Historiografia romana

La Historia como Construcción Lógica del Pasado


Contextualmente, para contestar a esta pregunta, debemos situarnos en la Grecia de los siglos VII y VI a.C., en la que reina el pensamiento mitológico. Hoy día, podemos asegurar que el misticismo constituyó la primera fase de la Historia del conocimiento. Todos los pueblos, todas las civilizaciones y culturas, han contado en sus orígenes con una etapa mítica. Una etapa en la que las explicaciones de los hechos problemáticos de la Realidad están teñidas de elementos fantásticos y seres fabulosos creados por la imaginación del Hombre. La etapa mítica del conocimiento es, pues, una etapa eminentemente imaginativa, la Imaginación y no la Razón, fue la encargada de satisfacer, en un principio, esa necesidad de conocer que, desde sus orígenes, acompaña al ser humano

Desde el punto de vista del conocimiento, podríamos comparar la etapa mítica de la Humanidad con la etapa infantil de una persona, pues, también en el caso del niño, la imaginación precede a la razón en el camino del conocimiento. Este pensamiento mitológico es sin duda una forma de darle una explicación valida y aceptada por la sociedad de los hechos y acontecimientos que no éramos capaces de comprender.

Sin embargo, entre todo este ambiente intelectual de la Grecia Clásica se da un cambio de mentalidad, la mentalidad imaginativa de los mitos cedió el paso a la mentalidad racional de la Filosofía, repercutiendo en el ámbito histórico.

Este cambio de mentalidad se fue gestando en Grecia, durante el Período Arcaico de su historia durante los siglos VIII, VII y VI a.C. A lo largo de dicho período, algunas personalidades comenzaron a cuestionarse las explicaciones míticas de la Realidad. Las explicaciones míticas de la Realidad, disfrazadas de verdades, dejarán de satisfacer, poco a poco, la curiosidad humana. Como consecuencia, hacia el siglo VI, comienzan a surgir los primeros filósofos, los cuales exigirán pruebas y demostraciones objetivas, pues en busca de la verdad, empiezan a preguntarse el por qué de las cosas, buscando explicaciones racionales y no cuentos o mitos.

Esta nueva corriente de pensamiento racional lógico repercute directamente en la historiografía, introduciendo el termino historia, del griego «historiae», cuyo significado literal es averiguación o investigación. Heródoto, conocido como el padre de la historia, es el primero en escribir una historia bajo este pensamiento, el cual señala en su prólogo diciendo, «este es el resultado de las investigaciones». El verbo «historeîn» implicaba en griego también conocer, conocer por medio de la investigación, de modo que podemos decir que mediante la historia, se pretendían investigar unos hechos para luego contarlos de una manera clara y veraz. Además, existía una gran necesidad de contar con un método de indagación que garantice la conformidad de lo que se narra con los hechos sucedidos. Esto en un primero momento se consiguió por la vía oral, mediante los relatos de testigos oculares o conservados en la memoria por sus descendientes, recogidos en viajes y entrevistas que luego eran recopilados y organizados. Más adelante fue el documento escrito el que se consideró como elemento más valioso en la búsqueda de la verdad.

Fue así como nació la historia como disciplina científica para la búsqueda de la verdad. Después de Heródoto fueron muchos los que continuaron la misión historiográfica.

Un Recorrido por la Historia de la Disciplina


A lo largo de la evolución de la historiografía se han dado multitud de cambios en el método, en la manera de interpretar los acontecimientos históricos y en la variedad de temas que se han ido tratando, desde la historiografía Clásica del siglo VI a.C, hasta La Escuela de los Annales del siglo XX d. C.

1. Historiografía Griega

Cuando hablamos de historiografía en la antigüedad clásica nos estamos refiriendo a escritos históricos de griegos y romanos de un periodo de cubre alrededor de 800 años, desde las historias de Heródoto, escritas a mediados del siglo V a.C., hasta las Res gestae de Amiano Marcelino, compuestas a finales del siglo IV d.C. Estudiar un periodo tan amplio, agrupando sus variados representantes bajo un mismo techo, condiciona nuestra visión de la historiografía antigua, pues nos puede llevar a generalizaciones o simplificaciones donde realmente hubo diferencia o complejidad. No obstante, lo que actualmente llamamos historiografía clásica presenta unas características comunes, propias de ese tiempo, pero no sería correcto pensar que todos los historiadores enfrentan su tarea de la misma forma.

