La prensa

TEMA 1.- PRECEDENTES DEL PERIODISMO EN ESPAÑA
1. Los orígenes del Periodismo
2. Crónicas y Relaciones.
3. Las primeras gacetas

1.1. Los Orígenes del periodismo. Información oral y manuscrita.
La prehistoria del periodismo español comprende una larga etapa que se extiende desde la época lejana e imprecisa en que aparece la primera forma de comunicación organizada entre grupos de individuos, hasta el momento en que se consolida la regularidad de las publicaciones impresas. La imprenta y el correo hicieron posible la periodicidad, determinando la transformación del medio. Desde el siglo X, fecha en la que muchos autores sitúan la aparición de la comunicación manuscrita con cierto matiz periodístico, hasta el siglo XV-XVI, se extiende un largo período de tentativas que cuajan paulatinamente en fórmulas nuevas de comunicación.
En España, como en el resto de Europa, la aparición de la prensa periódica está ligada a condicionamientos sociales, políticos y económicos y al desarrollo de los medios técnicos.
En España se empleaban formas eficaces de comunicación, incluso antes de la aparición de la imprenta. Por una parte, existía la información oral, método espontáneo de transmisión de noticias vinculado a sectores sociales muy amplios: clérigos, estudiantes, nobles, soldados, mercaderes, etc.
Junto a la información oral se desarrollaba un tipo de comunicación manuscrita que en principios adopta forma epistolar. Algunos investigadores consideran que la correspondencia mantenido entre algunos abades y priores de monasterios y conventos constituye una forma primitiva de periodismo. Ripoll, en Cataluña, fue un centro de conservación de la cultura clásica y un núcleo en el que se elaboraron las más importantes crónicas de la época.
En la Baja Edad Media, la presión de la burguesía con su demanda informativa contribuyó a la creación de nuevos cauces de comunicación. Los grandes comerciantes venecianos deseaban conocer los precios en los mercados europeos, el estado de las comunicaciones, la situación política, las condiciones climáticas, los movimientos de sus competidores, sus viajes; en definitiva, cualquier noticia encaminada a conseguir el éxito de la gestión económica. Alguna familia como los Fugger absorbió de tal modo el mercado informativo que llegó a conseguir uno de los imperios económicos más potentes de su tiempo.
La avidez informativa originó un amplio mercado de noticias. Por toda Europa surgieron los profesionales de la información y se crearon centros dedicados exclusivamente a su elaboración y distribución. En estas oficinas no sólo se acumulaban noticias, también se reproducían y copiaban algunas de especial interés económico o político.

En España existió también este mercado informativo a base de noticias manuscritas. Contenían información sobre asuntos de carácter privado o de tipo oficial, relacionados muchas veces con la economía y la política.
El paso de la Edad Media al Renacimiento representa una etapa decisiva para la aparición del periódico. En el siglo XV, la burguesía, preocupada por problemas económicos y políticos, exige el desarrollo de los medios de comunicación imprescindible para su propia subsistencia. Las mensajerías, las postas y, sobre todo, los correos, eran entonces los medios adecuados para la transmisión de la noticia. La regularización del correo constituye un factor decisivo para el desarrollo de la prensa. En la Edad Media, cuando el mercado de noticias no estaba estabilizado, se produce un cierto desfase entre la producción y la emisión de la noticia y su recepción. Las ferias y mercados alemanes determinan la periodicidad de las primeras publicaciones: anuales, semestrales y, finalmente, semanales. Cuando las mensajerías se sustituyen por los correos se estabiliza la periodicidad de las publicaciones. La regularidad del correo resulta determinante para la regularidad de la información.
Junto a la burguesía, la Iglesia aparece como una fuerza importante a comienzos de la Edad Moderna. La otra gran fuerza social del Renacimiento la constituye la nobleza. En el siglo XV se consolidan las nacionalidades, y la autoridad real se extiende sobre tierras en las que dominaba el régimen feudal coincidiendo con la pugna entre las principales fuerzas sociales, se suceden una serie de acontecimientos que contribuyen de forma decisiva al desarrollo de los medios de comunicación: el despegue económico que provoca la demanda informativa por parte de comerciantes y banqueros, la reforma luterana, las guerras nacionales e internacionales y los descubrimientos geográficos, entre otros. En el aspecto técnico, nuevos intentos como la aguja de marear, el timón de codaste y las guarniciones de caballería facilitan y perfeccionan los transportes. A todo ello hay que añadir la invención de la imprenta.
Uno de los hechos que llama especialmente la atención en la prehistoria del periodismo es la coexistencia de las formas manuscritas e impresas. La aparición de la imprenta no provoca la desaparición inmediata de la hoja manuscrita. Cada fórmula tenía su propio público. Los grandes señores preferían la noticia manuscrita, y hay razones que apoyan esta preferencia: la información manuscrita era minoritaria, confidencial, bien elaborada y libre del control que ejercían sobre los impresos la Iglesia y el Estado. Las impresas se dirigen a un público mayoritario, obligado a tolerar la censura. A la coexistencia de la noticia impresa y manuscrita contribuye también la dificultad económica que comporta el establecimiento de una imprenta, con una gran inversión en recursos técnicos y humanos, porque el trabajo del impresor requería una larga y costosa preparación.
En España las relaciones, manuscritas o impresas, recibieron diferentes nombres:
Hojas Volantes, Avisos, Hojas de Noticias, Cartas Nuevas.
En las postrimerías del siglo XV, muchas causas de tipo económico, social y político -fin de la reconquista con la toma de Granada, unidad peninsular y descubrimiento de América- contribuyeron a la rápida difusión de la imprenta en España. Los primeros impresores, Juan de Nuremberg, Tomás Glogner, Magnus Herbst y los españoles Antón Martínez, Bartolomé Segura y
Alonso Puerto, se instalan en España en aquellos años, incorporándose al séquito de los reyes y de los grandes magnates, ávidos de divulgar nuevas sobre la conquista de Granada.
1.2. Crónicas y Relaciones primitivas.
El descubrimiento de América y las conquistas españolas fueron temas frecuentes en las crónicas y relaciones que se publican en los últimos años del siglo XV y a lo largo del XVI. De las Cartas de Colón de 1493 existen varias reimpresiones, y también de la Conquista de Méjico, escrita al parecer por el propio Cortés. Las descripciones de Américo Vespucio sobre su descubrimiento, la Relación de Alvar Yánez Cabeza de Vaca sobre la Armada en la que iba como gobernador Pánfilo de Narváez, impresa en Zamora en 1542, la Verdadera relación de lo sucedido en las provincias y reino del Perú desde la idea del Virrey Blasco Núñez Vela, impresa en Lisboa en 1549, y la Narración de la batalla de Lepanto de 1573, son algunos de los títulos más importantes, al lado de las relaciones sobre las conquistas norteafricanas de Ximénez de Cisneros. Las primeras relaciones se ocuparon también de los viajes y hazañas reales; Fernando e Isabel habían conseguido la unidad peninsular y, los escritores próximos a la corte rodearon su obra de una abundante literatura apologética. Existen también numerosas crónicas sobre acontecimientos del reinado de Carlos V. Desde 1488 a 1526 desarrolla su trabajo un interesante personaje, el lombardo Pedro Mártir de Anglería, andante en corte de los Reyes Católicos y autor de un periódico de noticias redactado en forma epistolar: Opus epistolorum, dividido en 812 números.
La coyuntura política internacional fomentaba el protagonismo hispano y atraía el interés por las noticias de nuestras relaciones.
Los centros de confección y difusión de las primeras noticias impresas españolas se extendían por toda la geografía peninsular: Coria, Zamora, Lérida, Salamanca y Valladolid.
La mayoría de los investigadores parecen sorprendidos por la ausencia de publicaciones en Madrid durante el reinado de Felipe II; silencio inspirado, en opinión de algunos autores, por la Bula VI de Gregorio XIII, de 1572.
Durante el siglo XVI Sevilla era el centro más activo de publicación de relaciones de España; los impresores sevillanos editaban textos originales y antiguas gacetas. La capital andaluza era entonces un importante puerto comercial, de situación privilegiada, un centro ideal para la elaboración y distribución de noticias. En el siglo XVI se publica en la ciudad una colección de relaciones anuales que reciben el nombre de avisos. Otra de las ciudades en las que las relaciones impresas alcanzan gran importancia en el siglo XVI es Barcelona.
Mientras el siglo XVI representa para España una etapa de madurez y poderío, en el XVII se produce la desintegración territorial que hunde sus raíces en los errores del pasado.
A los factores políticos que provocaron la decadencia española es preciso añadir los problemas sociales y económicos: el descenso demográfico, la crisis económica, el caos fiscal, el
desequilibrio social, la ineficacia de las instituciones administrativas y el desgaste insoportable de las guerras exteriores.
A la muerte de Felipe III, Felipe IV y Olivares pretendieron arreglar la maltrecha administración interior. Sus medidas contra la corrupción resultaron tardías e ineficaces. La decadencia española parecía inevitable, mientras la prensa, nacida al calor de las grandes y gloriosas gestas, reflejaba impotente el declive final de la dinastía.
A comienzos del siglo XVII, las primitivas formas de comunicación colectiva adquieren rasgos característicos del futuro periodismo, como la periodicidad y una cierta continuidad temática.
A lo largo del siglo XVII, Madrid rompe el silencio informativo, adquiere un cierto protagonismo en el aspecto publicístico y se transforma en el centro en el que desarrollan su actividad los más importantes relacioneros: Gabriel Lobo Lasso de la Vega, Cristóbal Suárez de Figueroa, Pedro Mantuano, Jerónimo de Barrionuevo, José de Pellicer Ossau de Salas y Tovar y, sobre todo, Andrés Almansa y Mendoza.
Todos los historiadores de la prensa han insistido en la importancia de este personaje: Almansa y Mendoza, sevillano advenedizo en la Corte de Madrid, vinculado a importantes personajes de la político, que supo describir la ajetreada y compleja vida de la Corte; el primer periodista que desempeña una actividad típicamente reporteril. Sus relaciones tienen el tamaño aproximado de un pliego de dos hojas y carecen de lugar y año de impresión, aunque parece que se imprimieron en Sevilla y en Madrid.
Las relaciones, que tratan, en general, temas de la Corte, incluyen en ocasiones asuntos domésticos; corridas de toros y acontecimientos sociales. Almansa publicaba noticias relacionadas con los reyes, informaciones sobre personajes políticos y noticias internacionales.
A la época de Felipe IV pertenece otro importante relacionero, José de Pellicer Ossau de Salas y Tovar, autor de unos Avisos históricos aparecidos entre 1639 y 1644.
La tercera gran figura relacionera del reinado es Jerónimo de Barrionuevo. Maestro de la ironía, refleja la vida de la Corte en un estilo popular en el que no falta un punto de crítica. Sus Avisos se publican desde 1654 a 1658.
1.3. Las primeras gacetas.
La crisis política, social y económica iniciada durante el primer tercio del siglo XVII alcanza su punto culminante en 1640, año decisivo para la monarquía española. Las presiones externas forzaron las bases de la monarquía saltando en mil pedazos las estructuras del Estado. En este contexto histórico caracterizado por la profunda debilidad del poder central, las crisis políticas y diplomáticas, y las guerras nacionales e internacionales, se produce el fortalecimiento de los sectores periféricos con un reflejo inmediato en la producción literaria y en el ámbito periodístico.
Surgen entonces las gacetas, fórmula periodística que responde a la curiosidad de amplios sectores sociales. Las noticias que traían las postas y diligencias llegaban con retraso, mientras los acontecimientos se sucedían con rapidez vertiginosa. El público quería información reciente y exigía agilidad en los medios de transmisión de la noticia. Las gacetas cubrieron en buena medida esta aspiración.
La periodicidad, continuidad, la ampliación y diversificación de los temas y un claro propósito de divulgación de las noticias son características propias de las gacetas y marcan la diferencia entre éstas y las relaciones.
En general, las gacetas las escribe un solo redactor, y las venden los ciegos; constituyen una fuente importante de documentación para la historia; papeles de circunstancias de extraordinario valor informativo.
En torno a 1640, Barcelona aparece como el primer centro impresor de relaciones y gacetas. A finales de 1639 se publica una hoja que marca la pauta de la posterior producción periodística catalana: Copia de dos cartas escrites per lo doctor Felip Viñas desde Perpiña en 20 de setembre de 1639, en les quals conta la victoria que an tingut contra lo Exercit francés. Había sido impresa en Tortosa por Francesc Martorell y desarrolla por primera vez un tema repetido con insistencia hasta 1640: la guerra de España contra Francia. La evolución de la contienda se describe en todas las relaciones, noticias y hojas publicadas en estos meses. En 1640 el panorama político catalán cambia de signo. La política centrista de Olivares produjo en Cataluña una verdadera explosión nacionalista. Tras el Corpus de Sangre y el asesinato del virrey de Santa Coloma, se produce la ruptura con Castilla y el reconocimiento de Luís XIII como conde soberano de Barcelona. La guerra que dura aún doce años termina con la muerte de sus protagonistas: Pau Claris, Richelieu, Luís XIII y el conde duque de Olivares.
Los años de conflicto despertaron el interés del pueblo por conocer noticias sobre la marcha de los acontecimientos militares, e hicieron posible la producción de numerosas hojas impresas, sobre todo en 1641, 1642, 1643 y 1644.
En relación con los temas de política internacional existen numerosas publicaciones entre las que destacan cuatro ejemplares de 1641 impresos por Jaume Romeo en Barcelona, bajo el título de Novas Ordinarias.
La gran aportación de Romeo a la historia del periodismo ha sido la creación del primer periódico de la península. Para el cronista catalán el interés que despertaban los acontecimientos europeos exigía la creación de una publicación con carácter semanal. El 28 de mayo de 1641 edita un periódico de ocho páginas con un largo título:
Gazeta/vinguda a esta/ciutat de Barcelona, per/lo Ordinari de París, vuy a 28 de/Maig, any 1641/Traduida del francés, en nostra llengua catalana.
La publicación en Madrid de la Gazeta, en 1661, supone la culminación del género y representa la principal aportación periodística del siglo XVII.

TEMA 2.- LAS GACETAS EN EL SIGLO XVII

2.1. De la Gazeta Nueva a la Gaceta de Madrid.

En Europa, la primera gaceta se funda en Francia en 1631, la Gazette, considerada como el acta de nacimiento de la prensa periodística francesa. Su autor era Theophraste Renaudot. El éxito de ésta fue enorme y, a partir de 1631, numerosas publicaciones de título y contenido similar surgieron en Europa: Holanda, Italia, España, etc.
Cuando comienza a publicarse en Madrid la Gazeta, en 1661, España atraviesa una profunda crisis iniciada a principios del siglo. Felipe IV permanece en el trono hasta 1665, y algunos años más tarde desaparecen de la escena política sus más destacados protagonistas: Olivares en 1640, Luís XIII en 1643 y Richelieu en 1642. La crisis nacional e internacional en el plano político, social y económico, fomenta los movimientos separatistas iniciados en 1640 -saldados con la pérdida de Portugal ratificada en el tratado de Lisboa de 1668- golpeando la conciencia del pueblo, a pesar de la vuelta a la obediencia española de Cataluña, lo mismo que de Aragón y Andalucía tras el fracaso de las aventuras de Híjar y Medinasidonia.
En 1659 se firmaba la paz de los Pirineos entre España y Francia y se establecía una tregua largamente esperada. En la paz de los Pirineos se estipulaba el matrimonio de María Teresa, hija de Felipe IV, con Luís XIV. España perdía una parte de la Cerdaña, el Rosellón y algunas plazas de Flandes y firmaba un tratado comercial favorable a Francia. España no estaba por entonces ya para aventuras, ni siquiera para la aventura de pretender mantener sus viejos y queridos territorios de los Países Bajos.
La incapacidad de Carlos II facilitó la pugna por el poder entre las distintas fuerzas políticas: por una parte la reina Mariana de Austria, su confesor, el padre Nithard y Valenzuela, y, por otra, Juan José de Austria, hijo natural de Felipe IV. La crisis política facilitó el resurgimiento de la nobleza y posibilitó el reforzamiento de los poderes periféricos sometidos a regímenes forales; Juan José de Austria fomentó este neoforalismo en un intento de búsqueda de apoyo a sus planes políticos. En 1677, tras el golpe de mano contra Valenzuela, sube al poder como ministro de Carlos II Juan José de Austria. Su gobierno personal, de claras connotaciones dictatoriales, fue muy corto; su muerte en 1679 truncó las esperanzas de algunos sectores sociales privilegiados, como la nobleza, y de amplios sectores populares.
Juan José de Austria era un personaje ambicioso a cuya sombra se produjo uno de los acontecimientos más importantes de la historia del periodismo español: el nacimiento de la Gazeta. Para satisfacer su profundo deseo de poder y, sobre todo, su vanidad, buscó afanosamente el medio de comunicar periódicamente sus hechos de armas; en realidad, fue el primer gobernante que comprendió la importancia de la información como medio de

lanzamiento político. La Gazeta fue la plataforma que utilizó para este lanzamiento. El pueblo creyó en él y llegó a considerarle como el único posible salvador de la patria.
Juan José de Austria había residido en Bruselas desde 1656 a 1659, donde desempeñó por encargo de su padre algunas gestiones de gobierno, y allí conoció a Francisco Fabro Bremundan, un curioso personaje en la línea de viejos y versados relacioneros como Anglería, Almansa o Barrionuevo, que mantuvo durante toda su vida una estrecha fidelidad a los proyectos políticos de su señor.
El primer periódico que aparece ya con cierta regularidad, título más o menos fijo y páginas numeradas y seriadas, es la Gazeta que se publica en Madrid en 1661, llamada Gazeta Nueva a partir de su tercer número, fruto de la estrecha colaboración entre Juan José de Austria y Fabro Bremundan.
El número uno de la Gazeta se publicó bajo el título barroco de Relación o Gazeta de algunos casos particulares, assí políticos como Militares, sucedidos en la mayor parte del Mundo, hasta fin de Diciembre de 1660, tenía cuatro hojas en cuarto y fue impresa por Julián de Paredes, en la Plazuela del Ángel. Fabro Bremundan fue redactor único de esta Gazeta y publicó además otras relaciones sobre la campaña portuguesa de Juan José de Austria.
Fabro Bremundan utilizaba dos fuentes de información para la redacción de la Gazeta: las noticias referidas en las gacetas extranjeras y las que le proporcionaba su secretaría particular, cuya eficacia parece demostrada, porque muchas de estas noticias fueron auténticas primicias informativas y constituyeron la clave de su éxito.
La vida de la Gazeta durante sus primeros años fue muy compleja. Sus constantes apariciones y desapariciones, y sus cambios de título impiden establecer una periodización rigurosa. Desde 1661 a 1663 se publica la Gazeta Nueva y su contenido era fundamentalmente político y estaba dedicado especialmente a la información internacional. En 1661, Juan José de Austria intervino con éxito desigual en la campaña portuguesa. La Gazeta Nueva desaparece cuando desaparece Juan José de Austria de la escena política portuguesa. En 1663 termina la publicación de la Gazeta Nueva. Desde este año hasta la etapa de Zaragoza, Bremundan siguió vinculado a su protector, y parece que entre conspiración y conspiración palaciega se dedicó a recopilar datos para elaborar su futura
Historia de los hechos del Serenísimo Señor D. Juan José de Austria.
El nombramiento de Nithard, un extranjero desconocido, para los más altos cargos del Estado, provocó una violenta reacción en la case política y entre el pueblo. Los avatares de este difícil momento están íntimamente vinculados a la persona de Juan José de Austria. La destitución de Nithard por parte del Consejo de Castilla, la Junta de Gobierno y la reina Mariana, tras la campaña de desprestigio lanzada por Juan José contra el consejero regio, y el descubrimiento de un complot para asesinarle, crearon una situación de inseguridad general que aconsejó el alejamiento de la Corte de Juan José de Austria y su nombramiento como vicario general de la Corona de Aragón en junio de 1669.

En estas circunstancias se publica un periódico inspirado, una vez más, por Fabro Bremundan: se titulaba Avisos ordinarios de las cosas del Norte, se imprimía en Zaragoza y tenía como principal objetivo la defensa de los intereses españoles en Europa.
Juan José de Austria, auxiliado por Fabro Bremundan, siguió realizando desde Zaragoza su campaña política a través de la nueva Gazeta, proyectando sus intereses políticos en el plano internacional. Los Avisos ordinarios se publicaron a lo largo de treinta y seis semanas. Su carácter eminentemente crítico iba dirigido contra la Gazette de París.
El período más interesante de la Gazeta en su primera andadura se extiende de 1677 a 1680, y coincide con la etapa del protagonismo político de Juan José de Austria. En 1677 Juan José de Austria, nombrado ya primer ministro de Carlos II, concedió una licencia de imprimir gacetas a nombre de su protegido F. Bremundan: La Gazeta Ordinaria de Madrid se imprimió con privilegio. El gobierno establecía el control sobre este tipo de publicaciones a cambio de la concesión del monopolio informativo a nombre de personas o instituciones concretas. La reaparición de la Gazeta y la concesión del privilegio ponen de manifiesto la importancia que el de Austria concedía al control de la información como elemento de movilización de opiniones.
La Gazeta ordinaria de Madrid se publicó al principio en cuatro hojas foliadas, sin pie de imprenta, y se sabe que a partir de 1678 se imprimía en Bernardo Villa-Diego, impresor de Su Majestad. Contenía dos secciones diferentes: una dedicada a noticias internacionales sacadas de gacetas extranjeras, y otra dedicada a noticias del interior.
Parece que esta Gazeta ordinaria alcanzó gran éxito. Su publicación se prolongó hasta el 2 de abril de 1680. El decreto de suspensión se amplió a partir de una disposición de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte de su Majestad.
De 1680 a 1683 se produjo un silencio informativo motivado en buena parte por razones políticas: muerte de don Juan José de Austria (1679), regreso a la corte de la reina madre y represalia contra Fabro Bremundan.
El 16 de Noviembre de 1683 se autoriza otra vez la impresión de la Gazeta, y surgen las antiguas Nuevas singulares del Norte, que toman el título de Nuevas ordinarias de los sucesos del Norte, Nuevas ordinarias y después Nuevas Singulares. En la empresa de publicación de esta Gazeta aparecen asociados Fabro Bremundan y el editor Sebastián Armendáriz, en un proyecto común de ampliación de objetivos publicísticos.
El tema principal de la gaceta giraba ahora en torno al gran acontecimiento político y militar de la segunda mitad del siglo XVII: el problema turco, y las profundas tensiones provocadas en Europa por los ataques otomanos a Venecia, Austria, Polonia, etc., aunque se incluían también noticias generales.
En la segunda mitad del siglo XVII se produce una verdadera explosión periodística en Europa. En todos los países surgen gacetas, relaciones, boletines informativos y publicaciones sobre ciencia, arte y literatura.
En 1690 muere Fabro Bremundan. Carlos II concede el privilegio de imprimir la Gazeta al Hospital General de Madrid, y nombra gacetero mayor del reino a Juan de las Hebas. Hacia 1696 la Gazeta llevaba una vida anodina y producía escasos rendimientos al Hospital Provincial.

El 12 de Julio de ese año, Juan de Goyeneche propuso al Hospital una renta de 400 ducados a cambio del traspaso a perpetuidad del privilegio de imprimir gacetas. A partir del número 2 de abril de 1697, el segundo que publicó Goyeneche, tomó para siempre el nombre de Gaceta de Madrid y continuó su publicación semanal.
En una Real Cédula de 1701, Felipe V confirmó a Goyeneche el privilegio de impresión. El texto de la concesión de este privilegio es muy importante porque pone de manifiesto el interés del rey por conservar el monopolio informativo sobre cuestiones políticas.
La Gaceta redactada bajo inspiración de Goyeneche no ofrece grandes diferencias con las anteriores: amplía el capítulo de noticias e incluye con frecuencia algunas sobre diversas partes de España y África. En 1762 Carlos III incorpora a la corona el privilegio de impresión, bajo la dirección de Francisco Manuel de Mena. En 1790 Floridablanca ordenó la ampliación de las fuentes de información de la Gaceta a base de las noticias publicadas en las gacetas europeas y contrató escritores de relieve para su redacción, como los hermanos Guevara Vasconcelos, Nicasio Álvarez Cienfuegos y Francisco Antonio de Zea. El 2 de junio de 1837, una Real Disposición establecía definitivamente el carácter oficial de la antigua publicación de Fabro Bremundan.
La Gaceta de Madrid, desde su aparición en 1661 y a lo largo de los siglos siguientes, realizó algunas importantes aportaciones a la literatura periodística española. La Gaceta representa ante todo un proyecto de periodismo informativo de contenido político caracterizado por la defensa de intereses personales o nacionales. Gracias a esta publicación, el público llegó a familiarizarse con los sucesos políticos y militares; contribuyó al desarrollo del lenguaje periodístico, dio entrada en sus páginas a la correspondencia, introdujo traducciones de textos extraídos de gacetas de Roma, Venecia, Francia, Inglaterra, Suecia, etc., y colaboró en buena medida en la elevación del nivel cultural de los españoles, a pesar del recelo que inspiraba en el público su carácter oficial.
La Gaceta introdujo por primera vez el artículo como pieza fundamental y nueva en el periódico y desarrolló la crítica política. Quizá la más importante característica de la Gaceta de Madrid sea su carácter de prensa paraestatal. Aunque Fabro Bremundan concibió esta publicación como un elemento de promoción política personal, con el tiempo se transformó en portavoz del Estado, en un instrumento a su servicio. Dirigida desde el poder, se convirtió en un formidable medio de propaganda capaz de movilizar y atraer a la opinión pública.
2.2. Las Gacetas provinciales
Uno de los aspectos que más sorprende en el análisis del contenido y proyección de la Gaceta es la amplitud de su difusión. En 1661 encontramos ya una Gazeta Nueva en Sevilla, otras en Zaragoza y Valencia. Las gacetas provinciales no sólo copiaron el formato y la cabecera de la publicación madrileña, sino también el contenido, e incluso el orden de distribución de las noticias. La más elaborada y completa de estas gacetas provinciales es la de Sevilla, impresa por
Juan Gómez de Blas. Se publicó desde 1661 a 1675, y aunque en un principio contenía una refundición de noticias madrileñas, más adelante amplió su campo informativo.
En 1706 se publican gazetas en Alcalá. Burgos, Granada, Murcia y Sevilla, y en 1711 la Gazeta de gazetas de Sevilla. La debilidad del poder central, incapaz de controlar todas las publicaciones producidas en España, se puso de manifiesto con la aparición de estas numerosas gacetas. A partir de 1713, cuando termina la guerra de Sucesión, los ministros de Felipe V desarrollan una política centralista que tiene su repercusión en el ámbito de las publicaciones periódicas. La administración borbónica pretendía asegurar por todos los medios el monopolio informativo en todo lo relativo a asuntos de Estado.
2.3. La Primera Legislación sobre Prensa
La aparición de la imprenta conmocionó los esquemas de comunicación desarrollados a lo largo de la Edad Media y alertó a los poderes públicos sobre el peligro que suponía la difusión indiscriminada de impresos. La Iglesia y el Estado coincidieron en la necesidad de establecer un control riguroso sobre todas las publicaciones. Las limitaciones y dificultades establecidas para la concesión de licencias de impresión por parte del Estado permitieron la regulación y el control de la imprenta.
A lo largo de la historia de la imprenta se han alternado varios sistemas de control de las publicaciones de acuerdo con dos criterios básicos: preventivo y represivo. En las legislaciones preventivas, los escritos se someten a la censura previa. Las legislaciones represivas, por su parte, suprimen la censura previa y establecen a posteriori un sistema más o menos riguroso de sanciones, por medio de leyes especiales o enviando los escritos a la legislación ordinaria.
La primera disposición relacionada con la imprenta o arte de imprimir fue promulgada por los Reyes Católicos en Sevilla en 1477. La primera ley sobre imprenta de carácter general se publicó en 1480, es decir, varios años después de haberse introducido la Imprenta en España.
En 1487 una Bula papal establecía la prohibición de publicar obras no autorizadas por la Iglesia. Se instituía así la censura previa vinculada a los temas religiosos. En 1501 se publica la Encíclica sobre la Imprenta de Alejandro VI. En 1521, Francisco I en Francia y Carlos I en España y Alemania dictaron varios decretos en los que prohibían los libros censurados por la Iglesia. La creación del Santo Oficio con carácter universal por Pablo II en 1542 institucionalizaba la censura eclesiástica. El primer Índice Romano sobre libros prohibidos fue publicado en 1559; cinco años después, en 1564, en el Concilio de Trento, Pío IV elaboró la bula Dominici Gregis con un Índice que contenía un catálogo de libros prohibidos y una normativa sobre censura. Aunque en 1571 Pío V creó la Sagrada Congregación del Índice, encargada de las funciones relativas a la censura de prensa e imprenta, el Santo Oficio continuó ejerciendo la jurisdicción sobre todas las publicaciones. La censura sobre impresos se ceñía en un principio a los de contenido religioso o moral, aunque de hecho la Iglesia ejercía el control sobre todo tipo de publicaciones. La
intervención de la Iglesia en todos los temas relacionados con la Imprenta parecía decisiva para su propia supervivencia; de ahí su interés en controlar los impresos.
En España, la normativa que regula la impresión y difusión de los libros e impresos arranca de 1501. La bula de Alejandro VI sobre la imprenta, promulgada este año, alertó a los Reyes Católicos sobre el peligro que podía suponer la publicación incontrolada de impresos. El 8 de Julio de 1501, los monarcas promulgan en Toledo una Pragmática en la que se establecían las normas por las que debían regirse los nuevos impresos. Se trata de la primera normativa que regula el derecho de impresión.
Otro aspecto importante de la Pragmática lo constituye el establecimiento de sanciones, el más remoto precedente de la faceta represiva de las leyes sobre prensa e imprenta: quema de libros, pérdida de oficio, sanciones pecuniarias, etc. Se prohibía también imprimir y vender obras apócrifas o supersticiosas que trataran sobre cosas vanas y sin provecho, y se establecía por primera vez la obligación de realizar el deposito de libros.
En 1554, Carlos I y su hijo Felipe II decretan en La Coruña las Ordenanzas del Consejo, que contienen las Reglas que se han de observar en el Consejo, sobre licencias que de allí adelante hayan de darse para imprimir de nuevo algunos libros de cualquier condición que sean, se den por el Presidente y los de nuevo Consejo y no en otras partes.
La política restrictiva iniciada en estos años alcanza su máxima dureza durante el reinado de Felipe II, con la publicación de la Pragmática sanción de 7 de septiembre de 1558. Esta describía el modo y forma de obtener la licencia con objeto de que no se pueda alterar o mudar o añadir el tal libro u obra; para ello, los escribanos de Cámara debían firmar cada hoja o el plano del total del escrito y estampar su firma al final, señalando el número de páginas. Introducía el pie de imprenta: nombre del autor, impresor y lugar de impresión, y obligaba a su posterior inclusión en el Registro del Consejo, y permitía la publicación de algunos libros sin necesidad de licencia: misales, breviarios, libros de cantos para iglesias, etc.
La Pragmática ordenaba que las autoridades eclesiásticas y civiles hiciesen visitas domiciliarias a las librerías públicas, a las casas de los particulares sospechosos, a las universidades y los monasterios.
Felipe II estableció por primera vez el privilegio de impresión, que implicaba el monopolio de imprimir a favor de una determinada persona o institución; parece que la costumbre del privilegio se prolongó mucho tiempo.
Los monarcas posteriores a Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II siguieron la misma línea represiva en los temas relativos a la imprenta: licencia obligatoria, censura previa, depósito previo de ejemplares, pie de imprenta, sanciones, prohibiciones, etc.
La legislación promulgada en este largo período muestra un endurecimiento progresivo y un incremento de los aspectos restrictivos ejercidos por los poderes civiles y religiosos.
A finales del siglo XVIII, el espíritu racionalizador de los Borbones consiguió introducir, por fin, cierto orden en este caos inmenso.
TEMA 3.- LA PRENSA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XVIII

3.1. La reforma Borbónica

La guerra de Sucesión española termina con los tratados de Utrecht y Rastatt de 1713-1714. A cambio de numerosas pérdidas materiales se consolidaba en el trono Felipe V, nieto de Luís XIV de Francia. Bajo el signo de los Borbones penetran en España las nuevas corrientes del pensamiento europeo: Despotismo Ilustrado e Ilustración.
3.1.1. Sociedad:
El siglo XVIII ofrecía a nuestro país, igual que a los demás países europeos, interesantes perspectivas en el ámbito social, económico, político y cultural. El ejemplo de Inglaterra es conocido. Allí la revolución industrial supuso el comienzo de un desarrollo económico sostenido, a mediados del siglo XVIII. Para acceder a la nueva estructura económica y social europea, nuestro país necesitaba romper sus propios esquemas sociales y económicos consolidados a lo largo de siglos: la división estamental de la sociedad y los privilegios abusivos de la aristocracia y el clero frente a la penuria económica y social de amplios sectores del pueblo. Durante el reinado de los Borbones se produjo un importante desarrollo de la burguesía; su incorporación a las tareas de dirección y gobierno fue decisiva para la transformación de la sociedad estamental en sociedad de clases, y puso de manifiesto la quiebra de los esquemas sociopolíticos del Antiguo Régimen.
Las reformas sociales del siglo XVIII fueron lentas y escasas. Reformistas e Ilustrados eran conscientes de la necesidad de reformar la sociedad, aunque temían las consecuencias del cambio. En el siglo XVIII la sociedad aparecía dividida en estamentos claramente diferenciados: nobleza, clero y estado llano. La nobleza y el clero constituían las clases privilegiadas. Dentro del llamado estado llano, grupo complejo integrado por sectores sociales que no pertenecían a la Iglesia ni a la nobleza, se desarrolla ahora como clase social la burguesía. Su desarrollo es paralelo al despegue económico de la segunda mitad de la centuria y alcanza mayor importancia en las zonas periféricas que en el centro. Esta burguesía estaba compuesta por comerciantes, fabricantes, miembros de profesiones liberales, funcionarios, oficiales del ejército, etc. Se trataba de un grupo heterogéneo cuyas aspiraciones reformistas coincidían con el propio reformismo impulsado desde el poder.
El otro gran grupo social de la España del setecientos lo integran los artesanos y labradores. Al lado de los artesanos surge un proletariado urbano que desempeña ya en el siglo XVIII un importante papel; utilizado por los grupos sociales privilegiados para defender sus intereses -motín de Esquilache de 1766- adquiere verdadero protagonismo en los conflictos sociales y políticos del XIX.

