otro esquema.   La preocupación de Rawls es que, a largo plazo, una concentración excesiva de riqueza en manos de unos pocos afecte negativamente a las libertades y los derechos de todos los demás.

   Hoy, las ideas en las que se basan los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio promovido por la ONU reflejan un planteamiento de cómo conseguir una distribución más justa a escala global de los bienes primarios.

6.  EL VALOR DE LA INVESTIGACIÓN EMPÍRICA EN EL ESTUDIO DE LA GLOBALIZACIÓN

   El valor que se concede a la investigación empírica de la globalización no supone despreciar las razones para estudiar la globalización como una ideología.

   Definir la globalización como ideología tiene ventajas, ya que facilita el entendimiento de la rivalidad entre globalizadores y antiglobalizadores.  Sin embargo, también presenta algunos inconvenientes.

   El trabajo del politólogo no consiste en averiguar quién tiene razón, sino en examinar sobre qué datos llegan “globofóbicos” y “globofílicos” a sus conclusiones;  qué datos utilizan y de qué manera;  qué resaltan y qué omiten; qué supuestos de partida manejan; y, en general, qué tiene que ofrecer la política para entender mejor el fenómeno.  Antes de dar por buen cualquier afirmación acerca de la globalización, es necesario verificarla empíricamente.  Así, por ejemplo, la afirmación en el sentido de que mayores tasas de interdependencia van asociadas a una mayor democratización se incumple en casos notabilísimos:  en China, la apertura no ha dado lugar todavía a un proceso de democratización.

   El debate acerca de la globalización recibió un renovado impulso con la publicación del libro El malestar de la globalización de Joseph Stiglitz.   El hecho de que Joseph Stiglitz acusara al Gobierno de Estados Unidos y al FMI de estar gestionando incorrectamente los aspectos financieros de la globalización, marcó un hito en el debate acerca de este tema.  Según este autor, el fracaso del FMI está en el hecho de que sus políticas y sus elites rectoras han estado más orientadas a salvaguardar los intereses de los bancos de inversiones y del sector financiero que los de los países en cuestión.