Para el estudio de la historiografía clásica no solo es conveniente tener en cuenta su gran extensión temporal, sino también el estado fragmentario de la evidencia que poseemos y su veracidad. Esta información hay que usarla con cautela. Primero, porque los autores de esta época casi siempre citaban de memoria, ya sean testimonios de testigos presenciales o sus propios recuerdos, además, a veces eran vagos, podían confundirse o no recordar correctamente la cita, y segundo, porque eran muy selectivos y podía ser que interpretaran las palabras del autor original en un sentido que este no quiso darle. También hay que tener en cuenta la cronología, ya que al no existir un consenso o una cronología absoluta, cada pueblo se regía por sus propios parámetros, por ejemplo, los griegos contaban los años por olimpiadas y así los cuatro años entre unos juegos olímpicos y otros eran una manera de poder fechar los acontecimientos.

A pesar de lo audaz que puede ser agrupar en un mismo conjunto a autores con casi nueve siglos de diferencia y a pesar de que conozcamos sólo una fracción de toda la producción del periodo, estudiar la historiografía antigua tiene a la vez un valor en sí mismo y un valor agregado, por una parte, nos permite conocer el desarrollo de la conciencia histórica del hombre y su postura intelectual frente al pasado y, por otra, somos capaces de reconocer lo que permanece hasta hoy de esos modelos clásicos y que constituyen los fundamentos de la tradición historiográfica occidental.

2. Historiografía Helenística o Greco-Romana

En el año 168 a.C. La Batalla de Pidna pone fin a la guerra entre Roma y Macedonia. Perseo, Rey de macedonia, es derrotado y con él, cae con el su Monarquía. El triunfo romano se afianzaría todavía más con la victoria sobre la ciudad de Corinto en el 146 a.C. La conquista de Grecia por parte de Roma fue un acontecimiento que, de alguna manera, cambió el modo de enfocar la historia griega. Si bien es cierto que algunos historiadores griegos continuaron escribiendo sólo sobre Grecia en sus Hellenica, otros, principalmente aquellos que tuvieron contactos personales con Roma, se abrieron a contar y explicar el desarrollo histórico de la nueva potencia del Mediterráneo. Fue así como se origino la Historia Ecuménica, la cual tenía como principal objetivo la unificación espaciotemporal de la historia. Estos historiadores buscaron establecer conexiones o relaciones entre su propia patria y la de los conquistadores y, aunque todos ellos escriben en griego y para un público mayoritariamente griego, eran conscientes de que también serian leídos por la élite romana más culta, que se manejaba con soltura en esta lengua. En algunos casos, se dieron acérrimos defensores de la política romana, como Dionisio de Halicarnaso o Apiano, pero también otros fueron más críticos y menos halagadores con roma, como Plutarco. Sin duda, el historiador griego más destacado que escribiera historia de Roma fue Polibio.

3. historiografía Romana

El inicio del desarrollo de la historiografía romana no resulta fácil de reconstruir, pues sabemos que los primeros escritores se encuentran perdidos y sólo los conocemos por referencias de otros autores. Presuponemos que estos historiadores utilizaban los Annales Maximi para hacer historia. Los Annales eran largas listas de prodigios, magistrados y triunfos militares que el pontífice máximo anotaba año a año para guardar un registro de los acontecimientos públicos más importantes. Se exponían al público en uno de los muros blancos de la casa de pontífice en el foro y podían ser utilizados, por tanto, como material para los que quisieran componer una historia de Roma que después se encargaban de embellecer y adornar. En Roma, se llamaba comúnmente a los textos históricos “Anales”, no obstante, más tarde se comenzó a utilizar el término griego “Historia”.

El primer historiador romano fue Fabio Píctor. Fue miembro del Senado y político activo. Escribió su obra en griego, debido a que no consideraba el latín una lengua suficientemente literaria y para defender y justificar la política romana frente al mundo griego. En cambio, Porcio Catón, fue el primero en escribir la historia de Roma en latín, por este motivo, es conocido como “el padre de la prosa latina”. Además, cabe destacar a Tácito, caracterizado por no narrar una historia militar sino una historia de las infamias cometidas por la mayoría de los emperadores desde Augusto hasta Domiciano. Su historia es dramática y se centra en la corte imperial y su lado más oscuro.