A lo largo del siglo XVIII la población rural representa el 90% de la población total española y se dividía en propietarios, arrendatarios y jornaleros. Las diferencias entre ellos eran enormes y no sólo dependían de su capacidad económica -propietarios y arrendatarios- sino de factores tan importantes como el estatus jurídicos de la tierra en la que trabajaban o su situación geográfica.
3.1.2. Economía:
En el siglo XVIII se produce un importante desarrollo demográfico que condiciona de forma inmediata la evolución económica y política europea. La llamada revolución demográfica tuvo una clara incidencia en España, donde la población pasó de ocho a once millones de habitantes.
El reinado de Felipe V (1700-1746) representa una fase de recuperación económica. Entre la política prerreformista de Felipe V y el pleno reformismo de Carlos III se produjo el más interesante proyecto de transformación de la Hacienda del siglo XVIII. En tiempo de Fernando VI, Ensenada intentó la creación de una contribución única proporcional a la riqueza, en los territorios de la antigua corona de Castilla. Del proyecto -fracasado por la oposición de los sectores privilegiados- sólo ha quedado el Catastro, descripción detallada de la riqueza de todos los pueblos y vecinos de Castilla.
El reinado de Carlos III representa la culminación del absolutismo ilustrado y el triunfo del reformismo borbónico. En el plano económico se produce una primera fase expansionista.
La tierra, principal fuente de riqueza en la España del Antiguo Régimen, estaba amortizada en manos de la Iglesia y de los municipios o vinculada en poder de los grandes señores y permanecía fuera del juego comercial. Urgían las soluciones, urgía limitar las nuevas adquisiciones de manos muertas, y urgía, sobre todo, desamortizar. En el desarrollo del proyecto reformista planteado por los responsables del gobierno ocupan un lugar importante las Sociedades Económicas de Amigos del País, instituciones dedicadas al fomento y la liberalización de la producción, en las que coincidían nobles, eclesiásticos, comerciantes, artesanos y algunos trabajadores del campo y la ciudad, y que fueron utilizadas por los gobiernos ilustrados para promocionar su política económica. Las Sociedades alcanzan su máximo apogeo entre 1765 y 1808, y desarrollan una importante labor de divulgación en el campo de la agricultura, el comercio, las artes y los oficios. Las Sociedades Económicas paliaron en una pequeña parte la escasa productividad de la tierra: promovieron la racionalización y especialización de los cultivos y divulgaron conocimientos básicos sobre el campo.
En el ámbito comercial, el mercantilismo cedió paulatinamente ante la presión de las doctrinas fisiocráticas y ante la difusión del liberalismo económico. La libertad de comercio con América -Real Cédula del 12 de octubre de 1778- fue en este sentido decisiva. El fomento de la industria, la creación del Banco de San Carlos y la fundación de colonias interiores fueron algunas de las principales empresas económicas de estos años.
Los grandes políticos de la reforma fueron Campomanes, Jovellanos, Floridablanca, Aranda, Cabarrús y Urquijo. Durante el reinado de Carlos IV se acentúan las dificultades
económicas provocadas en gran parte por las presiones exteriores. El desgaste de la guerra, la continuación del bloqueo por parte de Inglaterra y la derrota de Trafalgar influyeron de forma decisiva en la crisis económica.
3.1.3. Política:
El siglo XVIII es también un siglo reformista en el plano político. Supone el triunfo del centralismo de origen francés inspirado por un fuerte espíritu racionalista. Tres son los aspectos a considerar: la reorganización del aparato estatal, el intervencionismo en el campo económico para lograr una mayor eficacia y el reforzamiento del regalismo en materia eclesiástica.
La reorganización del aparato estatal implicaba la realización de una reforma de la administración central, territorial y local. En el ámbito central, la nueva dinastía inició una política de marginación de los Consejos controlados hasta entonces por la nobleza. El poder de los Consejos pasó entonces a las Secretarías de Estado y del Despacho. Sólo el Consejo de Castilla conservó su prestigio y siguió desempeñando el importante papel que había tenido siempre en la administración estatal; a partir de 1707 comenzó a llamarse Consejo Real. Las Cortes, por su parte, no se volvieron a convocar para resolver asuntos importantes hasta 1789, ya en el reinado de Carlos IV. La política de los Borbones provocó la decadencia del régimen municipal porque la centralización administrativa implicaba un mayor intervencionismo del gobierno de Madrid en la administración de los municipios.
A pesar de que el reformismo borbónico exaltaba el absolutismo monárquico y la política centralizadora, los reyes procuraron fortalecer las funciones de algunas instituciones de ámbito territorial limitado, como las Audiencias y Chancillerías, encargadas de la administración de la justicia.
Al analizar el reformismo de los Borbones es imprescindible aludir a su política religiosa. El absolutismo monárquico tuvo que enfrentarse con la Iglesia, una institución fuerte con amplios poderes económicos y jurisdiccionales, una especie de Estado dentro del Estado. Desde el principio, las relaciones entre la Iglesia y la Corona fueron tensas, y esta tensión se acentuó a partir de 1709 con el reconocimiento por parte de Roma del archiduque austriaco como heredero del trono español.
La política exterior de los Borbones a lo largo del siglo XVIII gira en torno a dos principios antagónicos: beligerancia y pacifismo. Felipe V realizó una política revisionista de las cláusulas de Utrech. La política exterior fernandina supuso un cambio importante en la línea marcada por Felipe V. Fernando VI decidió orientar su política hacia la neutralidad la cual se vio favorecida por el cese de las hostilidades en Europa desde 1748 a 1756, año en que comienza la guerra de los Siete Años entre Francia e Inglaterra. En 1759, cuando sube al trono Carlos III, la situación política internacional y el peligro inminente que representaba para nuestras colonias el poderío de Inglaterra obligan al monarca a romper la neutralidad fernandina y a inclinarse hacia la alianza con los franceses. El tercer Pacto de Familia de 1761 marca el comienzo de una nueva etapa en política exterior. España intervino en la guerra de los Siete Años y sufrió las consecuencias de la Paz de París de 1763: cedió a Inglaterra la Florida, el fuerte de San Agustín y
la Bahía de Pensacola, y a Portugal la colonia de Sacramento, a cambio de la devolución de La Habana y Manila y de la ocupación de la Luisiana francesa. La sublevación de los colonos ingleses en Norteamérica consagró la independencia de sus colonias y permitió la recuperación por España de las Floridas, Menoría y Sacramento, aunque no logró la restitución de Gibraltar.
Carlos IV, por su parte, tuvo que optar, ante la Revolución Francesa, entre dos posible alternativas: adhesión a la causa legitimista, lo que suponía alianza con enemigos tradicionales de Inglaterra, o apoyo a la revolución, lo que implicaba la enemistad del resto de las potencias. La derrota de Trafalgar frente a los ingleses fue para España el principio de una larga cadena de descalabros que culminaron con la independencia de las colonias de América.
3.2. Ilustración en el siglo XVIII español.
El siglo XVIII es un siglo revisionista. Filósofos y tratadistas políticos como Rousseau y Montesquieu consideran que el poder civil es consecuencia de un pacto entre el pueblo y sus gobernantes, y a partir del principio de soberanía nacional establecen los postulados básicos del constitucionalismo. En el ámbito filosófico el empirismo impregna de forma radical el pensamiento especulativo. En Francia esta corriente de pensamiento se inspira en un profundo racionalismo y desemboca en la Ilustración.
El Despotismo Ilustrado constituye una de las mayores paradojas del siglo XVIII porque intenta la alianza ficticia entre tradición y revolución, entre los reformistas ilustrados precursores del liberalismo y los incondicionales defensores de la fórmula absolutista.
En España, los que se han denominado tradicionalmente novatores e ilustrados eran grupos minoritarios y estaban en abierta contradicción con algunos sectores privilegiados. El análisis del Despotismo Ilustrado permite rastrear los orígenes del futuro liberalismo.
A finales del siglo XVIII se consolida un incipiente grupo liberal, que, a pesar de su agresividad, ejerce una presión mínima sobre los sectores instalados en el poder. Las críticas a la ideología del Despotismo Ilustrado se inician a mediados del XVIII, se multiplican en las últimas décadas del siglo y se difunden muchas veces a través de la prensa.
Entre los reformistas e ilustrados del siglo XVIII destacan personajes tan importantes como Aranda, Campomanes, Floridablanca, Lampillas, Hervás y Pandero, Capmany, Clavijo y Fajardo, Cadalso, Jovellanos, Masdeu, Iriarte, Meléndez Valdés, Corner y los epígonos de la Ilustración, como Marchena, Quintana… Políticos, filósofos, historiadores, literatos, científicos, clérigos, comerciantes y miembros de profesiones liberales. Un grupo de estos intelectuales -Feijoo, Mayans, Flórez y Jovellanos- representa un reformismo conservador que respeta el espíritu religioso del pasado. Otros, sin atacar los principios religiosos, insisten en la necesidad de introducir innovaciones más profundas, y todos coinciden en su deseo de fomentar la educación entre el pueblo.
El pensamiento ilustrado español encuentra un importante cauce de expresión en las universidades: reductos tradicionales de conservadurismo, se habían erigido en centros de
poder de importancia decisiva en la vida del país y su control constituía una de las más importantes aspiraciones de los monarcas ilustrados. Para ejercer este control, los Borbones reformaron los planes de estudios, crearon nuevas cátedras y supervisaron la gestión administrativa.
En la primera mitad del siglo XVIII se produce un importante cambio en el ámbito literario: el barroquismo heredado de la etapa anterior es desplazado paulatinamente por el neoclasicismo de influencia francesa o italiana. La arquitectura española del siglo XVIII revela la influencia del neoclasicismo de origen italiano y francés, aunque los arquitectos españoles producen al mismo tiempo algunas de las obras barrocas más bellas de la centuria, como la fachada de la catedral de Valladolid y el transparente de la catedral de Toledo. Los grandes arquitectos neoclásicos españoles son Ventura Rodríguez y Villanueva. El Museo del Prado y el Observatorio Astronómico consagran a este último como el verdadero maestro del neoclasicismo español. La divulgación de las ciencias, el arte y la literatura constituye el objetivo prioritario de los ilustrados a partir de la segunda mitad del siglo XVIII.
3.3. El panorama general y el régimen jurídico de la prensa en el siglo XVIII.
3.3.1. Panorama General:
El pensamiento ilustrado se desarrolla en España siguiendo tres cauces principales: las Sociedades Económicas de Amigos del País, las Universidades y la Prensa.
La prensa del siglo XVIII era minoritaria, selectiva, y no se transforma en medio de comunicación de masas hasta el siglo XIX. Aunque existían publicaciones de periodicidad diaria, semanal o mensual, el pueblo en general sólo conocía los almanaques y pronósticos. Los periódicos tenían un campo de difusión reducido, pero sus lectores eran precisamente los grandes protagonistas de la vida política, económica y cultural de la época.
Para los Borbones españoles del siglo XVIII la prensa representaba un elemento de promoción de la cultura, un instrumento de control político y, en definitiva, un signo de modernidad. De una u otra forma todos los monarcas favorecieron el desarrollo periodístico.
Los periódicos más importantes que se publican en España pasado el primer tercio de la centuria eran la Gaceta de Madrid y el Mercurio histórico y político, dedicados a la información política nacional e internacional.
A lo largo del siglo XVIII el panorama publicístico español presenta grandes contrastes. Largos períodos de silencio junto a fases de intenso desarrollo. En torno a 1737, fecha de la aparición del Diario de los Literatos, se produce una fase de expansión del periodismo. Desde 1750 a 1770 se desarrolla la etapa denominada primera edad de oro del periodismo español. Uno de los periódicos más importantes de estos años es El Pensador de José Clavijo y Fajardo. A partir de 1770, y hasta 1780, se produce un silencio en el campo de las publicaciones periódicas. Las causas que producen este silencio están determinadas por los acontecimientos políticos y por la actuación represiva que desarrolla el Consejo de Castilla.
En 1777 y 1778 el Seminario económico y las Memorias instructivas inician la reactivación periodística. A partir de 1780 se produce un importante desarrollo publicístico. Los periódicos de estos años están dedicados a la divulgación: literatura, economía, política, agricultura y comercio, y desarrollan también la crítica social y de costumbres. En 1781 se produce un importante acontecimiento periodístico: el nacimiento de El Censor, que representa la culminación de la corriente del periodismo crítico iniciada con El Pensador.
La crítica literaria, la crítica política, la información política nacional e internacional y la divulgación científica son algunos de los aspectos principales de la prensa dieciochesca.
El análisis de los caracteres generales de la prensa de este siglo permite destacar un aspecto importante: la relación entre la prensa y la economía. La vinculación entre la prensa y la coyuntura económica es decisiva y se proyecta en dos campos distintos y complementarios: en el plano de la estructura económica general del país, y en el de la propia estructura interna del periódico. La prensa refleja con fidelidad la situación de la industria editorial y está sometida a períodos de prosperidad y decadencia alternativos durante el siglo XVIII.
A partir de 1752, los ministros ilustrados proyectan una serie de medidas de protección a la imprenta: reorganizan la legislación sobre censura previa y prohíben la importación de libros españoles impresos en el extranjero. En 1762-63 se suprimen las tasas para la mayoría de las publicaciones, se rebajan los precios de las licencias y se reducen las tarifas postales.
Durante los reinados de Fernando VI y Carlos III se produce un importante despegue económico. El análisis de las series de gacetas de esos reinados permite comprobar un inesperado y sorprendente desarrollo publicístico.
En el siglo XVIII existía una alta tasa de analfabetismo -más del 80%-, con una minoría ilustrada y una gran masa de población de ínfimo nivel cultural. Ante esta realidad, el estudioso de la prensa se plantea una pregunta obligada: ¿quién leía los periódicos? El análisis de las referencias y comentarios de los propios periódicos permite establecer dos conclusiones interesantes: 1.- los lectores pertenecían a un sector de la sociedad integrado por miembros de profesiones liberales, clérigos, nobles, funcionarios, comerciantes, etc.; 2.- es difícil establecer el número de lectores por periódico, porque cada ejemplar era leído casi siempre por varias personas y sobre todo porque las cifras relativas al franqueo y al número de suscriptores ofrecen pocas garantías.
En cuanto a las técnicas de impresión, a lo largo del período que se extiende entre la aparición de la imprenta y los años finales del siglo XVIII se producen pocas innovaciones en el arte de imprimir. Los antiguos impresores de gacetas, relaciones y periódicos utilizaron como elemento básico para su trabajo la imprenta de Gutemberg; los elementos necesarios para imprimir fueron durante largos años los caracteres móviles, la prensa a brazo, la tinta y el papel. En el siglo XVII se introducen algunas modificaciones en el tradicional sistema de imprimir: los trabajos de Blaeu y de Didot culminan en 1795 cuando Stanhope construye una prensa de acero; las prensas metálicas se introducen en seguida en Europa, ayudan a agilizar los sistemas de impresión y anuncian una nueva era para la industria editorial.

3.3.2. Régimen jurídico de la prensa en el siglo XVIII
La reglamentación sobre prensa del siglo XVIII aparece tímidamente vinculada al proyecto centralizador de los Borbones y constituye una faceta muy importante de su programa político.
La aportación más interesante de esta centuria en materia de prensa es la elaboración de una legislación específica para los periódicos, independiente de los libros y de cualquier otro tipo de impresos. Una visión de conjunto de textos legislativos de este período permite destacar alguna de sus principales características: ningún escrito podía ser publicado sin el control inmediato del Consejo de Castilla, que concedía el permiso de publicación después de una revisión minuciosa a cargo de los censores; junto al Consejo, un organismo especial, el Juzgado de Imprentas, vigilaba los asuntos relacionados con las publicaciones periódicas, dilucidaba los conflictos suscitados entre los impresores y el Consejo, perseguía las infracciones y concedía licencia para las publicaciones menores. Hacia la mitad del siglo XVIII el Juzgado ejercía una total competencia sobre impresos periódicos y libros.
El rey se reservaba el privilegio de autorizar las publicaciones que trataban sobre temas de Estado.
La legislación sobre prensa e imprenta promulgada en el siglo XVIII representa dos aspectos de máximo interés: uno claramente restrictivo, que establecía la prohibición de una amplia serie de materias, entre las que se incluyen los temas atentatorios contra las prerrogativas del rey, el gobierno, el honor nacional o las instituciones; y otro positivo, que buscaba la promoción cultural a través de los periódicos.
Toda la normativa sobre prensa e imprenta del siglo XVIII gira en torno al tema de las licencias y de la censura previa, principal característica de las legislaciones del Antiguo Régimen. A lo largo del siglo coinciden dos tipos de censura previa: una para los periódicos oficiales, y otra para las publicaciones de carácter privado. La Gaceta de Madrid y el Mercurio Histórico y Político eran periódicos de inspiración oficial que gozaron de amplias facilidades en el plano económico y legal: su publicación era privilegio de la Corona y escapaba al control del Consejo; como trataban asuntos de Estado sólo necesitaban el pase de la Secretaría del mismo nombre. Sin embargo, la censura de los periódicos no oficiales correspondía al Consejo de Castilla o, por delegación de atribuciones, al Juzgado de Imprentas. Este trasvase de atribuciones sufrió varias alternativas a lo largo del siglo XVIII.
Entre las instituciones y organismos que intervenían en el control de los impresos ocupa un puesto importante el tribunal de la Inquisición, que jugó un papel decisivo en la evolución de la prensa, desde su introducción en España. Con el tiempo, la Inquisición fue perdiendo paulatinamente su poder hasta llegar a su total decadencia a finales del siglo XVIII.
La acción inquisitorial sólo podía ejercerse a posteriori, después de publicado el periódico, si existía denuncia por parte de algún ciudadano particular o institución, alegando atentado a las buenas costumbres, a la religión o a las prerrogativas de la Iglesia.
La primera normativa sobre prensa en sentido estricto es la Real Orden de 19 de mayo de 1785, que tuvo consecuencias muy importantes para las publicaciones periódicas. La Real
Orden reconocía la importancia de los periódicos como medio de orientación de la opinión pública, defensa de la verdad frente al error y difusión de ideas y proyectos útiles.
En tiempo de Carlos III se publica la primera Real Orden dedicada íntegramente a regular la introducción y venta de libros extranjeros. Durante este reinado se publicó también una Real Orden que suprimía los privilegios de impresión, ante una petición formulada por la Real Compañía de Libreros e Impresores del Reino, fundada por Sancha, Ibarra y Mena.
La Real Orden de 19 de mayo de 1785, además de ser la primera ley específica sobre prensa, separaba las competencias entre el Consejo y el Juzgado de Imprentas en el tema de la concesión de licencias -libros el Consejo, y periódicos el Juzgado-; definía por primera vez el concepto de periódico -publicación no superior a 4 ó 6 pliegos-, y encargaba al Juez de Imprentas el nombramiento de censores.
Sin embargo, el Reglamento más importante de este período está contenido en la Real Resolución de 2 de octubre de 1788. Esta constituye la normativa más importante porque supone una síntesis de las disposiciones promulgadas en materia de prensa que regulan todos los temas relacionados con las publicaciones periódicas: la competencia de los traductores, redactores y censores, el contenido de los periódicos, la licencia de impresión, la censura previa, el pie de imprenta, el depósito previo, etc. El Juez de Imprenta se consolida como el máximo responsable en materia de publicaciones periódicas, monopolizando la mayoría de las competencias: emisión de licencias, nombramiento de censores, revisión y control de ejemplares, etc.
Durante el reinado de Carlos IV se promulga una rígida legislación sobre prensa e imprenta. La Real Resolución de 24 de febrero de 1791 -inspirada por Floridablanca- decretaba la suspensión de todos los periódicos a excepción del Diario de Madrid y los oficiales: el Mercurio y la Gaceta.
A lo largo de 1792 el gobierno promulgó nuevas leyes represivas: las Reales Ordenes de 15 de Julio de 1792 y 15 de Octubre del mismo año establecían, respectivamente, la normativa para evitar la introducción de libros prohibidos, sobre todo los relativos a la Revolución Francesa, y los requisitos que debían observarse en las aduanas.
La Real Resolución de febrero de 1791 había provocado la ruina de la prensa y la desaparición de los periódicos más importantes del momento. El breve ministerio de Aranda y el nombramiento de Godoy como ministro de Estado, permitieron una tímida recuperación en el campo de las publicaciones periódicas; se volvieron a editar títulos como el Memorial Literario, se crearon periódicos nuevos y se fomentó la redacción y publicación de Memorias. Las Sociedades Económicas de Amigos del País y algunos núcleos intelectuales, al margen del silencio oficial, impulsaron la cultura y estimularon la creación de nuevos periódicos a lo largo de estos años hasta 1808; en esta fecha se inicia la Guerra de la Independencia, el acontecimiento de más profunda repercusión periodística del primer tercio del siglo XIX.

TEMA 4.- LA CONSOLIDACIÓN DE LA PRENSA ESPAÑOLA. 

4.1. El modelo del Diario de los Literatos
El reinado de Felipe V se prolonga desde 1700 a 1746. Durante estos años se inicia un tímido renacimiento cultural que se consolida a lo largo del siglo; los miembros de las tertulias realizan una interesante labor de promoción de la cultura y consiguen éxitos importantes, como la fundación de las Academias de la Historia y de la Lengua y la publicación del Diario de los Literatos de España, uno de los principales periódicos de la primera mitad del siglo XVIII.
En torno a 1737, coincidiendo con una etapa de estabilidad política y económica se inicia el desarrollo de varias importantes corrientes periodísticas: la crítica literaria, la crítica política, la divulgación científica, la información nacional e internacional y la economía son algunas de las cuestiones abordadas en los periódicos.
La corriente periodística de crítica política satiriza la situación española en el plano nacional e internacional. El Duende crítico es el título más importante de un género de periodismo manuscrito que aparece en España en 1735. Su autor fue Manuel Freyre de Silva, que tomó el hábito religioso con el nombre de fray Manuel de San José.
A pesar de la manipulación de la información y de su falta de rigor, es interesante constatar el éxito de esta publicación manuscrita.
En la primera mitad del siglo XVIII los panfletos, sátiras y libelos se desarrollan con profusión al margen de la prensa oficial. Se trata de un modelo de periodismo marginal en el que es fácil encontrar la opinión de sectores políticos descontentos con la política oficial. El Duende representa en concreto al sector de la oposición a la política borbónica de Felipe V.
En la etapa del Diario de los Literatos se desarrolla también una corriente de periodismo científico representada por las Ephemerides barométrico-médicas matritenteses, publicación elaborada a base de las observaciones de los socios de la Real Sociedad Médico Matritense y que aparece en 1737.
Hacia 1738 comienza a configurarse una prensa de clara inspiración oficial. El gobierno ejercía su protección sobre dos publicaciones concretas: la Gaceta de Madrid y el Mercurio histórico y político. El Mercurio aparece en Enero de 1738 y prolonga su publicación a lo largo de casi cien años. Su fundador fue Salvador José Mañer. Éste consiguió privilegio para imprimir su periódico durante seis años, al cabo de los cuales los derechos debían revertir a la Corona; sin embargo, el rey concedió a Miguel José de Aoiz y a sus herederos privilegio perpetuo para imprimir y vender el Mercurio y, finalmente, y por Orden de 29 de enero de 1756, la Corona se anexionó el privilegio de la impresión. A partir de 1784, el periódico adoptó el título de Mercurio de España.

El Mercurio era una publicación mensual de pequeño formato, costaba seis maravedíes el pliego y tenía alrededor de 120 páginas. Era un periódico oficial protegido desde el poder y vinculado en buena medida a las decisiones del gobierno; esta protección le permitía superar los vaivenes de la censura -la Secretaría de Estado en lugar del Consejo- y soportar algunos momentos económicos difíciles. La riqueza documental y el rigor de la información constituyen su más importante aportación a la Historia del periodismo y a la Historia general.
Junto a los periódicos dedicados a la divulgación de noticias políticas, la prensa de contenido económico representa una de las más interesantes aportaciones periodísticas del siglo XVIII. La primera publicación económica española se titulaba Discursos mercuriales económicos-políticos. Memorias sobre la agricultura, marina, comercio y artes liberales y mecánicas, y se publica ya en 1752.
En la segunda mitad del siglo XVIII, las Sociedades Económicas sustituyen la iniciativa privada por otra de inspiración semioficial y plantean como uno de sus más importantes objetivos la promoción de las publicaciones económicas.
4.1.1. Los precedentes del Diario de los Literatos
Hacia 1732 aparecen una serie de de publicaciones que preparan el camino a uno de los más importantes acontecimientos periodísticos del primer tercio del siglo XVIII: la aparición del
Diario de los Literatos de España.
En 1732, antes de la aparición de las primeras publicaciones de matiz crítico y satírico, surge una obra sobre cuya adscripción no se ponen de acuerdo los investigadores: el Diario histórico, político-canónico y moral, del padre Álvarez de la Fuente; mientras algunos historiadores de la prensa le califican de periódico otros opinan que se trata simplemente de una relación de hechos religiosos descritos cronológicamente.
En 1735 aparece una publicación titulada El Piscator erudito para este año, que representa un estilo de periodismo popular llamado a conseguir en estos años una gran difusión. Los pronósticos y almanaques tienen su origen en una antigua tradición popular y alcanzan gran desarrollo en España hasta su prohibición en 1767.
4.1.2. El Diario de los Literatos de España
Las presiones ejercidas cerca del rey para conseguir la publicación de un periódico por los intelectuales que asistían a la tertulia de Hermosilla, uno de los fundadores de la Academia de la Historia, consiguieron por fin resultados positivos en 1737 e hicieron posible la creación del Diario de los Literatos de España. La llamada época del Diario de los Literatos cubre un período significativo e importante del periodismo dieciochesco. La obra presenta la lucha de unos hombres por incorporarse a la cultura europea, su amor a la ciencia y su deseo de modernizar el país.
Sus autores fueron tres clérigos vinculados a la Biblioteca Real y al ambiente intelectual de su tiempo: Juan Martínez de Salafranca, Leopoldo Jerónimo Puig y Francisco Xavier de la
Huerta y Vega. A su alrededor trabajaba también un amplio grupo de colaboradores de gran capacidad intelectual, como Juan de Iriarte y José Gerardo de Hervás.
El título completo del periódico era Diario de los Literatos de España, en que se reducen a compendio los escritos de los autores españoles, y se hace juicio de sus obras desde el año 1737. A pesar del título, los diaristas dedicaron pocas páginas a la crítica de obras literarias. Los autores del Diario analizaban los aspectos formales y de contenido de las publicaciones nuevas y valoraban la calidad de las traducciones.
En el plano religioso, preconizan la vuelta a la pureza primitiva del Evangelio. Consideran fundamental el desarrollo técnico y científico. Los diaristas aspiran a llevar la cultura a sectores muy amplios del país, una cultura enciclopedista en un sentido profundo.
El Diario era una extensa publicación de alrededor de 400 páginas, de 15×10 centímetros; costaba entre 4 y 5 reales y su tirada oscilaba entre los 1000 y los 1500 ejemplares. No era rentable y subsistía gracias al apoyo económico de un mecenas desconocido. A partir de 1742, recibía una subvención de Campillo, ministro de Felipe V. Los tres primeros números se imprimieron en 1737 por Antonio Martín, Juan Muñoz y Antonio Sanz, respectivamente, los cuatro últimos en la Imprenta Real; el Consejo de Castilla los tasó en seis maravedíes el pliego.
El periódico no pudo prolongar su publicación más allá de 1742. El fracaso del Diario hay que atribuirlo a muchas causas; entre otras, a la resistencia de los grupos sociales, tanto los de matiz conservador como los renovadores hacia el periodismo, al que consideraban un género de nivel intelectual muy inferior al del libro.
Dentro de la corriente crítica iniciada por el Diario, y en competencia con él, hay que situar una serie de publicaciones que alcanzan su máximo desarrollo en el reinado de Carlos III. Un periódico directamente inspirado en el Diario de los Literatos era el Mercurio Literario de Antonio María Herrero y José Lorenzo de Arenas. El Mercurio comenzó su publicación en Agosto de 1739 y se prolongó hasta marzo de 1740. En conjunto el contenido del Mercurio fue mediocre porque no se preocupó de hacer una selección cuidada de las obras que comentaba.
Otros periódicos publicados en la misma línea que el Diario es la Resurrección del Diario de Madrid, o Nuevo Cordón crítico general de España, fundado en 1748 por Santiago Álvaro Luazare, Pedro Pablo Romero y Raimundo Antonio Landabore, aunque parece que el verdadero autor del Cordón crítico era fray Juan de la Concepción.
En el período de 1750 a 1770, cuando se produce la madurez y especialización de la prensa dieciochesca, aparecen algunos periódicos directamente inspirados en el Diario de los Literatos de España.
4.2. La Prensa de Divulgación
En la primera mitad del siglo XVIII no existían en España publicaciones sobre crítica de costumbres como en Europa, no había revistas técnicas ni especializadas, ni publicaciones de carácter enciclopédico; sólo a partir de 1750 se incorporan estos temas a los periódicos.

De 1750 a 1770 se produce una coyuntura favorable para el desarrollo de la prensa: reorganización de la censura de forma rigurosa y eficaz -decreto de 22 de noviembre de 1752-, prohibición de importación de libros impresos en el extranjero, supresión de la tasa en 1762 y 1763, reducción de las tarifas postales, etc.
Las trabas que impedían el desarrollo de las publicaciones periódicas de la primera mitad de siglo -guerra de Sucesión, caos económico, centralismo a ultranza y ambiente cultural más próximo a la superstición que al rigor científico -desaparecen paulatinamente a partir de 1750.
Desde 1752 a 1759 se publican más periódicos en Madrid que en los cincuenta años precedentes.
Dentro de las publicaciones sobre ciencia y divulgación, destacan las de contenido económico. La más curiosa e interesante entre éstas es la titulada Discursos mercuriales de J. Enrique De Graef, compuesta por varios números aparecidos entre 1752 y 1756. La desaparición de los Discursos parece estar relacionada con la publicación de algunos textos de Rousseau, con problemas de censura puesto que coincide con la campaña desencadenada en España contra el autor francés por la Inquisición en un momento de tensiones políticas.
En 1763 aparece la Miscelánea Política, una publicación de corta vida y escasa importancia.
Entre los periódicos dedicados a la divulgación de temas científicos hay que citar en estos años el Diario philosóphico, Médico, Chirúrgico de Juan Galisteo, que aparece en Madrid en 1757; contiene traducciones de artículos extranjeros y sólo publica siete números.
4.3. El primer diario español:
Diario noticioso, curioso-erudito, comercial, público y económico.
En 1758 se funda el primer periódico diario: Diario noticioso, curioso-erudito, comercial, público y económico, obra de F. Mariano Nipho. El periódico estaba dedicado a la divulgación, aunque desarrollaba al mismo tiempo una importante labor de información económica. El Diario llevaba una interesante y muy expresiva dedicatoria: A los Sabios, Doctos y Eruditos, bien intencionados de España.
En Europa existían periódicos diarios desde hacía bastantes años. El primero, el Daily Courant, se publica en Londres en 1702. En Francia el primer diario aparece en 1777: se llamaba Journal de París.
El diario español se publicaba en fecha muy temprana y planteaba un ambicioso proyecto. Nipho intentaba con su periódico conciliar información y divulgación. El periódico estaba dividido en dos artículos: uno dedicado a la divulgación y otro de carácter informativo.
Nipho se planteaba como una necesidad ineludible fomentar el interés por la cultura entre los españoles. Nipho se propuso informar sobre economía y comercio a partir de una relación de anuncios de ventas, alquileres, ofertas y demandas, y realizar una labor de
divulgación a través de sus artículos editoriales, sobre curiosidades históricas y variedades. Excluyó expresamente toda información sobre asuntos políticos porque consideraba que ya existían suficientes publicaciones sobre el tema.
Nipho, que había publicado su periódico formando sociedad con Lozano, abandonaba el Diario el 29 de mayo de 1759 y vendía su parte a su socio por 14.000 reales. El periódico siguió publicándose hasta 1781 en que desaparece, para reaparecer en 1786 en una segunda etapa de objetivos y contenido diferentes. A pesar del éxito de la obra, parece que los beneficios económicos no eran muy grandes.
Nipho realizaba un periodismo al servicio del lector, público de base popular y escasos recursos económicos, y manifestaba un decidido espíritu de regenerador y moralista y un alto sentido de la ética. Concedía además gran importancia a la actualidad de la noticia, e introdujo algunas innovaciones, como las publicaciones gratuitas de los avisos y notas de los lectores que constituyen el precedente de las futuras secciones de publicidad y de correspondencia, y que suponían la participación directa del público en la elaboración del periódico.
Siguiendo con la obra de Nipho y dentro del apartado general de periódicos dedicados a la divulgación e información hay que destacar dos publicaciones especializadas en temas políticos y económicos: aparecen en 1762 y 1763, y se titulan Estafeta de Londres y Correo General de Europa, dedicados a divulgar el pensamiento político y económico, de acuerdo con las pautas marcadas en Europa por el reformismo ilustrado. Los dos periódicos son obra de Nipho y constituyen una de sus más importantes aportaciones al desarrollo de la prensa en la segunda mitad del siglo XVIII. La Estafeta de Londres se publica en una coyuntura histórica decisiva, cuando se produce el enfrentamiento entre España e Inglaterra en el marco general de la Guerra de los Siete Años. Nipho, a través de sus periódicos, pretende desmitificar la política inglesa valorada en exceso por importantes sectores de la burguesía ilustrada española.
La otra publicación citada es el Correo General de Europa, que surge como una continuación de la Estafeta de Londres. Se publicó desde el 11 de enero de 1763 hasta diciembre del mismo año, y estaba formado por cartas o cuadernos semanales de 32 páginas.
Dentro de las publicaciones dedicadas a la divulgación política y económica hay que situar otro periódico: el Correo General de España, que se publica desde 1770 a 1771. Se trata de un intento de incorporar a las publicaciones españolas las aportaciones europeas en materia de agricultura, artes, comercio y ciencias, a partir de un análisis objetivo y riguroso de los temas. El sistema que Nipho proponía se basaba en la realización de una serie de cuestionarios que se enviaban a los alcaldes, corregidores e intendentes y sobre los que éstos debían informar. La prensa se incorporaba así a la corriente general de la época, caracterizada por la proliferación de proyectos de reforma agraria, Catastros e informes económicos.
El plan de los cuestionarios-interrogatorios propuesto en el Correo tuvo mala acogida entre los intendentes y corregidores. El fracaso del Correo General de España fue rotundo; con él fracasó también la posibilidad de incorporar la prensa al movimiento general de regeneración del país.

En el período que se extiende entre 1750 y 1770 aparecen una serie de publicaciones cuyo principal objetivo es la Literatura en sus múltiples vertientes: divulgación, crítica, información, etc. Surgen así una serie de títulos interesantes entre los que destacan el Caxon de sastre y Diario estrangero, escritos, dirigidos y editados íntegramente por F. Mariano Nipho. El Caxon de sastre es uno de los periódicos más importantes de estos años.
Al periódico de Nipho se le puede considerar como una revista moral, una antología cuyo principal contenido era seleccionar la obra de escritores del pasado, españoles y extranjeros -en alguna ocasión griegos y latinos-, de acuerdo con criterios éticos y morales.
El éxito del periódico fue muy grande: se reimprimió en Madrid y aparecieron imitaciones en varias provincias españolas, como el Caxón de sastre catalán de Barcelona.
Además de divulgar y moralizar, Nipho realizaba una interesante aportación a la historia del periodismo y de los periódicos: creaba una publicación que, a pesar de prescindir de las noticias de actualidad, conservaba su carácter periódico, y establecía por primera vez la suscripción como fórmula de venta.
La otra publicación de Nipho en la que predominan los temas literarios es el Diario estrangero. Aparece el 5 de abril de 1763 y se prolonga hasta el 30 de agosto, con un total de 22 números impresos de periodicidad semanal. Se componía de 16 páginas en cuarto a dos columnas y costaba 8 cuartos. El autor pretendía ampliar los objetivos políticos, económicos y sociales planteados en el Correo General de la Europa incluyendo temas específicamente literarios. El Diario estrangero, a pesar de su título, contenía también fragmentos de obras producidas en España.
Otros periódicos de tema literario que continúan la pauta marcada por el Diario estrangero son El Hablador juicioso, la Aduana crítica, El Hurón político, el Belianis literario y la Tertulia de la aldea. Estas publicaciones se desarrollan en un período de máximo apogeo de la prensa literaria y suponen una aportación decisiva en este campo. Los tres primeros títulos aparecen en 1763, año prolífico para este tipo de publicaciones. El Belianis aparece en marzo de 1765.
De 1775 a 1776 se edita en dos volúmenes, por Manuel Martín, una publicación que ya había aparecido por entregas en 1768: la Tertulia de la aldea, cuyo título completo era Tertulia de la aldea y miscelánea curiosa de sucesos notables, aventuras divertidas y chistes graciosos para entretenerse las noches de invierno y del verano. La Tertulia divulgaba en un medio rural algunas obras clásicas españolas y extranjeras. Los programas de los ilustrados se proyectaban así fuera de su media habitual.
4.4. La obra de Nipho
Francisco Mariano Nipho fue un personaje controvertido en su tiempo y recuperado para la historia del periodismo en época muy reciente. Fue atacado por amplios sectores ilustrados que criticaban su defensa apasionada de las obras de los escritores españoles antiguos y de la
cultura tradicional, la falta de rigor en el ejercicio de la crítica y su rechazo hacia las formas de pensamiento enciclopedista.
En la actualidad, todos los historiadores de la prensa reconocen la importancia de la obra periódica de Nipho. La obra de Nipho ocupa un puesto destacado dentro del panorama periodístico del siglo XVIII, y no parece arriesgado considerar a este autor como uno de los pioneros de la prensa contemporánea.
Francisco Sebastián Mariano Nipho y Cagigal nace en Alcañiz, provincia de Teruel, en 1719 y muere en Madrid en 1803. Desde muy joven se traslada a Madrid para …aprender todo lo que la Corte tenía en aquellos momentos, y en la Corte permanece la mayor parte de su vida. El mismo año en que se separa de su mujer, 1769, es nombrado censor; el reconocimiento de su prestigio profesional compensaba en alguna medida su fracaso sentimental y sus problemas económicos. El rasgo más importante de su carácter en la laboriosidad: a través de su extensa obra, se presenta como un trabajador infatigable.
Al final de su vida, después de haber publicado él solo más de veinte periódicos, Nipho consigue consolidar su prestigio profesional, desempeña otra vez en 1790 el cargo de censor y vive una existencia tranquila también en el ámbito económico.
Es ante todo erudito y divulgador, y tiene la importante virtud de llegar a públicos muy heterogéneos: labradores en unos casos, comerciantes, industriales en otros. Utiliza y retiene datos, noticias, citas y acumula un rico material con el que se elabora sus periódicos. Es un mediocre traductor del francés, el portugués y el italiano, y , sin embargo utiliza estas traducciones con provecho.
Nipho no elabora una teoría sobre la estructura de la sociedad española, aunque su pluma penetra con agudeza en las graves cuestiones que favorecen el estancamiento socio-económico y que impiden la recuperación. El periodista aragonés es consciente de la injusticia y de la radical desigualdad en el reparto de los bienes y de las tierras y denuncia, al estilo de sus colegas ilustrados, los graves defectos de la nobleza. Pero ataca también a algunos miembros de la burguesía que, movidos únicamente por intereses personales, se olvidan de las grandes cuestiones y de los grandes intereses generales, e insiste de forma reiterada en la necesidad de recuperar el prestigio de los sectores vinculados al comercio, a la industria y a los oficios mecánicos. En relación con los grupos sociales marginados propugna una forma de beneficencia ejercida a iniciativa del Estado, con la colaboración de la Iglesia y de los ciudadanos.
Frente a la crisis general, Nipho plantea la necesidad de una reforma en profundidad. Educación y desarrollo de la ciencia, educación e instrucción, respeto a la tradición y aceptación de los nuevos planteamientos educativos europeos, concretamente franceses, renovación de los planes de estudio y creación de Academias. Para Nipho, el reformismo económico se plantea como un objetivo prioritario.
Su obra periódica refleja las tensiones que vive la sociedad de su época, y en sus páginas se abordan las grandes tensiones que preocupan al hombre de su tiempo. Publica periódicos dedicados a la información y divulgación, periódicos literarios, eruditos y políticos, y periódicos de tono moralizador y satírico. Clasificar su obra es una empresa difícil: sus periódicos están
dedicados a distintas materias y tratan temas diferentes; cada título del famoso publicista puede integrarse, por ejemplo, en el bloque de prensa literaria, aunque al mismo tiempo trate temas relativos a la economía y realiza una crítica moralista al estilo de la época.
Entre los títulos más importantes, hay que señalar además del Diario noticioso curioso-erudito, comercial, público y económico, el Caxón de sastre, el Diario estrangero, la Estafeta de Londres, el Correo General de la Europa, el
Correo General de España, El Murmurador imparcial, El Bufón de la Corte y El Pensador Cristiano.
Entre los periódicos de adscripción difícil, Enciso señala algunos títulos importantes: la Guía de Litigantes, Varios discursos elocuentes y políticos, El Hablador Juicioso y Crítico Imparcial, Discursos eruditos de varios ingenios españoles, El Novelero de los Estrados y Tertulias y Diario Universal de las Bagatelas, El Erudito Investigador y El Filósofo aprisionado; además incluye algunos títulos atribuidos, como
El Duende Especulativo sobre la vida civil, el Correo de Madrid o de los Ciegos y el Correo Literario.
Varios factores contribuyen al éxito de los periódicos de Nipho: entre ellos hay que destacar su percepción rápida de la realidad y su conocimiento de los deseos y aspiraciones del público. Nipho es un periodista de múltiples facetas y utiliza todos los recursos imaginables: fantasía y realidad son los ingredientes que se repiten constantemente a lo largo de su obra con importantes resultados; incluso sus detractores utilizaron muchas veces estos recursos.
4.5. Nipho y el desarrollo del periodismo
Con innegable habilidad y con una buena dosis de imaginación perfilo Nipho los grandes rasgos del futuro periodismo. Nipho concibe el periodismo como un oficio difícil, penoso y poco lucrativo, aunque con grandes posibilidades creadoras. En su opinión, el periodista debe de desempeñar una función educativa en todos los ámbitos de la vida ciudadana, debe contribuir a elevar el nivel económico del país, a proteger la moralidad y a fomentar la cultura.
Nipho introduce muchas innovaciones en sus periódicos y contribuye, de forma decisiva, al desarrollo del periodismo dieciochesco: la periodicidad diaria, justificada por la eficacia, en el Diario noticioso y curioso…,el sistema de suscripciones, la utilización de fórmulas periodísticas originales, de las que Caxón de Sastre y el mismo Diario noticioso son ejemplos bien expresivos, la incorporación a los periódicos de ciertos rasgos de modernidad, como la correspondencia de los lectores y la publicidad gratuita, la elaboración de secciones diferenciadas inspiradas por los principios de variedad, exactitud y celeridad.
Todo ello hace que muchos historiadores de la prensa consideren a Nipho como el fundador del periodismo moderno español.

TEMA 5.- LA PRENSA CRÍTICA Y POLÉMICA.
DE LA CRISIS AL RESURGIR DE LA PRENSA EN ESPAÑA
Dentro de las publicaciones de la segunda mitad del siglo XVIII ocupan un lugar destacado las dedicadas a crítica social y de costumbres. En general se trata de periódicos destinados a romper -a través de la crítica- muchos de los esquemas del pensamiento tradicional arraigados en la sociedad española.
En los años anteriores al reinado de Carlos III la prensa española era claramente tributaria de la extranjera. El más importante modelo periodístico europeo del siglo XVIII es The Spectator, fundado por Addison y Steele en Inglaterra en 1711.
La abolición de la Licensing Act en 1695 había provocado un considerable desarrollo periodístico en Inglaterra, desde comienzos del siglo XVIII, y la creación de algunos de los títulos más importantes de la historia del periodismo inglés como The Spectator. La influencia de éste se extiende por Europa sobre todo en la configuración de una corriente periodística dedicada especialmente a la crítica: los espectadores.
Los imitadores del Spectator planteaban una renovación periodística que suponía un cambio en la orientación de los problemas y en los géneros literarios; la moral y las costumbres, el arte y la literatura, ocupan en sus páginas un puesto destacado mientras que dedican escasa atención a las cuestiones filosóficas o a los problemas políticos. La censura desempeñó un papel decisivo en esa marginación. La forma periodística utilizada por esas publicaciones críticas era el ensayo, en el que presenta cuestiones de actualidad a partir del análisis de textos sacados de la historia y de las cartas imaginarias de los lectores y redactores.
A pesar de la política de neutralidad defendida por España durante el reinado de Fernando VI, la influencia de ministros anglófilos como José de Carvajal y Lancaster, Secretario de Estado, primero, y la de Ricardo Wall después, determinan la aceptación del gusto por la moda y la cultura inglesa.
La progresiva aproximación que se produce a lo largo de estos años entre los dos países, España e Inglaterra, ofrece un marco adecuado para la difusión de los periódicos ingleses.
Desde 1750 a 1770 se publican en España tres importantes periódicos próximos a la línea ideológica del Spectator: El Duende especulativo sobre la vida civil, El Pensador y La Pensadora gaditana.

