Integración Regional en América Latina: Retos Políticos y Económicos
El Proceso de Integración Latinoamericana
Francisco Posada de la Peña
Introducción al Concepto de Integración
Para hablar en términos más concretos, el proceso de la integración, tal como lo presentan los economistas, conduciría a la creación de una gran confederación de Estados americanos, pues los acuerdos para conseguir la unión económica solo pueden aplicarse unificando las políticas fiscales, monetarias, laborales y sociales. Ello no puede lograrse a cabalidad sino con la existencia de una autoridad que trascienda los límites estatales.
El marco retórico dentro del cual se diseñó el proceso de la integración no fue extraño a estas conclusiones. En un estudio preparado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) publicado en 1966, se define en los siguientes términos el proceso de la integración económica:
«La integración propiamente dicha es el estatus jurídico en el cual los Estados entregan algunas de sus prerrogativas soberanas, con el fin de constituir un área dentro de la cual circulen libremente y reciban el mismo trato las personas, los bienes, los servicios y los capitales, mediante la armonización de las políticas correspondientes y bajo una égida supranacional».
Fases de la Integración Económica
La comunidad económica y la unificación, como fases finales de ese proceso, fueron contempladas así en el mismo estudio: “La comunidad económica es la forma más completa de integración al fundir en uno solo los estadios anteriores que configuran: el mercado común (supresión de las barreras internas, aduaneras y otras); la unión aduanera (tarifa única con respecto a terceros países); el mercado financiero abierto (libre circulación de capitales); y la unión monetaria (moneda única o reciprocidad absoluta de convertibilidad a tipos fijos). Además, el esquema más acabado comprende la unificación de los regímenes fiscales, la armonización de las políticas laborales y de seguridad social, el libre establecimiento para personas naturales y jurídicas y la supresión de todas aquellas medidas que discriminan entre el ciudadano nacional y el ciudadano de la comunidad, excepto los derechos políticos (superar esa excepción sería dar el primer paso hacia la etapa de la unificación). Por su parte, la unificación
Contexto Histórico y la OEA
Huellas 9 Uninorte. Barranquilla pp. Al reafirmar los principios del sistema, se dijo claramente en el artículo 5 que los Estados Americanos entienden que el orden internacional está esencialmente constituido por el respeto a la personalidad, soberanía e independencia de esos mismos Estados. En el artículo 9 se expresó que cada Estado tiene el derecho de defender su integridad e independencia, proveer a su conservación y prosperidad y, por consiguiente, de organizarse como mejor lo entendiere. En 1965, la Segunda Conferencia Interamericana Extraordinaria, celebrada en Río de Janeiro, declaró enfáticamente que era imprescindible imprimir al sistema interamericano un nuevo dinamismo e imperativo modificar la estructura funcional de la Organización, así como consignar en la Carta nuevos objetivos y normas para promover el desarrollo económico, social y cultural de los pueblos del Continente y para acelerar el proceso de integración económica. Nuevas normas se introdujeron a la Carta para hacer énfasis en el desarrollo económico, dinámico y armónico como condición indispensable para asegurar la paz y la seguridad. Y al explicar la noción dice:
“En todo Estado existe un poder, detentado por ciertos órganos, que tiene por objeto gobernar a la nación, utilizando determinadas atribuciones respecto a las actividades humanas y ejerciendo determinadas funciones gracias a ciertas prerrogativas. Si en la Carta de la OEA se sigue afirmando que cada Estado tiene el derecho de organizarse como mejor lo entendiere, mal puede implantarse un verdadero proceso de integración que, como lo anotan los economistas que ven en este el mejor instrumento para el desarrollo, requiere para su cabal ejecución de una transferencia de competencias estatales, en las materias propias de la integración, a un órgano o sistema institucional “supranacional” o “comunitario”. Hay que anotar que en los tres sistemas se trató inicialmente de desarrollar las etapas previas de la integración (zona de libre comercio, unión aduanera), pues las llamadas formas superiores de integración como el mercado común y la unión económica apenas fueron esbozadas como anhelos difíciles de realizar en la práctica.
El Pluralismo Político y sus Implicaciones
“El pluralismo político, aceptado ya casi unánimemente en nuestro sistema, viene a confirmar el fracaso de las políticas integracionistas y se regresa a la teoría de que lo práctico es volver a las etapas anteriores a la integración, es decir, a la cooperación internacional”.
Este es un hecho real, innegable, cuya calificación escapa a los propósitos de este tipo de conferencia, pero que anoto porque sirve para entender lo que está ocurriendo en nuestro Continente por encima y a pesar de las declaraciones y propósitos de integración que no van más allá de ser simple retórica.
“El pluralismo político, que impide la verdadera integración, permite que en nuestros países se implanten sistemas de gobierno apartados de la democracia representativa”.
Este es otro hecho incontrovertible, aunque los que somos partidarios de este sistema veamos con frustración que regímenes apartados por completo del que nosotros practicamos, y que desearíamos ver definitivamente asegurados en nuestro Continente, siguen consolidándose. Aquí también surge una contradicción de los artículos vigentes de la Carta de la OEA, referentes a los principios y propósitos de los Estados Miembros de esta organización. ¿Cómo se compadece esta terminante declaración con aquella otra contenida en el artículo 12 acerca de que cada Estado tiene el derecho de organizarse como mejor lo entendiere?
La Visión de Bolívar sobre la Integración Americana
“Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos que por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria”.
Escribió el ilustre caraqueño en la Carta de Jamaica, cuando derrotado y en la ruina económica, en 1815, accedió a exponer a ruego de un “caballero de esta isla” sus personales conceptos sobre el destino de los pueblos del Nuevo Mundo. Pero más adelante agregó:
“Para que un solo gobierno dé vida, anime, ponga en acción todos los resortes de la prosperidad pública, corrija, ilustre y perfeccione al Nuevo Mundo, sería necesario que tuviese las facultades de un Dios, y cuando menos las luces y virtudes de todos los hombres”.
Bolívar fue más realista que los ideólogos de la integración americana de la década de los sesenta. Estas son reflexiones encaminadas a acentuar la realidad de nuestra problemática sin que ellas desvirtúen la bondad intrínseca de aquel. Yo creo que, extendiéndose todos los días más la creencia de que el pluralismo político debe ser la norma prevaleciente en el sistema interamericano, se aleja cada vez más la posibilidad de que la identidad de criterios sobre la forma para resolver los grandes conflictos socioeconómicos conduzcan a organismos supraestatales con capacidad de acción y fuerza suficiente para imponerlos.
Hacia una Cooperación Efectiva
Cuando las delegaciones de Colombia, Costa Rica y Venezuela pidieron ante la OEA la convocatoria de una reunión de ministros de Relaciones Exteriores para que, sirviendo de órgano de consulta en aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, estudiara la conveniencia de reformar las medidas en relación con el gobierno de Cuba, tuvieron muy en cuenta el que se hubiera abierto campo al pluralismo político, ya que la Tercera Asamblea General de la Organización lo había reconocido expresamente como uno de los principios fundamentales de las relaciones entre sus miembros. Principio este, en nuestro concepto, que debe servir de base para una reforma de la Carta que elimine las contradicciones existentes que tuve la oportunidad de mencionar.
Lo que sigue es insistir en la cooperación como mecanismo fundamental para el desarrollo. Sin ir más allá, porque nada conseguimos con declaraciones retóricas que no consultan ni la realidad ni los propósitos de nuestros pueblos y de sus gobiernos.