4. Historiografía Cristiana

Si bien la aparición del cristianismo en la historia de la humanidad iba a desarrollarse como un acontecimiento paulatino y, en un principio, silencioso, supuso una verdadera revolución en la interpretación del concepto de “tiempo histórico”. Un acontecimiento dentro de la historia se ponía ahora como el eje central de la totalidad del tiempo: la encarnación de Cristo, que implicaba la certeza para los cristianos de que el Dios “eterno” se había hecho carne “mortal”. La encarnación vinculaba la eternidad con la temporalidad de una manera misteriosa, pero real, y se hacía muy necesario, entonces, para los seguidores de la nueva religión, relatar cómo se había llegado hasta este punto en el camino.
La historiografía que desarrollaron los historiadores cristianos de la primera hora abarcó a la vez la contabilidad del tiempo desde la creación del mundo en una cronología nueva y también una novedad en su propia interpretación, y, por tanto, precisan un tratamiento específico.

Esta nueva historiografía, en general, presenta grandes similitudes con la historiografía clásica, por la que se ve enormemente influenciada, sin embargo tampoco se puede analizar de acuerdo a los cánones clásicos. Con referencia a la veracidad de los acontecimientos que narra, coincide con la escuela clásica en la exactitud y precisión de la información que se escribe, no obstante, los historiadores cristianos no sólo se bastaron de su investigación personal en busca de documentos y colecciones sino que además se basaban en la autoridad de la revelación de Dios en la escritura. Otro rasgo que tienen en común estas historiografías es que ambas poseen una función moral o pedagógica que proporcionaban las vidas de los personajes, que servía para sacar lecciones de ejemplos positivos que debían ser seguidos y malos, que por el contrario, se debían rechazar. Un claro ejemplo es el de San Agustín, en su obra “Ciudad de Dios”, el cual expone que sus ejemplos están destinados a mostrar cuál es el supremo bien y cuál el supremo mal.

En cambio, una de las diferencias más advertidas entre la historiografía clásica y la cristiana es su concepción del tiempo. Para los antiguos griegos y romanos el tiempo se concebía como algo cíclico, es decir, presentaba un diseño que se repetía en momentos sucesivos de la historia. Su concepto de la anaciclosis de las constituciones negaba efectivamente que la historia tuviera un sentido de dirección. La idea de ciclo, entonces, se presenta como fatalista, ya que, está condenado a repetirse e inevitablemente se espera la caída o la destrucción. Por el contrario, la concepción cristiana del tiempo establecía que el mundo había sido creado de la nada y que seguía su curso una sola vez, sin repetirse. La interpretación cristiana de la historia tiene un principio, una dirección y un final representados por la Creación, la encarnación de Jesucristo y el Juicio Final. El cambio histórico estaba, entonces, orientado hacia una meta y su acaecer se podía representar no con un circulo, sino con una línea o, mejor, con una flecha.

5. Historiografía Medieval

La historiografía medieval experimentará hacia el año 1200 algunas transformaciones que afectarán sobre todo a los géneros históricos predominantes, que serán, las historias de cruzadas y caballerescas, las grandes crónicas nacionales y las historias urbanas. Estos nuevos géneros no terminaran con la elaboración de los tradicionales como los anales, las genealogías o las biografías. En la renovación de estos nuevos géneros tendrá mucha importancia la incorporación de los laicos al quehacer historiográfico, desplazando a los eclesiásticos y a los centros monásticos, que hasta el momento habían tenido la hegemonía historiográfica. Esta renovación fue paralela al desarrollo de las lenguas vernáculas, que obviamente tuvieron una mayor influencia en ambientes laicos que el latín, que siguió estando vigente en los monasterios. Esta historiografía tendió a ser más testimonial y menos compilativa, utilizando un lenguaje mucho más espontaneo y dramático. De manera que, entre los siglos XII y XIII se produjo una transformación en los centros de producción historiográfica, que pasaron de los monasterios benedictinos a la corte real. Este cambio, afectó sustancialmente al curso de la evolución historiográfica para siempre, cuya promoción o mecenazgo principal pasó de manos de las instituciones religiosas a las instituciones políticas o monarcas.

6. Historiografía del Renacimiento y la Ilustración

Entre los siglos XV y XVII se dieron en Europa una serie de cambios historiográficos que marcarían esta etapa, en la que, el movimiento renacentista tomará un importante avance pero en el que, aún predominarán los rasgos y cultura medieval. Los principales cambios que se dieron fueron:

La Historia como Literatura:

La historia fue esencialmente narrativa y ética, tal y como había sido en la época antigua, ofrecía buenos ejemplos que los lectores podían imitar y malos que debían evitar.