5.1. El Duende Especulativo sobre la vida civil
El Duende especulativo se edita en Madrid, a partir de junio de 1761. Se conocen 17 números de El Duende, aparecidos de junio a septiembre de 1761; el periódico era semanal y estaba formado por 2 pliegos y 32 páginas. Era un periódico moral al estilo de los europeos; su autor, procuraba trasladar a la realidad española los comentarios y narraciones del periódico inglés dándoles un nuevo carácter y, sobre todo, realizaba el análisis del proceso de adaptación de las costumbres y modos extranjeros a las costumbres y prácticas españolas.
Los historiadores de la prensa no se ponen de acuerdo respecto a la personalidad de su autor que firma con el seudónimo de Juan Antonio Mercadal. Para algunos se trataba del propio Nipho; para otros el autor era De Graef, el redactor de los Discursos mercuriales, experto conocedor de la obra de Addison y Steele, a través de las traducciones francesas. El objetivo del periódico era realizar la crítica de la sociedad y sus costumbres a partir de una rigurosa observación de la realidad.
Algunas de las principales aportaciones de El Duende han sido la creación de un estilo periodístico entroncado con el costumbrismo literario español de Fray Gerundio, la utilización de un recurso de tanta eficacia como la fantasía, el estilo satírico y la proliferación de temas de arraigo popular en detrimento de las grandes cuestiones filosóficas, políticas e incluso artísticas.
5.2. El Pensador y La Pensadora gaditana
5.2.1. El Pensador de Clavijo y Fajardo
El Pensador ocupa un puesto de privilegio entre los periódicos que se publican en la segunda mitad del siglo XVIII dentro de la prensa dedicada a la crítica social y de costumbres.
Su autor fue José Clavijo y Fajardo, nacido en Teguise (Lanzarote) en 1726. Clavijo realiza sus primeros estudios en Las Palmas y vive largo tiempo en Francia, donde conoce a Voltaire y a Bufón. Subvencionado por Grimaldi y protegido por Aranda, tradujo algunas obras francesas como las Conferencias y discursos sinodales de Massillon, la Andrómana de Racine y La Historia Natural de Bufón. Es un hombre de su tiempo, que desarrolla su obra en el marco de un estatus social privilegiado: a partir de 1750 trabajó como funcionario del Ministerio de la Guerra; en 1763 es nombrado archivero de la Secretaría de Estado; en 1770 asume la dirección de los Teatros de los Reales Sitios, y en 1773 la Secretaría de Estado le encarga la redacción del Mercurio Histórico y Político; desde 1777 ocupa un puesto en el gabinete real de Historia Natural, del que llega a ser director en 1798. Entre sus obras destacan El Tribunal de las Damas, la Pragmática del Zelo y un plan de estudio del Estado Militar de España. Su mayor aportación a la literatura fue el periódico El Pensador, inseparable de su propia trayectoria.
El número uno de El Pensador apareció en septiembre de 1762. La primera etapa de la colección está formada por 52 números de aparición semanal, de unas treinta páginas, en tamaño 8º. La publicación alcanzó un éxito indudable, si tenemos en cuenta las reiteradas
alusiones de sus colegas, en algunas ocasiones favorables y en otras claramente críticas y agresivas. Clavijo y sus Pensamientos eran en muchas ocasiones protagonistas de las discusiones de las tertulias y originaron numerosos panfletos críticos. El Pensador, en esta primera etapa -septiembre de 1762 a diciembre de 1763- fue reeditado varias veces. La periodicidad era semanal en la primera etapa, y bisemanal en la segunda, y estuvo suspendido desde final de 1763 a la terminación de 1766. El periódico vuelve a publicarse en 1767 y desaparece definitivamente en ese mismo año.
Cada número de El Pensador estaba ocupado por un Pensamiento elaborado con un estilo parecido al que había utilizado el Spectator inglés y El Duende especulativo, a base de discursos, cartas imaginarias al editor y comentarios del autor en primera persona. Clavijo simula su presencia en una tertulia o en una discusión, y con ese pretexto expone su postura ante hechos reales o imaginarios, y ante comportamientos sociales. El Pensador no sólo imitaba al Spectator, sino que en muchas ocasiones reproducía literalmente alguno de sus artículos, lo mismo que había hecho El Duende especulativo. El plagio fue uno de los principales motivos de crítica de sus detractores. Clavijo participa literalmente del pensamiento ilustrado: pretende recuperar las virtudes del pasado, se duele de la decadencia del presente, y desarrolla desde las páginas de su periódico una verdadera campaña contra la ignorancia, la superstición, la falsa virtud, los prejuicios y la intolerancia.
Todos los problemas que afectan a la sociedad española del siglo XVIII son analizados en las páginas de El Pensador, todas las costumbres y las modas están sometidas a la crítica implacable de Clavijo.
El balance de El Pensador es claramente positivo, y supone la aportación periodística más importante de estos años; enlaza el pasado con el presente a través de la crítica, entronca con las raíces más profundas de nuestra cultura y al mismo tiempo interviene en las polémicas de moda desencadenadas por The Spectator sobre teatro, poesía, moral y costumbres.
Respecto a su polémica con el teatro español y contra los autos sacramentales, Clavijo se coloca del lado de los ilustrados frente a los partidarios del pensamiento tradicional. Plantea la necesidad de que las obras dramáticas respeten las reglas de las unidades clásicas, propugna una censura literaria estricta que prohíba las obras no ajustadas a los cánones de la razón y critica la forma en que se plantean en ellas los temas de la patria y del patriotismo.
La crítica de Clavijo a los autos sacramentales abarca tanto el contenido como los aspectos formales: actores, puesta en escena, vestuarios, etc. El autor de El Pensador se queja de la falta de verosimilitud de los argumentos, de la inmoralidad que supone la distorsión de la realidad, de la falta de rigor histórico y de la ausencia de las unidades dramáticas: espacio, tiempo y acción.
La obra de Clavijo provocó una violenta polémica entre sus contemporáneos. En su tiempo se publicaron una serie de panfletos, ensayos y artículos contestando la postura de El Pensador frente al teatro del Siglo de Oro; el tema principal de estos escritos era la defensa apasionada de los autos sacramentales y de la cultura tradicional. Entre ellos, destaca un folleto
de Nipho, de 104 páginas en 8º, titulado: La Nación española defendida de los insultos del Pensador y sus secuaces, aparecido en Madrid en 1764. Uno de los pocos escritores que defienden las teorías de Clavijo es Nicolás Fernández de Moratín, en su opúsculo: Desengaños al teatro español, respuesta en romance liso y llano, y defensa del Pensador, de 1764.
En cuanto a las publicaciones contrarias al Pensador destaca El Escritor sin título de Cristóbal Romea y Tapia, aparecido en 1763 con periodicidad irregular y del que sólo se publicaron once números de dos pliegos en 8º. Romea y Tapia fue un clérigo aragonés nacido en Daroca en 1732; su muerte en 1766 truncó una prometedora carrera periodística. El autor pretendía criticar a los críticos; atacó sin piedad a muchos de sus colegas por la falta de autenticidad, por su crítica indiscriminada a todo lo español, por sus plagios de los artículos aparecidos en la prensa extranjera y por sus ingenuas pretensiones salvadoras. Uno de los blancos de sus ataques fue en muchas ocasiones F. Mariano Nipho.
El estilo periodístico de El Escritor sin título es incisivo, desenvuelto, ágil y de gran fuerza expresiva, con un vocabulario muy rico, superior en algunas ocasiones al empleado por Clavijo.
5.2.2. La Pensadora gaditana
La Pensadora gaditana
es el título de un importante periódico publicado en 1763, de periodicidad semanal y 24 páginas en 8º. Desconocemos la fecha exacta de su publicación, aunque aparecía enunciado en la Gaceta en el mes de septiembre, lo que nos permite pensar que debió aparecer a lo largo del verano.
La Pensadora gaditana es una obra original e ingeniosa que alcanzó gran éxito entre los lectores por la agudeza y gracias de sus Pensamientos. La obra representa la primera aportación periodística femenina española y en este sentido adquiere su verdadera trascendencia.
La autora de La Pensadora gaditana era Beatriz Cienfuegos, un personaje enigmático para los historiadores de la prensa. Algunos consideran que se trata de un seudónimo, un truco periodístico utilizado por algún fraile, y hay ciertos datos que pueden apoyar esta tesis, como la austeridad formal y de contenido del periódico y el espíritu crítico y moralizador que se refleja en muchas de sus páginas.
Beatriz Cienfuegos se manifiesta imparcial al enjuiciar la moral y las costumbres de la sociedad de su época; por sus páginas desfilan todos los problemas tratados por El Duende especulativo y El Pensador, todos los temas habituales en los espectadores.
La Pensadora es un periódico original que utiliza un lenguaje cuidado y en ocasiones retórico. Su autora maneja con habilidad la metáfora, la exclamación y el apóstrofe; busca la belleza compatible con la eficacia, es una estilista que está más cerca de los escritores del Siglo de Oro que del pintoresquismo de Clavijo. La Pensadora gaditana es ante todo una obra original en un momento en que la prensa se resiente por la constante imitación de las formas periodísticas inglesas, y ocupa un puesto privilegiado entre las publicaciones españolas que se dedican a la crítica social y de costumbres durante el siglo XVIII.
La corriente periodística que se inicia con El Duende especulativo y que alcanza su verdadero clímax con El Pensador incluye, además de La Pensadora gaditana, algunos otros
títulos de importancia desigual: El Hablador juicioso, El Hurón Político, El Pensador christiano, El amigo y corresponsal del Pensador, etc. En general, se trata de periódicos dedicados a criticar con distinta fortuna costumbres y modos españoles, y al margen de su valoración individual, su importancia radica en su vinculación con los periódicos críticos que, a imitación del Spectator inglés, se habían desarrollado en Europa y habían provocado una de las etapas de máximo apogeo en la historia del periodismo dieciochesco.
En el período que se extiende entre 1770 y 1780 se produce una inflexión en el desarrollo periodístico. En estos años se publican pocos títulos nuevos aunque llegan a alcanzar algunos las tiradas de los dos periódicos oficiales: La Gaceta y el Mercurio. Se publican además otros periódicos como la Tertulia de la aldea de 1775, el Diario de Madrid, continuación del Diario noticioso fundado por Nipho, la segunda serie del Semanario económico de 1777, y las Memorias instructivas y curiosas sobre Agricultura, Comercio, Economía,…recopiladas por Jerónimo Suárez, obra impulsada por la Sociedad Económica Madrileña. Uno de los títulos más interesantes de estos años es la Miscelánea literaria de Faustino Muscat. Sus números se llamaban Disertaciones y trataban temas muy variados: religión, lengua, historia, en un intento de continuar la trayectoria del Teatro Crítico de Feijoo.
Hacia 1778 se observa un movimiento de despegue en el ámbito periodístico, que alcanzará su máximo desarrollo en la década siguiente y tiene su principal exponente en El Censor de Luís García del Cañuelo.
5.3. Período de auge en la prensa española
Durante los últimos años del reinado de Carlos III y los primeros de su sucesor Carlos IV se extiende una de las etapas de máximo desarrollo periodístico del siglo XVIII.
En el reinado de Carlos III los intelectuales ilustrados impulsaron la reforma de la enseñanza universitaria. Mientras, las Sociedades Económicas de Amigos del País fomentaban la educación primaria y profesional para las clases más modestas. En estos años abundan las obras sobre ciencias, sobre arte y literatura y se produce también un incremento de las publicaciones periódicas.
Una de las características más destacadas de la prensa de la última década de este siglo es su especialización: existían publicaciones de carácter informativo dedicadas a la divulgación de temas literarios y políticos, periódicos dedicados a la crítica social y de costumbres, y revistas científicas y técnicas. Los periódicos críticos incluían por primera vez temas relacionados con la política. La prensa alcanza un alto grado de especialización y dedica una atención preferente a los problemas institucionales.
Entre las causas que favorecen el desarrollo periodístico de estos años hay que señalar el crecimiento demográfico que incide en el aumento de la demanda informativa. De 1778 a 1791 se produce también una coyuntura económica favorable a la prensa: mejoran las condiciones editoriales al reducirse las tarifas postales, se promulga una legislación sobre prensa e imprenta
capaz de relanzar las publicaciones periódicas, y en 1785 se crea, para éstas, un régimen especial de censura.
A pesar de la abundancia de publicaciones, la prensa del siglo XVIII sigue siendo selectiva y minoritaria y no se transforma en auténtico medio de comunicación de masas hasta el siglo XIX.
En el período final del reinado de Carlos III continúan publicándose algunos de los periódicos de la etapa anterior. Son publicaciones oficiales o vinculadas a la administración que renuevan su contenido, actualizan su presentación, perfeccionan su lenguaje, incluyen temas que pretenden atraer el interés de los lectores y alcanzan ahora una espléndida madurez. En esa línea se produce la evolución del Mercurio histórico dirigido desde 1773 por José Clavijo y Fajardo, que sustituyó a Tomás de Iriarte. El Mercurio se llamó desde 1784 Mercurio de España, amplió su contenido, renovó su estilo y abandonó su costumbre habitual de incluir artículos copiados literalmente del Mercure de La Haya. La Gaceta de Madrid y el Mercurio histórico fueron instrumentos utilizados por el poder para la divulgación cultural y la promoción de su política informativa, y su lectura era habitual tanto entre el gran público como entre las minorías de intelectuales. El Mercurio fue perdiendo importancia en los últimos años del siglo XVIII por la competencia de publicaciones especializadas, como el Mercurio literario, que abarcaba todos los temas relacionados con la cultura. En 1807 desapareció por un Real Decreto. A pesar del carácter oficial de estas dos publicaciones periódicas, existía entre ellas una considerable diferencia de tiradas: en 1780, la Gaceta tiraba 10.000 ejemplares frente a los 5.000 del Mercurio; el Gobierno siempre había considerado a la Gaceta como su verdadero y más importante portavoz.
Además de los periódicos oficiales, dedicados a la información y dirigidos desde la Administración, sigue publicándose en estos años el Diario de Madrid, continuación del famoso Diario noticioso de Nipho, cuyo socio Lozano Yuste muere en 1780. El Diario dejó de publicarse desde 1781 a 1786 y reapareció dirigido por el francés Jacques Thevin. A partir de 1788 comienza a titularse Diario de Madrid y adquiere una nueva dimensión periodística más en línea con las nuevas demandas informativas.
En el Diario de Madrid alcanza gran importancia la sección dedicada a la correspondencia que había comenzado su andadura en los primeros tiempos del Diario noticioso de Nipho. Las cartas de los lectores planteaban una forma moderna de comunicación entre el periodista y su público.
5.4. Prensa de divulgación e información
En el último tercio del siglo XVIII aparece el Correo de los ciegos llamado más adelante Correo de Madrid. Se trata de un periódico de especial interés por sus artículos dedicados a la divulgación de la actualidad literaria, económica, científica, técnica, etc., y que incluye además un amplio espacio para la correspondencia de los lectores y algunos importantes artículos sobre
crítica social y de costumbres. Sin embargo, la gran innovación del Correo es la publicación de artículos dedicados a la crítica institucional: en forma de cartas o de discursos.
El número uno del Correo se publica en Madrid el 10 de octubre de 1786; tenía periodicidad bisemanal y estaba formado por un número variable de páginas, entre 4 y 12 en tamaño 4º. El responsable de la publicación era Antonio de Manegat, y entre los redactores destacan los nombres de Manuel Casal y Manuel María Aguirre. Entre los colaboradores hay que señalar a varios autores neoclásicos tan importantes como Cadalso, Leandro Fernández de Moratín, Corner, Iriarte, etc.
El Correo de los ciegos comienza a llamarse Correo de Madrid a partir de 1787, y deja de publicarse el 24 de febrero de 1791.
El Correo de Madrid se inscribe en la tradición del periodismo crítico, dedicado a la divulgación e información, y contribuyó de forma decisiva a la difusión de la literatura neoclásica. Aunque el periódico recibió durante algún tiempo una subvención del gobierno, no se le puede considerar periódico oficial.
El otro gran periódico dedicado a la actualidad y a la divulgación de temas literarios es el Diario de las musas. De periodicidad diaria, apareció el 1 de diciembre de 1790 y se prolongó hasta el 24 de febrero de 1791 (decreto que prohibía todos los periódicos excepto los de carácter oficial). Estaba formado por cuatro páginas en 4º. El principal autor del Diario fue Luciano Comella, cuyo nombre aparece unido al de Lorenzo de Burgos.
El Diario dedica un buen número de sus páginas a artículos filosóficos y morales, históricos, jurídicos, etc., con la sana intención de realizar una tarea educativa entre los lectores.
5.5. Prensa Literaria y erudita
En el último tercio del siglo XVIII se desarrolla un tipo de prensa que tiene un antecedente remoto en el Diario de los literatos de España de 1737; se trata de una prensa de tendencia ilustrada en la que los temas literarios ocupan un puesto destacado. Desde la separación del Diario en 1742, no dejan de publicarse periódicos en los que la creación literaria relega a un lugar secundario al resto de los temas. El objetivo de estas publicaciones era informar a los lectores sobre las obras nuevas de autores extranjeros y españoles y, en ocasiones, publicar algunos extractos.
5.5.1. El correo literario de la Europa
Apareció el 31 de mayo de 1781 y prolongó su publicación hasta julio de 1782, en una primera etapa, y desde octubre de 1786 a enero de 1787 en la segunda. Los investigadores de la prensa no están de acuerdo sobre la identidad del autor del Correo: Nipho, Joaquín de Escarpín, Francisco Antonio Escarpín y el duque de Almodóvar, son algunos de los nombres que se barajan. Del análisis de un escrito del Juez de Imprentas parece deducirse que el autor del periódico era el yerno de Nipho, Francisco Antonio.

El periódico incluía comentarios críticos sobre la sociedad y sus costumbres y participó en la polémica desencadenada por el famoso artículo de Masson de Morvilliers sobre España, publicado en la Encyclopédie méthodique, en París, por Charles Joseph de Panckoucke; Masson de Morvilliers denunciaba el error y la ignorancia de España, su incapacidad para sacar provecho de sus propias riquezas, la ineptitud del gobierno, el fanatismo del clero y la tiranía de la Inquisición, y cuestionaba la aportación española a la cultura europea.
5.5.2. El Memorial literario
Es una publicación dedicada específicamente a la divulgación literaria. El Memorial tenía periodicidad primero mensual y más adelante bimensual, y su publicación comprende varias etapas: desde 1784 a 1791, de 1793 a 1797, y de 1801 a 1808. Cada número tenía alrededor de 125 páginas en 8º.
Fundado por Pedro Trullench y Joaquín Ezquerra tuvo como principal redactor a Ezquerra, posiblemente un clérigo relacionado con uno de los núcleos intelectuales literarios más importantes del momento, los Reales Estudios de San Isidro, que habían sustituido al Colegio Imperial.
El éxito del Memorial parece confirmado por su larga duración -desaparece y reaparece en circunstancias históricas muy distintas- y por el elevado número de suscriptores -en 1785 tenía 715 suscriptores-.
5.5.3. El Espíritu de los mejores diarios literarios que se publican en Europa
Cristóbal Cladera publicó desde 1787 a 1791 uno de los periódicos literarios más importantes del reinado de Carlos III: Espíritu de los mejores diarios literarios que se publican en Europa. Dedicado a los literatos y curiosos de España. Que contiene las principales noticias que ocurren en las Ciencias, Artes, Literatura, Comercio: varias anécdotas curiosas, el anuncio de las obras que se publican, las invenciones que se hacen y los adelantamientos de las Ciencias. Bajo un título complejo, se ocultan unos objetivos muy concretos. El autor del periódico está convencido del papel destacado de Europa en el desarrollo y difusión de la cultural.
El Espíritu de los mejores diarios es uno de los más importantes periódicos ilustrados españoles. El número 1 del periódico aparece el 2 de julio de 1787, primero tres veces por semana, y a partir de mayo de 1788, cada semana; costaba tres cuartos y oscilaba entre 6 y 16 páginas en tamaño 4º.
El Espíritu de los mejores diarios recibía protección oficial de Floridablanca, lo que le permitía una cierta capacidad de maniobra e independencia frente a las presiones de la Inquisición. Entre sus suscriptores se encontraban destacados intelectuales -Jovellanos, Campomames, Foronda-, clérigos, ilustrados, aristócratas, altos funcionarios, miembros de profesiones liberales, filósofos e hidalgos sin título, algunas instituciones como las Sociedades Económicas de Amigos del País y varios centros de estudios superiores. En 1788 tenía 765 suscriptores; en 1789, 630.
El fundador y director de este periódico, Cristóbal Cladera, había nacido en La Puebla, Mallorca, en 1760. En 1808 fue elegido diputado para la Asamblea que debía elaborar la Constitución de Bayona, y en el reinado de José I ocupó cargos políticos importantes; fue expatriado durante la restauración fernandina, y volvió a su patria, donde murió en 1816.
5.5.4. La Espigadera
De 1790 a 1791 se publica La Espigadera, un periódico filosófico y liberal, cuyo autor pretendía ampliar las posibilidades de divulgación de la prensa incluyendo en sus páginas opúsculos españoles y extranjeros sobre diversas materias, con especial atención a los temas literarios. Bravo, su autor, planteaba un proyecto un tanto contradictorio, porque por una parte cuestionaba la capacidad de la prensa como elemento de divulgación y, al mismo tiempo, pretendía fomentar la cultura y la educación entre el pueblo y utilizaba muchos de los viejos recursos periodísticos de sus colegas: cartas al editor, diálogos, citas, tertulias, discursos y reflexiones.
La Espigadera era una publicación original dentro del bloque de los periódicos de contenido literario. Publicó sólo 17 números, desde 1790 a 1791; de periodicidad semanal, estaba formado por un número variable de páginas, entre 32 y 40, y costaba un real. Desaparece también en febrero de 1791, al promulgarse la legislación sobre prensa e imprenta inspirada por Floridablanca.
5.5.5. El semanario erudito (Prensa erudita)
Coincidiendo con el desarrollo de los acontecimientos revolucionarios franceses y con la política restrictiva del gobierno en materia de prensa, se produce un giro importante en el contenido de algunas publicaciones de los últimos años del siglo XVIII. El público pierde interés por los periódicos críticos y busca la divulgación y promoción de las obras literarias nacionales. El precursor de estos periódicos eruditos era el Caxón de sastre.
Bastantes años después, Antonio Valladares de Sotomayor creó un periódico de objetivo y contenido similares al de Nipho, en un contexto sociopolítico muy distinto. Los nuevos ilustrados exigían ahora un rigor en la selección de las obras literarias, y esperaban una valoración justa y un análisis profundo de sus contenidos.
El objetivo del Semanario era divulgar las obras olvidadas de los escritores españoles, sobre todo las del siglo XVII, desconocidas por sectores muy amplios de la sociedad.
El Semanario sufrió, como todos sus colegas, las consecuencias del Decreto de febrero de 1791, y consiguió permiso para reaparecer por una Real Orden de 30 de junio de 1792, aunque no está comprobado que volviera a publicarse.
5.5.6. El gabinete de lectura española.
Es una publicación en la línea del Semanario erudito de Valladares. Su título completo es expresivo del contenido y de los objetivos de su autor: Gabinete de lectura española o colección de muchos papeles curiosos de escritores antiguos y modernos de la Nación. Comenzó a aparecer a
finales de 1787, y publicó sólo seis números en seis años, 1787-1793. Cada ejemplar estaba formado por 50 ó 70 páginas precedidas de un prólogo.
Parece que su autor fue Isidoro Bosarte, erudito, arqueólogo, hombre aficionado a la cultura, dedicado a las Bellas Artes y secretario de la Academia de San Fernando.
5.6. La prensa económica.
La prensa dedicada a temas económicos está vinculada al proyecto ilustrado y alcanza su máximo desarrollo en la segunda mitad del siglo XVIII. Los escritores del siglo XVIII denuncian las irritantes diferencias sociales y sugieren los medios de corregirlas.
En la segunda mitad del siglo XVIII, la economía se transforma en ciencia útil en una sociedad en que la burguesía comienza a desempeñar un papel importante a partir del incipiente desarrollo industrial y comercial. Hasta la difusión de las doctrinas de Adam Smith, el pensamiento económico continúa vinculado al mercantilismo de inspiración oficial. En la primera mitad del siglo se desarrolla una literatura económica mercantilista superada años después por la doctrina fisiocrática, y desplazada hacia la década de los ochenta por las teorías de Adam Smith.
La prensa económica del siglo XVIII comprende varios bloques de publicaciones: hojas y periódicos dedicados a avisos y anuncios, periódicos de información para comerciantes e industriales y periódicos críticos y doctrinales. Los dos primeros grupos están dedicados únicamente a publicar listas de precios y navíos, avisos, datos y noticias, a los que hay que añadir anuarios y guías muy útiles para la clase comerciante; es un periodismo meramente informativo superado definitivamente por la prensa crítica y doctrinal.
Los Discursos mercuriales de De Grae. De 1752, el Semanario económico de Pedro Araús y Juan Viceu, y las Memorias instructivas y curiosas redactadas por Jerónimo Suárez, tienen en común en esta primera etapa la variedad de los temas: agricultura, comercio, industria, química, botánica, historia natural. En general, son publicaciones poco originales que dependen de obras extranjeras.
A finales de la centuria las publicaciones económicas alcanzan plena madurez. El Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos, fue encargado por Godoy a Juan Bautista Virio, Juan A. Melón y Domingo García Hernández, y tuvo como figura más importante a Melón, que se hizo cargo de la futura publicación en la fase de su preparación, en agosto de 1796. La vida del semanario se prolonga desde 1797 hasta 1808. El Semanario representa uno de los más importantes periódicos de contenido económico de los últimos años del siglo y está dedicado exclusivamente a los temas del campo.
Otros periódicos económicos eran el Semanario económico, instructivo y comercial, de Mallorca, de 1779, y el Correo mercantil de España y sus Indias, que se inicia en 1792 y recibe protección e inspiración oficial desde 1795. En el despegue de este tipo de publicaciones juegan
un papel decisivo las Sociedades Económicas de Amigos del País; muchos de los periódicos de contenido económico salieron gracias al estímulo de estas sociedades.
5.7. El Censor y el despertar de la prensa
En 1781 se publica el primer número de El Censor, un periódico que aspira a la propagación del buen gusto y la corrección de costumbre y que propone como principal objetivo la regeneración de la sociedad española. El Censor se aparta de las publicaciones periódicas que en el último tercio del siglo XVIII se habían dedicado a la información y divulgación literaria desde una perspectiva más o menos erudita, y enlaza con los espectadores españoles, imitadores del Spectator inglés.
La identidad de los autores del controvertido periódico ha sido objeto de numerosas hipótesis: mientras unos atribuyen su redacción a un colectivo entre cuyos miembros destaca la figura de Cañuelo, otros consideran que los únicos responsables de El Censor son Luís García del Cañuelo y Luís Pereira, abogados de los Reales Consejos.
La publicación de este importante periódico representó un verdadero revulsivo para la sociedad de su tiempo. Sus autores hicieron realidad un ambicioso proyecto crítico, rompieron los límites del compromiso respetado por sus colegas y llegaron a cuestionar principios sociales, morales, políticos, económicos e religiosos considerados hasta entonces inamovibles. El Censor habla de los vicios de nuestra legislación; de los abusos introducidos con pretexto de Religión, de los errores políticos y de otros asuntos semejantes.

TEMA 6.- LA REVOLUCIÓN FRANCESA Y SU IMPACTO EN LA PRENSA ESPAÑOLA
6.1. España ante la Revolución
Los acontecimientos revolucionarios franceses provocaron en España un primer momento de desconcierto. En algunos sectores ilustrados de la corte y en varios núcleos urbanos, la opinión parecía favorable a la iniciación de un cambio de rumbo e la política francesa, que podía significar un cambio general en la política europea. La radicalización de los sucesos franceses y su inequívoco espíritu revolucionario provocaron una inmediata reacción por parte del gobierno español y desencadenaron la política represiva del ministro Floridablanca.
Cuando se producen los principales sucesos revolucionarios en Francia, la situación política española presentaba ya algunos síntomas de inestabilidad, coincidiendo con las manifestaciones de la gran crisis económica de 1789 (provocada por las malas cosechas de ese mismo año y del anterior).
A lo largo de 1790 y 1791 el descontento político crecía entre los españoles. Mientras Floridablanca observaba con recelo los sucesos de Francia, en el país se producían algunos importantes disturbios. La crítica al sistema político vigente en la España del siglo XVIII, tenía también un amplio eco entre los sectores políticos ilustrados, que aspiraban a la incorporación de reformas profundas en el sistema.
La crítica que se produce en los años finales del siglo esta vinculada a sectores intelectuales cualificados, y enlaza con una corriente de pensamiento que tiene sus raíces en el pasado. Desde esta perspectiva, la receptividad de los españoles a los principios revolucionarios franceses resulta coherente y ofrece una línea de continuidad entre el presente y el pasado inmediato. La tendencia a construir nuevas formas de organización social, política y económica no arranca en España de la revolución francesa, sino que obedece a la propia dinámica de pensamiento ilustrado. Desde el reinado de Carlos III, las ideas enciclopedistas habían penetrado en España, habían permanecido en estado latente durante algunos años, con breves brotes esporádicos, y habían proliferado entorno a 1788.
A pesar del control gubernamental, la propaganda revolucionaria -inspirada por las consignas girondinas y por la declaración formal de la Convención de ayudar a todos los pueblos deseosos de ganar la libertad- había sido elaborada en Bayona y Perpiñán en los Comités Espagnols dInstrution Publique y había encontrado en España un campo favorable.
Junto al pueblo, los núcleos intelectuales, tertulias, academias y, sobre todo, las universidades, se mostraron también receptivos a la difusión de las ideas revolucionarias, y elaboraron folletos subversivos.

La dinámica de los acontecimientos revolucionarios franceses tuvo un reflejo inmediato en la actitud de los españoles. El espíritu de subversión era general y tuvo una clara expresión en algunos conatos de rebelión, cuya manifestación más importante fue la proyectada y fracasada conspiración de Picornell de 1795. La paz de Basilea, firmada entre España y Francia en julio de 1795, y la recuperación cultural propiciada desde el poder, permitieron una breve distensión en la vida política nacional.
6.2. La Resolución de Febrero de 1791

La Real Resolución de 24 de Febrero de 1791, firmada por Floridablanca, establecía la prohibición de todos los periódicos, excepto el Diario de Madrid y los de carácter oficial, y contenía una condena radical de todas las publicaciones periódicas.
A partir de Febrero de 1791 desaparecen todos los periódicos excepto los oficiales: la Gaceta, el Mercurio Histórico y Político y el Diario de Madrid, reducido en adelante a un mero cartel de anuncios de pérdidas y hallazgos.
La restricción informativa era total para los asuntos relativos a Francia. La Gaceta de Madrid sólo podía utilizar como fuentes de información las gacetas de Ámsterdam, Colonia, Bajo Rin y Lisboa, todas las gacetas de Italia y ningún papel de Francia, y algo parecido ocurría con el
Mercurio.
Aunque la Real Resolución de 1791 había influido sobre los periódicos oficiales, tuvo sobre todo una repercusión inmediata y decisiva sobre los periódicos privados y provocó una interesante respuesta de protesta por parte de los afectados. Las peticiones fueron, en su mayoría, denegadas o silenciadas.
Además de la prensa de Madrid, también los periódicos de provincias tenían que soportar los rigores de la censura; a la política publicística de los Borbones, inspirada por un profundo espíritu centralizador, se añadía ahora la imposición de una normativa restrictiva que impedía cualquier proyecto periodístico. En 1791 desaparece la prensa tradicional, dedicada a la información y divulgación, desaparecen los periódicos que se habían ocupado con entusiasmo de criticar la sociedad y sus costumbres al estilo de los Espectadores y fracasan los nuevos proyectos periodísticos sobre ciencia, arte y literatura, presentados en Madrid y en las provincias. Los años de la revolución en Francia resultaron especialmente duros para la prensa española; las licencias solicitadas entre 1791 y 1795 fueron en su mayoría denegadas.
Además de la supresión radical de todos los periódicos, la Resolución de Febrero de 1791 tuvo otra importante consecuencia: la alianza entre el poder civil y el religioso. Tras muchas críticas al Tribunal de la Inquisición, el gobierno, presionado por los sectores políticos conservadores y temeroso, sobre todo, del contagio revolucionario, había recurrido al famoso Tribunal. De este modo, el enfrentamiento tradicional entre la Inquisición y la Corona establecía una tregua en 1789 y permitía una colaboración estrecha entre ambos colaboradores; la
necesidad de impedir la propagación de las ideas revolucionarias había provocado un cambio radical en las actitudes.
La gestión de Floridablanca y el riguroso control inquisitorial fracasaron ante la avalancha de propaganda revolucionaria. Los franceses residentes en España, los comerciantes españoles, los vendedores ambulantes, los impresores ansiosos de vender, y, sobre todo, los clubs revolucionarios parecían los responsables del fracaso.
En el ámbito periodístico, superada la Conspiración del silencio, impuesta por la Resolución de 1791, comienza un tímido renacimiento; de la dureza del periodo anterior que daban ejemplos bien patentes: de nueve solicitudes de impresión presentadas en Madrid sólo dos recibieron informe favorable: el Diario de los Nuevos Descubrimientos de todas las Ciencias Físicas, publicación mensual traducida del francés por José Garriga, y el Correo Mercantil de España y sus Indias, de Diego María Gallard.
Entre 1792 y 1796 surgen varios títulos importantes y reaparecen algunos periódicos que habían sufrido la represión de 1791; sin embargo, el espléndido resurgir de la prensa que se había desarrollado en la década de los ochenta no vuelve a repetirse hasta 1808 cuando se produce la invasión y guerra de la Independencia.
6.3. Restos del Antiguo Régimen

El siglo XIX es, por excelencia, el siglo del periodismo. Por interesante que sea el periodismo anterior, es obvio que la libertad de imprenta y el nacimiento con ella de la prensa política, en 1808, inician en España una nueva era en la que la importancia de la prensa va a ser incomparablemente mayor que la que hasta entonces había tenido. Más tarde, mediado el siglo, el telégrafo y el ferrocarril empujarán el desarrollo del periodismo informativo. En torno a estos dos ejes, opinión e información, el periodismo en el siglo XIX se convierte en cosa muy distinta de lo que había sido en las épocas precedentes.
El año 1808, con el trastorno general producido por la invasión francesa y la consiguiente insurrección popular, puede considerarse la fecha inaugural del siglo XIX español. Es un año decisivo para la historia de nuestra prensa. Antes, el decreto de 1791, había suprimido todos los periódicos, con excepción de la Gaceta oficial y el Diario de Madrid, al que se prohibía tratar temas políticos de ninguna clase.
La última aportación legislativa del Antiguo Régimen en materia de prensa es el decreto de 1805, por el que se creó un Juzgado Especial de Imprenta, con facultades para actuar en el terreno de su competencia con total independencia de cualquier otro tribunal. De la cualificación de las obras se encargaban unos censores, a los que se fijó un sueldo por la considerable cantidad de doscientos ducados anuales. Era Juez de Imprenta el abate Melón, que con Moratín y Estala formaban lo que sus contemporáneos llamaron el triunvirato, protegido por el Príncipe de la Paz, Godoy, enemigo en teorías literarias y en política del grupo de oposición de Quintana.

En 1808 el grupo de los triunviros se afrancesó, mientras que el de Quintana pasaría a ocupar un lugar destacado en las filas de los patriotas liberales.
Con posterioridad a la supresión de periódicos de 1791, se autorizó la publicación de algunos, con muchas limitaciones. Por supuesto les estaba vedado ocuparse de ningún tema político.
En estos primeros años del siglo se publicaron algunos periódicos de cierto valor, que en ningún caso rozaban cuestiones políticas. En Madrid citaremos el Memorial Literario o Biblioteca Periódica de Ciencias y Artes (1801-1804), dirigido por don Pedro Olive, y más tarde por los hermanos Carnerero; El Regañón General o Tribunal Catoniano de Literatura, Educación y Costumbres (1803-1804); La Minerva o El Revisor General, dirigido también por Olive (1805-1808). El Diario de Madrid traía en ocasiones artículos de polémica: en él escribieron Capmany y Cienfuegos, sobre si es o no castiza, si debía o no ser admitida en nuestra lengua la palabra detall o detalle, etc. Cienfuegos dirigía y en parte escribía, en su calidad de oficial de la Primera Secretaría de Estado, el Mercurio, especie de aditamento de la Gaceta, en el que solían publicarse artículos sobre literatura.
De más calidad que todos los citados era Variedades de Ciencia, Literatura y Arte, del grupo de Quintana. Entre los de provincias, merecen destacarse el Correo de Sevilla, en el que colaboraban Lista, Reinoso, Arjona y, en general, los socios de la Academia de Buenas Letras, que publicaba poemas y artículos de crítica, en los que el diario sevillano midió en ocasiones sus fuerzas con el Variedades de Quintana. El panorama en Cádiz, que bien pronto iba a ser la cuna del periodismo político español, era de lo más raquítico: se publicaba un Correo de las Damas, suplemento del Diario Mercantil, que consistía en retazos mal zurcidos de escritos; en su mayor parte, malas traducciones del francés.
Son éstos últimos, representantes en España de la prensa ilustrada del siglo XVIII, que con mejor o peor fortuna aspiraba a divulgar los conocimientos útiles.
Bajo esta superficie paupérrima, el pensamiento revolucionario se está gestando a la sombra. A partir de 1780 pueden rastrearse indicios de una nueva actitud, no ya reformista, sino prerrevolucionaria. Pese a todas las precauciones y prohibiciones, este pensamiento recibiría un impulso y una clarificación decisivos con la Revolución Francesa, cuyos principios se filtraron subterráneamente.
Sin duda, contribuyeron los ejércitos franceses a llevar las ideas de la Revolución a rincones donde aún no había penetrado, y a personas de escasa ilustración. Pero este hecho que algunos autores señalan, tendrá sus consecuencias, dará sus frutos más tarde, en el Trienio Liberal, y podrá en parte explicar la difusión que las ideas de la Revolución Francesa habían alcanzado entonces en amplios sectores. Pero los liberales intelectuales de las Cortes de Cádiz no habían necesitado esperar a la invasión francesa para recibir la semilla. La lectura de los sucesos de la Revolución estaba sin duda mucho más difundida de lo que podían suponer al otro lado de los Pirineos, como lo había estado la de los autores del siglo XVIII francés que habían preparado el terreno.

Tras la Revolución Francesa se intentó cerrar a cal y canto las fronteras, estableciendo un especie de cordón sanitario para impedir la entrada de las ideas revolucionarias. Pero se inventaron las más variadas estratagemas para burlar las disposiciones1, y como el Tribunal de la Inquisición de Logroño informó a la Suprema:
1 La vigilancia de aduanas tenía que extenderse a los sombreros, en cuyos forros podían ocultarse artículos de la Constitución; a los abanicos y cintas, que podían llevar consignas o palabras revolucionarias, etc.
la muchedumbre de papeles sediciosos que vienen de Francia no da lugar a informar todos los expedientes contra los sujetos que los introducen, retienen y divulgan, a lo que se junta la inopia de teólogos inteligentes en la lengua francesa que puedan calificarlos.
Martínez de la Rosa, en un artículo comunicado en el número VII de El Español de Blanco White, atribuye precisamente a la rígida censura el éxito de las ideas de la Revolución Francesa en España, así como el que no se sospechase de los verdaderos propósitos de Napoleón.

TEMA 7.- LA PRENSA DURANTE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
En el sexenio 1808-1814 se producen una serie de acontecimientos de enorme trascendencia: motín de Aranjuez por el que Carlos IV se ve obligado a abdicar en su hijo Fernando VII; devolución por parte de éste de la corona a su padre, que a su vez renunciará a sus derechos al trono español a favor de Napoleón; insurrección popular; creación de las Juntas Provinciales y de la Junta Central; convocatoria de Cortes que, reunidas en Cádiz, elaboran una Constitución revolucionaria basada en el principio de la soberanía nacional… El período se cerrará con el regreso de Fernando VII, y la vuelta durante otro sexenio al sistema del Antiguo Régimen.
La invasión francesa, las abdicaciones de Bayona y la consiguiente insurrección popular proporcionan en España la gran ocasión a la revolución burguesa liberal que venía gestándose desde años atrás. Con independencia de la ideología de las personas que las constituyen, las Juntas Provinciales, que se improvisan para encauzar la espontánea resistencia popular, y la Junta Central que de ellas emana, son organismos revolucionarios por el hecho de su legitimación popular. Guerra y Revolución se inician, pues, al mismo tiempo en el decisivo año de 1808.
En 1810, con la casi totalidad del territorio español ocupado por los franceses o en guerra contra ellos, hombres de tendencias reformistas o revolucionarias se dan cita en el clima propicio de Cádiz y proceden a trazar el gran cuadro teórico sobre el que pretenden modelar una nueva España. La labor de las Cortes gaditanas supone la coronación de todo el movimiento reformista ilustrado, pero también su desfasamiento. Algunos de los espíritus más clarividentes, como Jovellanos, vieron en esta coyuntura la gran oportunidad para el logro de los ideales reformistas, pero también el gran peligro de su desbordamiento, e intentaron en vano contener la corriente. Los fundamentos filosóficos y el programa social y económico de la legislación gaditana son los de la Ilustración. Pero ya no se trata de reforma, sino de revolución. Para los ilustrados, el instrumento de la reforma es el poder real, absoluto e indiscutido, que la imponga desde arriba. Los liberales se proponen llevarla a cabo mediante una previa transferencia de poder, una revolución, y no vacilarán en emplear esta palabra, tanto para referirse al levantamiento popular frente a lo convenido en Bayona, como en el sentido más estrictamente político de subversión de los principios del régimen antiguo. La revolución tiene para ellos un doble fin: liberarse de la tiranía extranjera y del despotismo interior, en lucha no sólo por la independencia, sino por la libertad, distinción en la que insistirán.
La Guerra de la Independencia es un fenómeno enormemente complejo. Por un lado, es una guerra internacional, librada por dos grandes potencias sobre el suelo de una potencia de
segundo orden. Por otro, es una guerra civil. Ante la introducción en el trono de España de una nueva dinastía en la persona de José Bonaparte, los españoles se dividen en dos bandos: los que aceptan el cambio -los afrancesados– y los que se rebelan contra él. Entre los afrancesados hay que distinguir los que aceptan la situación forzados por el miedo, la necesidad o el conformismo y los que eligen esta opción por convencimiento de que es la más conveniente en aquellas circunstancias. En general, se trata de personas de mentalidad reformista ilustrada, que esperan de la nueva dinastía las saludables reformas que consideran necesarias, y que quieren evitar a su patria la catástrofe de una guerra en su opinión perdida.
En el bando de los que conscientemente optan por la resistencia, el panorama es mucho más complejo todavía. Unos se levantarán para defender el sistema tradicional en contra de las reformas proyectadas por Napoleón. Otros, imbuidos de las ideas de la Revolución Francesa, aspiran no a unas reformas tímidas otorgadas desde el trono, sino a una revolución, y se levantarán en nombre del principio de soberanía nacional; serán los que se llamarán a sí mismos patriotas, con un neologismo de sentido procedente del francés, que durante mucho tiempo va a estar teñido de connotaciones revolucionarias. Ambos bandos se enfrentarán ideológicamente en las Cortes de Cádiz, adoptando los nombres de serviles y liberales. En la base, el pueblo, por primera vez protagonista de la historia. Los liberales afirmarán que el pueblo se ha levantado, reasumiendo su soberanía por tantos siglos usurpada, para defender su libertad y sus derechos imprescriptibles; los serviles asegurarán que luchan en defensa de las instituciones tradicionales y de su religión, con Inquisición incluida. El tiempo y los acontecimientos parecieron dar la razón a estos últimos.
7.1. El Nacimiento de la Prensa Política
Como consecuencia del levantamiento popular de 1808, se establece de hecho casi inmediatamente una libertad de imprenta que trae consigo una proliferación extraordinaria de periódicos y folletos que, cualquier que sea su ideología, suponen el reconocimiento del principio revolucionario fundamental: antes de que se defina en las Cortes de Cádiz la soberanía nacional. El pueblo actúa como soberano, recogiendo y asumiendo la soberanía que sus reyes han dejado en el arroyo. Y a ese nuevo soberano se dirigen los innumerables escritos que tratan de ilustrarle, adoctrinarle, prevenirle. Un factor nuevo y ya fundamental ha hecho su aparición: la opinión pública y a formarla, encauzarla, dirigirla se dedica esta prensa de principios del siglo. Como ocurrió en Francia en 1789, el despertar súbito de la nación condensa toda la actividad intelectual en el periodismo, o en obras de circunstancias, canciones y poesías patrióticas, con idéntico fin de llegar a un público rápidamente e influir sobre él. Los escritores más especulativos se sienten arrastrados al terreno de la práctica y la política, y la vida pública lo absorbe todo, quedando paralizada toda otra clase de literatura, todo ensayo científico.
El Juzgado de Imprenta, creado por la Ley de 1805, no tenía medios de ejercer su censura.

Los periódicos fueron el principal vehículo de instrucción para los lectores españoles en el tiempo que duró la guerra. El círculo de personas instruidas en ciencias políticas y morales, hasta entonces exiguo, se amplió enormemente gracias a los periódicos, y el fermento de su lectura durante estos años, junto con la de traducciones de obras prohibidas por la Inquisición, a las que hasta entonces solamente habían tenido acceso los conocedores de la lengua francesa con arrojo bastante para burlar las prohibiciones, actuaría a través de los seis años de la primera reacción absolutista para poder ofrecer una base mucho más amplia al liberalismo en su próxima aparición en 1820.
La Junta Central intentó frenar un tanto esa libertad de que se gozaba de hecho desde el principio de la insurrección, aunque en su seno tuviera entusiastas defensores, como el aragonés Calvo de Rozas, o el propio Quintana, que actuaba como su secretario. Pero a pesar de esos intentos, la libertad que las Cortes habían de decretar a poco de reunidas, el 10 de noviembre de 1810, continuó ejerciéndose antes de esa fecha.
Entre estos periódicos de la primera época, algunos eran de carácter oficial, dependientes de las Juntas Provinciales (la Gaceta de Sevilla, la Gaceta de Valencia, el Diario de Málaga, etc.) o de la Junta General (Gaceta del Gobierno). Otros se debían a iniciativa privada (el Diario de La Coruña, publicado por Manuel Pardo de Andrade; el Semanario Político, Histórico y Literario de La Coruña, del mismo; el Semanario Patriótico, de Quintana…). Unos meramente de noticias de la guerra, pero otros ya claramente políticos. En ellos, como en muchos folletos de carácter no periódico laten profundas divergencias ideológicas, confusas de momento, y en las que la mayoría ni reparaba, que una vez instaladas las Cortes, van a perfilarse claramente y a polarizarse progresivamente. Todos luchaban por la independencia de la nación, pero mientras los unos lo hacían por su libertad política y civil, los otros no querían ni oír hablar de reformas políticas, cuanto menos de revolución.
7.1.1. Semanario Patriótico
De la tertulia de Quintana, que después del 2 de mayo de 1808 se convertiría en el Centro de Patriotas, va a salir el periódico tal vez más representativo de este período, y el que más prestigio e influjo alcance: el
Semanario patriótico.
Serio, doctrinal y didáctico, sin concesiones a la burla y a la sátira, era el Semanario Patriótico. Quintana y su grupo iniciaron la publicación del Semanario en Madrid el 1 de septiembre de 1808, muy poco después de la primera retirada de los franceses. Colaboraban en él, con Quintana, Revollo y Álvarez Guerra. Alcanzó un éxito extraordinario, contando a los pocos días con más de tres mil suscriptores. En su número 1, el Semanario declara la guerra santa a toda dominación extranjera, a todo régimen arbitrario. El arma más importante para lograr ese doble objetivo será la opinión pública, mucho más fuerte que la autoridad malquista y los ejércitos armados.
Para fortalecer a esta opinión, no hay mejores medios que los que proporciona la imprenta en los papeles periódicos, destinados por su naturaleza a excitar, sostener y guiar la opinión pública.

Constaba este periódico de dos partes: política una, y literaria la otra. La primera, la más importante con mucha diferencia, se subdividía en histórica y didáctica. La histórica estaba formada por noticias de la guerra, tanto nacionales como extranjeras, con las que pretendía el Semanario constituir unos anales donde estén depositados los hechos memorables de la crisis presente.
La sección didáctica iba encaminada a establecer principios, disipar errores, destruir preocupaciones. Así, en su número primero dedica esta sección a precaver el peligro de que las Juntas Provinciales quieran actuar con independencia y aboga por la instauración de la Junta Central. En este artículo se parte ya de la base de la soberanía nacional y se lanza la idea de la necesidad de una convocatoria de Cortes con las atribuciones que en efecto han de tener las de Cádiz.
En la sección literaria, que no siempre aparecía y que en todo caso era mucho menos importante y extensa que la política, se daba cuenta de las obras juzgadas de interés para el público.
En esta primera época madrileña publicó el Semanario trece números; tuvo que suspender la publicación al invadir los franceses por segunda vez la capital. Reapareció en Sevilla el jueves 14 de mayo de 1809. No puede ocuparse ahora directamente Quintana de él, por el mucho trabajo que le daba su cargo de secretario de la Junta Central, y encargó de su publicación a dos de las personalidades más atrayentes y singulares de este período. La parte histórica corría a cargo de Isidoro Antillón y la didáctica de José María Blanco, que más tarde, durante su definitivo exilio londinense, doblaría su apellido en Blanco White.
Isidoro Antillón, nacido en 1778, se había distinguido en los últimos años del reinado de Carlos IV como ilustre geógrafo, jurisconsulto y erudito. Pertenecía ya entonces a los círculos de crítica oposición al sistema, en que se gestaba el pensamiento liberal, como la Real Academia matritense.
De 1808 a 1814 se mostró Antillón como un ardiente liberal, primero en las páginas del Semanario, posteriormente en el periódico de Mallorca, donde residía como magistrado, Aurora Patriótica Mallorquina, y finalmente como orador en las Cortes de Cádiz, a las que se incorporó como diputado por Aragón ya muy tardíamente, a mediados de 1812. De haberse incorporado antes, hubiera sido el gran orador de aquellas Cortes. En el corto tiempo que asistió, eclipsó a Argüelles.
Por sus cualidades, por su temperamento impetuoso e insobornablemente revolucionario, resulta ésta una de las figuras más atractivas de aquella época. Intelectual, erudito, en el momento de la prueba no se refugió en su torre de marfil, sino que se comprometió en el combate. Odiado y atacado sañudamente en Mallorca por su participación en la Aurora, fue víctima de un intento de asesinato en la Isla de León al inaugurar sus sesiones las Cortes ordinarias en 1813, a las primeras de las cuales asistió como suplente. A causa de su salud muy precaria, murió al ser hecho prisionero en la represión de 1814. Enterrado en humilde fosa en el cementerio de su pueblo, Santa Eulalia, en la provincia de Teruel, en 1821 el Ayuntamiento constitucional exhumó el cadáver para darle sepultura con solemnidad en la capilla de sus
antepasados en la iglesia. Pero durante la nueva reacción del 23, los realistas rompieron a martillazos su sepulcro, arrastraron los restos hasta la plaza pública y los arrojaron a una hoguera para esparcir luego al viento las cenizas.
José María Blanco White es una de las personalidades más originales y conflictivas de esta época conflictiva. Espíritu crítico y atormentado fue uno de los mejores escritores de su tiempo, pese a lo cual ha sido olvidado o injustamente tratado.
La Junta Central había propiciado la reaparición del Semanario en Sevilla como medio de preparar a la opinión pública para las reformas que se proyectaban. Pero pronto el insobornable espíritu revolucionario de sus redactores iba a chocar con aquel organismo de composición contradictoria y multiforme. Según el propio Blanco cuenta su muy interesante Autobiografía, Antillón y él, al hacerse cargo de la redacción del Semanario en Sevilla, declararon de común acuerdo que jamás aceptarían escribir al dictado, empeñando recíprocamente su honor en no publicar lisonja alguna de los hombres que ocupaban el poder y en impedir que el Semanario sirviese jamás para engañar al pueblo, lo que podemos considerar como la primera cláusula de conciencia en la historia del periodismo español.
Las vicisitudes que llevaron a Blanco al cese del periódico, por no querer en modo alguno someterse a ninguna limitación ni mediatización por la Junta, han sido narradas por el propio Blanco en su
Autobiografía.
Aviso al público.
Cuando empezamos este trimestre, ya preveíamos que el Semanario podía encontrar obstáculos insuperables en su continuación, y aun tuvimos que arrostrar entonces algunos para no abandonarle desde luego. Las circunstancias se han ido después complicando, de modo que nos vemos en la dura necesidad de anunciar al público que tenemos que suspender nuestros trabajos. El amor a la justa causa de nuestra Patria y cuando esto no fuera bastante, el agradecimiento al favor que la nación nos ha dispensado, nos hacían arrostrar cualquier género de inconvenientes, que sólo se limitasen a nuestra incomodidad o peligro; mas si quisiéramos desentendernos de los que al presente se ofrecen, el Semanario no podría llenar nuestras miras, ni sostenerse en la opinión de los que hasta ahora lo han favorecido. Cedamos, pues, a las circunstancias: nuestros amigos (tales llamados a los que nos han honrado con su aprecio) sufrirán mejor que se interrumpa otra vez el Semanario que verlo mudado en otra cosa que lo que hasta ahora sido.
El Semanario de la época sevillana no difiere sustancialmente del madrileño. Sigue dirigiéndose a un público ilustrado, de ideas avanzadas, sin concesiones para atraerse a un público más amplio. Su tono es si acaso más directo e impaciente, porque las circunstancias apremiaban más, la hora de la batalla decisiva entre los partidarios de las reformas y sus enemigos se aproximaban, y porque los temperamentos de Antillón y Blanco eran menos dados que el de Quintana a ninguna clase de prudencias o transigencias.
7.1.2. Otros periódicos
El Semanario Patriótico fue el periódico más estimado de estos años anteriores a la convocatoria de Cortes, pero existieron otros semejantes, si no en prestigio y difusión, si en carácter y propósitos. El hueco dejado por el Semanario en Sevilla, entonces capital de la España
patriota, por residir en ella el gobierno, fue llenado en cierta manera por El Espectador Sevillano, de Lista, diario que empezó a publicarse el 2 de octubre de 1809, al parecer a instancias de la Junta Central, y que duró hasta finales de enero de 1810, interrumpida su publicación por la entrada de los franceses en Sevilla. Lista se afrancesó entonces y comenzó a publicar, el 13 de febrero, al servicio del gobierno intruso, la Gaceta de Sevilla.
Contribuyeron también a llenar el hueco del Semanario Patriótico, el Diario de Sevilla y El Voto de la Nación Española. Todos estos periódicos eran, como el Semanario, doctrinales y políticos.
Algunos de estos periódicos, como los publicados en Cádiz a partir de la instalación de las Cortes, tenían reimpresiones en otras ciudades españolas y americanas y contribuyeron enormemente a formar la opinión liberal que en América había de adoptar la forma independentista. El Voto de la Nación Española, publicado en Sevilla en 1809, fue reimprimido en México en 1810. La libertad de imprenta no se implantó en México hasta finales de 1812, pese a haber sido decretada por las Cortes en noviembre de 1810 y duró sólo dos meses. Durante este breve período se publicó, entre otros periódicos, El Pensador Mexicano, que dedicó cada uno de sus nueve números a un tema; en el primero, dedicado a la libertad de imprenta, se hacía eco de los argumentos de El Voto de la Nación Española. La difusión del pensamiento liberal en América debe sin duda muchísimo a esta primera prensa política española.
7.2. La Prensa en el Cádiz de las Cortes
7.2.1. Primera legislación liberal de imprenta
Al trasladarse el gobierno a Cádiz, y sobre todo después de reunidas las Cortes, surgen en esta ciudad, como es natural, multitud de periódicos. Constituidas primero en la Isla de León, hoy San Fernando, el 24 de septiembre de 1810, hasta que se trasladaron a Cádiz en febrero de 1811, la prensa cumplía la misión de informar a los curiosos gaditanos y a los numerosos forasteros de lo que ocurría en el Congreso. Adelantado en esta tarea fue El Conciso, que clamaba por la libertad de prensa y hacía uso de ella antes de que fuera decretada.
Una de las primeras tareas de las Cortes fue precisamente dar carácter legal a esa libertad que existía ya de hecho. El decreto se publicó el 10 de noviembre de 1810 y era de una gran amplitud. Los impresos podían publicarse sin sujeción a previa censura. Se establecía que hubiese en cada provincia una Junta de Censura y otra para todo el reino en la residencia del Gobierno nombrada por las Cortes, concerniendo sólo a las Juntas Provinciales la calificación de obras que les fueran denunciadas, y a la Suprema fallar en apelación de las calificaciones hechas por las subalternas, pasando en seguida a los tribunales ordinarios las causas, a fin de aplicar penas a los autores cuyas obras fueran consideradas delictivas. La Junta Suprema estaba constituida por nueve miembros, tres de ellos eclesiásticos, y las Provinciales por cinco, dos eclesiásticos. En toda obra debía figurar el pie de imprenta, de modo que hubiera siempre un responsable: el autor o el editor.

La libertad de imprenta se limitaba a lo político. Los escritos sobre materia religiosa quedaban sujetos a la previa censura de los obispos, si bien se preveía la posibilidad de recurrir ante la Junta Suprema que, caso de disentir de la opinión del ordinario, podía remitirle la obra con una invitación a la recapacitación. Ello suponía un avance con respecto a la situación anterior en que la censura dependía del Tribunal de la Inquisición.
A pesar de que el Tribunal de la Inquisición no había tenido nada que objetar a la Constitución de Bayona, y había dado su apoyo al régimen napoleónico y condenado el levantamiento popular, José Bonaparte, a su llegada el 4 de diciembre de 1808, publicó un decreto aboliéndolo y confiscando sus propiedades a favor de la corona, si bien este decreto no tuvo efecto en la práctica.
Al decretar las Cortes de Cádiz la libertad de imprenta el 10 de noviembre de 1810, la Inquisición perdía su último recurso, el de la censura. La discusión sobre la abolición del Tribunal no fue abordada de manera definitiva hasta después de aprobada la Constitución y entre sus más apasionados detractores (de la Inquisición) estuvieron los clérigos ilustrados que tuvieron asiento en las Cortes, los Muñoz Torrero, Villanueva, Luján, Gallego, Oliveros, Ruiz Padrón, Ramos de Arizpe, Godillo, etc. Estos eran eclesiásticos que se consideraban obligados a luchar contra lo que juzgaban abusos, prácticas viciosas y supersticiones que desprestigiaban y desvirtuaban a la religión. La figura del cura liberal es muy característica de las Cortes de Cádiz. Todavía en el Trienio Liberal el clero desempeñó un papel importante en las filas del liberalismo, incluso en su rama exaltada, pero luego desapareció prácticamente de la vida política.
La frontera entre reformistas y antirreformistas no siempre es fácil de trazar en las Cortes de Cádiz, pues muchos diputados aparecen encuadrados en un bando o en otro según la cuestión que se discutiese. Esto es especialmente acusado entre los eclesiásticos, algunos de ellos furiosamente serviles en la defensa de los privilegios de su clase y de la Inquisición y nada celosos, en cambio, de las prerrogativas reales; lo cual no es de extrañar, puesto que éstas habían servido en el último siglo para frenar los abusos eclesiásticos y nobiliarios.
En la prensa, la polémica entre liberales y serviles, siempre violenta y propicia al insulto, alcanzó entonces su mayor nivel de virulencia. Santa Chicharra, Tostadero y Freidero eran los nombres con que los periodistas satíricos liberales designaban a la Inquisición. Mientras que el hecho de no ser su partidario acérrimo era para los serviles señal inequívoca de ser hereje, cismático, jansenista, fracmasón y ateísta, todo en una pieza.
Al fin, las Cortes decidieron por 90 votos contra 60 que el Tribunal de la Inquisición es incompatible con la Constitución, lo que suponía, naturalmente, su abolición. Al regreso de Fernando VII, un decreto del 21 de julio de 1814 la restablecía. Nueva abolición al restaurarse el régimen liberal el 9 de marzo de 1820. Con el nuevo triunfo del absolutismo en 1823, a pesar de la revocación de todos los decretos aprobados durante el Trienio Liberal, la Inquisición no fue en realidad restablecida y arrastró una vida fantasmal hasta su definitiva abolición por la reina regente el 15 de julio de 1834.
El 10 de junio de 1813, un nuevo decreto completa y rectifica en algunos puntos al que inaugura la libertad de imprenta en 1810. Establecía la responsabilidad de las Juntas de Censura
ante las Cortes, la renovación regular de sus miembros, que no podían ser personas con jurisdicción civil o eclesiástica. Asimismo, se creaba la figura del fiscal nombrado por el Ayuntamiento con la misión de denunciar los escritos presuntamente delictivos, ya que las Juntas no podían acusar de oficio.
Una previsión importante, producto de la experiencia del tiempo transcurrido desde la ley de 1810, es la de que los eclesiásticos que escriban de materias no religiosas queden sometidos al procedimiento común, así como que las pastorales o instrucciones de las autoridades eclesiásticas que contuvieran doctrinas contrarias a la Constitución o a las leyes fueran suspendidas por el rey o la regencia.
También el 10 de junio de 1813 se publica un decreto sobre propiedad intelectual, reconocida al autor de por vida y por diez años a sus herederos tras su muerte, que afecta a la prensa en cuanto se reconoce la propiedad de los periódicos, y por tanto se prohíbe su impresión literal sin autorización.
Lo que caracteriza al régimen liberal que entonces se instauraba en España es la apelación a la opinión pública, la publicidad frente al secreto del régimen absolutista.
7.2.2. Características generales de la prensa de este período
No bien fue publicada la ley de libertad de imprenta, surgieron nuevos periódicos y se hicieron más atrevidos y combativos.
Eran los periódicos en general de pequeño formato (entre el tamaño en octavo y el nada habitual de un folio, que tuvo El Redactor General), y escaso número de páginas (entre medio pliego, equivalente a cuatro páginas, y un pliego, es decir, ocho páginas), de muy desigual mérito literario y sin comparación posible en su calidad y perfección en la distribución de las materias que en ese tiempo habían alcanzado los periódicos ingleses.
Se ocupaban casi exclusivamente de cuestiones políticas, bien en tono doctrinal y serio o polémico y satírico. Por supuesto, parte importante de ellos se dedicaban a extractos y comentarios de las sesiones de Cortes. Sección habitual era la de noticias sobre la guerra en la Península y en Europa. Los que incluían anuncios, lo hacían como un servicio a los lectores, como en el siglo XVIII, sin cobrar por ello; criados, amas de cría, despacho de nieve, eran los más frecuentes. Todos los periódicos tenían una sección de artículos comunicados, semejantes a las cartas al director de nuestros días, pero con mucho más peso dentro del periódico, que les eran enviados en gran cantidad por los muchos espontáneos que creían que tenían algo que decir y que solían firmar con sus iniciales o con seudónimos más o menos pintorescos.
Desconocemos las cifras de tirada, pero habían de ser necesariamente muy pequeñas por toda clase de razones. Las prensas, de madera y a brazo, podían tirar un máximo de 3.000 pliegos en 24 horas sin parar.
Estos periódicos que, como hemos dicho, eran en su totalidad de carácter político, estaban adscritos a uno u otro de los dos bandos: liberal o servil.

7.2.3. Periódicos liberales.
7.2.3.1. Segunda época del Semanario Patriótico
Desaparecidos los obstáculos que habían llevado a su suspensión en Sevilla, reaparece el Semanario Patriótico, a cargo de Álvarez Guerra, liberal que fue luego ministro de Gobernación. Su estilo sigue siendo el mismo, grave y doctrinal. Tiene ahora una sección bajo el título Cortes, siempre en defensa de las ideas expuestas en ellas por los diputados liberales.
Considerando concluida su misión, cesó el Semanario al ser promulgada la Constitución en marzo de 1812, e insertó en su último número un resumen de su historia.
El tono doctrinal, serio, no agresivo, del Semanario, al que sus compañeros suelen llamar el docto semanario y burlescamente el Sermonario, no es la norma en los periódicos de Cádiz. Eran periódicos de lucha, de combate, de polémica, que utilizaban como armas contra el contrario la ironía, la burla, el sarcasmo. Liberales y serviles van exacerbando sus posturas a medida que avanza la obra de las Cortes. Ambas tendencias ideológicas, pues no es lícito hablar aquí de partidos, se perfilan durante la discusión sobre la libertad de imprenta, se delimitan más claramente con la discusión de los señoríos, en el verano de 1811, y a finales de 1812 la polémica alcanza ya extremos lamentables, situación que se agrava a principios de 1813 con motivo de la discusión del proyecto para la abolición de la Inquisición, y la posterior campaña con vistas a la elección de diputados para las primeras Cortes ordinarias.
7.2.3.2. El Conciso
Fue el más batallador y el que más éxito obtuvo entre los periódicos liberales. Comenzó publicándose en días alternos, pero pronto pasó a ser diario. Su primer número es anterior a la apertura de Cortes, del 24 de agosto de 1810, y duró tanto como aquéllas, trasladándose a Madrid en enero de1814, en donde publicó su último número el 11 de mayo de este año, fecha en que apareció en la Gaceta el Real Decreto restableciendo el Antiguo Régimen.
Su nombre estaba justificado por su reducido tamaño, que no daba lugar a ser muy difuso. Era este tamaño en cuarto, y al principio constaba sólo de medio pliego, es decir, cuatro páginas, que luego se aumentaron a ocho. Su fundador y principal redactor era don G. Ogirando. Colaboraban también José Robles y Francisco Sánchez Barbero, conocido como Floralbo Corintio, que pagó su labor en El Conciso con la prisión y la muerte en Melilla.
Desde sus primeros números combatió con encendido lenguaje por la causa de la libertad de imprenta, poniendo todas sus esperanzas en las anunciadas Cortes.
Cuando la ansiada libertad de imprenta fue decretada El Conciso la anunció al público con grandes manifestaciones de entusiasmo. Solía distribuir su escaso espacio en un resumen de las sesiones de Cortes, noticias sobre la guerra en la Península y otras internacionales, sobre la suerte de los ejércitos de Napoleón en Europa, transmisión de los rumores que corrían por Cádiz (Run, run), artículos comunicados, anuncios de libros, ataques a otros periódicos y respuestas a los que de ellos recibía, noticias fechadas en provincias y extractos de periódicos de provincias.

Recién abiertas las Cortes, publicó un suplemento, El Concisín, que daba noticia a su papá de lo que iba pasando en el Congreso, reunido en la Isla.
7.2.3.3. La Triple Alianza
Breve fue la vida de La Tripe Alianza que publicó seis números a principios de1811. Reformista muy avanzado, se ocupaba especialmente de asuntos americanos, ya que estaba dirigido por el americano D. N. Alzaibar de la Fuente y detrás de él estaba el también americano diputado Mejía. Su número 2 provocó un ruidoso incidente en las Cortes por referirse a la inmortalidad del alma en términos que fueron considerados heréticos. Hubo diputados que propusieron quemar el periódico por mano de verdugo en la plaza pública; otros fueron partidarios de que se pasara a la Inquisición, que aunque no habían sido aún abolida no se hallaba de hecho en funcionamiento. Pasó el asunto a la Junta de Censura y a partir de este momento se inició el declive del periódico hasta su definitiva desaparición.
7.2.3.4. El Robespierre Español
El Robespierre Español
, amigo de las leyes, que se publicó entre 1811 y 1812 en la Isla de León y en Cádiz, no desmiente su título. Era obra de un curiosísimo personaje, el médico Pedro Pascasio Fernández Sardino, exaltado patriota y revolucionario, y de su esposa, la no menos entusiasta portuguesa María del Carmen Silva. En Badajoz había publicado Fernández Sardino en 1808 el Diario de Badajoz, y allí conoció a su esposa, que se hallaba refugiada huyendo de los franceses. Durante la primera reacción absolutista se refugió en Inglaterra, y publicó allí, hacía 1816 y 1817, el periódico El Español Constitucional. De regreso a España en el trienio constitucional, publicó El Redactor General y después El Cincinato. Todavía en la segunda emigración publicó en Londres nuevamente
El Español Constitucional.
Su tinta olía a sangre en su Robespierre, por lo mucho que clama porque ésta corra a raudales, con una insistencia que hace pensar en una mente un tanto desequilibrada.
Las Cortes se ocuparon de los excesos de este periódico en la sesión secreta del 5 de julio de 1811 y el día 6 en sesión pública. Los ataques que en su número 7 dirige a los generales Carrafa y Urbina, pidiendo que fuesen juzgados públicamente y afirmando que, si resultara alguno culpable, debe caminar con paso acelerado al alto patíbulo, y al ministro de la guerra (Heredia tiene perdida la confianza pública. Debe renunciar inmediatamente al Ministerio de la Guerra y pedir que se le juzgue en público. Si por desgracia resultase criminal, plegue al cielo que su pálido y yerto cadáver, expuesto tres días en un cadalso a la vista del pueblo, haga estremecer de pavor a todos los malvados que no sienten hervir en su pecho el inflamado amor a la Patria que a mí me devora, motivan que el Gobierno le mande detener y confiscar sus papeles. En su número 8 había mostrado olímpico desprecio por las consecuencias que decir las verdad pudiera traerle.
A partir del número 11, de 27 de septiembre de 1811, por la detención de Fernández Sardino, se hace cargo del periódico su esposa Carmen Silva, batallando con el mismo
entusiasmo, si bien con expresión menos feroz, y quejándose continuamente por la por ella considerada injusta detención de su esposo, que estuvo preso al menos seis meses, enfermo.
Los ataques a la aristocracia y el elogio del pueblo son unos de los temas favoritos del Robespierre, en un tono de la más desaforada demagogia. El erudito Gallardo descubrió que El Robespierre era un plagio nada menos que de las Empresas de Saavedra Fajardo.
7.2.3.5. El Redactor General
Salió diariamente desde el 15 de junio de 1811 al 31 de diciembre de 1813. Es el que más se aproxima a un periódico de nuestros días, por su tamaño, aproximado de un folio, mucho mayor que lo habitual en aquellos tiempos; su impresión a dos columnas y la distribución y variedad de materias. Sus secciones eran las siguientes: Variedades, Noticias, Impresos, Comercio, Estadística, Establecimientos Públicos, Gobierno, Tribunales, Cortes, Calle Ancha (anecdotario), Avisos. Tenía unas veces cuatro páginas y otras ocho. Su mezcla de seriedad y amenidad lo hacían accesible a un público amplio y fue muy leído. Era su editor don Pedro Daza. Colaboraron en él escritores distinguidos o que habían de serlo, entre ellos Fernández Sardino, Alcalá Galiano y el marqués de Miraflores. Daba cabida a muchos artículos comunicados, y tuvo la feliz idea de dar extractos de lo más interesante de todos los demás periódicos.
7.2.3.6. El Tribuno del Pueblo Español
Se publicó del 3 de noviembre de 1812 al 1 de abril de 1814. Su título parece inspirado en Le Tribune du Peuple de Babeuf. Era de ideas liberales extremadas, expuestas en unos editoriales de gran profundidad doctrinal, atribuibles al parecer al economista Flórez Estrada. Atacó las en su opinión excesivas facultades, tanto militares como civiles, concedidas a lord Wellington, mostrándose portavoz del reducido grupo de personas que manifestaban su suspicacia con respecto a la influencia de la Gran Bretaña, a cuyo gobierno veía inclinado a proteger al bando antiliberal.
7.2.3.7. Abeja Española
El más célebre de los varios periódicos de este nombre que hubo durante la Guerra de la Independencia, absolutistas unos, liberales otros, fue el que publicó en Cádiz, a partir del 12 de septiembre de 1812, Bartolomé José Gallardo, y en el que hacía gala de su ingenio satírico. Se distinguió sobre todo por sus sátiras contra la Inquisición, a la que llamabas Freidero, Tostadero, Santa Chicharra, etc. Continuó en Cádiz hasta el 31 de agosto de 1813 y al trasladarse las Cortes a Madrid, se publicó allí con el título de La Abeja Madrileña. Con la Abeja Española se inicia en España el periodismo satírico-político, género que será muy cultivado a lo largo de todo el siglo.
7.2.3.8. Diario Mercantil
Había sido fundado hacia 1802, por un barón de la Bruère, de origen francés, que había publicado con anterioridad El Correo del Postillón.

Antes de la instalación de las Cortes se ocupaba el Diario de los temas que podían interesar a los prósperos comerciantes gaditanos: los cambios de moneda, los precios de los productos en otros mercados, llegadas de buques y noticias de actualidad, dedicando especial atención a los asuntos americanos, tan ligados a los intereses gaditanos.
Cuando se reunieron las Cortes pareció inclinarse en un principio hacia el servilismo, para pasar después al campo liberal. De todos modos, no dejó nunca de ocuparse de los temas comerciales y específicamente gaditanos.
Después de la retirada de Cádiz de las Cortes, volvió a su plan anterior y sobrevivió tras un eclipse al régimen liberal. En el año 1818 sostuvo desde sus columnas Nicolás Böhl de Faber la polémica sobre el Romanticismo, célebre en la historia de este movimiento en España, con José Joaquín de Mora, éste desde su tribuna en la madrileña
Crónica Científica y Literaria.
7.2.4. Periódicos serviles
7.2.4.1. El Censor General
Fue el primero que salió a la palestra ya en 1810, combatiendo él solo, con más denuedo que acierto, a sus colegas liberales, que le respondieron tomándolo más bien a broma.
7.2.4.2. El Sol de Cádiz y el Diario de la Tarde
El Sol de Cádiz, atribuido al padre Vélez, se ocupaba sobre todo en descubrir y combatir francmasones, cuyo número distaba entonces de tener la importancia que tuvo a partir de la reacción absolutista de 1814.
El Diario de la Tarde combatió a favor del Santo Oficio con un ardor que le hizo ser calificado de sedicioso, incendiario, subversivo, injurioso y calumnioso por la Junta de Censura. Identificaba sin más a los partidarios de la Inquisición con los católicos y a sus oponentes con los herejes.
7.2.4.3. El Procurador General de la Nación y del Rey
Más importancia que estos periódicos tuvo El Procurador General de la Nación y del Rey, que empezó a publicarse el 1 de octubre de 1812 y cuyo principal redactor era el marqués de Villapanés. Le ayudaba en la tarea un tal Molle. En él colaboraban también numerosos diputados antirreformistas.
Entre los colaboradores de El Procurador figuraba una dama, doña María Manuela López, que en sentidos y malísimos versos expresaba el horror que le producían las voces seductivas de igualdad, libertad, nación, independencia, ciudadanos, derechos naturales e imprescriptos. Una de las acusaciones preferidas de El Procurador contra los liberales, además de las de ateos y jansenistas, era la de afrancesados y filósofos.
Intenta volver El Procurador contra los liberales sus propios argumentos y así, en defensa de la Inquisición, esgrime el de que su conservación es la voluntad de la nación. Las Cortes descubrieron que la Regencia costeaba el periódico, lo que produjo un gran escándalo.

Con las Cortes El Procurador se trasladó a Madrid en 1814, a cargo del clerizonte Molle, y allí siguió combatiendo al lado de la Atalaya de la Mancha a los vestigios liberales contra los que se ensañó una vez caídos, lo que le valió a su autor el llegar a gozar de un gran trato de favor por parte del rey.
7.2.4.4. La pretendida neutralidad de El Imparcial
El periódico El Imparcial, fundado por Alcalá Galiano y su amigo Jonama, tenía el propósito de mantenerse al margen de la guerra entre liberales y serviles, pero tuvo escasísimo éxito. Debido al corto número de suscriptores, El Imparcial murió en el mismo mes de septiembre de 1812 en que había nacido.
La acusación de ministerial con que se tachó a El Imparcial no era gratuita, pues tanto Jonama como Galiano eran amigos del ministro Pizarro, a cuya influencia e inspiración sin duda no era ajeno el periódico.
7.3. La Prensa fuera de Cádiz
7.3.1. Periódicos sevillanos.

La segunda prensa en importancia por su número fue la de Sevilla. Una vez liberada la ciudad, comenzaron a aparecer allí periódicos; al contrario de lo que ocurrió en Cádiz, predominaron entre ellos los de tendencias antirreformistas. Aparte de lo que pesaba en Cádiz la presencia de las Cortes, los gaditanos eran por temperamento e intereses abiertos a las nuevas ideas, mientras que los sevillanos estaban muy apegados a las antiguas.
El único periódico que escribió francamente y con energía en sentido reformista fue Sevilla Libre. El periódico apareció al día siguiente de quedar libre la ciudad de los invasores y fue tal el revuelo que causó que solamente vieron la luz diez números. Entre los antirreformistas cita Gómez Imaz El Correo del Ejército Francés, redactado en verso por el popular Tío Porrazo; el Diario Crítico de Sevilla, el Diario Patriótico de Sevilla, la Gaceta de Londres en Sevilla, Los Ingleses en Sevilla, Juan Verdades, La Píldora, etc. El más popular fue El Tío Tremenda, escrito por el abogado José María del Río, absolutista convencido, que más tarde se hizo carlista. Se publicó desde septiembre de 1812 a fines de 1814.
Más tarde escribió el mismo autor el periódico La Tía Norica, nombre de un personaje muy popular en el teatro de títeres gaditano, que se publicaba en Sevilla, pero era remitido desde Madrid por su autor desde agosto de 1814 hasta mayo de 1815.
7.3.2. Periódicos de Mallorca.

Especial virulencia alcanzó la lucha entre liberales y serviles en Mallorca. El clima de la ciudad era predominantemente servil, tendencia que se veía favorecida por la presencia de numerosos obispos que allí se refugiaron; pero la hueste liberal, aunque minoritaria, se presentaba aguerrida, capitaneada por Isidoro de Antillón, que residió allí como magistrado después de la publicación del Semanario Patriótico de Sevilla y antes de incorporarse tardíamente como diputado a las Cortes. Los dos bandos tomaron allí un nombre local y de circunstancias: inmunitarios y antiinmunitarios, con motivo de las polémicas que en septiembre de 1811 tuvieron lugar sobre la contribución a los gastos de la guerra con la plata de las iglesias. Después adoptaron los nombres de auroristas y seminaristas, de los periódicos Aurora Patriótica Mallorquina y Semanario Cristiano Político de Mallorca, que, en defensa de las ideologías liberal y servil, respectivamente, se hicieron violentísima guerra.
Alma de la Aurora era el citado Isidoro de Antillón, junto con Victorica, que sería diputado en otras épocas constitucionales, y el joven poeta Guillermo Ignacio Montis, que murió prematuramente por entonces.
7.3.3. Periódicos madrileños.

En cuanto a Madrid, después de su liberación definitiva, se vieron aparecer multitud de periódicos, folletos y hojas sueltas. Todavía aumentó su número con el traslado de las Cortes y con ellas de muchos de los periódicos que se publicaban en Cádiz: El Conciso, El Redactor General, La Abeja -que tomó el nombre de Abeja Madrileña, El Tribuno, El Procurador General, etc.
Anteriormente, durante una de las evacuaciones de los franceses, José Mor de Fuentes comenzó a publicar El Patriota, que salió de 3 de octubre a 28 de noviembre de 1812. Después de la liberación definitiva, lo publicó de nuevo de 7 de julio a 29 de diciembre de 1813. Gozó este periódico de gran favor de público, así como La Pajarera, de gracia ingenua y un tanto chabacana. Aparte de los ya conocidos trasladados desde Cádiz, merece destacarse El Universal, que sumó sus fuerzas a los colegas liberales en lucha contra El Procurador, contra el cual insertaba en casi todos los números un artículo bajo el epígrafe de El Anti-Procurador.
En el bando servil a El Procurador vino a sumarse la Atalaya de la Mancha, del furibundo ultrarrealista padre Castro, monje de San Jerónimo que había publicado en Ciudad Real la Gaceta de la Mancha. Desde que, liberado, Fernando VII cruza la frontera y deja entrever sus intenciones, El Procurador y la Atalaya se hacen más agresivos, para luego, a partir del 11 de mayo, dueños de la situación, ensañarse con los caídos incitando a la persecución, fraguando fantásticas historias de pretendidas conspiraciones republicanas. El Procurador y la Atalaya se convirtieron en el símbolo de la delación y la persecución para los liberales y en este sentido habrá múltiples alusiones a ellos en el Trienio.
7.3.4. La prensa afrancesada

En los territorios dominados por los franceses existieron pocos pero interesantes periódicos, bien escritos, ya que fueron muchos los hombres de pluma que la pusieron al servicio del invasor.
La censura que pesaba sobre los periódicos afrancesados, dura, como es natural, en lo relativo a las noticias de la guerra, parece haber sido suave en otros temas, aunque debió ser fuertemente mediatizada por las consignas de los generales napoleónicos.