Historia y Política:


Se consideraba que la historia debía narrar sucesos políticos por razones políticas. Según el saber convencional de la época, había que analizar el pasado, no sólo para incentivar la virtud, sino porque era una lección de destreza política. El mismo Nicolás Maquiavelo pensaba que la historia permite a la gente “hacerse sabia a expensas de otros”, pues leyendo se aprendía de errores pasados. Escribir historia pasaría en estos momento a ser tarea de hombres cultos como Maquiavelo o Bacon.

Historia de la Iglesia:


La historia narrativa no está confinada sólo a la política, también relata la historia de la Iglesia y, tras la reforma, de las Iglesias. Los movimientos que hoy llamamos Reforma y Contrareforma pretendían, como el Renacimiento, inducir nueva vida a la Antigüedad, en este caso a la Antigüedad cristiana. Hubo reformadores que hablaron de la decadencia y caída de la Iglesia. Cuanto más radical fuera el reformista , más adelantaba la fecha de la decadencia. En su oposición se encontraban los contrareformista, en especial César Baronio, exponía que la Iglesia no había cambiado en lo esencial ni se había corrompido.

La Explicación Histórica:


los historiadores debían explicar el pasado de forma satisfactoria si querían que la historia política fuera útil. Por ejemplo, “la Historia de Florencia” de Maquiavelo, como en “El príncipe”, introduce cada capítulo con un análisis comparado pensado para demostrar que lo que ocurría en Florencia era sólo un ejemplo de sucesos recurrentes en la Roma antigua.

Anticuarianismo y Filología:


El interés por las explicaciones estructurales llevaba a una historia más centrada en los modos de vida que en los sucesos. El movimiento anticuarianista surgió del deseo de los estudiosos del Renacimiento de revivir la cultura de la antigua Roma y, en menor medida, la de Grecia. En sentido estricto estudiaban lo que en ocasiones llamaban “monumentos” o lo que nosotros denominaríamos “cultura material”. Los filólogos por su parte estudiaban la historia del lenguaje, de los textos históricos e incluso de obras individuales. Los Filólogos también analizaron textos jurídicos, sobre todo los clásicos del derecho civil, también llamado derecho romano, codificado durante el reinado del emperador Justiniano en el siglo VI. Estos textos planteaban graves problemas de interpretación porque estaban plagados de términos arcaicos, se contradecían unos a otros y era difícil aplicarlos en sociedades que eran muy distintas a las de la antigua Roma o el Bizancio del siglo VI.

Las Fuentes y Crítica de Fuentes:


“Ad Fontes” o vuelta a las fuentes fue un famoso eslogan de los humanistas del Renacimiento, que jugaban con la idea de seguir la corriente hasta su fuente. Volver a las fuentes significaba consultar documentos originales, también leer los textos de la Biblia, Aristóteles, Livio y el Código de Justiniano en su lengua original, al margen de interpretaciones posteriores. Este movimiento tuvo mucho éxito entre los autores de la época, sin embargo, volver a las fuentes no era tan sencillo como parece. Los textos originales de la Biblia y de los autores clásicos se habían perdido y sólo quedaban copias manuscritas. Estas copias estaban corrompidas, cargadas de errores añadidos por los copistas, esto dio lugar a que los filólogos humanistas quisieran enmendar estos errores, reescribiéndolos correctamente.

7. Historiografía Positivista

El término positivismo tiene dos significados muy diferenciados. En un sentido estricto, se refiere a la historia escrita según el modelo de la filosofía positivista de Auguste Comte, quien desechó la metafísica por especulativa y defendió que el único modo de conocimiento fiable era la experiencia. Lo más destacado de la filosofía de la historia de Comte es la «Ley de los Tres Estadios», es decir, la división del pasado de la humanidad en tres edades, la religiosa, la metafísica y la científica. En cambio, en un sentido más genérico, el positivismo hace referencia a la idea de que, según las palabras del historiador irlandés John B. Bury, «La historia es una ciencia, ni más ni menos». Es una ciencia porque es crítica, especialmente en el tratamiento de las fuentes y porque trata de ser objetiva. El ideal científico pretendía dejar de lado los prejuicios nacionales y los exclusivismos de clase y, por tanto, dejar que los hechos hablaran por sí mismos. Además de esas dos terminologías, la palabra positivismo puede adoptar un sentido más amplio, haciendo referencia a las formas más extremas de empirismo histórico, llevando el énfasis por los hechos al rechazo, no solo a la metafísica sino también a la filosofía la emergencia del positivismo o de la historia científica estuvo estrechamente relacionada con el desarrollo de la profesionalización de la historia. en su larga carrera, la historia había sido escrita por aristócratas, monjes, humanistas, y políticos en su tiempo libre. durante el siglo XIX, por el contrario, como parte de lo que ha sido descrito como «el desarrollo de la sociedad profesional», se asiste a la emergencia de los historiadores dedicados al cien por cien, empleados por las universidades, archivos o bibliotecas, trabajando codo con codo con otros nuevos grupos profesionales como los ingenieros o los contables, y uniéndose a otras profesiones más tradicionales como el derecho y la medicina, la reivindicación de escribir «historia científica», basada en documentación citada en las notas a pie de página, ha sido vista como un intento de legitimación de una nueva profesión en un mundo en el que las ciencias naturales gozaban de un creciente e incontestable prestigio.