En Madrid, además de la Gaceta y el Diario de Madrid, naturalmente afrancesados durante la ocupación, se publicó El Imparcial, del 21 de marzo al 4 de agosto de 1809, del erudito fraile Estala, que había sido uno de los triunviros del Grupo de Moratín, protegido por Godoy.
Entre todos los periódicos afrancesados merece destacarse por su calidad la Gaceta de Sevilla, obra de Lista que, según vimos, antes de afrancesarse al entrar las tropas del mariscal Soult en Sevilla, había publicado
El Espectador sevillano.
En Barcelona, el Gobierno francés se apoderó del Diario de Barcelona, fundado en 1792, que se publicó durante la ocupación en catalán, francés y castellano bajo el título de Diari de Barcelona y del Gobern de Catalunya. Don Antonio Brusi y Mirabent, dueño de una imprenta de Barcelona, la puso al servicio de la Junta al estallar la Guerra de la Independencia. Al invadir los franceses la ciudad, Brusi siguió a la Junta y publicó como órgano suyo el Diario de Tarragona y el Diario de Palma. En 1809 recibió el privilegio de publicar el Diario de Barcelona. Éste pasó entonces a ser propiedad de la familia Brusi hasta bien entrado el siglo XX. Por el Brusi sería popularmente conocido el periódico entre los barceloneses.
7.3.5. Un periódico español de oposición en Londres: El Español, de Blanco White

Cuando las tropas francesas ocuparon Sevilla, Blanco se traslada a Cádiz, último reducto de la resistencia contra el francés, como tantos otros patriotas y el Gobierno. Pero por una serie de razones muy complejas, tanto personales como políticas, opta por marchar seguidamente a Inglaterra, donde va a permanecer hasta el fin de sus días. Allí, tanto para procurarse recursos económicos como para tratar de influir en la medida de sus fuerzas en la marcha de los acontecimientos emprende la publicación de un periódico en español, al que se suele considerar el primer periódico de oposición de nuestra historia.
El Español de Blanco White se publicó durante cuatro años, desde abril de 1810 hasta junio de 1814. Tenía periodicidad mensual y cada número constaba de 90 páginas en cuarto. Como el periódico defendía la causa de España y la alianza con Inglaterra frente a Napoleón, obtuvo una suscripción de cien ejemplares por parte del Gobierno inglés; personalidades inglesas y sociedades comerciales anglo-españolas se suscribieron también a numerosos ejemplares.
Blanco se proponía difundir en la opinión pública las máximas que hacen aborrecible todo género de tiranía, oponiéndose a Bonaparte y, por otro lado, se propone, en nombre de los principios que animaron la Revolución francesa, criticar la dirección, o más bien la falta de dirección, con que el gobierno de la Regencia maneja los asuntos tanto militares como políticos de España, y que amenaza en su opinión con apagar el fuego del patriotismo. Por último, quiere también dirigirse a los españoles de América, a los que pretende aconsejar, y cuya causa va a defender con calor y con lucidez.
Estos dos objetivos son los que hicieron que tuviera desde su primer número repercusiones escandalosas en Cádiz y los que concitaron contra su autor la general adnimadversión, incluida la de muchos de sus antiguos amigos. La incomprensión primero, y el
injusto olvido después, que ha durado hasta nuestros días, es el precio que Blanco hubo de pagar por la independencia y la originalidad de sus ideas.
Ya en el primer número de abril de 1810, en unas Reflexiones generales sobre la Revolución española, la crítica feroz que hace de las Juntas Provinciales y de la Junta Central, y de algunos de sus individuos, en particular, pareció excesiva al mismo Quintana, su querido y admirado amigo. En este mismo artículo destruye el tópico, tan querido por los liberales, de que el pueblo se había alzado contra el francés en defensa no sólo de su independencia, sino de su libertad, luchando contra toda tiranía en defensa de sus derechos y para reasumir su soberanía. El tiempo le daría la razón, cuando en 1814 ese pueblo pidiese alucinado, como entonces se decía, sus caenas y, como Blanco diría en el último número de su periódico con frase certera, el edificio que con tan estéril afán habían elevado [las Cortes] sobre arena, vino completamente a tierra. Ese edificio, la Constitución de 1812, fue considerada por Blanco como bien intencionada en sus principios y buena en abstracto, pero imprudente por poco acomodada a las circunstancias reales de la nación.
Si los primeros números de El Español provocaron ya indignación en Cádiz, ésta subió de punto a partir del número IV en que, tras la llegada a Londres de las noticias sobre la insurrección de Caracas, en abril de 1810, Blanco comienza a dar cuenta de los acontecimientos y a hacer reflexiones acerca de ellos. En sus comentarios, se mostraba muy comprensivo con la postura de los americanos, pero en absoluto partidario de la secesión, sino de una autonomía y una real igualdad de derechos entre españoles y americanos. Porque, si bien desde el principio de la guerra se declaró la igualdad entre españoles europeos y americanos, igualdad que luego las Cortes ratificaron solemnemente proclamando que España era una nación en dos hemisferios, y declarando abolidas las oprobiosas designaciones de colonias y aún las de frutos coloniales, sustituyéndolas por las de España ultramarina y frutos ultramarinos, todo ello no pasaba de declaraciones retóricas de principios. Los virreyes seguían allí reinando despóticamente, la libertad de imprenta no se llevaba a la práctica y se les negaba igualdad de representación no ya en estas Cortes, sino para las venideras.
Cuando Fernando VII regresó, Blanco abrigó por un momento la esperanza de que hiciese una política de conciliación entre los bandos, en su opinión igualmente extremosos, en que durante su ausencia se había dividido España. El decreto de 4 de mayo de 1814 puso fin a esa esperanza, y considerando que debía ponerlo también a su Español, lo concluyó con la inserción de aquel decreto reproducido de la Gaceta en su último número de mayo-junio de 1814.
Los artículos de El Español son en gran parte obra del propio Blanco, que firma con las iniciales de los apellidos que adopta en Inglaterra, B. W., o con el seudónimo de Juan sin Tierra, que adopta a veces. Además insertará muchos artículos ajenos, bien con los nombres o iniciales de sus autores (entre ellos podemos citar a Flórez Estrada o a Martínez de la Rosa),o bajo el título de Artículo comunicado, habitual, como vimos en la época; también publica extractos de obras que considera interesantes.

TEMA 8.- LA PRENSA DURANTE LA RESTAURACIÓN ABSOLUTISTA: 1814-1820
8.1. La Reacción Absolutista y la Supresión de la Libertad de Imprenta
El 11 de diciembre de 1813, Napoleón reconoce, por el tratado de Valencia, a Fernando VII como rey de España e Indias. El 16 de abril hace su entrada triunfal en Valencia. Allí recibe de manos del cardenal de Borbón la Constitución, que según el decreto de 2 de febrero de 1814 habría de jurar en el seno de las Cortes, requisito indispensable para que fuese derogado el decreto de 1 de enero de 1811 que había declarado nulos sus actos mientras durase su cautiverio. El mismo día, el diputado Mozo de Rosales le entregó el Manifiesto que sería conocido como de los Persas, firmado por 69 diputados absolutistas que le aconsejaban anular la Constitución y todo lo decretado en Cádiz. Consejo que es seguido por Fernando, derogando, con el decreto de 4 de mayo, que no sería público hasta el 11, el régimen liberal.
A través de los periódicos publicados en los tensos y expectantes días que median entre la entrada del rey en la Península y la abolición del régimen liberal y prisión de los comprometidos con él, puede seguir el proceso del creciente temor o esperanza -según las diferentes adscripciones ideológicas- que producían las intenciones del rey, que pronto dejaron de ser un secreto para nadie.
El mismo día 16 de abril en que el Deseado hacía su entrada en Valencia, el Diario de la Ciudad de Valencia del Cid cambió el renglón Año tercero de la Constitución, que hasta entonces venía colocando en la cabecera, bajo la fecha, por Año primero de la restauración en su Trono de nuestro adorado Monarca el señor D. Fernando VII. Al día siguiente, la Gaceta Provincial de Valencia efectuaba un cambio semejante. La Gaceta de la Ciudad de Valencia no efectuó el cambio hasta el día .
Los dos bandos en pugna tratarán de influir en el ánimo del rey a través de la prensa. Más o menos veladamente los periódicos liberales recuerdan al monarca que al pueblo se lo debe todo y le previenen contra los aduladores y malos consejeros, que pretenderán convencerle de que despoje a aquél de los derechos que con tanta sangre ha conquistado.
En el polo opuesto, los periódicos serviles exhortaban al rey a recuperar la plenitud de su poder absoluto y a perseguir a los liberales. Coincidiendo con la estancia del rey en Valencia, del 16 de abril al 5 de mayo, se publicó un periódico titulado Periódico momentáneo de Valencia: El Fernandino, en el cual se azuzaba al rey contra los liberales.
En el número de 29 de abril insertaba unas coplillas contra los liberales, a los que tachaba de malvados que hacían la guerra contra Jesucristo y contra los Reyes, siguiendo las máximas de los impíos del pasado siglo.
Más soezmente atacaba a los liberales un papel salido de la misma imprenta de Francisco Brussola, bajo el título de Lucindo, del que se publicaron varios números, sin periodicidad fija,
desde mediados de abril hasta los primeros días de mayo de 1814. Esta publicación era editada por Blas de Estolaza, clérigo diputado en las Cortes de Cádiz por el Perú y que fue uno de los más destacados oradores serviles. Fue unos de los principales blancos de las iras y las burlas de la prensa liberal y del público asistente a las sesiones. Con la vuelta al absolutismo se vengó con creces de las burlas de que había sido objeto, distinguiéndose por el encono con que persiguió a los liberales en 1814, singularmente a sus compañeros diputados, contra los que actuó como testigo de cargo. Gracias a estos méritos alcanzó gran favor del rey y ocupó el cargo de Inquisidor General y confesor de D. Carlos. A la muerte de Fernando abrazó el partido carlista y, víctima a su vez de atroces venganzas políticas, tuvo un final desastroso. Preso en las torres de Cuarte en Valencia, en 1835, sometido a un proceso por seducción y libertinaje, el pueblo asaltó la prisión y Estolaza fue fusilado.
Concluida su misión en Valencia, se traslada con el rey El Fernandino a Madrid confiado en tener la gloria de haber contribuido a la salvación de la patria, y a la ruina y exterminio de nuestros enemigos los liberales. Publicó en Madrid al menos un número bajo el título de
El Fernandino de Valencia en Madrid.
Muy distinto tono que el prudente y críptico que utilizaban los liberales de Valencia era el de algunos de los periódicos de Cádiz, cuna de constitucionalismo y la ciudad más liberal de España. Alejados en esos momentos de los centros políticos, se expresaban con una virulencia extrema. Tal El Liberal, que el 16 de abril, justo cuando hacía su entrada triunfal en Valencia, advertía a Fernando:
Si tú piensas que porque los españoles han derramado su sangre por tu libertad, has de ser tú por medio de ésta un rey tiránico y despótico, te has engañado miserablemente […] No te quieren Soberano […] y, si acaso algún día quisieses a instancia de algunos perversos armarte contra la Constitución […] mira que los españoles violentados de cólera y soberbia contra ti, no repararán que eres Rey, sino como a un tirano castigarán el delito […]
En Madrid, Bartolomé José Gallardo, previendo lo que iba a ocurrir, dejó de publicar el 7 de mayo La Abeja Madrileña, despidiéndose de sus lectores con un gracioso suelto, de transparentes alusiones:
Los redactores de este periódico están imposibilitados de proseguir su publicación porque se encuentran atacados de un cierto aire seco que sopla de Levante, viéndose precisados a mudar de aires y tomar aguas termales […]. Porque el último mono se ahoga y más vale un me largo a tiempo que un ciento todo va ahora bien y cepos quedo.
La Atalaya dedicó a ala Abeja un epitafio el día 9 que terminaba amenazadoramente:
Procúrate enmendar, liberal fuerte / mira que ya cercana está tu muerte.
La mayoría de los periodistas liberales no fueron tan avisados como Gallardo y esperaron hasta que el golpe descargó sobre ellos. El último número de sus periódicos lleva la fecha de 11 de mayo de 1814, el día en que España, que se había acostado liberal, se levantó absolutista.

Las Cortes aparentaban ignorancia. El 10 de mayo tuvieron una sesión ordinaria, acordaron los asuntos que habían de tratar al día siguiente y los diputados se retiraron a descansar, previendo los liberales la catástrofe próxima, pero sin saber de qué modo y con qué intensidad descargaría el golpe. En el silencio de la noche, las tropas del general Eguía, nombrado en secreto capitán general de Castilla la Nueva, irrumpieron en las casas de los regentes Agar y Ciscar, de los ministros, de los diputados más destacados de las Cortes ordinarias y extraordinarias y de otras personalidades liberales y los apresaron. Al día siguiente se hizo público el decreto de 4 de mayo y se declararon disueltas las Cortes. La prensa y la oratoria liberal enmudecieron. Sólo se oía la palabra de los absolutistas, que excitaban a la persecución y a la violencia.
La Inquisición restablecida va a añadir una nueva y última página a su gloriosa historia, persiguiendo a una nueva clase de víctimas hasta entonces desconocida. La persecución alcanzó a todos los periódicos y folletos de tendencia liberal, publicados de 1808 a 1814, cuya lectura y posesión fue prohibida bajo pena de excomunión mayor y multa de 200 ducados.
El Manifiesto de 4 de mayo, entre otras muchas cosas que no fueron cumplidas, prometía justa libertad para comunicar por medio de la imprenta sus ideas y pensamientos, dentro a saber de aquellos límites que la sana razón soberana e independiente prescribe a todos para que no degenere en licencia. Por lo pronto, una Real Orden de la misma fecha suprimía la libertad de imprenta, aunque en su preámbulo no dejan de reconocerse las grandes ventajas que puede producir. La disposición tiene un cierto aire de provisionalidad:
Desea Su Majestad que se eviten los grandes males que produciría el abuso de ella, especialmente en las presentes circunstancias y con este fin, mientras se arregla tan importante punto con la madurez y detención que exige…
Lejos de cumplirse las esperanzas que se ofrecían, no sólo fue prohibida cualquier manifestación de pensamiento que remotamente pudiese poner en cuestión la causa del Trono y del Altar, sino que temiendo la extensión del liberalismo por vía de refutación, se prohibieron toda clase de periódicos, con la ya clásica excepción de la Gaceta y el Diario de Madrid, por decreto de 25 de abril de 1815.
8.2. Los Periódicos Científicos y Literarios
Presos o desterrados por afrancesados o por liberales la casi totalidad de los escritores, pocos quedaban para cultivar las letras. Quizá el máximo representantes de los escritores que florecieron en aquella época de verdadero sueño intelectual era Diego Rabadán, pintoresco personaje que glosaba los más mínimos detalles de la vida cotidiana de Fernando VII en el
Diario de Madrid.
No obstante el decreto de prohibición de 1815, antes de la nueva explosión de la prensa tras el triunfo de la revolución liberal en 1820, fueron autorizados cuatro periódicos: la continuación del Almacén de Frutos literarios (1818-1819), simple colección de documentos
inéditos poco conocidos; La Minerva o El Revisor General, que comenzó a publicarse en 1817 por Pedro María Olive como continuación de la que había publicado de 1805 a 1808, que contenía, como entonces, artículos científicos, históricos, poesías y crítica literaria, de menor calidad que en su primera época. En 1819 comenzaron a publicarse la Miscelánea de Comercio, Arte y Literatura, de Javier de Burgos, y la Crónica Científica y Literaria, de José Joaquín de Mora. Estas dos últimas publicaciones, que entraron en el Trienio Liberal cambiando su orientación de literaria y científica en política, son las de más interés en aquel pobre panorama.
Burgos, afrancesado, aunque condenado a destierro vivió en Madrid eludiendo su proscripción con consentimiento del rey. Mora había sido llevado a Francia como prisionero durante la Guerra de la Independencia y no había tenido ocasión de mostrar sus simpatías liberales, por lo que pudo regresar una vez liberado.
Naturalmente ni se rozaban en estas publicaciones temas políticos de ninguna clase. Como en toda época de rígido control, la prensa se refugia en los temas científicos, técnicos y literarios.
La Crónica tiene especial interés para la historia del Romanticismo español. Mora, que había de convertirse a las ideas románticas durante su exilio en Inglaterra después de 1823, defiende aquí el clasicismo frente a las extravagancias osiánicas o romanescas, adjetivos con que son designados en la Crónica los nuevos gustos y actitudes literarias, hasta que el 26 de junio de 1818 emplea por primera ver la palabra romántico. Más adelante, triunfante el liberalismo y transformada la Crónica en El Constitucional, definiría Mora su postura:
El liberalismo es en la escala de las opiniones políticas lo que el gusto clásico es en las literarias.

TEMA 9.- EL TRIENIO LIBERAL (1820-1823)
La conspiración y el pronunciamiento militar serán los medios con los que el liberalismo, momentáneamente vencido, luche, en la etapa de la primera restauración absolutista, para dar una nueva vuelta a la situación. La intervención del ejército en la política va a ser, a partir de ella, un fenómeno característico del siglo XIX, que se prolongará en el XX. Tras una serie de pronunciamientos que se sucedieron ya desde el mismo año 1814 y que desembocaron en el fracaso, en 1820 triunfa el conocido con el nombre de Riego, oficial que se pronunció el primero, el 1 de enero de ese año, a favor de la Constitución de 1812, en el sevillano pueblo de Cabezas de San Juan, al frente de un destacamento dispuesto para embarcar hacia América con el fin de sofocar la insurrección de las colonias.
Extendido el movimiento revolucionario, el rey se ve obligado a jurar la Constitución el 9 de marzo, iniciándose el nuevo período constitucional, que durará tres años. La española de 1820 es la primera revolución liberal que triunfa en una Europa en plena reacción absolutista tras la caída de Napoleón. Finalmente serán las tropas enviadas por las potencias de la Santa Alianza las que vuelvan a Fernando VII a su condición de rey absoluto, después de este breve y agitado paréntesis en que lo fue constitucional, bien a su pesar y nada francamente, no obstante la famosa frase (Marchemos francamente, y Yo el primero, por la senda constitucional) que pronunció al jurar el código gaditano.
9.1. La Legislación de Prensa
En el momento de jurar el rey la Constitución, quedaba restablecida de hecho y de derecho la libertad de imprenta. Uno de los primeros actos de las Cortes reunidas el 26 de junio de 1820, fue la reinstalación de la Junta Suprema de Censura. En seguida se plantearon las Cortes la necesidad de elaborar una nueva Ley de Imprenta que sustituyese a la de 1810, completada y rectificada por el decreto de 1813. Se nombró un comité que empezó a trabajar inmediatamente en la elaboración de la nueva ley, que fue aprobada el 22 de octubre y promulgada el 5 de noviembre. La ley, de articulado mucho más extenso que la de 1810, representa un esfuerzo en la tipificación de los distintos delitos y en el establecimiento de las penas correspondientes a cada uno de ellos según sus diferentes grados. Los escritos delictivos pueden ser, subversivos, si atacan a la Constitución o a la religión; sediciosos, si excitan a la rebelión; incitadores, si incitan a la desobediencia de las leyes o autoridades; obscenos, si atentan contra la moral, e infamatorios, si atentan contra el honor o buena reputación de las personas particulares. Las penas, de acuerdo con la categoría y el grado del delito, iban desde los
seis años de prisión para las obras subversivas en primer grado, hasta el mes de prisión y 500 reales de multa para las injuriosas en tercer grado. La responsabilidad recaía sobre el autor o el editor, de cuyos nombres y domicilio estaba obligado a dar cuenta el impresor.
Pero el aspecto más interesante de la ley es la institución, por primera vez en nuestra legislación, del jurado, presente en lo sucesivo en toda legislación progresista sobre imprenta. En la práctica, el jurado se reveló, en ésta y en futuras épocas, como muy benévolo en el juicio de los delitos de imprenta, razón por la cual desaparecerá y reaparecerá de nuestra legislación de prensa según sea la situación conservadora o progresista.
Para velar por la libertad de imprenta, el artículo 78 de la ley disponía que las Cortes nombrarían cada dos años una Junta de Protección de la Libertad de la Imprenta. Como en la anterior etapa constitucional, las obras religiosas quedaban sujetas a la licencia previa de los Ordinarios, con posible recurso ante la Junta de Protección de la Libertad de Imprenta. Se preveía ahora además un nuevo recurso ante las Cortes.
Una ley adicional a la de 1820, dictada de 12 de febrero de 1822, definía con mayor precisión los abusos y aumentaba las penas por injurias, deteniéndose especialmente en las injurias al rey, que era objeto de rudísimos ataques en cierta prensa. Prohibía también los ataques indirectos por medio de alegorías o ficciones y dedicaba una especial atención a los elementos gráficos.
Por último, el decreto de 7 de junio de 1821, relativo a los delitos de prensa cometidos por diputados, establecía que estos fueran juzgados de acuerdo con el procedimiento marcado por la ley, pero por un jurado compuesto de diputados.
9.2. El Renacimiento de la Prensa Política
Tras la jura de la Constitución por Fernando VII el 9 de marzo de 1820, la prensa resurge súbitamente y va a tener en los tres años de régimen liberal una vida extraordinariamente intensa. La inmensa mayoría de los periódicos, no obstante, la tuvieron sumamente efímera. Uno de ellos, La Periodicomanía, se fundó con el exclusivo propósito de dar noticia del nacimiento y muerte de sus colegas y burlarse graciosamente de ellos. Son casi todos periódicos exclusivamente políticos. Los asuntos científicos y literarios van a desaparecer casi totalmente de sus páginas y se produce el fenómeno inverso de politización total.
Los periódicos ya existentes se apresuran a ocuparse de política inmediatamente de reinstaurarse el régimen liberal, y a declararse liberales de toda la vida. Claro exponente de esa politización, la Crónica Científica y Literaria cambia su nombre por el de El Constitucional a partir del día 13 de marzo y trata de cuestiones políticas, pues de otro modo, dice Alcalá Galiano, no sería leída. La Miscelánea de Comercio, Artes y Literatura pasa a llamarse
Miscelánea de Comercio, Política y Literatura.
Inmediatamente comienzan a salir periódicos nuevos. A primeros de junio de 1820, menos de tres meses después de proclamada la Constitución, además de la Gaceta, el Diario de
Madrid, la Miscelánea y El Constitucional, encontramos otras muchas publicaciones como por ejemplo La Ley, El Publicista, El Correo Universal de Política y Literatura, La Colmena, La Minerva Nacional, El Paladium Constitucional o Diario Patriótico de las Sociedades de San Sebastián y Fonda de Malta, Ciudadanos Celosos o Sociedad de San Sebastián, Aurora de España, El Conservador, El Vigilante, El Sol, El Universal Observador, Biblioteca Económica o Anales de Agricultura, Artes y Comercio, Periodicomanía, además de las publicaciones que hoy no incluiríamos entre los periódicos como Correspondencia entre Dos Amigos de la Libertad y Cartas del Pobrecito Holgazán.
Los periódicos podían ser adquiridos mediante suscripción, pero también eran vendidos por números sueltos en las calles por los ciegos, en las librerías, o por mujeres con su esportilla en la Puerta del Sol.
Pero no era necesario comprarlos. Había gabinetes populares de lectura en la Puerta del Sol en los que se podían leer todos los periódicos que se quisiera por un cuarto cada uno. A primeros de junio, a estos gabinetes de lectura al aire libre les sale un temible competidor con el que se instaló en el Café de Levante, que cobraba un cuarto por cada periódico y otro cuarto por la silla, sin límite de tiempo de ocupación, y que ofrecía no sólo los periódicos de Madrid, sino también los de más aceptación en provincias. Otros cafés tuvieron también su gabinete de lectura, entre ellos La Fontana de oro.
Todos estos periódicos se encuadraban en las distintas tendencias del liberalismo que pronto empezaron a manifestarse. El absolutismo no se atrevía; algún periódico de este matiz que lo hizo no salió muy bien parado. La Gaceta de la Puerta del Sol fue quemada públicamente, y aún amenazado su autor de correr la misma suerte por celosos liberales émulos de los hábitos inquisitoriales que tanto denostaban.
Todos los periódicos celebran el triunfo de la revolución, que además de haber restituido la santa y gloriosa Constitución, lo ha hecho sin efusión de una gota de sangre. Todos, hasta el muy radical Conservador, hacen grandes elogios del monarca, aparentando creer a pies juntillas aquello de que marchaba francamente el primero por la senda constitucional. Todos son elogios para nuestro idolatrado monarca, el más digno y glorioso de todos:
¡Fernando, Fernando! -exclama El Conservador-, a pesar de los monstruos que te rodean oíste los clamores de España y maldecirte a los que te engañaron, te cercas de amigos, te pones al frente de los ciudadanos, atajas los torrentes de sangre que iban a verterse y cedes al convencimiento de la razón. ¡Fernando! Tu augusta faz se presenta a la Europa llena de júbilo, y exclamamos todos: éste es nuestro rey; por él no es vano nos sacrificamos.
El orgullo de la recién recobrada dignidad de ciudadano que muestran estos periódicos, da lugar a manifestaciones tan ingenuas y deliciosas como las siguientes:
Parece que los buenos efectos de la sabia Constitución se van haciendo extensivos a los niños que concurren a las escuelas y que en algunas de ellas habían exigido a sus maestros los tratasen como ciudadanos españoles que deben ser algún día.

9.3. Tendencias del liberalismo y de la prensa: Moderados y Exaltados.
En estos periódicos, todos declaradamente liberales, pues el absolutismo está fuera de la ley, empiezan desde el principio a perfilarse las tendencias en que este liberalismo va a estar escindido durante el Trienio, y cuyos partidarios serán bautizados con los nombres de moderados y exaltados. En torno al alcance de la palabra moderación va a establecerse la polémica entre los periódicos desde los primeros días.
Eran en general los moderados hombres de 1812 (de ahí que se les llamase también doceañistas, frente a los veintenos o exaltados), a los que las persecuciones y sufrimientos no han enconado los ánimos, sino al contrario, los han hecho tolerantes. En los seis años de cárcel o destierro, estos hombres habían rumiado aquella desilusión y habían llegado a la conclusión de que entonces habían fracasado por querer ir demasiado deprisa, sin contar con la realidad del país.
En cuanto a la opinión exaltada, era la sustentada por los hombres más jóvenes, o que sin serlo, no habían tenido un papel destacado en el 12 y no habían sufrido, por tanto, tan duramente las consecuencias de la represión, pero en cambio habían preparado esta segunda salida constitucional. El fracaso del 12 se había debido, según los exaltados, al exceso de blandura contra los enemigos del nuevo régimen, a no haber sabido prever el peligro, o previéndolo, no haber actuado con la energía suficiente en defensa de las nuevas instituciones. Las lecciones que unos y otros habían aprendido en la página de aquella historia reciente eran opuestas. Para los moderados, la lección consistía en que había que actuar con prudencia, paso a paso, sin irritar demasiado a las clases que tenían que perder, esperando a que el pueblo estuviese preparado para recibir las saludables reformas. Para los exaltados, la lección era que había que actuar con prisa y con energía, cortando de raíz la reacción.
Las palabras clave en torno a las cuales van a enfrentarse la retórica de moderados y exaltados son ley y orden de un lado, y libertad de otro. Para los exaltados, la libertad está por encima de toda consideración, es más importante que la ley, más importante que el orden. Los moderados cargan el acento en la ley, sin la cual la libertad degenera en licencia. Martínez de la Rosa, el más destacado de los oradores moderados, asegurará que defendiendo al gobierno se defiende la libertad, sólo la observancia rigurosa de la ley produce la verdadera libertad.
Encontrar el término medio, el justo medio entre el despotismo y la anarquía es la difícil tarea que se proponen los moderados.
9.3.1. Periódicos afrancesados
En el primer año del Trienio predomina en la prensa, como en las Cortes, la moderación. El ala derecha de la prensa moderada es la publicada por los afrancesados. En realidad, la mentalidad de los afrancesados más que constitucional moderada es preliberal ilustrada. Los afrancesados eran en general individuos de gran categoría intelectual, y los periódicos que publicaron los mejor escritos.

9.3.1.1. El Universal

El más adepto a las doctrinas constitucionales dentro de la prensa afrancesada era El Universal. Empezó a publicarse con el título de El Universal Observador Español el 12 de mayo de 1820 y el 13 de julio redujo su título, quedándose en El Universal. Su publicación duró todo el Trienio. Estaba dirigido por el afrancesado Manuel José Narganes y colaboraban en él don José María Galdeano, don José Rodríguez y don Juan González Caborreluz.
El Universal muestra menos despego de la Constitución que los otros periódicos afrancesados, El Imparcial o El Censor. Sin duda por esto sobrevivió a aquellos periódicos, que sucumbieron como consecuencia de la radicalización que siguió a los graves acontecimientos de julio de 1822.
9.3.1.2. El Censor y El Imparcial
De excepcional calidad, por lo bien escrita y por la seriedad con que trataba los temas, era la revista El Censor, que se publicó todos los sábados desde el 5 de agosto de 1820 hasta el 13 de julio de 1822. Constaba de 80 páginas de pequeño formato, y además de los temas políticos, en la línea de un liberalismo muy moderado, trataba con amplitud y rigor temas literarios, prácticamente proscritos por los demás periódicos en esta época de politización, en la línea de un neoclasicismo sin fisuras. La fundió don León Amarita y la redactaban los insignes afrancesados Lista, Miñano, Gómez Hermosilla y Reinoso.
En El Censor encontramos, diez años antes del nacimiento oficial del costumbrismo en España, auténticos cuadros de costumbres, debidos sin duda a la pluma de Miñano.
En Política declaró siempre El Censor su propósito de defender el sistema constitucional, tanto de las ruines y oscuras tramas del desacreditado servilismo como de las exaltaciones de un liberalismo afectado. Entre ambos extremos, no obstante, está claro que El Censor se inclina por el absolutismo. Como el servilismo además no ofrecía batalla, es contra el liberalismo exaltado contra quien lucha. Una vez triunfante la exaltación después de los sucesos de 7 de julio de 1822, no pudo continuar publicándose El Censor, según Miñano, por verse amenazados sus redactores diariamente por los puñales de los asesinos.
Igual suerte corrió el tercer periódico de la triada afrancesada, El Imparcial, que comenzó a publicarse diariamente el 10 de septiembre de 1821. Su autor, Javier de Burgos, había publicado antes La Miscelánea, que hay que incluir también entre la prensa afrancesada. Colaboraron en El Imparcial Lista, Miñano, Hermosilla y Almenara. Fue acusado de estar pagado por el infante don Carlos.
9.3.1.3. El Periódico de las Damas. Un periódico femenino.
Al editor de El Censor, León Amarita, se debe el primer intento de fundar en España una revista femenina del tipo de las que se publicaban con éxito en Londres y París. Se llamó El Periódico de las Damas. Inició su publicación el 1 de enero de 1822 y la concluyó en junio por falta de suscriptores suficientes. Según su propia confesión, números sueltos no llegaron nunca a venderse más de 20. Estaba dirigido a las damas de la clase alta y entre sus escasos suscriptores figuraban muchos nobles.
En casi todos los números incluyó unas Cartas de una madre a su hija que va a contraer matrimonio, con consejos muy detallados sobre la decoración de las distintas piezas del hogar, el gobierno de la casa y los criados, el arreglo personal de la casada, o reflexiones sobre la ventaja de tener los esposos habitaciones separadas en contra de la costumbre que empezaba a introducirse de poner los lechos en el mismo cuarto, que son interesantes para conocer las costumbres de la época en lo referentes a estas cuestiones y a la clase alta.
9.3.2. Periódicos moderados
9.3.2.1. La Colmena
Pocos son los periódicos de importancia en Madrid que puedan calificarse de moderados sin más, de auténtico respeto a la Constitución, sin pretender llevar la revolución más lejos de lo que aquella marcaba, pero sin tener tampoco una postura más reaccionaria.
La Colmena promete no hablar más que el lenguaje de la moderación, pero no vivió lo bastante para ponerse a prueba (de marzo a 14 de junio de 1820). En este espacio de tiempo se muestra, en efecto, muy moderada en su postura con respecto a los afrancesados, a quienes defiende. Parece que este periódico era obra de Félix Mejía, que luego, desde las páginas de El Zurriago, adoptaría la postura más extremadamente exaltada.
9.3.3. Periódicos exaltados
9.3.3.1. El Conservador
El periódico que primero sirvió de órgano de la exaltación, ya en marzo de 1820, fue el que adoptó el paradójico título de El Conservador. Probablemente era obra de antiguos redactores de El Conciso o El Tribuno. Comenzó a publicarse el 27 de marzo y cesó el 30 de septiembre de 1820; su último número fue mandado recoger como notoria y altamente injurioso a la dignidad real. Era diario, su precio de ocho cuartos y tenía cuatro páginas.
El Conservador adoptó una postura intransigente contra los jesuitas, los diputados persas (absolutistas), e hizo, sobre todo, blanco de sus iras a los afrancesados, a los que consideraba peores incluso que a los mismos
persas.
Con visión certera, El Conservador advierte que los afrancesados no aceptan del liberalismo sino las medidas reformistas que habían sido ya el programa de los ilustrados y que en materias estrictamente políticas son absolutistas encubiertos.
A la prensa exaltada pertenecían también El Publicista Observador y La Ley, que publicaron muy pocos números en este mismo año de 1820.
9.3.3.2. El Espectador y El Eco de Padilla, órganos de masones y comuneros
La división entre moderados y exaltados se acentúa en 1821 y surgen diversos subgrupos. Sirve de catalizador la disolución del ejército de la Isla, el ejército libertador, cuya permanencia consideraban los exaltados esencial como garantía del régimen constitucional; las
diferencias se agravan con el destierro de Riego a Asturias y su posterior destitución como capitán general de Aragón. La cuestión se complica con la creación de la sociedad secreta de los Comuneros o Hijos de Padilla, que adopta una postura de enemistad con la de la masonería, que tan importante papel había tenido en el triunfo de la revolución. Dentro de la masonería había moderados y exaltados. Los Comuneros representaban la extrema izquierda de la exaltación.
Órgano de la masonería era el periódico El Espectador, de Evaristo San Miguel, que comenzó a publicarse el 15 de abril de 1821. Mucho más exaltado como órgano de la comunería era El Eco de Padilla, que comenzó su publicación el 1 de agosto del mismo año. Ambos periódicos defendieron a Riego cuando fue separado de la Capitanía General de Aragón, aunque El Eco de Padilla lo hizo con más vehemencia. Una actitud equivalente adoptaron uno y otro con respecto a la sublevación de Andalucía en octubre de 1821, que El Eco defendió abiertamente, mientras que El Espectador la disculpaba.
El Eco de Padilla estaba escrito, según Alcalá Galiano, por su antiguo amigo Jonama, José Joaquín de Mora y Manuel María de Arrieta.
9.3.3.3. El Amigo del Pueblo
Poco eco tuvo El Amigo del Pueblo. Exaltado de tendencia comunera era éste, que se publicó durante algunos meses en 1822, sin período fijo y sin más indicación de fecha que la del año, en páginas de numeración correlativa, destinadas a constituir un tomo cada doce números, la suscripción a los cuales costaba 20 reales o 13 cuartos en número suelto.
9.3.3.4. El Zurriago y La Tercerola. Periodismo Satírico
El periódico más célebre del Trienio comenzó a publicarse a finales de 1821, en los días de la rebelión de Andalucía. Era El Zurriago un periódico satírico, ligero, aderezado con sal gruesa, tremendamente mordaz. De gran éxito popular, era también leído, aunque no fuese aprobado, por personas de valía y diputados.
Se publicaba sin período fijo y sin indicación de fecha. Su formato era muy pequeño y tenía 16 páginas. Sus principales autores eran Félix Mejía y Benigno Morales.
El periodismo combativo y agresivo de Morales y Mejía les valió denuncias, prisiones y ataques personales. El más curioso fue el rapto de Mejía. Los comuneros atribuyeron su desaparición o asesinato a los masones. A los pocos días reapareció Mejía en extrañas circunstancias y con una historia más extraña aún, lo que dio lugar a la acusación de que todo había sido una farsa. Verdadero o falso, tramado por sus enemigos o por sus amigos para desprestigiar a aquéllos, el episodio da idea de a qué extremos habían llegado las luchas entre los distintos grupos a principios de 1823, poco antes de que se hundiese el régimen liberal por segunda vez.
Del rey abajo, todos los que no militasen en el campo de la más extrema exaltación recibieron los azotes de El Zurriago, que ya por su título indicaba su propósito flagelador. Por estas fechas ya se había caído por su propio peso la ficción del seducido y adorado monarca. Ya éste había revelado que su marcha por la senda constitucional era todo menos franca, y los
liberales le mostraban sin recato su recelo y desconfianza. A un nivel puramente verbal, el ambiente político va tomando un aire de familia con la Revolución Francesa. Pero aquí, en vez de cortarle al rey la cabeza, se limitaban a insultarle, y en lugar de una revolución se hacían muchas asonadas, palabra anticuada que se puso nuevamente en uso para aplicarse a los tan frecuentes motines y alborotos políticos. Los revolucionarios españoles exaltaban el odio del rey a la Constitución sin despojarle de los medios de perjudicarla, gritándole en tono de amenaza ¡Viva el Rey constitucional!, y peleándose con los que no querían añadir el significativo adjetivo al grito tradicional.
El Zurriago sirvió para designar a los exaltados más alborotadores, que se llamaron zurriaguistas y tragalistas, además de descamisados y gorros colorados, denominaciones todas ellas que llevaron a gala, mientras que rechazaron siempre las de republicanos, anarquistas y
jacobinos.
Tuvo El Zurriago una larga familia: La Zurriaga, El Zurriagazo, y sus homónimos en provincias: El Zurriago Aragonés, El Zurriago Gaditano. Y otros títulos inspirados en la misma idea: El Garrote, El Garrotazo y La Manopla, que en su primer número hacía la siguiente declaración de principios:
Odio implacable a todos los tiranos
debe ser nuestro grito, ciudadanos,
muera el servil, el egoísta muera,
morir matando si preciso fuera.
9.3.3.5. El Indicador
Exaltado fue el periódico El Indicador (de las novedades, de los espectáculos y de las artes), que dirigió José María Carnerero y contó con la colaboración de José Joaquín de Morado. Empezó a publicarse el 8 de mayo de 1822. Al principio era el único periódico literario que por aquellas fechas se publicaba en Madrid y colaboró en él el joven Mesonero Romanos. Después se transformó en político, portavoz de los comuneros y órgano de la Sociedad Landaburiana. A principios de 1823 cambió su nombre por el de
El Patriota Español.
9.3.3.6. Diario Gaditano
En Cádiz, un extraño personaje, Juan Antonio Olavarrieta, que había pertenecido a una orden monástica y que se firmaba Clararrosa, publicó un periódico, el Diario Gaditano, cuya fama trascendió a toda España por la exaltación de sus ideas. Comenzó a salir después del destierro de Riego y alcanzó su máxima influencia durante la insurrección de Cádiz y Sevilla en el otoño de 1821, escribiendo violentísimamente contra el Gobierno. Una vez reducidas las provincias a la obediencia, fue encarcelado su responsable y murió en la cárcel.
9.3.4. Periódicos en francés
Se publicaron en Madrid dos periódicos en francés por antiguos redactores de periódicos de París que se habían refugiado en España como consecuencias de la reacción que, coincidiendo con el triunfo de la revolución española, se había producido en Francia. Fue uno, LEcho de
lEurope, que publicó sólo siete números. Su autor probablemente fue un tan Chapuis. El otro periódico fue Le Regulateur, según La Periodicomanía insípido y de noticias añejas. Todavía debió publicarse más tarde un tercer periódico por un tal Voidet bajo el Ministerio San Miguel.
9.4. Las sociedades patrióticas en la Prensa
Apenas jurada la Constitución por el rey surgieron en todo el país, con súbita y espontánea eclosión, las Sociedades Patrióticas. Eran en principio reuniones de liberales con el objeto de difundir, sostener y encauzar el espíritu público, y vigilar y sentar cátedra de Constitución y liberalismo. Los que las atacaban, los que temían de sus extravíos, las comparaban a los clubs de la Revolución Francesa, mientras que sus defensores preferían equipararlas a los meetings ingleses. En los cafés se conspiraba antes del triunfo de la revolución, y el mismo día 9 de marzo en que el rey juró la Constitución, en Madrid, deseosos los ciudadanos de hacer uso de su naciente libertad, expresando su contento, se reunieron en los cafés y establecimientos públicos para pensar en alta voz por primera vez en seis años. Contribuyó a esto el hecho de ser Cuaresma, época en que cerraban los teatros. Cuando terminó la Cuaresma y los teatros abrieron de nuevo, parece que el público siguió prefiriendo la recién inaugurada costumbre de las reuniones patrióticas y que la asistencia a los teatros se resintió de ello.
La primera Sociedad Patriótica formalmente constituida en Madrid, con el título de Amantes de la Libertad, fue la del café de Lorencini, situado en la Puerta del Sol, y que era el más decente de los pocos que a la sazón había en la Corte. Según La Colmena la iniciativa de la creación de la Sociedad de Lorencini se debió a oficiales del ejército, e informa de que antes del triunfo de la revolución ya era aquel café centro de conspiración liberal.
El 6 de abril de 1820 se fundó la Sociedad de San Sebastián en el café del mismo nombre, situado en la Plaza del Ángel. Esta Sociedad estaba formada por una mayoría de artesanos, gente de más modesta condición que la de Lorencini. En junio de ese mismo año se inaugura la Sociedad de la Cruz de malta, en la fonda de este nombre, en la calle de Caballero de Gracia, que vino a ser heredera de la de Lorencini, que se había visto obligada a disolverse a causa de la prisión y procesamiento de algunos de sus miembros.
Mucha mayor celebridad que todas las mencionadas alcanzó la Sociedad que se inauguró el 6 de junio con el nombre de Sociedad de Amigos del Orden en el café de La Fontana de Oro, en la carrera de San Jerónimo, hasta el punto de haberse convertido en símbolo de esta agitada época y paradigma de todos los excesos demagógicos. Eran los socios de La Fontana personas de mayor categoría social y cultural que las de Lorencini o San Sebastián, y de tendencias políticas muy variadas. Esta propensión a la moderación le valió a La Fontana en sus comienzos el elogio de los periódicos moderados y el recelo de los exaltados, que se burlaban de ella y protestaban de los ataques de algunos oradores a pretendidos planes republicanos. Pero pronto derivó La Fontana hacia posturas más exaltadas, que gozaban de más éxito popular, tendencia natural de asambleas populares en épocas de profunda agitación política. Como principales oradores de la
Sociedad de La Fontana destacaron Gorostiza, Adán, Núñez, y sobre todo Antonio Alcalá Galiano, cuyo nombre quedó indisolublemente unido al de La Fontana.
El Gobierno, que miraba con recelo el nacimiento y crecimiento de estas Sociedades Patrióticas, hizo, sin embargo, uso de ellas para presionar al rey a que concediera la sanción a la ley de supresión de monacales y reforma de regulares en noviembre de 1820.
En 1821, siendo jefe político de madrid el general Copons, que no estaba dispuesto a hacer uso de su poder en contra de las Sociedades, gozó la de La Fontana de su época de mayor exaltación y virulencia revolucionaria, contribuyendo sin duda a ello el hecho de carecer de reglamentos y estatutos por imperativo de la ley.
Los graves sucesos de julio de 1822, la amenaza cada vez más palpable de una reacción absolutista, obligan a considerar la conveniencia de dar nueva vida a las Sociedades Patrióticas, a no renunciar a aquel poderoso recurso de afianzamiento de la opinión pública liberal, y las Cortes exaltadas de 1822-1823, en la legislatura extraordinaria aprobaron una ley, el 26 de octubre de 1822, favoreciéndolas, a cuyo calor surgieron nuevas sociedades en toda España. En Madrid, esta ley dio lugar al nacimiento de la Sociedad Landaburiana, llamada así en recuerdo del oficial liberal de la guardia real, Mamerto Landáburu, asesinado durante los sucesos de julio. Se reunía esta Sociedad en el antiguo convento de Santo Tomás.
Manifestación pública de la Secreta Sociedad de los Comuneros, dirigen sus iras los landaburianos, como su equivalente en la prensa, El Zurriago, contra el Ministerio masón de San Miguel, y contra todo pastel, más que contra los serviles. Alma de la Landaburiana era su presidente, Romero Alpuente, ex diputado de las Cortes del 20, y destacaban el también ex diputado Moreno Guerra, los autores de El Zurriago Morales y Mejía, el joven Florán, después marqués de Tabuérniga; y un Moraleja, prototipo del cura revolucionario que es característico de esta época.
Por ser la última -celebró sus sesiones entre el 24 de octubre de 1822 y el 31 de enero de 1823-, fue la Landaburiana la más radical de todas las Sociedades Patrióticas. Si en La Fontana podían tener éxito los oradores por la corrección de su estilo y su conocimiento del arte de la oratoria, aquí lo que importa es la exaltación de las ideas.
El tema que ocupa fundamentalmente a los oradores de esta Sociedad es la lentitud en las causas que se siguen contra absolutistas, sobre todo en la causa por los sucesos del 7 de julio, que había sido retirada al fiscal Paredes, orador también de la Landaburiana, el cual había pretendido encausar a los componentes del Ministerio de Martínez de la Rosa. Una preocupación creciente es la amenaza de una invasión extranjera, que niegan mientras no es demasiado evidente, y luego tratan de minimizar.
Cuando al fin se produce la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis se acabaron la oratoria -y en algunos casos los oradores- y la prensa de todos los matices políticos. Durante diez largos años.

TEMA 10.- LA DÉCADA ABSOLUTISTA (1823-1833)
La labor revolucionaria del Trienio encuentra fuertes resistencias entre los sectores perjudicados, con el clero a la cabeza. Por otra parte, el rey, empieza a pedir reiteradamente la intervención de las potencias de la Santa Alianza. Intervención decidida al fin en el Congreso de Verona en noviembre de 1822 y que va a ser el elemento decisivo en la caída del régimen constitucional.
En abril se inicia la segunda fase de la intervención de las potencias de la Santa Alianza con la entrada en España de las tropas enviadas para restituir a Fernando en la plenitud de su soberanía, los Cien Mil Hijos de San Luis. El Gobierno y las Cortes se ven obligados a trasladarse a Sevilla llevando consigo al rey, y posteriormente a Cádiz, después de que en la sesión del 11 de junio fuera declarada, a propuesta de Galiano, la incapacidad del rey. A finales de septiembre, por la fuerza de las armas del duque de Angulema, el Gobierno hubo de capitular. Se inicia así la última restauración del Antiguo Régimen, que durará una década, calificada por los liberales como ominosa.
Si durante el Trienio Liberal se había producido la escisión de los liberales en moderados y exaltados, durante la década absolutista se produciría la de los realistas en moderados y ultrarrealistas, partidarios los primeros de una política más conciliadora y de ciertas reformas en consonancia con el espíritu de los tiempos, totalmente intransigentes los otros, llegan paradójicamente a fuer de realistas a conspirar contra el rey, cuya actitud juzgan demasiado blanda, y proyectan sustituirlo por su hermano don Carlos, llegando incluso a provocar una insurrección armada en Cataluña, la guerra de los malcontents o agraviados, que prefigura el futuro conflicto carlista. Al final del reinado, los moderados se harán cristinos, defendiendo los derechos de Isabel y la regencia de Cristina, mientras que los ultrarrealistas defenderán los derechos de Don Carlos; serán los carlinos o carlistas.
10.1. La Prensa del Exilio
10.1.1. Londres, centro intelectual de España: periódicos de los emigrados
Londres se va a convertir en el centro intelectual de España durante estos años. Mientras aquí la prensa quedaba, una vez más, reducida a la Gaceta y al Diario de Avisos, los emigrados publicaban en Inglaterra interesantes periódicos. No menos de siete fueron éstos: El Español Constitucional, Ocios de los Españoles Emigrados, El Telescopio, El museo Universal de Ciencias y Artes, Correo Literario y Político de Londres, El Emigrado Observador y Semanario de Agricultura. Blanco White, emigrado desde 1810, publicaba Variedades. Entre los periódicos mencionados merecen destacarse El Español Constitucional, dirigido por nuestro viejo conocido Pedro Pascasio Sardino y por Manuel María de Acevedo, que había colaborado en El espectador, y Ocios de los Españoles emigrados, redactado por los hermanos Villanueva, Jaime y Joaquín Lorenzo, y por Canga Argüelles.
Los exiliados llevaban consigo las luchas y rivalidades que les habían dividido en España. El español Constitucional vino a ser el órgano de los exaltados en el exilio, mientras que Ocios lo fue de los moderados, y mantuvieron entre sí acres polémicas.
Colaboraron en El Español Constitucional eximios emigrados que firmaban con iniciales o seudónimos y entre los que hay que destacar a Flórez Estrada. Tenía en sus 80 páginas, que se publicaron mensualmente desde marzo de 1824 hasta junio de 1825, además de la sección política, una de Ciencias y Artes, redactada por Fernández Sardino, que se consideraba un científico de primera categoría. En la sección de Poesía se publicaron la Imitación del Salmo súper flumina, de Ángel de Saavedra, y la Epístola de Ovidio, de Sánchez Barbero.
Ocios de los Españoles emigrados fue la revista de más larga vida, de abril de 1824 a octubre de 1826, en publicación mensual, con una reaparición trimestral de enero a octubre de 1827., de un nivel de calidad verdaderamente europeo, gozó de gran prestigio. Sus secciones fundamentales eran la descripción de inventos mecánicos hasta notas estadísticas sobre comercio inglés. Se mostró también ecléctica en la orientación ideológica, pues a pesar de su carácter moderado dio cabida a escritos de exaltados, como Ángel de Saavedra o Flórez Estrada. En estos años de exilio se gesta el romanticismo español.
El Variedades o el Mensajero de Londres, de Blanco, que había empezado a publicarse en enero de 1823, es importante en este capítulo del romanticismo español fuera de España. Blanco, residente ya desde hacía trece años en Inglaterra cuando llegó la oleada de la emigración, se había familiarizado y entusiasmado con la naturalidad y libertad de la literatura inglesa.
El ex ministro José Canga Argüelles, publicó mensualmente, de julio de 1828 a junio de 1829, El Emigrado Observador. Canga, viejo y desengañado, renegó en sus páginas de su pasado liberal y de sus compañeros de emigración, adulando a Fernando VII con el fin de lograr el perdón y poder regresar a España. Su defección se vio coronada por el éxito.
10.1.2. Periódicos de los emigrados en Francia
Francia ofreció un refugio mucho menos cordial a los emigrados hasta el triunfo de la revolución de julio de 1830. Tras ella se trasladaron allí la mayoría de los refugiados en Londres. Un interesante personaje que va a desempeñar un papel fundamental en el periodismo español posterior, Andrés Borrego, llega a París en el verano de 1828., protegido por Lafayette, Borrego colabora en Le Constitutionnel. A principios de 1830 toma parte de un nuevo periódico, Le Temps. Triunfante la revolución, publicó Borrego dos veces por semana, desde el 24 de septiembre hasta por lo menos el 5 de diciembre de 1830, un periódico en lengua española, El Precursor, bajo el lema libertad, justicia, cuya finalidad fundamental era la de ser distribuido gratis en el interior de España. Borrego se muestra en El Precursor optimista sobre las
posibilidades de un derrocamiento por la fuerza de Fernando, medio que considera violento y doloroso, pero inevitable.
Otro periódico en español, El Dardo, fue publicado en París por el coronel Nicolás Santiago de Rotalde. El periódico de Rotalde tenía periodicidad mensual y publicó sólo cuatro números, de abril a julio de 1831. De 1828 a 1830 se publicó también en lengua española La Gaceta de Bayona, pero no era éste un periódico de emigrados, sino órgano oficioso del Gobierno español.
10.2. La Prensa en España hasta 1832
El 1823 se reproduce la situación de 1814. El clero absolutista incita a la persecución de los liberales, por entonces empezados a apellidar negros, nombre que debió venir de Francia por oposición a blanco, que se daba a los partidarios de los Borbones, por ser su bandera de este color.
Hace también su aparición la prensa ultra, que se suma al clero en su ensañamiento contra los liberales. El Diario Realista, El Defensor del Rey, El Restaurador y El Servil Triunfante, cuyos principales redactores eran religiosos, desempeñaban el mismo papel que El Procurador de la Nación y del Rey y la Atalaya de le Mancha durante la primera reacción absolutista. Hay que exterminar a los negros hasta la cuarta generación, era el lema de El Restaurador, que clamaba por la restauración de la Inquisición, que no fue restablecida, aunque su abolición definitiva hubo de esperar hasta el 15 de julio de 1834.
Por Real orden de 30 de Enero de 1823 se prohibió que se publicaran más periódicos en la Corte que los inevitables Gaceta y Diario de Avisos. La Gaceta cumplió con creces su cometido de mantener al público perfectamente falto de información. En ningún caso aparecía en sus páginas ningún reflejo de lo que pasaba en el país. En el Diario de avisos publicaban sus ridículas y serviles composiciones los lamentables poetastros dueños nuevamente del parnaso nacional, ausentes de él, desterrados y silenciados una vez más lo poetas. Nada más instructivo que hojear el anodino e insulso Diario para ver a qué queda reducida la prensa bajo un régimen de dura censura. Los avisos o anuncios del Diario son, sin embargo, interesantísima fuente para el curioso investigador de las costumbres, de la pequeña historia.
Emigrados casi todos los ingenios, apenas mantuvieron una débil llama de cultura los afrancesados Lista, Miñano, Hermosilla, Reinoso, Burgos, Carnerero, que, oportunistas y aduladores, se hicieron con la exclusiva de aquel corral literario.
10.2.1. Dos periódicos interesantes: El europeo barcelonés y el Diario Mercantil madrileño.
Durante varios años no se percibe ni un eco de la polémica entre clásicos y románticos, que tenía lugar más allá de los Pirineos. Una excepción la constituyen la revista barcelonesa de breve vida (de noviembre de 1823 a abril de 1824) El Europeo, periódico de ciencias, arte y literatura. Como consecuencia de la caída de los regímenes constitucionales en los reinos de
Nápoles y el Piamonte un gran número de liberales italianos se refugiaron en España; a ellos se debió la importación de la Sociedad Secreta de los Carbonarios, que vino a ser una rama de la Comunera. Muchos de estos italianos se establecieron en la zona levantina. A ese grupo pertenecían Luigi Monteggia y Lorenzo Galli, redactores, junto con el inglés Cook y los catalanes López Soler y Aribau, de El Europeo, primera revista romántica española.
En Madrid, durante un tiempo muy breve, de 4 de abril a 30 de junio de 1825, un grupo de intelectuales, entre los que figuraban Carnerero y Agustín Durán, publicó un periódico, Diario Literario y Mercantil. La mayoría de los artículos literarios estaban tomados de Le Globe de París. Este interesante intento desapareció, al parecer, por intervención de la autoridad.
10.2.2. La generación de Espronceda y Larra.
Por estos años empieza a dar noticia de sí la nueva generación, la de Espronceda y Larra. Los que huyendo de la horca, que en 1832 sería sustituida por el garrote, fueron a la emigración en Inglaterra o Francia, ampliaron allí sus ideas bebiendo en las aguas de la cultura europea y regresarían enriquecidos.
A partir de 1828 se produce una cierta apertura. El rey, hostigado desde la extrema derecha por los carlinos, sino se inclina hacia los liberales, templa un tanto su rigor con ellos, que celebran como suyo el triunfo real sobre los malcontents catalanes. La revolución francesa de 1830 y las consecuentes intentonas armadas de los emigrados por restablecer el régimen liberal endurecen las posturas y frenan momentáneamente este proceso natural e inevitable, acentuado por el nacimiento de Isabel. El nombramiento de María Cristina como gobernadora en el año 32, con motivo de la enfermedad del rey, viene a culminar el proceso aperturista y a inaugurar en cierta manera una nueva época.
En 1828, como el rey no se atrevía a desafiar las iras de los apostólicos, permitiendo la expresión de la nueva línea aperturista, sus consejeros afrancesados Lista, Miñano y Reinoso lograron convencerle de publicar fuera de España y a cargo de ellos un periódico oficioso costeado por el Gobierno, la Gaceta de Bayona, que se publicó de octubre de 1828 a agosto de 1830. En ella se trataban con un talante no liberal, pero si con ciertas concesiones en ese sentido, temas políticos, con vistas a dar una imagen más civilizada de España ante extranjeros y emigrados. Interrumpida su publicación como consecuencia de la revolución de julio, continuó de octubre de 1830 a julio de 1831 en territorio español con el título de
La Estafeta de San Sebastián.
En 1828 hay pequeños indicios en la prensa de la tímida apertura a que hemos hecho referencia. En febrero comienza a publicar Larra, que tenía diecinueve años, El Duende Satírico del Día. Crítico y satírico se muestra ya Larra en esta su primera aparición como escritor público. El Duende Satírico no publicó más que cinco números, el último en diciembre de 1828. En su número 4 criticaba duramente al único periódico que, además del Diario y la Gaceta, se publicaba entonces en Madrid, el Correo Literario y Mercantil. El Correo se defendió atacando y el quinto y último número de El Duende se consagró de nuevo a burlarse de él y de su director, José María Carnerero. Tenía éste amigos en la Corte, y El Duende no salió más.

El Correo Literario y Mercantil había comenzado a publicarse el 14 de julio de 1828 y su vida se prolongaría hasta el 3 de noviembre de 1933, un mes después de la muerte del rey. Salía tres veces por semana, los lunes, miércoles y viernes. Con su escaso mérito, su insipidez, su timidez, sirve bien de representante de lo que fueron aquellos últimos años del reinado. José María Carnerero logró en el año 1831 licencia para publicar una revista literaria, Cartas Españolas, la cual comenzó a publicarse el 26 de marzo de ese mismo año. Durante este año salía tres veces al mes con 24 páginas, y a partir de 1832 fue semanal. Tenía grabados -puede considerarse el primer periódico español ilustrado- y era muy superior a todas las revistas que le habían precedido, tanto literaria como topográficamente. En ella se configura ya decididamente en 1832 el género costumbrista con los artículos de Mesonero Romanos y Estébanez Calderón. Cartas Españolas cesó su publicación el 1 de noviembre de 1832. El 7 del mismo mes, Carnerero comenzaba a publicar Revista Española, que hay que considerar como una continuación de las Cartas, adaptándose a las nuevas circunstancias. La Revista ocupará un papel importante en la prensa política de los años 32 al 36. Tanto el Correo como las Cartas se mostraron en la crítica literaria contrarios al romanticismo.
10.3. Prolegómenos de la transición.

Tras la gravísima enfermedad del rey en septiembre de 1832 y el forcejeo por la sucesión, cayó al fin el omnipotente Calomarde y concluyó con su caída la época calificada de ominosa por los liberales.
El nombramiento de María Cristina como gobernadora, el 6 de octubre, mientras durase la enfermedad del rey, marcó el comienzo de una etapa de deshielo. La reina gobernadora comenzó a gobernar con prudente pero clara intención liberalizadora. Entre otras medidas, la apertura de las universidades y el decreto de 15 de octubre de amnistía a favor de los emigrados, llenaron de esperanza a los liberales.
La prensa se beneficia, tímidamente al principio, del clima de distensión. El despotismo ilustrado de Cea Bermúdez, que sustituyó a Calomarde, estaba lejos de la libertad, pero era mejor que el oscurantismo de su antecesor. Larra emprende de nuevo la creación de un periódico satírico propio. El primer número de El pobrecito hablador salió a la venta el 17 de agosto de 1832. Publicó 14 números entre esta fecha y el 14 de marzo de 1833. Larra se había convertido en el escritor más agudo de la época. El pobrecito hablador no es en realidad un periódico. Pero su estilo es ya de periodista, el mejor de su tiempo. La sátira es ahora más directa que la de El Duende, sus alegorías transparentes.
El 7 de noviembre de 1832, Cartas Españolas se transforma en Revista Española, que salía dos veces a la semana con ocho páginas, hasta que el 1 de abril de 1834 se hizo diario con cuatro páginas. Larra colabora en seguida en ella como crítico teatral, y más intensamente después de la muerte de El pobrecito hablador. Cuando Mesonero viaja al extranjero, en marzo de 1832, dejó
libre la plaza de costumbrista, que fue ocupada por Larra. En sus páginas usó por primera vez el seudónimo de Fígaro, el 15 de enero de 1833.
Otro periódico vio la luz en 1832, el Boletín de Comercio, con el que inicia su excepcional carrera periodística uno de los más combativos y más consecuentes periodistas del siglo XIX, Fermín Caballero.
Ya en 1833 comienza a publicarse el Correo de las Damas, que duraría, con diversas interrupciones, hasta enero del 36. Como El Periódico de las Damas, su objeto principal eran las informaciones de modas acompañadas de figurines y se dirigía, como aquél, a una clientela acomodada. En sus páginas colaboró también Larra.
Para crear un ambiente favorable en la opinión catalana a la sucesión de Isabel, se publica entonces en Barcelona el periódico El Vapor, dando con ello fin a la exclusiva que tenía el Diario de Barcelona, que seguía siendo por entonces poco más que una hoja de avisos y anuncios portuarios. El Vapor comenzó su publicación el 22 de marzo de 1833, con periodicidad trisemanal y al precio de suscripción de 10 reales al mes. La industria catalana más representativa comenzaba por entonces a adoptar la energía del vapor. La fábrica llamada precisamente El Vapor, la primera que utilizó esta fuerza motriz para los telares mecánicos, había comenzado a funcionar en abril de 1832. El 14 de agosto de 1833 se publica en sus páginas la célebre Oda a la Patria, de Buenaventura Carlos Aribau, considerada como punto de arranque del renacimiento literario de la lengua catalana. Renacimiento que será muy lento.
TEMA 11.- LA TRANSICIÓN HACIA EL LIBERALISMO (1833-1836)

Al morir Fernando VII estalla abiertamente el conflicto carlista en forma de una guerra civil que durará siete años. El fenómeno carlista se remonta al movimiento realista (que pasa por el descontento producido en ciertos sectores por las medidas levemente liberalizadoras de la última etapa del reinado de Fernando VII, descontento que va creando un partido apostólico, carlino o carlista en torno a la figura del infante Don Carlos, heredero indiscutible del trono hasta el tardío nacimiento de la futura Isabel II. El conflicto dinástico planteado por el hecho de ser femenina la sucesión directa del rey -condición que la ley sálica no permitía-, proporciona la ocasión para la explosión armada de la lucha ideológica: los ultrarrealistas, afectos al Antiguo Régimen, defenderán los derechos de Don Carlos, mientras que la reina regente se verá, quizá a su pesar, obligada a apoyarse en los liberales y éstos a apoyar los derechos de su hija.
La prensa carlista durante esta primera guerra es prácticamente inexistente. La primera publicación carlista fue, en 1834, un Boletín Oficial del Ejército del Rey D. Carlos 5º de Navarra. El aparato político carlista publicó, a partir de 1835, una Gaceta Oficial en Oñate, sede la Corte de D. Carlos. De enero de 1837 data El joven Observador, Boletín del Ejército de Aragón, Valencia y Murcia, que a partir del número 61, de 16 de septiembre del mismo año, adopta el título de El Restaurador Catalán. Su fundador, director y principal redactor fue Vicenç Pou. Hacía las funciones de boletín oficial carlista del Principado de Cataluña y prolongó su publicación hasta 1840.
Los gobiernos isabelinos se ven obligados a una progresiva liberalización para crear una opinión favorable a la reina niña. Un nuevo decreto de amnistía, sin las limitaciones del publicado durante la enfermedad del rey, permite el regreso de todos los exiliados. También los que habían permanecido en un exilio interior van a recuperar la palabra y hacer uso de ella, y lo harán consolidando la verdadera prensa moderna en España.
El primer gobierno de la reina gobernadora tras la muerte del rey fue el presidido por Cea Bermúdez, que intentó implantar un sistema neoabsolutista, una especie de despotismo ilustrado. Ante el generalizado descontento producido por esta política, la reina se vio obligada a sustituir a Cea Bermúdez por Martínez de la Rosa. La significación del nuevo presidente del Consejo de Ministros -diputado liberal avanzado en las Cortes de 1813- hacía concebir esperanzas de que se implantaría un sistema constitucional. Pero el Estatuto Real elaborado por Martínez de la Rosa y sus colaboradores, y sancionado por la Reina el 10 de abril de 1834, no era una constitución, sino una carta otorgada muy limitada que intentaba conciliar lo viejo con lo nuevo. Con todo, con su promulgación concluye en España de modo definitivo el sistema del absolutismo monárquico.
Las primeras Cortes del Estatuto Real se reunieron en julio de 1834. El cuerpo electoral quedó recudido a 16.026 ciudadanos, equivalente al 0,15% de la población. Constaban las Cortes de dos Cámaras, la baja de procuradores y la alta de próceres. Sin embargo, no correspondía a las Cortes la iniciativa de las leyes, sino que debían ocuparse meramente de las que el Ministerio les presentase.
El Estatuto, juzgado mezquino y raquítico por todos los liberales avanzados, había sido, no obstante, bien recibido, porque suponía un paso adelante, una brecha abierta en el absolutismo, una transición hacia un régimen verdaderamente constitucional.
11.1. La Legislación y la Lucha contra la Censura.
Hasta agosto de 1836 en que, tras la revolución de La Granja, un real decreto restablece la vigencia de la ley de 1820, la prensa se regula por un decreto de 1 de enero de 1834, dictado siendo ministro de Fomento Javier de Burgos, completado luego por un reglamento de 10 de junio del mismo año.
La situación legal de la prensa, de acuerdo con el decreto de 1 de enero y el reglamento posterior, era la siguiente: no necesitan licencia ni censura previa los periódicos que traten de materias literarias y científicas, y sí las que traten de política o religión. El oficio de censor era asalariado. El reglamento de 10 de junio crea la figura del editor responsable y la fianza o depósito previo. El editor responsable ha de tener las mismas condiciones que se exigen para poder ser procurador en Cortes, es decir, solvencia moral y económica (renta anual de 12.000 reales procedentes de bienes propios). El depósito previo que se exigía para poder publicar un periódico era elevado: 20.000 reales en Madrid y 10.000 en provincias, cantidad de la que se deducían automáticamente las multas, en caso de infracción.
Tras la muerte del rey, los periódicos se multiplican de modo que al acabar el año 1834 había en Madrid 36. Sin embargo, en estos años se repite el fenómeno de las dos anteriores épocas constitucionales: la mayoría de los periódicos tienen una vida efímera. Continuamente nacen y mueren: pocos son los que se estabilizan.
Los periodistas aguzaban su ingenio para burlar la censura. La ironía, los sobreentendidos y todos los modos de decir oblicuos y el guiño al lector se prodigan en la prensa de la época. También el dejar los fragmentos suprimidos por la censura en blanco. En esto se llevó la palma el periódico El Siglo, que publicaron, con escaso eco, excepto por lo que respecta a su último número, Espronceda, Antonio Ros de Olano, Ventura de la Vega y Núñez de Arenas, entre el 21 de enero y el 7 de marzo de 1834. Su último número apareció totalmente en blanco -excepto la cabecera- como señal de protesta por parte de sus autores. El periódico fue suprimido por el gobierno, a pesar de que no había violado ninguna disposición vigente.
Fueron muchos los periódicos suprimidos como El Siglo. Pero la necesidad de escribir y de leer era tanta que a un periódico suprimido sucedía otro, que muchas veces era el mismo con otro título, cosa que se va a repetir mucho en épocas posteriores. Así, el Boletín del Comercio, de
Caballero, el periódico que más había combatido el despotismo ilustrado de Cea, suprimido el 30 de marzo de 1834, volvió a aparecer con el nombre de Eco del Comercio, el 1 de mayo del mismo año. Del mismo modo, El Universal, suprimido el 19 de mayo junto con El Nacional, Eco de la Opinión y El Tiempo, reapareció el 10 de junio con el nombre de La Abeja y el subtítulo Diario Universal.
Según Fermín Caballero, llegaron a contarse en España, antes de que la revolución de La Granja en agosto del 36 restaurase la Constitución de Cádiz y con ella la libertad de imprenta, 120 periódicos, entre ellos cuarenta y tantos diarios. De este número, 49 correspondían a los boletines oficiales establecidos en todas las provincias, creados por Real Orden de 20 de abril de 1833, con el fin de difundir las órdenes y disposiciones oficiales. Esa cifra de 120 tendría sin duda que ser matizada, ya que, como hemos visto, muchas veces un periódico suprimido vuelve a salir con la misma empresa, la misma redacción y la misma línea ideológica, pero con título distinto, o bien dos periódicos se refunden en uno, etc. En ocasiones ocurre lo contrario: un periódico, manteniendo la misma cabecera y formato, cambia de empresa y de línea ideológica, como es el caso de El Vapor barcelonés y de otros muchos.
11.2. El Estatuto y la Prensa: Moderados y Progresistas.
En estos años, en la lucha política de las Cortes y la prensa se van forjando los partidos moderado y progresista. Todavía la palabra partido se siente como peyorativa. La existencia de dos alas de liberalismo que van perfilándose dificultosamente es, sin embargo, muy evidente. Estas dos posturas no coinciden, aunque en principio se adopte la misma terminología, con las de moderados y exaltados del Trienio. En las elecciones de julio del 36, tras la disolución de las Cortes por Istúriz, se produce por primera vez algo así como una táctica y propaganda de partidos; es entonces cuando aparece el término progresista para designar a los partidarios de Mendizábal, término que desplazaría al de exaltado, que hasta entonces se había usado para designar la postura más avanzada del liberalismo.
Al reglamento de prensa de 10 de junio de 1834 pocos periódicos sobrevivieron. Entre ellos, la Revista Española y el Eco del Comercio. Estos periódicos y El Mensajero de las Cortes y La Abeja, que comienza a publicarse precisamente en este mes de junio de 1834, van a lograr una estabilidad y a repartirse a los lectores en la segunda mitad de este año y durante el siguiente 1835. El 1 de marzo de este último año se unieron la Revista Española y el Mensajero de las Cortes con el título de
Revista-Mensajero.
11.2.1. Periódicos progresistas.
11.2.1.1. Eco del Comercio
El más radical de todos estos diarios era el Eco del Comercio dirigido por Fermín Caballero, quien será durante muchos años la figura más destacada del periodismo progresista. Junto a él redactaban el Eco Iznardi y Joaquín María López.

El Eco tuvo siempre una política antiministerial y combatió en la oposición a Martínez de la Rosa y a Toreno. Se podía adquirir en 44 ciudades españoles, en Oporto, Lisboa, París y Londres. Buscaba atraerse un público amplio, lo que conseguía gracias al chismorreo político. Aplaudió el nombramiento de Mendizábal como primer ministro y recomendó a las Juntas insurrectas que hicieran las paces con el Gobierno. Defendió las medidas desamortizadoras, aunque publicó el 28 de febrero de 1836 la clarividente crítica que de ellas hizo Flórez Estrada. El Eco representaba la postura del progresismo.
11.2.1.2. Revista-Mensajero.
La Revista Española, que el 1 de marco del 36 se une al Mensajero de las Cortes, convirtiéndose en la Revista-Mensajero, defiende también las posturas del liberalismo exaltado, pero es menos radical que el Eco. A primeros de mayo se refundió con ella El Observador y, a finales de junio, tras la desaparición de El Compilador y El Guerrero Mantuano parte de la redacción pasó también a la Revista. Estuvo en la oposición a los Gabinetes de Martínez de la Rosa y Toreno, se mantuvo en una postura de reserva en los primeros días del Ministerio Mendizábal para después apoyarle firmemente, y, por último, pasar a la oposición. Redactores de la Revista eran los hermanos Carnerero, Antonio Alcalá Galiano, su hijo Dionisio, Evaristo San Miguel y Aniceto de Álvaro.
La Revista se dirigía a un público más selecto e intelectual que el Eco y su sección literaria era la de más calidad. En sus páginas escribieron Larra y Espronceda.
11.2.2. Periódicos Moderados
11.2.2.1. La Abeja.
El tercer gran diario en 1835 era La Abeja, que representaba la tendencia moderada defensora del Estatuto. Fue dirigida primero por Joaquín Francisco Pacheco y más tarde por Ochoa. El 1 de junio de 1836 cambió su título por el de La Ley, que no vivió más que hasta el 13 de agosto, en que cesó como consecuencia de la revolución de La Granja.
11.2.2.2.
El Español.
El 1 de noviembre de 1835 un nuevo diario viene a hacer una dura competencia a los tres anteriormente citados. El Español, obra del inteligente y emprendedor Andrés Borrego. En el aspecto técnico, Borrego hizo traer de Inglaterra la más moderna maquinaria y se inspiró claramente en su composición tipográfica y hasta en los caracteres del título en el Times londinense.
Redactores de El Español fueron Flores Calderón, Calderón Collantes, López Pelegrín, Aribau, y colaboraron en él los jóvenes Ríos Rosas, Donoso Cortés, Sartorius, González Bravo y Espronceda. Larra, a su regreso de un largo viaje por el extranjero, fue contratado por Borrego, a primeros de enero de 1836, para escribir dos artículos semanales sobre teatro, literatura o costumbres.

El Español hizo suya la crítica de Flórez Estrada a la política desamortizadora de Mendizábal. Al principio había apoyado el primer ministro y a su programa de 14 de septiembre. Pero el desacuerdo con su política económica fue inclinando al periódico a la oposición. No supo Borrego mantener la independencia de su postura bajo el Gobierno de Istúriz, y éste le arrastró en su caída. El 14 de agosto, al día siguiente del triunfo de la revolución de La Granja, el periódico publicó la dimisión de Borrego de la dirección. Sin su alma máter, El Español fue decayendo y dejó de publicarse al finalizar 1837.
Borrego quiso hacer de El Español un buen periódico de información. La sección de noticias, tanto nacionales como extranjeras, era la más cuidada de la prensa de la época; tenía corresponsal en París, Londres y Lisboa. Dedicó una atención inusitada a las cuestiones económicas (cotizaciones de Bolsa, precios de productos, etc.).
11.3. Un modelo de periodista: Mariano José de Larra
La existencia de la censura y la decidida voluntad de los periodistas de no dejarse vencer por ella confiere un carácter peculiar al periodismo de estos años, los años de Larra.
El esfuerzo de Larra fue a la larga agotador. La revolución de agosto de 1836 estableció la Libertad de Prensa, pero Larra no podía simpatizar con aquella revolución ni por los medios con que se llevó a cabo, turbios y absolutamente desprovistos de grandeza -la sargentada de La Granja-, ni por los fines de aquel estrecho progresismo desprovisto de preocupación social. Por otra parte, habían desaparecido los censores, pero el escritor político había de lidiar ahora con los fiscales de imprenta y con el peligro de la deportación.
Más escéptico que nunca, Larra rindió al fin las armas con la vida el 13 de febrero de 1837. Poco antes había publicado sus estremecedores artículos El día de difuntos de 1836 y La Navidad de 1836, en los que huele a muerte próxima.
Esta carrera, que tan trágicamente terminó, había comenzado con la breve experiencia de El Duende Satírico del Día, en 1828, continuada por la de El Pobrecito Hablador en las postrimerías del reinado de Fernando VII. Escribió luego en el Correo de las Damas, La Revista Española –convertida más tarde en Revista-Mensajero-, El Observador, El Español y, finalmente, El Mundo y
El Redactor General.
Larra es, sobre todo y ante todo, escritor político. Apenas hay crítica teatral que no esté salpicada de alusiones políticas, y algunas de ellas son por completo artículos políticos, en que el aspecto de crítica teatral es un puro pretexto. Cuando la censura arrecia, se refugia Larra en el artículo de costumbres o en la crítica teatral, desde los cuales sigue ejerciendo su irrenunciable crítica social y política. A veces su audacia es temeridad y el artículo es prohibido. Sin embargo, en cierta forma, podríamos decir que la censura colaboró con Larra, forzándole a elaborar ese estilo en que la ironía y la reticencia alcanzan categoría genial. Sin duda alguna, Larra es el prototipo de periodista independiente, fiel sólo a sí mismo.

Larra adopta lo que él llama la divisa de la época: libertad en literatura, como en las artes, como en la industria, como en el comercio, como en la conciencia. Pero junto a esta demanda por la libertad como derecho político hay en él una creciente preocupación social por la suerte del pueblo bajo, de las masas proletarias, preocupación que pocos compartían en la España de su tiempo, y que, desde luego, no formaba parte de los programas de los partidos.
Algunos críticos han visto un paso atrás hacia el moderantismo en los últimos meses de la vida de Larra. Es la complejísima y confusa situación política de aquellos meses, el presentarse como candidato a diputado, apoyado por el Gobierno, a las Cortes convocadas por Istúriz, pudo ser un error táctico. Lo fue sin duda, y sus consecuencias contribuyeron a su trágica decisión final. Pero no indica que sus ideas hubiesen variado.
En sus últimos artículos la ironía se había tornado en sarcasmo y un aire funeral y una obsesión de cementerio lo invadía todo.
11.4. Las Revistas Ilustradas y Literarias. El Romanticismo.
11.4.1. El Artista.
La primera que alza la bandera de la literatura y el arte en medio del hiperpolítico panorama es el semanario El Artista que comienzan a publicar el escritor Eugenio Ochoa y el pintor Federico Madrazo en enero de 1835. Su título proviene de LArtiste que publicaba en París entre 1831 y 1838 Achille Ricourt. La imitación llega en ocasiones al plagio de artículos y grabados. Colaboraron en El Artista Espronceda, Campo Alange, García Tassara, Pastor Díaz, Zorrilla, todos entonces jóvenes desconocidos.
Su presentación estaba muy cuidada, era incluso lujosa, con ilustraciones en litografía de una gran calidad. Estas eran, sobre todo, retratos que acompañaban a las biografías de escritores y artistas antiguos o contemporáneos y reproducciones de monumentos artísticos. Sus doce páginas estaban en parte dedicadas a la crítica e información literarias y en parte a la literatura de creación: poemas, cuadros costumbristas, cuentos fantásticos. La pieza de más valor es sin duda La Canción del Pirata, de Espronceda, publicada en el número 4, de 25 de enero de 1835, con la que el joven poeta da por primera vez toda la medida de su talento.
La revista, víctima de dificultades económicas, no duró más de quince meses. Su precio era muy caro, 30 reales, en tanto que los diarios costaban 20.
11.4.2. Semanario Pintoresco.
El Semanario Pintoresco, fundado por Mesonero Romanos en 1836, trajo de Francia su prensa mecánica, cuya descripción, acompañada de un grabado ilustrativo, nos da en su número de 1 de julio de 1838. El Semanario Pintoresco introdujo en España el grabado en madera, vieja técnica revitalizada que permitía multiplicar indefinidamente las pruebas e imprimir el grabado al mismo tiempo que el texto, consiguiendo abaratar los costes.

Con esta revista se propuso Mesonero introducir en España la revista ilustrada de divulgación científica y literaria que triunfaba desde hacía años en Inglaterra y Francia. El adjetivo pintoresco no quiere decir más que ilustrado, es decir, que tenía grabados.
Mesonero se propuso triunfar en lo que otros habían fracasado, la publicación de una revista no política. El Semanario logró su propósito de introducir este género de prensa en España y se publicó durante más de veinte años, hasta el 20 de diciembre de 1857. Su bajo precio para una revista de sus características (3 reales al mes para los suscriptores del Diario de Madrid y cuatro para los demás) contribuyó sin duda a su éxito.
Adopta en lo literario una postura contraria a los excesos románticos. Sin embargo, algunos de sus colaboradores fueron románticos, y contribuyó más que ninguna otra publicación a revelar a los lectores la España pintoresca con los monumentos artísticos, el carácter, usos y costumbres de cada localidad. Un género eminentemente romántico, el costumbrismo, encontró amplia acogida en sus páginas. En el Semanario escribieron Gil y Zárate, Revilla, Roca de Togores, Lafuente Príncipe, Colom, Megam, Zamacola, Arias, Girón y los poetas Zorrilla, Tassara, Bermúdez de Castro, Enrique Gil, …
11.4.3. Otras Revistas. Romanticismo y política.
El éxito del Semanario Pintoresco produjo una floración de revistas literarias, ninguna de las cuales logró hacerle una serie competencia. Siglo XIX (1 de enero de 1837 a 22 de mayo de 1838) cultivó un romanticismo de pacotilla con truculencias y exotismos de guardarropía. El Observador Pintoresco (30 de abril a 30 de octubre de 1837) seguía la formula del Semanario Pintoresco. Vida aún más efímera tuvo el Museo Artístico y Literario, que publicó sólo nuevo números, en el que aparecieron poesías de Pastor Díaz, Bretón, Julián Romea, Zorrilla y la primera parte de El Estudiante de Salamanca de Espronceda. No me olvides, de Salas y Quiroga publicó un resumen del Ferragus de Balzac, firmado con las iniciales D. B.; los redactores y colaboradores del No me olvides, entre los que figuraba el joven Campoamor, defienden un romanticismo sano y español, cuyo ejemplo será Zorrilla, frente al romanticismo degradado, de escenas sangrientas, sueños horrorosos, crímenes atroces, execraciones, delirios y todo cuanto se puede imaginar de bárbaro y antisocial.
Si en 1820 se identificaba liberalismo con clasicismo, ahora los jóvenes radicales en política y en ideas estéticas identifican revolución política y revolución literaria. Si el autor admirado por los adelantados del Romanticismo en 1823 era Walter Scott, ahora lo son Dumas, Víctor Hugo y Byron.
Son pues, dos conceptos de romanticismo los que se delimitan trabajosamente en estos años: el romanticismo tradicional y el romanticismo liberal, de tendencia social.

TEMA 12.- LA PRENSA DESDE LA REVOLUCIÓN DE LA GRANJA HASTA LA REVOLUCIÓN ESPARTERISTA (1836-1840)
En el verano de 1836, un movimiento contra el Ministerio Istúriz, dirigido en diversas provincias por Juntas revolucionarias, que culminaría en agosto con la sargentada de La Granja, acaba con el régimen del Estatuto. La reina regente se ve obligada a firmar el restablecimiento de la Constitución de 1812. El gobierno progresista de Calatrava convocó elecciones para unas Cortes que habían de ser constituyentes y que, reunidas el 24 de octubre del 36, elaborarían una Constitución nueva, que fue jurada por la reina el 18 de junio de 1837. Esta Constitución fortalecía notablemente las prerrogativas del rey, con respecto a la del 12, y establecía el sistema bicameral.
Son estos que median entre la revolución de La Granja y la esparterista unos agitados años en los que los partidos moderado y progresista se desarrollan y delimitan -en un antagonismo creciente-. A partir de 1837 comienza a surgir en el ala izquierda del progresismo un minoritario grupo de opinión demócrata, con matiz republicano.
Moderados y progresistas se suceden en el poder en estos años pródigos en cambios ministeriales. Al mismo tiempo se configura un fenómeno de enorme trascendencia en la historia contemporánea de España: la intervención de los militares en la política. Riego había inaugurado en 1820 la serie de salvadores de la Patria. Ya dentro del período isabelino, los generales Llauder y Quesada habían forzado a la reina regente a la sustitución de Cea Bermúdez por Martínez de la Rosa.
12.1. Legislación.
El triunfo de la Revolución de La Granja y el consiguiente restablecimiento provisional de la Constitución de 1812 trae consigo también el restablecimiento de la libertad de prensa con la ley de 1820. Supuso, sin embargo, la desaparición de varios periódicos, muy comprometidos con la anterior situación moderada, la Revista-Mensajero, La Ley, El Jorobado, además del cambio en la dirección de El Español. El Ministerio Calatrava ejerció una fuerte presión sobre los periodistas, que si ahora no tenían que someterse a censura previa, tenían en cambio que lidiar con el fiscal de imprenta y enfrentarse con fuertes penalizaciones, incluida la deportación.
Las Cortes Constituyentes, antes que una nueva Constitución, promulgaron una nueva ley de imprenta, el 22 de marzo de 1837. Se mantenía el jurado establecido en la ley de 1820. Al igual que la legislación moderada de 1834, preveía fuertes fianzas (que ahora se elevaban a 40.000 reales en Madrid y de 30.000 a 10.000 en las demás poblaciones, según su categoría).