Gracias a la labor historiográfica de Ranke y sus discípulos, las universidades alemanas se convirtieron en el centro de la nueva historia profesional y «científica». historiadores de todo el mundo occidental se trasladaron a Alemania para completar su formación y el modelo historiográfico alemán, así como el sistema de «seminarios», fue adoptado con más o menos entusiasmo en toda Europa y América.

8. Historiografía. El Materialismo Histórico

El materialismo histórico es otra corriente del pensamiento historiográfico. Surge con el socialismo y se desarrolla con la filosofía de Marx y Engels. En el siglo XIX, el proletariado toma conciencia de clase, y habrá historiadores que interpreten la historia poniéndolo en el centro de su modelo. Pero el materialismo histórico es mucho más. Aparece como una crítica radical al capitalismo y a la nueva hegemonía de la burguesía, vinculado a la lucha social, económica y política de la nueva clase obrera que surge. Es una interpretación de la historia que rompe con la tradición.

El materialismo histórico es un método de análisis de la historia, a diferencia de otras ideologías, lo que implica que las interpretaciones estén abiertas, y no tienen por qué ser dogmáticas. Además, esto implica que sólo tiene validez en la medida en que se contrastan con la realidad, por lo que algunas de la tesis de Marx y Engels han de entenderse en el marco jurídico en el que surgieron.

9. Historiografía de la Escuela de los Annales

A principios del siglo XX se percibieron en Francia algunos hitos que posibilitarían la renovación de los principios de las ciencias sociales y en particular de la disciplina histórica. Fue entonces cuando se consolidaron en el panorama académico algunos historiadores de prestigio, que asimilaron toda esa tradición, renovaron el utillaje metodológico de la historiografía y sentaron las bases de la tarea posterior de los fundadores de los Annales, Lucien Febvre y Marc Bloch. Fue entonces, en este intenso ambiente historiográfico cuando deciden fundar una nueva revista. Su condición de modernista y medievalista, respectivamente, favoreció una natural conexión entre los historiadores que se dedican a estos dos periodos históricos, lo que sería luego una constante a lo largo de la historia de la escuela y la dotaría de su indiscutible habilidad de transitar por medias y largas distancias cronológicas. Estos dos historiadores de los que hemos hablado conformarían la primera generación de la Escuela de los Annales y serían los que influirían en las siguientes generaciones de historiadores, entre los que se encuentra Fernad Braudel.

La principal característica de los Annales es que es una escuela propiamente histórica. Estos, postulaban el desarrollo de una historia total por medio de dos caminos, con de la pluridisciplinariedad, a través de la convergencia de la historia con otras ciencias sociales, sobre todo la geografía, la psicología y la sociología, y con la pluritematidad, por medio de una historia socioacadémica globalizante. Hoy podemos decir que causaron tal efecto en la época porque fueron los primeros en conseguir una verdadera correlación entre teoría y práctica, entre sociología e historia y entre las ciencias sociales y la disciplina histórica. Otro principio fundamental a tratar sobre la Escuela de los Annales es el estructuralismo histórico. Se divulgó por occidente a partir de la Segunda Guerra Mundial. En historia, se identificó a partir de la década de los cincuenta, con la obra de Braudel. En la que expone que para él, el tiempo se mueve a diferentes velocidades. Existe un tiempo geográfico, un tiempo social y otro individual, que se reflejan con unos tiempos de larga, media y corta duración. Este pensamiento representa una sugerente renovación de las tradicionales coordenadas historiográficas de tiempo y espacio. Braudel forma parte de la segunda generación de los Annales. Tras él vino la tercera generación cargada de historiadores que se vieron influenciados por todos estos nuevos conceptos que anteriormente se han desarrollado.