Procedente también de aquella legislación es la figura del editor responsable. Por último, la obligatoriedad de entregar un ejemplar del periódico al jefe político o alcalde y otro al promotor fiscal, antes de ponerlo en circulación (como mínimo dos horas antes) equivalía en cierto modo a una censura previa, por cuanto estas autoridades podían prohibir su circulación.
La Constitución de 1837, por su parte, establecía la libertad de imprenta sin previa censura. Sin embargo, esta ley tuvo muy diversa aplicación durante su vigencia, según fuese el gobierno moderado o progresista. Siguen siendo estos años de prensa fluctuante, con frecuentes cambios en los títulos de los periódicos, giros en la orientación política, trasvases de redactores, etc.
Es interesante señalar que por primera vez se define legalmente en la ley de 1837 qué debe entenderse por periódico:
Se entenderá por periódico para el objeto de la ley, todo impreso que se publique en época o plazos determinados o inciertos, siempre que sea bajo un título adoptado previamente y que no exceda de seis pliegos de impresión del papel de la marca del sellado.
Como vemos, no se considera esencial en un periódico la periodicidad fija.
12.2. Periódicos Progresistas, Moderados y Republicanos
12.2.1. Los primeros periódicos republicanos.
El Gobierno Calatrava fue duramente combatido en la prensa, desde la derecha por los moderados y desde la izquierda por los progresistas más radicales. En este descontento de unos y otros está el germen del futuro partido democrático que en algunos casos tiene ya un matiz claramente republicano. Es el caso del periódico Centinela de Aragón, fundado en 1837 por Víctor Pruneda y considerado el pionero de la prensa republicana española. En Barcelona, los diarios El Vapor y El Guardia Nacional y la revista El Propagador de la Libertad incitan a fines de 1836 a la rebelión. El Guardia Nacional y El Vapor cambian de orientación política, pasándose al moderantismo a principios de 1837, y piden ahora castigo para los revoltosos. En marzo de 1838 El Vapor cambiará su título por La Paz que, en noviembre del mismo año 1838, se fusiona con El Guardia Nacional.
Este incipiente grupo democrático-republicano lucha por expresarse. En 1840, Patricio Olavaria funda el primer periódico republicano madrileño, La Revolución, de tan fugaz existencia que sólo salieron cinco números, del 1 al 6 de mayo, en que fue suprimido por real orden.
Suprimido La Revolución, insiste Olavaria en el intento, y el 10 de junio del mismo 1840 comienza a publicar El Huracán, que, con numerosas interrupciones, logró prolongar su vida hasta julio de 1843. Si no se declara en estos primeros números abiertamente republicano, no es menos evidente su decidida inclinación por esta forma de gobierno, y su odio a los reyes. En el terreno económico y social, repudia El Huracán la desamortización de Mendizábal y hace el elogio del plan de Flórez Estrada.

12.2.2. Periódicos progresistas.
El Eco del Comercio sigue siendo el principal representante del partido todavía calificado con más frecuencia de exaltado que de progresista. A su lado combaten por las mismas ideas El Patriota y El Constitucional. De abril a julio de 1838, Manuel María Gutiérrez, Mariano Carnerero y José Francisco Campuzano, que habían publicado El Patriota, publican con periodicidad bisemanal
El Amigo del Pueblo.
En Barcelona, Monlau fundó El Constitucional para llenar el vacío de prensa progresista que se había producido tras el paso al moderantismo de El Vapor y El Guardia Nacional. El Constitucional, que empezó a publicarse el 1 de agosto de 1837, desapareció el 17 de octubre siguiente. Reapareció en junio de 1839 y en esta segunda etapa se publicará hasta 1843.
12.2.3. Periódicos moderados.
La prensa que predomina en estos años es la de orientación moderada de diversos matices. Los órganos más importantes de esta tendencia son El Porvenir, de Donoso, y El Correo Nacional, de Borrego. De menor entidad era El Mundo, el último periódico en que colaboró Larra, y
El Piloto.
Donoso Cortés, editor de El Porvenir del 37 al 40, puso toda la fuerza de su ardor polémico en combatir las ideas progresistas y polemiza incansable con el Eco del Comercio y El Patriota, defendiendo el principio doctrinario de la soberanía de la inteligencia frente a la soberanía popular. Entre sus principales colaboradores estaba un jovencísimo José de Zorrilla.
La costumbre de la novela-folletín se afianza en estos años, especialmente en los períodos interparlamentarios, en que los periódicos tienen más holgura de espacio al no tener que publicar la habitual sección dedicada a dar cuenta de las sesiones de Cortes. El Eco del Comercio es el que dedica más espacio al folletín.
Andrés Borrego emprende de nuevo la publicación de un diario en febrero de 1839. El Correo Nacional sigue la pauta de El Español. Las noticias siguen siendo en éste muy cuidadas, tanto nacionales como extranjeras. El espacio concedido a la información económica es, en cambio, mucho menor que en el anterior periódico de Borrego.
En cuanto a la línea política, El Correo repite en cierta manera la evolución de El Español. Con sus ideas contrarias al partido exaltado o progresista, al que juzga destructor, pero tampoco identificadas con el partido moderado oficial, que le parece reaccionario. Borrego trata de constituir un tercer partido, al que llama monárquico-constitucional, un partido moderado pero verdaderamente liberal. Finalmente acabó poniéndose al servicio de los moderados hasta que el fracaso de la conspiración moderada de octubre de 1841 le privó de la propiedad del periódico y le obligó a exiliarse. Uno de sus redactores, Sartorius, futuro conde de San Luis y presidente del Gobierno, se hizo cargo del periódico y el 16 de junio de 1842 lo sustituyó por El Heraldo, portavoz de un moderantismo estrecho.
Borrego y su periódico fueron los más firmes defensores de la Constitución de 1837. Algunos de los colaboradores del periódico, Pacheco, Pastor Díaz, Ríos Rosas, por fidelidad a esta
Constitución, se separaron del partido moderado cuando éste, tras la reacción de 1844, la sustituyó por la Constitución partidista de 1845.
12.3. Las Revistas.
De enero a diciembre de 1837 publicó Borrego la Revista Europea. Era mensual y publicaba artículos originales o tomados de las más importantes revistas extranjeras, sobre temas de política, economía, filosofía, historia y literatura. Comentaba también la actualidad política española, criticando al gobierno progresista. La Revista Europea fue sustituida en 1838 por la Revista Peninsular, en la que Borrego defendió las mismas ideas de un liberalismo conservador, inteligente y especialmente preocupado por los problemas sociales que había defendido en la Revista Europea, en El Español y en
El Correo Nacional.
La Revista de Madrid, que se publicó de 1838 a 1845, dirigida por Pedro José Pidal y Gervasio Gironella, trataba temas políticos y económicos, con unos puntos de vista moderados, de acuerdo con la ideología de sus colaboradores: Donoso, Lista, Martínez de la Rosa, Alcalá Galiano, etc.
12.4. Prensa Satírica.
Periódico de gran éxito en su tiempo y perdurable fama después fue el satírico político Fray Gerundio, producto exclusivo del que sería famoso historiador Modesto Lafuente. Comenzó a publicarse en León en abril de 1837 con periodicidad semanal. En julio de 1838 se trasladó a Madrid, perviviendo con alguna interrupción hasta junio de 1842. Fray Gerundio es un fraile exclaustrado como consecuencia de las leyes desamortizadoras de Mendizábal, que en charla con su lego Tirabeque va burlándose de todo. La línea del periódico es liberal independiente, sin que nadie pueda a priori librarse de sus ataques. Fray Gerundio inaugura una familia de Frays que surgirán a imitación suya: Fray Junípero, Madrid, 1841; Fray Gerundio, Sevilla, 1843; Fray Supino Claridades, Madrid, 1855. Menos gracias, y más agresiva, tenía El Matamoscas, liberal, anticarlista, anticlerical y antirrepublicano, que publicó 108 números entre 1836 y 1837.
Estilo muy distinto a Fray Gerundio, no irónico, sino de una agresividad tremenda y directa, tuvo otro periódico de breve vida y perdurable mala fama, El Guirigay, que se publicó de 1 de enero a 7 de julio de 1839, en que fue prohibido por una real orden. Su principal responsable, González Bravo, utilizó en esta publicación la libertad de prensa, que años más tarde el mismo se encargaría de perseguir cuando ocupó el poder, para la más desaforada demagogia, desde llamar en alusión transparente ilustre prostituta a la reina regente María Cristina, hasta proponer, sin alusión ni elusión alguna, que a los ministros se les apriete bien la garganta a ver si con la lengua traidora sueltan el dinero que nos han robado. 

TEMA 13.- EL TRIENIO ESPARTERISTA (1840-1843)
El conflicto planteado en el verano de 1840 en torno a la centralizadora ley de Ayuntamientos desembocará en la renuncia de María Cristina a la regencia el 12 de octubre. Espartero, en la cumbre de su prestigio tras el final de la guerra carlista y ya definitivamente ganado para el progresismo, había presionado fuertemente a la reina para que negase la sanción a la mencionada ley y tras su renuncia y salida de España va a sustituirla como regente durante un trienio durante el cual el general del pueblo va a perder gran parte de su prestigio. Los grupos de la izquierda descontentos con la política de Espartero se unirán en su ofensiva al regente con sus enemigos naturales, los moderados, en una coalición que pondrá fin a la regencia. Coalición en que la prensa juega un papel preponderante.
13.1. La Legislación de Prensa
Pocas veces ha sido un gobernante tan combatido desde la prensa como Espartero. La libertad de prensa bajo la vigente ley de 1837 fue bajo su mandato un derecho real y efectivo.
Proliferará durante la regencia esparterista una prensa menor de hojas volantes e innominadas, que se distinguen por su atrevimiento. El colmo del ingenio correspondió a El Peninsular, que recompuso su título, destacando las letras correspondientes en el texto del artículo relativo a la libertad de imprenta en la Constitución del 37: todos los
EspañoLes PuedEN Imprimir y publicar libremeNte SUs ideas con sujeción a las Leyes. ARtículo 2º de la constitución. Este artículo era precisamente el que amparaba legalmente a estas hojas volantes que, al carecer de título, escapaban de las limitaciones legales -como el fuerte depósito previo- de la ley de prensa. Una ley de 9 de julio de 1842 vino a llenar este vacío legal, en el momento de máxima efervescencia de hojas volantes, disponiendo en su artículo único que con nombre o sin él todo impreso que no exceda de seis pliegos puede ser considerado periódico.
La medida más arbitraria que Espartero tomó contra la prensa fue ya al final de su regencia, en julio de 1843, cuando prohibió por una orden ministerial que se admitieran al franqueo y pudieran circular por correo otros periódicos políticos que los ministeriales: El Espectador, El Patriota, El Centinela y La Gaceta oficial.

13.2. Periódicos de las distintas tendencias.
13.2.1. Periódicos moderados.
Capitaneaba las huestes de la prensa moderada, en ruda oposición al regente, El Heraldo, bajo la dirección de Luis Sartorius, futuro conde de San Luis y primer ministro de la última etapa de la década moderada. En El Heraldo publica Donoso Cortés sus Cartas desde París.
Secundan a El Heraldo, El Sol y El Castellano, menos extremosos en su oposición. Más temible por las armas que empleaba, las del ridículo y la sátira, era El Cangrejo, que al fin fue suprimido tras haber sufrido 19 denuncias. El editor de El Cangrejo, conde de Sanafé, lo sustituyó pronto por La Postdata que, redactado por Las Heras, Quintanilla y Esteban Collantes, fue quizá el periódico que más dura guerra hizo a Espartero, con sus burlas sangrientas y sus increíbles ataques a los principios y personas del Gobierno. Si El Cangrejo había sufrido 19 denuncias, La Postdata fue denunciada 31 veces y hubo al final de reducirse a una hoja volante por falta de editor responsable.
Si El Cangrejo o La Posdata representan una postura moderada lindante con el absolutismo, El Católico se sitúa más a la derecha como representante del absolutismo teocrático.
En Barcelona, el diario El Guardia Nacional es secundado en el campo moderado por una prensa menor, sin periodicidad fija o con periodicidad inferior a la diaria, como Lo Pare Arcángel y El Papagayo. En su última etapa, bajo el título de La Prosperidad, sobrevivió a la regencia de Espartero hasta diciembre del 43. La Corona se publicó sólo de febrero a mayo del 43, en que fue suprimido por un artículo contra Espartero. Se hizo cargo de sus suscripciones el Diario de Barcelona, que aunque sin adscripción política determinada se inclinaba sin duda al moderantismo.
13.2.2. Periódicos republicanos.
El clima de apertura y libertad y la desilusión ante la política de Espartero hace dar un paso definitivo en esta época a las corrientes radicales que confluirán en 1849 en la formación del partido demócrata: la socialista utópica, la republicana y la que podríamos llamar propiamente demócrata.
El republicanismo experimenta un crecimiento sorprendente. Tres diputados defienden en las Cortes de 1841 las ideas republicanas: Manuel García Uzal, Pedro Méndez Vigo y Olavaria. En 1841 se organiza en Madrid una Junta Central republicana, compuesta en casi su totalidad de escritores y periodistas: Espronceda, Juan Martínez Villergas, Bartolomé José Gallardo, Patricio Olavaria y Ordax Avecilla, directores estos últimos, respectivamente, de El Huracán y El Regenerador. En diciembre de 1841 se celebraron elecciones municipales en toda España, para las que el incipiente partido pudo presentar candidatos en casi todas las grandes ciudades y en muchas ciudades menores.
Contaban ya los republicanos, antes del acceso al poder de Espartero, con algunos órganos periodísticos. El decano, El Centinela de Aragón, publicado en Teruel por Víctor
Pruneda; en Madrid, El Huracán, de Patricio Olavaria. Otros vendrán a sumárseles o a sustituirlos: El Regenerador, de Ordax Avecilla; El Peninsular, de García Uzal; Guindilla, de Ayguals de Izco, todos ellos en Madrid; El Leonés y Guía de los Pueblos, en León; en Cartagena, El Telégrafo; en Málaga, La Emancipación; en Barcelona, El Republicano, de Carsy; demócratas pero no republicanos son El Popular y La Verdad, también en Barcelona, ambos de Monlau.
Estos primeros republicanos se pronuncian ya claramente por la fórmula federal. No todos son igualmente radicales. Algunos son conscientes de que todavía no ha llegado el momento, que esa opinión es todavía muy minoritaria y aspiran a que se difunda por medios pacíficos. Otros quieren el triunfo ya. Esa diferencia existe, por ejemplo, entre El Regenerador y El Huracán madrileños. Este último, dirigido por Olavaria, era mucho más radical y propugnaba la movilización armada del pueblo para conquistar el nuevo sistema político, necesariamente republicano federal, puesto que la monarquía era incompatible con la libertad.
Desaparecidos El Huracán y El Regenerador, en 1842 vienen a ocupar su puesto en Madrid El Peninsular, dirigido por el diputado García Uzal, con Eusebio Asquerino y Núñez Arenas como redactores, y Guindilla, de Wenceslao Ayguals de Izco.
Más radical que ninguno fue el barcelonés El Republicano, editado por Juan Manuel Carsy, que comenzó como hoja volante y a través de cuyas páginas Abdón Terradas enardecía a las masas obreras, a las que trataba de atraer a la política, proponiendo en estilo popular y directo la revolución política y social.
Tuvo El Republicano influencia decisiva en la revolución barcelonesa de noviembre de 1842. Juan Manuel Carsy presidió la Junta revolucionaria y otros redactores fueron miembros suyos.
Carácter republicano tuvo también El Pueblo Soberano, diaria vespertino que se publicó sólo de 1 de diciembre de 1840 a 14 de febrero de 1841.
13.2.3. La prensa y el movimiento obrero.
Aunque el republicanismo, como el socialismo utópico, marcha por derroteros distintos a los del inicial movimiento obrero que aún no ha alcanzado el nivel de reflexión teórica, algunos de estos periódicos republicanos muestran una gran preocupación por el problema obrero y hacen la defensa de la asociación. De hecho, republicanos y obreros marcharon juntos en las agitaciones catalanas del período. El sindicalismo catalán alcanza en estos años un grado de organización y de madurez tan elevado que debe ser calificado el más avanzado de la Europa continental, con la creación y extraordinario desarrollo de la Sociedad de Tejedores. En Cataluña, Abdón Terradas, y en Madrid, Olavaria con El Huracán, son claros exponentes de este intento de aproximación del incipiente republicanismo al también naciente movimiento obrero. Terradas con sus hojas volantes primero y con El Republicano después, intenta una aproximación a los tejedores. El Huracán da cuenta de la vida de la Sociedad de Tejedores, mientras que en el extremo opuesto, el periódico moderado La Postdata muestra, en un interesante artículo de fondo titulado Asociación de Tejedores una muy aguda conciencia del peligro que el naciente sindicalismo representaba para la clase de quien el periódico era portavoz. 

13.2.4. Periódicos progresistas.
El acceso al poder del partido progresista trajo consigo su escisión. Escisión que se manifestó ya cuando se discutió en las Cortes si la Regencia que sustituiría a la de María Cristina había de estar constituida por una o tres personas. La mayoría de los progresistas se mostraron partidarios de la regencia trina y paradójicamente Espartero fue elegido regente único con el voto de los moderados. Inhábil político, cometió el error de actuar, desde su alto puesto, no ya como jefe de un partido, sino de una fracción de éste.
Entre los periódicos defensores de Espartero fue el más importante El Espectador, que fundado en agosto de 1841 había de adentrarse en la década moderada hasta 1848. Otros fueron La Iberia, El Centinela y
El Patriota.
El más veterano y significado órgano del progresismo, el Eco del Comercio, militó en las filas de los enemigos de Espartero.
13.3. Prensa Catalana.
En Barcelona, El Constitucional, diario progresista, se pronuncia también como contrario al grupo de Espartero -el grupo ayacucho-. El Sapo y El Mico, escrito también por redactores de El Constitucional, intentaron ser la réplica del moderado
El Papagayo.
Hay que señalar en esta época, pese a su vida muy efímera, la aparición de los dos primeros periódicos escritos totalmente en catalán. El primero, en 1841, el satírico Lo Pare Arcángel, anticentralista y proteccionista. Proteccionismo frente al librecambismo propugnado por Espartero es una de las polémicas claves de la época singularmente en Cataluña. Publicó sólo tres números. En 1843 un nuevo intento también fallido: Lo verdader catalá, que ha sido calificado por algunos autores como el primer órgano periodístico de la Renaixença. En su introducción declaraba: Espanta és la nostra nació, pero Catalunya és la nostra Patria. Después de seis números cesó su publicación, lamentando el menosprecio en que los catalanes tenían la lengua de su patria.
13.4. Fin de la regencia de Espartero.
Una coalición de las fuerzas más dispares dio al traste con la regencia del general del pueblo. Los progresistas se coaligaron contra el regente y pagarían caro su momentaneo triunfo, pues una vez logrado el objetivo, sus ocasionales aliados, los moderados, se harían con la situación y utilizarían la victoria en su exclusivo provecho, asentándose en el poder durante diez años. El entusiasmo despertado en julio del 43 por el programa de reconciliación nacional del Gobierno Provisional de Joaquín María López fue efímero. El Gobierno de Olózaga que le sucedió en noviembre de 1843 fue exonerado por la reina el 29 del mismo mes.

El Gobierno de Joaquín María López había restituido toda la plenitud de la libertad de prensa, revocando la prohibición dada en los últimos días de Espartero de circular por correo los periódicos de oposición. Ordenó asimismo poner en libertad a todos los detenidos por delitos de imprenta y envió a las autoridades una circular que aseguraba la protección y defensa de la libre expresión de todas las opiniones. Pero González Bravo, que convertido al moderantismo sustituyó a Olózaga, inició un regreso a la política de represión con respecto a la prensa que va a caracterizar al período llamado década moderada.

TEMA 14- LA DÉCADA MODERADA (1843-1854)
Isabel había sido declarada mayor de edad en noviembre de 1843, durante el Gobierno provisional de Joaquín María López. La medida era anticonstitucional, pero pareció la única viable. La divisa de la época no va a ser ya libertad, sino orden. El trono de Isabel II está asegurado tras la derrota del carlismo, y ahora corresponde consolidarlo y atender a los intereses materiales.
Los moderados en el poder se apresuran a sustituir la Constitución de 1837 por la partidista de 1845, que parecerá demasiado liberal a los elementos más conservadores del partido, que intentarán sustituirla por otra más autoritaria al final del período, bajo el Gobierno de Bravo Murillo.
En el terreno de la administración es donde los moderados desarrollan una labor más eficaz y duradera. Oligarquía y caciquismo son ya la forma de gobierno de España en la década moderada. Durante este período se producirá el fraccionamiento de los todavía débiles y titubeantes partidos políticos. Ausente prácticamente de las Cortes la oposición progresista, en el partido dominante se manifiestan tres posturas, en consonancia con los distintos matices ideológicos y bases sociales que habían confluido en su formación. La más derechista, capitaneada por el marqués de Viluma y al final del período por Bravo Murillo, en poco se diferencia de los neoabsolutistas que después de Vergara aceptan el trono de Isabel II.
La fracción del centro del partido moderado es la liberal doctrinaria capitaneada por Narváez, con Pidal como principal inspirador. Esta fracción centrista es la que ocupó el poder durante la mayor parte de los años de la década.
El ala izquierda corresponde a la escisión puritana, producida por el descontento que despertó entre los elementos más abiertos del partido la sustitución de la Constitución de 1837 por la de 1845. Sus figuras más destacadas son Pacheco, Pastor Díaz, Cánovas del Castillo, Borrego. Estuvieron en el poder durante cinco meses en 1847, y a partir de su caída empezaron a pensar en la creación de un tercer partido de unión liberal.
Además de estas corrientes surgen pequeñas fracciones personalistas o coyunturales: narvaístas, pidalistas, polacos, etc.
En el partido progresista se perfile a su vez un ala derecha, encabezada por Cortina, y por la izquierda la escisión democrática, con Rivero y Orense. La confluencia de esta escisión progresista democrática con los grupos republicanos y socialistas dará lugar al nuevo partido demócrata, constituido formalmente en 1849.
Toda esta agitación ideológica hallará su expresión, mucho más que en las Cortes, dominadas por los moderados, en la prensa, pese a todas las limitaciones legales. 
14.1. Una legislación restrictiva.
El paso a la situación moderada con González Bravo supone el regreso a una política de represión de la prensa, que se inicia con el decreto de 10 de abril de 1844, el cual, aunque conservaba el jurado, lo hace más conservador. Se eleva asimismo la exigencia de solvencia económica para poder ser editor responsable, la cantidad del depósito de fianza (120.000 reales en Madrid, 80.000 en las otras capitales importantes) y la cuantía de las penas pecuniarias por los delitos cometidos. Se exigía también el depósito previo de ejemplares antes de proceder a la circulación del periódico.
El siguiente decreto de 6 de julio de 1845, siendo ya presidente del Consejo de Ministros Narváez suprime el jurado, sustituido por un tribunal colegiado especial. Más restrictivo era aún el decreto de Javier de Burgos de 18 de marzo de 1846, que contemplaba la posibilidad de suspensión temporal o definitiva de los periódicos y la inhabilitación de su editor responsable para algunos delitos. Se justificaba la medida por la necesidad de frenar los excesos de la prensa. Este decreto fue de breve vigencia, pues fue derogado el 2 de mayo siguiente por Pidal.
Una circular de 3 de septiembre de 1847 prohibió a la prensa tratar el tema de las discordias en el seno de la familia real.
El 6 de abril, Bravo Murillo dicta el decreto más prolijo de todo el reinado, tratando de racionalizar toda la legislación de prensa. Se restablece el jurado, pero se limita el derecho a formar parte de él a los cien mayores contribuyentes de Madrid y los treinta en las provincias de segunda clase. Se definían minuciosamente las figuras de delito y las penas correspondientes, y el Gobierno se reservaba la temible facultad de suprimir cualquier periódico. Lo más curioso y significativo de esta ley es la discriminación que establecía en cuanto a la cantidad exigida como depósito de fianza entre los periódicos de mayor tamaño y precio y los de pequeño formato, más baratos: mientras para los primeros las cantidades exigidas eran 120.000 reales en Madrid, 80.000 reales en las capitales provincia más importantes y 40.000 reales en las restantes, para los segundos estas cantidades ascendían a 160.000, 120.000 y 60.000 reales, respectivamente. La razón de esta discriminación -el miedo de la burguesía dirigente a un incipiente despertar de la conciencia proletaria a lo que podrían contribuir los periódicos obreristas, asociacionistas y socialistas utópicos-.
Los últimos decretos en materia de prensa del período moderado, antes de que la revolución de 1854 restableciese la ley progresista de 1837, fueron el de 2 de enero de 1853, que suprimía el juicio por jurados, y el de 18 de julio de 1854, que volvía, por bien poco tiempo ya, a la ley Narváez.
14.2. Precedentes del periodismo informativo en España. Las Novedades.
El aspecto informativo va cobrando progresiva importancia. El concepto de un nuevo tipo de periódico, predominantemente informativo y no partidista, está ya en el aire, esperando el desarrollo de la infraestructura técnica que lo haga verdaderamente posible. El telégrafo, todavía óptico, viene empujando en esa dirección; la línea Madrid-Irún se inaugura en 1846. Dos años más tarde, la de Madrid-Barcelona. La maravilla del telégrafo eléctrico no se introduce en España hasta 1852 para uso oficial y no se abre al público hasta tres años más tarde, fuera ya, pues, del período que nos ocupa.
Signo de esta preocupación creciente por lo informativo, que andando el tiempo acabará desplazando en el periodismo la primacía de lo político, es la fundación en octubre de 1848 de la Carta Autógrafa por Manuel María de Santa Ana. La Carta Autógrafa, aunque germen del período La Correspondencia de España, que Santa Ana publicaría a partir de 1859, no era un periódico, sino un servicio de noticias, que su dinámico y emprendedor fundador recogía personalmente en ministerios, centros de negocio y cualquier otro lugar donde la noticia interesante pudiera producirse, escritas a mano y reproducidas luego en escasos ejemplares por medio de una prensa litográfica de mano y servidas a los suscriptores, fundamentalmente periódicos.
Un periódico que aparece con pretensiones innovadoras, adelantándose a lo que será el periódico de información barato y popular es Las Novedades, fundado por Angel Fernández de los Ríos, quien concede gran importancia a las noticias, distribuidas en secciones: Novedades políticas, Novedades oficiales, Novedades varias, Novedades extranjeras, Novedades de la prensa, Novedades de la capital, etc.
Esta importancia concedida a la noticia y su baratura fueron, sin duda, las razones del extraordinario éxito del periódico, que en rápida carrera se situó en el primer puesto de tirada y circulación cuatro años después de su fundación, para no abandonarlo sino diez años más tarde, desplazado por el primer periódico español decidida y totalmente informativo:
La Correspondencia de España.
Los comienzos de Las Novedades fueron modestos. Angel Fernández de los Ríos venía ocupándose desde 1846 de la dirección del Semanario Pintoresco. En 1849 fundó una nueva revista ilustrada, La Ilustración, y comenzó la publicación de una Biblioteca Universal, de obras antiguas y modernas españolas y universales, en dos series, una instructiva y otra recreativa. En combinación con todas estas empresas, inició en diciembre de 1850 la publicación de Las Novedades, que se servía gratis a los suscriptores de las otras tres publicaciones.
En la base capitalista del periódico tomaron parte, entre otros, el general Prim y Olózaga. Comenzó publicándose en formato pequeño, pero aumentó su tamaño como consecuencia del decreto de Bravo Murillo de abril de 1852 que exigía un depósito de fianza mucho mayor para los periódicos de pequeño formato que para los grandes.
Las Novedades sobrevivió a todas las otras empresas de Angel Fernández de los Ríos, hasta 1872. Salía por la tarde todos los días menos los domingos. 

14.3. El Folletín
Estos años son la época de oro del folletín en la prensa, en relación estrecha, naturalmente, con el auge de las novelas por entregas. El folletín era la parte del periódico destinada sobre todo a las mujeres, lo único seguramente que la mayoría de ellas leía.
En púlpitos y pastorales obispales se tronaba contra el furor folletinesco. Lo que los enemigos del folletín temían no era, sin duda, solamente la difusión de una moral sexual, más o menos laxa, sino de unas ideas políticas y sociales y hasta de una visión de la historia que caracteriza a gran parte de estos folletines.
Naturalmente, se pretendió contrarrestar las doctrinas disolventes que propagaban los folletines de más éxito, con otros defensores de las ideas sanas y tradicionales. Sin duda para atajar los males que los moralistas denunciaban, la ley de imprenta de Bravo Murillo de abril de 1852 establecía la previa censura para las novelas del folletín.
A despecho de adustos moralistas, el folletín siguió hasta entrado nuestro siglo ocupando la parte baja de una o varias páginas del periódico.
El peculiar estilo y estructura narrativa folletinescos, debidos a la necesidad de mantener siempre en suspenso el ánimo del lector, para que lea el siguiente capítulo, influyó muchísimo en los grandes autores decimonónicos. Mucho de folletinesco hay en Galdós. Por otra parte, en folletín o folletón, además de incontables engendros literarios, se publicaron por primera vez muchas de las novelas de importantes autores (así varios títulos de Fernán Caballero en El Heraldo La Gaviota, La familia de Alvareda y Lágrimas– o en El Español -Elia). La mayoría, no obstante, eran traducidas del francés (El judío errante, de Sue; Memorias de un médico y Las dos Dianas, de Alejandro Dumas; El amante de la luna, de Paul de Kock, etc.).
14.4. Periódicos de las distintas tendencias.
Los periodistas protestaron reiteradamente contra las limitaciones de la libertad de prensa reconocida en la Constitución. Con todo, y a pesar de la legislación restrictiva, se mantuvo en general una tolerancia para la expresión del pensamiento. Todos los partidos, fracciones o disidencias aspiran a tener un órgano en la prensa. A completar este complejo panorama vienen los periódicos de ideología obrerista, asociacionista y socialista utópica.
Sigue siendo, pues, la de este período una prensa de opinión, con predominio absoluto del factor político-ideológico.
14.4.1. Periódicos moderados.
El más representativo es El Heraldo que, fundado por Sartorius en 1842, en sustitución de El Correo Nacional, para combatir a Espartero, no sobrevivirá a la situación moderada, pues dejó de publicarse en julio del 54. Fiel portavoz de la política de Narváez. La polémica se hace
particularmente animada en el 48, a causa de la revolución francesa y la concesión de poderes dictatoriales a Narváez.
Otros periódicos moderados, dentro de la línea centrista del partido, son La Prensa (1847-1848), de Pidal y Mon; El País (marzo de 1849 a julio de 1850) y El Popular.
A la tendencia puritana pueden adscribirse El Universal, El Globo (julio de 1844-octubre del 1845), El Español, resucitado por Borrego en julio de 1845 y que duraría hasta el 1848; El Tiempo (1844-1847), La Patria, de Pacheco, el político más destacado de esta tendencia (1849-1851).
La Época, fundado en 1849 como periódico moderado, evolucionó a una postura centrista a partir de 1851 como reacción frente al semiabsolutismo del Gobierno de Bravo Murillo y saludó alborozada el triunfo de la revolución del 1854. Postura similar a La Época tiene El Diario Español, fundado en 1852. Ambos periódicos tuvieron larguísima vida (El Diario Español hasta 1933 y La Época hasta 1936). Hasta el triunfo de la revolución del 68 fluctuaron entre el centro y la derecha.
La Época fue siempre un periódico caro, que se vendía casi sólo por suscripción y tenía su público entre la clase alta. Preferido por las señoras, fue el primero que se ocupó de las crónicas de sociedad.
El Diario Español trataba de imitar al Journal des Debats francés y pretendía atraer a un público intelectual. Dedicaba especial atención a las cuestiones literarias, y sobre todo a las económicas, desde un punto de vista científico.
Expresión del ala derecha autoritaria del partido moderado, son El Imparcial (1846-1847), El Conciliador (julio a diciembre de 1845) fundado para defender la candidatura del conde de Montemolín como esposo de Isabel II, y La España, que fundando en abril de 1848 durará hasta la revolución del 68, siempre en una línea lindante con el absolutismo. Defensor del Gobierno de Bravo Murillo en el 1851 es El Orden, inspirado por Donoso.
Aunque duró poco tiempo (de febrero de 1844 a diciembre de 1846) merece una mención El Pensamiento de la Nación por la personalidad de su redactor casi único, Jaime Balmes, y por la coherencia, rigor polémico y calidad literaria con que éste defendió desde sus páginas su postura de un derechismo inteligente, la de un partido monárquico que no se identificaba necesariamente con el carlista. Ante el fracaso de sus esperanzas, Balmes abandonó la publicación del periódico, que terminó con un desengañado y angustiado artículo: ¿Por dónde se sale?.
14.4.2. Periódicos absolutistas.
Fundado en octubre de 1844, el periódico carlista La Esperanza figura ya en el año 1850, primero del que disponemos de estadísticas, a la cabeza en el pago por papel enviado a provincias, hasta 1854, en que este primer lugar le es arrebatado por el progresista noticiero Las Novedades. Ello indica una gran tirada, aun en el supuesto muy verosímil de que su éxito en Madrid fuese menor; la ideología que representa, junto con El Católico -dedicado de manera más
especial a los temas religiosos-, vencida en los campos de batalla, sigue contando con numerosos partidarios.
14.4.3. Periódicos progresistas.
A la cabeza de la prensa progresista, tras la desaparición del Eco del Comercio y El Esparterista, procedentes de épocas anteriores, está El Clamor Público, que fundando el 7 de mayo de 1844 por Fernando Corradi, se publicaría durante veinte años, hasta octubre de 1864.
Progresista independiente era también el informativo Las Novedades. En 1849 comienza a publicarse La Nación, órgano de la fracción derechista del progresismo, surgida como reacción frente al recién nacido partido democrático; estaba inspirado por Cortina, que defendía en las Cortes la misma tendencia, y prolongó su vida hasta el año 1856.
14.4.4. Periódicos democráticos y socialistas.
Más a la izquierda que los periódicos progresistas mencionados se sitúa el muy interesante, aunque de corta vida, El Siglo, de tendencia claramente democrática. Comenzó a publicarse el 1 de enero de 1848, con Santos Lerín como director y el venezolano Rafael María Baralt como redactor principal y verdadero cerebro del periódico. Dejó de publicarse el 9 de mayo por acuerdo de sus autores, ante la política represiva de Narváez. Cuando reapareció, siete meses después, en enero de 1849, figuraba como director Baralt.
Durante la gestación del partido democrático, El Siglo niega ser órgano de los diputados que elaboraron su programa, y cuando, por fin, éste se hace público lo inserta en su número de 8 de abril.
El Siglo era un periódico de muy gran formato a cinco columnas, costaba su suscripción 12 reales al mes en Madrid y 20 en provincias.
Adscritos también a la tendencia democrática del progresismo antes de la constitución del partido demócrata son La Reforma (1848-1849), El Pueblo (abril de 1848-mayo de 1849) y El Guardia Nacional (1848).
Los años de la década moderada son los de la máxima difusión de las corrientes del socialismo utópico en España. El primer periódico socialista español, de tendencia furierista, en La Atracción de Fernando Garrido, que lo fundó, junto con Sixto Cámara, en marzo de 1847. Colaboró en él Ordax Avecilla, que durante la regencia de Espartero había publicado El Regenerador y que siendo diputado por León en las Cortes de 1846 fue el primer parlamentario español que se declaró socialista. La Atracción, que tenía periodicidad decenal, duró sólo tres meses, pero los mismos Fernando Garrido y Sixto Cámara publicaron en marzo de 1848
La Organización del Trabajo.
En Barcelona son las ideas de Cabet las que se expresan a través de la revista La Fraternidad, que comenzó a publicarse en noviembre de 1847, dirigida por Narciso Monturiol. La revista fue suprimida en febrero de 1848 por un artículo en que se hacía la apología del movimiento revolucionario francés.

En abril de 1849, tras el fracaso de los movimientos revolucionarios de 1848 -aplastados por Narváez- y la consiguiente represión, la corriente socialista utópica, la republicana y la democrática surgida en la izquierda del partido progresista confluyen en la formación del nuevo partido demócrata. El credo del nuevo partido se difundirá a través de una amplia red de periódicos, El Siglo, La Tribuna, El Pueblo, El Tribuno, La Reforma Económica, de Sixto Cámara, y El Eco de la Juventud, de Garrido. Antonio Ignacio Cervera funda, junto con Garrido, El Amigo del Pueblo, que hubo de cambiar su nombre sucesivamente por el de El Trabajador, El Taller y La Fraternidad.
Son periódicos todos de vida breve y azarosa. Suspensiones, multas, dificultades económicas de todo tipo, no desaniman a sus entusiastas promotores, que después de ir a dar muchas veces con sus huesos en la cárcel, vuelven a intentar la tarea con un nuevo título.
14.5. Prensa Satírica.
Ayguals de Izco había publicado en los últimos tiempos de la regencia de Espartero Guindilla. Durante el período de dominación moderada fustigará a todas las situaciones de diverso matiz que se sucedan, solo o en colaboración con el ingenio satírico de Juan Martínez Villergas, desde las páginas de La Risa, El Dómine Lucas, El Fandango y La Linterna Mágica. Por su parte, Martínez Villergas, además de su colaboración con Ayguals, publicó por su cuenta El Burro y
El Tío Camorra.
En la historia del periodismo satírico político español ha dejado perdurable fama un periódico del que ni siquiera se sabe con certeza cuántos números publicó -pocos-. El Murciélago, clandestino, sin período fijo, se colaba al parecer por todas partes sin que la policía fuera capaz de impedirlo y era leído con avidez. Sus blancos preferidos eran el marqués de Salamanca y la madre de la reina. Tampoco se libraba la propia Isabel II. Por lo que se refiere a los autores de El Murciélago, parece que la vox populi lo atribuía a un ex jefe y a un futuro jefe de gobierno: Luis González Bravo y Antonio Cánovas del Castillo.
14.6. Prensa ilustrada.
En 1843 inicia su publicación el Museo de las Familias, que se subtitulaba Lecturas agradables e instructivas, y duró hasta 1871. Era una publicación bastante pobre e insípida, con escasos grabados, miscelánea de lecturas no tan agradables e instructivas como prometía su subtítulo.
Continuaba publicándose el veterano Semanario Pintoresco, dirigido, desde 1847, por Angel Fernández de los Ríos. Nada no ya político, ni siquiera de actualidad, entraba en sus páginas. En lugar de renovar el Semanario, Fernández de los Ríos, optó por mantener su viejo carácter y fundar una revista nueva, que se presenta como hermana, asociada y complementaria
del Semanario: La Ilustración. Periódico Universal, que comenzó a publicarse el 3 de marzo de 1849 y continuó haciéndolo hasta junio de 1857.
La Ilustración fue sin duda superior a todas las revistas ilustradas que la habían precedido, y aportaba una fórmula nueva en España, bien que, naturalmente, imitada del extranjero: La información por la imagen, o la incorporación del dibujo de actualidad. Sus modelos confesados son The Illustrated London News y LIllustration francesa.
La Ilustración era tributaria de sus homónimas en el extranjero. Es significativo que concede mayor lugar a la información extranjera que a la nacional. Naturalmente, resultaba mucho más barato comprar los grabados que encargarlos ex profeso a artistas nacionales.
Las ambiciones con que fue emprendida fueron superiores a los logros conseguidos. El siguiente paso perfeccionado en este tipo de periodismo, que puede ya llamarse gráfico y no simplemente ilustrado, será El Museo Universal, nacido en 1857, y alcanzará perfección con La Ilustración Española y Americana en 1869, que incorporará ya definitivamente y con una calidad excepcional el dibujo de actualidad nacional.

TEMA 15.- EL BIENIO PROGRESISTA (1854-1856)
La arbitrariedad y corrupción de los últimos gobiernos moderados van creando un clima generalizado de oposición, que el gobierno del conde de San Luís trata de aplastar con medidas dictatoriales.
El 29 de diciembre los redactores de varios periódicos publicaron un escrito de protesta por la situación en que se encontraba la prensa, sujeta a las arbitrariedades del Gobierno.
La iniciativa del movimiento que iba a acabar con la década moderada partía en principio de ala izquierda del moderantismo, el grupo puritano, y del ala derecha del progresismo, es decir, de los que pronto iban a constituir el partido de la Unión Liberal. En enero del 54 un gran número de senadores, grandes de España, políticos y periodistas firmaron una exposición que denunciaba las arbitrariedades del Gobierno y la situación general del país.
La revolución estalla, en forma de vulgar pronunciamiento militar, a finales de junio en Vicálvaro, capitaneada por ODonnell y otros generales de significación moderada. Indeciso el resultado del enfrentamiento con las tropas gubernamentales, los sublevados dirigen al país el 7 de julio un manifiesto, conocido como de Manzanares, redactado por Cánovas, que amplía los objetivos del movimiento, adoptando algunos de los principios progresistas e invitando a éstos a unirse a la lucha. En diversas ciudades, y singularmente en Madrid y Barcelona, el pueblo se suma con entusiasmo a la lucha, levantando barricadas, dirigido por progresistas pero con fuerte participación de elementos demócratas y obreristas, que intentarán dar un sentido a la revolución que estaba muy lejos de los propósitos de sus iniciales promotores.
Sartorius se ve obligado a dimitir y la reina a llamar a Espartero como presidente, a ODonnell como ministro de la Guerra.
Graves disturbios sociales a partir del verano de 1855, inducidos, según unos, por agentes socialistas, y según otros por elementos reaccionarios, van a acabar con el desplazamiento de Espartero y del partido progresista, por intervención de la reina. Las Cortes, de mayoría progresista, que intentaron oponerse, fueron disueltas y en medio de graves agitaciones populares concluyó el bienio progresista como había nacido y casi exactamente dos años después, por obra del mismo ODonnell que lo había iniciado.
Entre la labor legislativa de las Cortes Constituyentes reunidas en noviembre de 1854, hay que citar la Ley de Desamortización civil y eclesiástica y la Ley de Ferrocarriles, que dio un gran impulso a la extensión de la red. En cuanto a la Constitución progresista de 1856, que no llegó a promulgarse, es significativo que durante su discusión se plantearon por primera vez en unas Cortes españolas temas tales como el sufragio universal, la libertad de cultos, la libertad de enseñanza, de reunión y de asociación. La misma dinastía de Isabel II, y aun la forma monárquica de gobierno, fue sometida a discusión.
Los nombres de Cánovas, Sagasta, Castelar, Pi y Margall son suficientemente representativos de esta generación. La agitación social del bienio es un preludio y un síntoma de
que las clases desposeídas, el cuarto estado, se aprestan a reclamar sus derechos. El joven partido demócrata es el primero que toma a su cargo de la defensa de las clases trabajadoras. Toda la estructura del sistema sufre reacomodaciones. Si a la izquierda del partido progresista se afianza el demócrata, a su derecha surge el de la Unión Liberal, que trata de superar la vieja dicotomía moderado-progresista, sin conseguir ser más que un nuevo partido, situado entre los dos antiguos, cuya vida sería efímera aunque consiguiera el poder en el período 1858-1865 y contribuyera a la revolución septembrina, por la que pronto iba a verse desbordado.
15.1. Legislación
Poco interés ofrece la labor legislativa del bienio en materia de prensa, que se limita a la restauración de la ley de 1837. Se vuelve, pues, a la situación del trienio esparterista. El Gobierno dispuso en agosto de 1854 la devolución por el Tesoro a los editores responsables de las multas y costas derivadas de las condenas sufridas desde el decreto de Bravo Murillo de abril de 1852.
La Constitución nonata de 1856, en su artículo 3º, después de afirmar la libertad de imprenta, añadía que no podía secuestrarse ningún impreso antes de haber empezado a circular. Al calor de esta legislación progresista y de la politización que trae consigo la revolución se multiplica el número de periódicos, así como su cifra de tirada. Como en toda situación revolucionaria hay una floración de periódicos nuevos, la mayoría de los cuales tendrá una vida efímera. Pero la ampliación del público lector que estos fenómenos suponen será ya una conquista permanente.
15.2. Periódicos de las distintas tendencias.
15.2.1. Prensa Progresista.
Los periódicos más favorecidos por la nueva situación son naturalmente los progresistas. El Clamor Público será superado en 1854 por el más informativo Las Novedades, que se sitúa en cabeza de la clasificación general, superando al absolutista La Esperanza.
El Clamor Público,
fundado en 1844, en el momento en que el progresismo había sido arrojado del poder, reunió a las fuerzas dispersas del partido y durante diez años combatió rudamente al moderantismo y sostuvo la esperanza del triunfo. Una vez logrado éste, decayó bruscamente en el mismo año 54. En 1956 pasa a defender las posturas del centro parlamentario, del nuevo partido de Unión Liberal.
La Iberia, fundada en vísperas de la revolución por Calvo Asensio, es quizá el periódico más representativo del espíritu del 54. Calvo Asensio murió joven, en 1863, y le sustituyó en la dirección del periódico Práxedes Mateo Sagasta, el futuro jefe del partido liberal de la Restauración, bajo cuya dirección el periódico alcanzó su época de máximo esplendor en los años que precedieron a la revolución del 68.

15.2.2. Prensa democrática.
La segunda beneficiaria de la revolución es la prensa democrática. El joven partido demócrata sale decididamente a la luz pública en estos años y lucha por su afianzamiento. El periódico más importante de esta tendencia, con mucha diferencia, en el bienio, es el diario la Soberanía Nacional, que en su primer número, de 1 de noviembre de 1854, advierte ser refundición de El Esparterista y del anunciado con el título de La Revolución. Fundador y alma de La Soberanía Nacional fue Sixto Cámara.
La Soberanía no sobrevivió al bienio progresista, mientras que La Discusión -órgano fundamental del partido junto con El Pueblo del unitario García Ruiz y La Democracia de Castelar en los años sesenta- prolongaría su vida hasta el final del sexenio revolucionario.
Otros periódicos democráticos de vida más breve y menor difusión fueron El Adelante, de Nemesio Fernández Cuesta, y La Democracia que publicaron Ignacio Cervera y Fernando Garrido en 1856. Orientación democrática tuvieron también La Europa, El Tribuno, La América y El Látigo, en el que inició su carrera periodística Pedro Antonio de Alarcón.
De tendencia socialista fueron El Eco de las Barricadas, de Fernando Garrido a partir de noviembre de 1854, y La Voz del Pueblo, que se publicó en 1856 dirigido por Roque Barcia y que contó entre sus redactores a Ignacio Cervera, Fernando Garrido y Pi y Margall.
De marzo a noviembre de 1856 publicaron Eugenio García Ruiz y Estanislao Figueras
La Asociación.
15.2.3. El primer periódico obrero. Formación de la conciencia proletaria.
Las organizaciones obreras colaboraron en Barcelona con los progresistas que dirigieron el alzamiento de julio. Pero el giro dado por el gobierno progresista a mediados de 1855 en su actitud frente al problema obrero rompió aquella alianza. A la prohibición de los sindicatos en el mes de junio y al proceso y ejecución del dirigente obrero Barceló responde el proletariado catalán con la gran huelga general de julio. La huelga fue duramente reprimida y acabó en un fracaso. El movimiento sindical se orientará ahora hacia una acción política en alianza con el partido demócrata.
En el contexto de la Huelga general de 1855 hay que situar la aparición en Madrid del primer periódico obrero español, El Eco de la Clase Obrera, que se publicó todos los domingos, desde el 5 de agosto de 1855 hasta el 3 de febrero de 1856. Es también interesante este periódico por la elocuente muestra de la colaboración entre elementos obreros y republicanos, ya que editado y en gran parte escrito por el obrero tipógrafo catalán Ramón Simó y Badía, la parte doctrinal más importante se debe a Francisco Pi y Margall.
La asociación, palabra clave de la época, es el objetivo fundamental de El Eco de la Clase Obrera. Era de muy pequeño formato, en octavo, y solía distribuir su espacio en una parte doctrinal, otra de noticias de la vida obrera, y una última de divulgación cultural. El precio de suscripción era de dos reales al mes.

15.2.4. Prensa moderada.
La prensa moderada se sitúa en conjunto, por lo que respecta a las cifras de tirada, por debajo de la progresista. El periódico más importante de esta tendencia procede de la época anterior: La España. Surgen El Parlamentario, La Verdad y El León Español,
El Buen Sentido, El Occidente, El Bien Público.
El mayor logro del periodismo moderado en el bienio es el satírico Padre Cobos. Empezó a publicarse sin carácter político el 24 de septiembre de 1854. Su atrevimiento le valió innumerables denuncias y no pocas condenas, a pesar de los brillantes alegatos de sus defensores, entre ellos Cándido Nocedal, no ajeno a la redacción del periódico, que publicaba sus discursos de defensa como suplemento.
El 1 de diciembre de 1853 comienza a publicarse El Oriente, que se inscribe en una postura moderada próxima a la Unión Liberal.
15.2.5. Periódicos del centro parlamentario.
En una postura de centro, como defensores de la bandera de la fusión, de la Unión Liberal, se sitúan La Época y El Diario Español. Otros periódicos de corta vida que defendieron también esta postura son El Criterio y La Unión Liberal. Tanto El Voto Nacional y La Época como el Diario Español, que habían combatido a Bravo Murillo y a Sartorius, reciben alborozados el triunfo de la revolución, pero tratan de mantenerla en unos límites. Los contemporáneos distinguían entre la Revolución de Junio, pronunciamiento militar cuyos objetivos se limitaban a acabar con los gobiernos polacos, y la Revolución de Julio, en que la intervención popular, al mismo tiempo que había logrado decidir la victoria, la había desbordado y desviado de sus primitivos cauces. La Época y el Diario Español representaban el espíritu de la Revolución de Junio.
15.2.6. Prensa Absolutista.
La prensa de opinión absolutista y ultracatólica se recupera rápidamente después de un primer momento de desconcierto y sigue con renovados ímpetus su lucha contra el liberalismo. La Esperanza, que sigue siendo su órgano más importante, ha perdido el primer puesto en la clasificación general, que pasa al progresista Las Novedades. Le sigue en importancia El Católico. Desaparece un periódico, El Mensajero, y nacen dos: La Estrella, que sufrió 18 denuncias y dejará de publicarse en 1857, y la Regeneración, fundada por Canga Argüelles, que ha de desempeñar un papel muy importante en los próximos años.

TEMA 16.- EL FINAL DE ISABEL II (1856-1868)
Durante los doce años que transcurren hasta la revolución del 68, se alternan en el poder el antiguo partido moderado y el nuevo de Unión Liberal, formado en los últimos meses del bienio por conservadores puritanos, progresistas templados y jóvenes que se incorporaban entonces a la vida política con actitudes eclécticas y centristas. Partidos capitaneados, respectivamente, por los generales Narváez y ODonnell. Ambos mueren en fechas próximas, ODonnell en noviembre del 67 y Narváez en mayo del 68, y sus muertes precipitan el fin de la etapa que habían personificado.
Los progresistas, presididos formalmente por Espartero y efectivamente por Olózaga, son la familia desheredada, excluidos sistemáticamente del poder se encierran a partir de 1863 en una orgullosa actitud de retraimiento electoral y se lanzan al único camino que les queda abierto, la conspiración para derribar los obstáculos tradicionales. Conspiración para la que se alían con los demócratas y en la etapa final del período con los unionistas, tras la muerte de ODonnell, unidos ahora todos contra el gobierno moderado, reaccionario y dictatorial de González Bravo.
El general ODonnell es la figura más representativa del período. El Ministerio del 58 al 63 es el más largo de todo el reinado de Isabel II, período de estabilidad política, respaldada por la prosperidad económica –boom de los ferrocarriles- y de euforia caracterizada en lo exterior por las expediciones militares de prestigio -Cochinchina, México, guerra de África, anexión de Santo Domingo-.
El Gobierno de la Unión Liberal prefigura lo que va a ser la política de la Restauración, con su eclecticismo y su fundamentación en el fraude electoral. Al final todas las fuerzas políticas, con la excepción de la que gobierna, estarán de acuerdo en derrocar lo existente, si bien con proyectos muy distintos sobre lo que debería sustituirlo. Casi todas las soluciones se ensayarán en el período siguiente.
16.1. Legislación
Los gobiernos unionistas o moderados promulgaron diversas leyes sobre prensa tendentes a impedir su desbordamiento. Bajo el primer gobierno de ODonnell, el Acta Adicional a la restaurada Constitución de 1845 mantenía algunos de los principios progresistas sobre imprenta, como el jurado para los delitos que se cometiesen a través de ella. Pero sustituido ODonnell por Narváez, éste restablece plenamente la legislación de la década moderada, suprimiendo el Acta Adicional, por decreto de 2 de noviembre de 1856. La Ley Nocedal de 1857, la de más larga vigencia en el período, supuso un nuevo endurecimiento,
estableciendo una serie de minuciosas disposiciones para frenar a la prensa, sobre todo de carácter pecuniario, como elevados depósitos (300.000 reales para crear un diario y 60.000 para los demás) y sanciones.
A pesar de todas estas disposiciones represivas, dista mucho de ser ésta una época de decadencia para la prensa. Es así este uno de los períodos más interesantes y animados de la Historia de la prensa española.
Los gobiernos moderados o de Unión Liberal, siguen una política titubeante entre la represión y la tolerancia, tratando de pactar inútilmente con la revolución, tanto Narváez, que se proponía ser más liberal que Riego, como ODonnell, que aliado con progresistas y demócratas en los periódicos de dominio moderado, no logra sino atraerse sus furias redobladas cuando está en el poder.
16.2. Periodismo Noticiero: La Correspondencia de España y El Imparcial.
La prensa de este agitado período entre revoluciones está caracterizada por dos fenómenos de signo opuesto. De un lado, máxima politización. El periodismo es más que nunca arma de combate, palestra y catapulta para políticos. De otro lado, decidido y definitivo afianzamiento del periodismo informativo, noticiero, sin adscripción política determinada y deliberadamente apartado de las cuestiones doctrinales, con el nacimiento y éxito fulminante de La Correspondencia de España.
La abundancia de acontecimientos noticiables y el desarrollo de los medios para servirlos rápidamente al público fueron factores determinantes del éxito popular de La Correspondencia. Pero sin duda contribuyó también poderosamente a él la excesiva carga doctrinal, ideológica y polémica de los periódicos de opinión.
Aquella primitiva Carta Autógrafa experimentó una serie de transformaciones, pasando a llamarse La Correspondencia Autógrafa y a ser impresa en lugar de litografiada, hasta que en 1858 su autor decidió convertirla en un periódico: La Correspondencia de España. Basado en un predominio absoluto de lo informativo y a un precio muy barato, multiplicaría sus cifras de tirada a un ritmo sin precedentes y sería en breve plazo el periódico más leído de España, con mucha diferencia sobre todos los demás demostrando así que el país era más curioso que político.
El carácter noticiero sin adscripción política determinada del periódico tuvo una excepción durante los últimos meses de 1859 y primeros de 1860, los meses de la guerra de África, en que estuvo declaradamente adscrito a la Unión Liberal y figuraba, por lo tanto, entre los periódicos ministeriales. Santa Ana lo había cedido en arriendo a Ignacio Escobar, futuro propietario de La Época y marqués de Valdeiglesias, que lo puso al servicio de ODonnell. En abril de 1860 volvió a manos de Santa Ana.
El Imparcial iba pisándole los talones a La Correspondencia. Fundado en 1867, su éxito viene a confirmar el auge del periodismo informativo, por cuanto cuidaba especialmente este
aspecto sin renunciar a ser de opinión. Su fundador, Eduardo Gasset y Artime, había dirigido anteriormente El Eco del País y militado en las filas de la Unión Liberal. El Imparcial nació como un periódico democrático antidinástico en un momento en que los hombres de los partidos progresista y demócrata estaban en la cárcel o en el exilio y sus diarios enmudecidos. Contribuyó a preparar el clima revolucionario. En sus columnas se gestó la coalición de los partidos liberales y al estallar la insurrección su imprenta se convirtió en centro de propaganda revolucionaria. Triunfante la revolución, se convirtió en uno de los periódicos preferidos del público.
16.3. Periódicos de las distintas tendencias.
16.3.1. Prensa democrática.
El único periódico de este partido que sobrevivió tras el golpe contrarrevolucionario del 56 fue La Discusión, que logró, gracias a su moderación y a la habilidad de Rivero, continuar defendiendo las ideas democráticas en circunstancias difíciles.
En 1864 pasaría La Discusión, bajo la dirección de Pi y Margall, a ser portavoz del sector socialista del partido democrático.
Cuatro años antes, en septiembre de 1860, un nuevo diario vino a acompañar a La Discusión en la defensa de las ideas democráticas: El Pueblo, de Eugenio García Ruiz, que tras la revolución del 68 vendría a ser el único defensor de la república unitaria frente al federalismo de la inmensa mayoría.
Castelar inicia el 1 de enero de 1864 la publicación de su propio periódico, La Democracia, que en corto tiempo de su existencia hasta la supresión de periódicos progresistas y demócratas tras la sublevación de San Gil en julio de 1866, contribuyó poderosamente a difundir las ideas democráticas y republicanas. Castelar era ya, cuando inició la publicación del periódico, la figura más brillante del partido democrático.
A estos tres diarios, puntales de la democracia, se sumó en 1866 La Salud Pública, que comenzó siendo progresista pero cambió de empresa y redacción, convirtiéndose en demócrata socialista.
La prensa democrática ocupó un lugar ideológico fundamental en la gestación de la revolución. El artículo de Castelar El rasgo, publicado en La Democracia el 25 de febrero de 1865, tuvo unas consecuencias demoledoras para el bamboleante trono de Isabel II: Castelar sostenía que el celebrado rasgo de generosidad de la reina, que para salvar de una difícil situación al Tesoro, puso en venta una parte de los bienes del patrimonio real, reservándose la cuarta parte de su producto, era en realidad un despojo, pues tales bienes eran propiedad de la nación. Este artículo provocó las iras del Gobierno, que recogió el periódico y desposeyó a Castelar de su cátedra, llevando así la guerra franca al tema de la libertad de cátedra, que venía discutiéndose desde tiempo atrás. Como consecuencia de estos hechos, se produjeron los disturbios estudiantiles y la sangrienta represión de la noche de San Daniel, tras la cual el régimen y la dinastía entran en la recta final.

16.3.2. Prensa Obrera.
El semanario El Obrero, que pudo publicarse en Barcelona, desde septiembre de 1864 hasta entrado el año 1866, hace gala de respeto al orden, pero denuncia la explotación sufrida por la clase obrera, cuyo remedio cifra en el asociacionismo.
La Asociación, dirigida por Roca y Galés y publicada, también en Barcelona, entre abril y julio de 1866 es, en mayor medida que El Obrero, exponente de una ideología obrera que excluye el conflicto de clases, impregnada del sistema de creencias de la burguesía.
16.3.3. Prensa ultraderechista.
En el extremo ideológico opuesto, la prensa absolutista sigue gozando de excelente salud. El carlismo ha entrado en una fase de decadencia, pero en cambio el neocatolicismo, heredero de Donoso, va fortaleciéndose.
La Regeneración, fundado en pleno bienio progresista, y El Pensamiento Español, de 1860, representan en la prensa esta tendencia, más retrógrada que la carlista de La Esperanza.
La Regeneración fue fundada por el conde de Canga Argüelles y fue su alma, hasta su muerte en 1872. Fundador de El Pensamiento Español fue Gabino Tejado, amigo, discípulo y albacea de Donoso. La Regeneración primero, y El Pensamiento Español después, van desplazando a La Esperanza.
16.3.4. Prensa progresista.
Dentro del partido progresista ninguno puede hacer seria competencia a Las Novedades y La Iberia. El primero es el periódico de mayor circulación de España hasta que en 1864 le arrebata este puesto el noticiero La correspondencia de España. En 1857 se le suponía una tirada de 17.000 ó 18.000 ejemplares. En 1861 debió superar los 30.000. Es un periódico hábil, no excesivamente combativo, que procura librarse de denuncias y multas. Mucho más agresivo era La Iberia, que en 1865, ya bajo la dirección de Sagasta, supera a Las Novedades. La Iberia es ahora el representante de la tradición más pura del progresismo.
Los demás periódicos progresistas están muy por debajo de los dos líderes, pero cabe destacar entre otros a La Península, Las Cortes, La Soberanía Nacional, La Nación, El Progreso Constitucional, etc.
16.3.5. Prensa conservadora.
Tanto moderados como unionistas reivindican para sí el nombre de conservadores. Unos y otros consideran a su partido el verdadero partido liberal conservador. Entre los moderados puros, o ligueros en la terminología de estos años, ninguno tenía una vida muy floreciente. El más antiguo y el más estable es La España. Del bienio procedían El Parlamento y El Fénix, cuyo propietario e inspirador era el marqués de Remisa. Ahora se funden en El Conciliador. También del bienio progresista procedía El León Español. En diciembre de 1859 El Conciliador y El León Español son sustituidos por El Horizonte, que, al parecer por unos artículos favorables a la dinastía de Saboya en la cuestión de Italia, desapareció en octubre de 1860, siendo sustituido de
nuevo por El León Español. Otro periódico de ideología conservadora, El Reino, estaba inspirado por Sartorius. El Estado, en el que lucía su genio satírico Campoamor, se publicó entre 1856 y 1860.
En diciembre de 1860 José Luis Albareda fundó El Contemporáneo que, desaparecidos El León Español y El Estado, fue el principal órgano del partido moderado puro, en oposición al Gobierno de la Unión Liberal. El periódicos Los Tiempos, inspirado por González Bravo, publicaba en junio de ese año, para mostrar la inconsecuencia del periódico de Albareda, los ardientes artículos y festivas gacetillas que El Contemporáneo había publicado en contra de la Unión Liberal. Era éste un periódico de excelente tono literario. De su redacción formaron parte Valera y Gustavo Adolfo Bécquer, que en una de las cartas de Desde mi celda, escritas en 1864 desde el monasterio de Veruela, recordaría con nostalgia la vida febril y apasionada del periódico.
El órgano más importante de la Unión Liberal era La Época. Periódico aristocrático, vespertino, vendido sólo por suscripción, había nacido en 1849 y se había distinguido por su oposición a los últimos gobiernos moderados, renegando de su moderantismo inicial; acogió con entusiasmo la revolución del 54 y durante el bienio se caracterizó ya por su postura centrista. Aparte de La Época, la Unión Liberal se procuró una plataforma política que estaba integrada por el antiguo progresista resellado El Clamor del Público, El Día, que iniciado también como progresista independiente fue rápidamente captado por el Gobierno, La Correspondencia de España, durante el año en que Santa Ana lo cedió en arriendo a Escobar.
El Diario Español se pasó también a la Unión Liberal.
Después de la noche de San Daniel (abril de 1865) La Época se separó de la Unión Liberal para apoyar al Gabinete Narváez-González Bravo. Pero en el período que precedió a la revolución del 68 combatió al Gabinete González Bravo y aceptó al principio la revolución.

TEMA 17.- EL SEXENIO REVOLUCIONARIO (1868-1874)
A partir de 1866 la monarquía de Isabel II entra en la recta final. Tras la muerte de ODonnell en noviembre de 1867, el partido de Unión Liberal se une a progresistas y demócratas en la conspiración para derribar al trono de la reina. El pacto entre los tres partidos se limita al objetivo de acabar con el régimen isabelino, dejando para después la definición del que habría de sustituirle. La revolución que triunfa en septiembre del 68 es obra, por una parte, de un pronunciamiento militar, dirigido por generales unionistas y progresistas; por otra parte, lo es también de una revuelta popular, capitaneada en lo9s diversos puntos de la geografía española por elemento demócratas. Gracias a esta confluencia de fuerzas triunfa la revolución, pero su disparidad va a ser causa de su debilidad y de su fracaso final. Cuando en septiembre de 1868 Isabel abandona el país, se abre un periodo agitadísimo y apasionante, en el que el fracaso de cada una de las fórmulas ensayadas irá conduciendo a la revolución a una radicalización progresiva, de la monarquía democrática a una república que se quiere federal y a la revolución cantonal. La reacción se iniciará con el golpe de Estado de Pavía y la república unitaria y autoritaria de Serrano de 1874, y se cerrará a finales del mismo año, con el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto, que restaurará en la persona de Alfonso XII la dinastía que los revolucionarios de septiembre se habían prometido y comprometido a que jamás, jamás, jamás volvería a sentarse en el trono de España.
Durante el sexenio, se produce el definitivo distanciamiento del movimiento obrero, que se organiza y toma conciencia de clase, en conexión con la ideología de la Internacional Socialista.
A toda esta fiebre revolucionaria se suma un nuevo conflicto bélico carlista y una guerra colonial la insurrección cubana. La faz política de España sale de ella profundamente transformada. Los partidos políticos del reinado de Isabel II se diluyen dando lugar a nuevas formaciones. El partido moderado, como tal, es barrido por la revolución. El demócrata, se divide en los cimbrios cuyas figuras más destacadas son Rivero, Martos y Becerra, aceptan la forma monárquica y pasarán a formar parte de la coalición monárquico-democrática; otros constituirán el nuevo partido republicano.
Triunfante la forma monárquica, defendida por la mayoría de los implicados en la revolución, y que quedará plasmada en la democrática Constitución de 1869, los monárquicos tardarán un año en encontrar un rey. En torno a los posibles candidatos surgirán, naturalmente disensiones. Al fin otro candidato de los progresistas, Amadeo de Saboya, perteneciente a la liberal dinastía en torno ala que se había producido la unidad italiana, acepta el trono a fines de 1870. su llegada al país sobre el que tan brevemente había de reinar, coincidió con el asesinato de Prim, su principal valedor, el único que hubiera podido ser el hombre fuerte del régimen.

Muerto Prim, durante el reinado de Amadeo, el partido progresista se desintegra, dispersándose sus componentes en los dos nuevos partidos dinásticos: a la izquierda, capitaneado por Ruiz Zorrilla, el radical, a la derecha, dirigido por Sagasta, el constitucional, formado por los elementos más moderados del antiguo partido progresista y los unionistas. Las disensiones entre los republicanos, sumadas a los restantes persistentes problemas, acabarían también con la república, que vino inevitable tras la abdicación de Amadeo.
17.1. Legislación
Una de las primeras medidas tomadas por el Gobierno Provisional tras el triunfo de la revolución fue establecer la más completa libertad de prensa, principio que quedó igualmente consignado en la Constitución de 1869. El decreto de 23 de octubre de 1868 somete por primera vez los delitos cometidos por medio de la prensa a la legislación común. Nunca, ni antes ni después, fue tan libre la prensa española como en estos años. En los últimos meses de 1873, con Castelar como presidente de la República, en plena sublevación carlista y cantonal, esta libertad se vio limitada por la autorización concedida a los gobernantes para sancionar, y finalmente suprimir, los periódicos que incitasen a la guerra. Tras el golpe de Estado de Pavía, en enero de 1874, el gobierno del general Serrano suprimió los periódicos federales y carlistas. Finalmente, el pronunciamiento de Martínez Campos, que inicia el período de la Restauración, da el cerrojazo al período revolucionario y a la libertad de la prensa.
La política democrática con respecto a la prensa se refleja no sólo en la libertad que se le reconoce, sino en una serie de medidas económicas para su fomento, desde la supresión del depósito previo hasta el abaratamiento del precio del papel y la reducción de los derechos del timbre, en mayo de 1871.
La libertad fue casi total. La fuerza disuasoria actuaba extralegalmente a través de bandas, según los rumores demasiado controladas, como la célebre partida de la Porra.
La Gloriosa trae consigo una multiplicación asombrosa del número de periódicos de la más variada ideología, a la par que un aumento espectacular de las cifras de tirada de los más importantes. La inmensa mayoría de los integrantes de esta avalancha periodística tuvieron vida brevísima y poco floreciente. Entre los diarios, de los nacidos después del triunfo de la revolución, sólo el republicano federal La igualdad y el carlista La Reconquista logran situarse en los primeros puestos, junto a los grandes procedentes del período anterior. La mayoría, faltos de base económica, nacen y mueren en poco tiempo.
17.2. Periodismo Informativo
La efervescencia política no impide que el noticiero La Correspondencia de España siga ascendiendo a ritmo cada vez más rápido, tenía una tirada superior a los 50.000 ejemplares
diarios. Casi la totalidad de los 50.000 ejemplares de La Correspondencia se vendías en la calle 20.000 sólo en Madrid.
El interés del público por la noticia, aumente enormemente en estos años de extraordinarios acontecimientos en lo interior y en lo exterior. Sólo al final del periódico El Imparcial comienza a convertirse en un rival peligroso. Periódico más moderno y ambicioso, acabará por triunfar a la larga de la un tanto insípida y poco renovada
Correspondencia.
Fundado en marzo de 1867 con un capital de 60.000 reales, ampliando pronto a 180.000 y una tirada inicial de 500 ejemplares, que en abril de 1874 se había convertido en 40.000, traía El Imparcial al periodismo una fórmula nueva, a mitad de camino entre la asepsia de La Correspondencia y la intransigencia doctrinal de los periódicos de partido.
Fue el más firme apoyo de Amadeo en la prensa, reconoció luego a la República y, hostil un tiempo frente a la Restauración, terminó integrándose en ella.
En 1874 inició la publicación de los famosos Lunes literarios, por los que habían que desfilar las mejores plumas del país.
17.3. Periodismo de Opinión. Periódicos de las distintas tendencias políticas
17.3.1. Prensa Carlista
En el aspecto político-ideológico, se repite en el sexenio el mismo fenómeno de polarización que en el bienio progresista. Detrás de La Correspondencia y El Imparcial, son La Igualdad, republicano federal, y los periódicos carlistas los de mayor difusión.
Los defensores de la tradición cierran filas frente a la revolución y el carlismo recibe una inyección de vitalidad y energía con el reconocimiento de Carlos VII, duque de Madrid, por parte de antiguos moderados como González Bravo.
En la época que nos ocupa ahora, La Regeneración y El Pensamiento Español, junto con el veterano La Esperanza, decano de la prensa en esta época, y el nuevo La Reconquista combaten a la revolución bajo la bandera de Don Carlos.
No se limitaron los carlistas al periodismo serio, sino que cultivaron también el género satírico, que alcanza su apogeo en esta época, como vehículo de propaganda y combate utilizando desde todos los ángulos ideológicos. Los más destacados representantes de este género entre los carlistas son La Gorda y El Papelito que tiraba habitualmente más de 25.000 ejemplares.
Tras el decreto de supresión de la prensa federal y carlista en enero de 1874, ésta quedó limitada a las zonas dominadas por los insurrectos. El más importante, pero no el único periódico, fue El Cuartel Real, diario oficial del pretendiente.
17.3.2. Prensa Republicana
En vísperas de la revolución, las diferencias entre los diversos grupos demócratas se acentuaron. La cuestión de unitarismo y federalismo es otro motivo de división dentro de la ya
definitivamente escindida democracia. La fórmula unitaria será defendida casi en solitario por el resucitado El Pueblo, de García Ruiz. Entre el cúmulo de periódicos federales alcanzará extraordinaria difusión, sólo superado por La Correspondencia de España y El Imparcial, La Igualdad, fundado en noviembre de 1868 y en el que se refundió en mayo del 69 el también republicano federal de Paúl y Angulo El Amigo del Pueblo.
Rodríguez Solís cita como periódicos republicanos madrileños en 1870 La igualdad, La Discusión, El Pueblo, La República Ibérica, El Sufragio Universal, el satírico Gil Blas y el semanal Federación Española dirigido por el propio Rodríguez Solís, que en 1872 tuvo a su cargo también La Ilustración Federal.
La Revolución Social
, dirigida por Fernando Garrido, comenzó su publicación en diciembre de 1871. Se declaraba republicano federal y órgano de propaganda socialista. De tono muy doctrinal al principio, fue mostrándose progresivamente agresivo.
El éxito de La Igualdad, que durante la insurrección federal del 69 llegó a tirar 36.000 ejemplares, y que suspendido de 13 de octubre a 1 de diciembre, se mantuvo siempre por encima de los 15.000, no es atribuible a las mismas causas que el de La Correspondencia o El Imparcial. La Igualdad es el prototipo del periódico de opinión.
En julio de 1870, el jerezano Paúl y Angulo, diputado de las Constituyentes y antiguo conspirador y luchador revolucionario, vendió su parte en La Igualdad, y en octubre del mismo año publicó el prospecto del nuevo periódico El Combate, cuyo primer número vio la luz el 1 de noviembre. En los dos meses escasos de su existencia, El Combate hizo honor a su nombre, declarando, como portavoz de la república federal guerra a muerte al gobierno del general Prim, en un tono de una violencia extraordinaria. El día 27 de diciembre Prim sufrió un atentado, a consecuencia del cual perdería la vida y su más firme apoyo la monarquía de Amadeo. Nada más fácil que culpar a Paúl y Angulo y sus compañeros de
El Combate.
En 1872 (de 1 de febrero a 27 de septiembre) reapareció El Combate, dirigido por su antiguo redactor Rispa y Perpiñá. Su tono en esta segunda época será menos agresivo. Junto a estos periódicos habría que destacar la numerosísima prensa republicana de provincias, en su inmensa mayoría de carácter federalista. Así como el caso de El Cantón Murciano, publicado en Cartagena durante la insurrección cantonal y dirigido por el socialista Antonio de la Calle.
17.3.3. Periódicos de los movimientos obreros.
Con la revolución de 1868 adviene a la vida pública el proletariado. La revolución, al reconocer el derecho de asociación en toda su extensión, permite la manifestación de una conciencia específicamente proletaria. El desarrollo de una conciencia de clase trae consigo la expresión de unos ideales específicos y el empleo de unos medios propios, adecuados para conseguirlos.
Al amparo de una legislación liberal, los proletarios pueden durante los años revolucionarios reunirse, hablar de sus problemas (el primer congreso de sociedades obreras se celebró en Barcelona en junio de 1870) y publicar periódicos.

La escisión en el seno de la Internacional entre bakuninistas y marxistas tuvo su versión española. El conflicto no estalla abiertamente en España hasta mediados de 1872, casi un año después de la Conferencia de Londres. La visita del discípulo de Bakunin, Fanelli, a España en 1868 encontró un terreno abonado y orientó desde el principio al movimiento obrero español en sentido anarquista.
Cuando se celebró en Barcelona el congreso obrero, en julio de 1870, los periódicos pertenecientes a la grande asociación internacional son La Federación, de Barcelona; El Obrero, de Palma, y La Solidaridad, de Madrid. Todos ellos de tendencia bakuninista.
La Federación se publicó desde el 1 de agosto de 1869 hasta el 3 de enero de 1874. A causa de una suspensión gubernativa en mayo de 1872, salió durante el mes de junio con el título de El Trabajo, para recuperar luego el primitivo.
Aunque de vida más breve (de 15 de enero de 1870 a 21 de enero de 1871) hay que destacar también La Solidaridad, de Madrid, que cifraba su programa en el lema En religión, el ateísmo; en política, la anarquía; en economía, el colectivismo.
En junio de 1871, el grupo internacionalista madrileño fundó, para sustituir a La Solidaridad, La Emancipación. La tendencia de este periódico, en sus comienzos, era también anarquista. Pero a finales de 1871, el yerno de Marx, Paul Lafargue, logró crear en Madrid un grupo de tendencia marxista, germen del futuro partido socialista, y orientó en este sentido a los redactores de La Emancipación, Pablo Iglesias, Mora, Mesa, etc. El periódico dejaría de publicarse el 12 de abril de 1873, en su número 71. En 1872 fue fundado, también en Madrid y para contrarrestar a La Emancipación, El Condenado, de tendencia anarquista, que publicaba dibujos de fuerte crítica social de José Luís Pellicer.
En general caracteriza al naciente movimiento obrero español, pero muy especialmente al grupo madrileño, su incapacidad para el análisis de la situación real y de adecuarse a ella con una acción concreta, y su anclaje en esquemas y consignas abstractos.
17.3.4. Periódicos progresistas, radicales, constitucionales.
Las Novedades
, que ya había entrado en decadencia antes del triunfo de la revolución, cae vertiginosamente a partir de él. Pronosticó repetidas veces la restauración alfonsina, como consecuencia lógica e indeclinable de la política suicida de los partidos revolucionarios. Finalmente el 4 de julio de 1872 anunció su desaparición.
Durante el reinado de Amadeo el partido progresista se desintegra, pasando a constituir su ala izquierda, en alianza con los demócratas cimbrios, el partido radical, bajo la dirección de Ruiz Zorrilla; los elementos más moderados del progresismo por su parte, en alianza con los unionistas, forman el también nuevo partido constitucional, bajo la jefatura de Sagasta.
Al partido constitucional, con matiz progresista, pertenecen La Iberia, órgano del partido, bajo la inspiración de su jefe, Sagasta, El Puente de Alcolea, La España Constitucional, La Independencia Española, La Prensa, El Popular, El Eco Popular y El Eco del Progreso, inspirado por Espartero.

Constitucionales unionistas son La Política, El Argos, El Diario Español, El Debate, de Albareda, y El Norte, de Romero Robledo.
El partido radical cuenta con El Imparcial, órgano del radicalismo cimbrio, La Tertulia, del jefe del partido Ruiz Zorrilla, y El Universal, de Eusebio Asquerino, que por su tono violento y muy anticlerical será uno de los blancos predilectos de la prensa carlista.
17.3.5. Periódicos alfonsinos.
Los desafectos a la revolución y partidarios de la derrocada dinastía, una vez convencida la reina para abdicar en su hijo adolescente Alfonso, comenzaron a conspirar a favor de la restauración de la dinastía borbónica. Su habilidad, sobre todo la de Cánovas, y el fracaso de todas las soluciones ensayadas en el sexenio, les conduciría por fin a lograr su objetivo en los últimos días de 1874.
El órgano más importante del alfonsismo era el veterano La Época. Era también el más caro de todos los diarios madrileños. Otros periódicos alfonsinos eran El Tiempo, del conde de Toreno, y El Eco de España, de Esteban Collantes.
El Diario de Barcelona, pese a su carácter conservador y monárquico, aceptó en principio la revolución y combatiendo por igual a la extrema izquierda y a los carlistas, no tuvo serias dificultades con la autoridad durante el período revolucionario. Trabajó a favor de la Restauración, que recibió con entusiasmo. El Manifiesto que debía firmar Alfonso XII se tiró en su imprenta.

TEMA 18.- EL FINAL DE ISABEL II (1856-1868)
Durante los doce años que transcurren hasta la revolución del 68, se alternan en el poder el antiguo partido moderado y el nuevo de Unión Liberal, formado en los últimos meses del bienio por conservadores puritanos, progresistas templados y jóvenes que se incorporaban entonces a la vida política con actitudes eclécticas y centristas. Partidos capitaneados, respectivamente, por los generales Narváez y ODonnell. Ambos mueren en fechas próximas, ODonnell en noviembre del 67 y Narváez en mayo del 68, y sus muertes precipitan el fin de la etapa que habían personificado.
Los progresistas, presididos formalmente por Espartero y efectivamente por Olózaga, son la familia desheredada, excluidos sistemáticamente del poder se encierran a partir de 1863 en una orgullosa actitud de retraimiento electoral y se lanzan al único camino que les queda abierto, la conspiración para derribar los obstáculos tradicionales. Conspiración para la que se alían con los demócratas y en la etapa final del período con los unionistas, tras la muerte de ODonnell, unidos ahora todos contra el gobierno moderado, reaccionario y dictatorial de González Bravo.
El general ODonnell es la figura más representativa del período. El Ministerio del 58 al 63 es el más largo de todo el reinado de Isabel II, período de estabilidad política, respaldada por la prosperidad económica –boom de los ferrocarriles- y de euforia caracterizada en lo exterior por las expediciones militares de prestigio -Cochinchina, México, guerra de África, anexión de Santo Domingo-.
El Gobierno de la Unión Liberal prefigura lo que va a ser la política de la Restauración, con su eclecticismo y su fundamentación en el fraude electoral. Al final todas las fuerzas políticas, con la excepción de la que gobierna, estarán de acuerdo en derrocar lo existente, si bien con proyectos muy distintos sobre lo que debería sustituirlo. Casi todas las soluciones se ensayarán en el período siguiente.
18.1. Legislación
Los gobiernos unionistas o moderados promulgaron diversas leyes sobre prensa tendentes a impedir su desbordamiento. Bajo el primer gobierno de ODonnell, el Acta Adicional a la restaurada Constitución de 1845 mantenía algunos de los principios progresistas sobre imprenta, como el jurado para los delitos que se cometiesen a través
de ella. Pero sustituido ODonnell por Narváez, éste restablece plenamente la legislación de la década moderada, suprimiendo el Acta Adicional, por decreto de 2 de noviembre de 1856. La Ley Nocedal de 1857, la de más larga vigencia en el período, supuso un nuevo endurecimiento, estableciendo una serie de minuciosas disposiciones para frenar a la prensa, sobre todo de carácter pecuniario, como elevados depósitos (300.000 reales para crear un diario y 60.000 para los demás) y sanciones.
A pesar de todas estas disposiciones represivas, dista mucho de ser ésta una época de decadencia para la prensa. Es así este uno de los períodos más interesantes y animados de la Historia de la prensa española.
Los gobiernos moderados o de Unión Liberal, siguen una política titubeante entre la represión y la tolerancia, tratando de pactar inútilmente con la revolución, tanto Narváez, que se proponía ser más liberal que Riego, como ODonnell, que aliado con progresistas y demócratas en los periódicos de dominio moderado, no logra sino atraerse sus furias redobladas cuando está en el poder.
18.2. Periodismo Noticiero: La Correspondencia de España y El Imparcial.
La prensa de este agitado período entre revoluciones está caracterizada por dos fenómenos de signo opuesto. De un lado, máxima politización. El periodismo es más que nunca arma de combate, palestra y catapulta para políticos. De otro lado, decidido y definitivo afianzamiento del periodismo informativo, noticiero, sin adscripción política determinada y deliberadamente apartado de las cuestiones doctrinales, con el nacimiento y éxito fulminante de La Correspondencia de España.
La abundancia de acontecimientos noticiables y el desarrollo de los medios para servirlos rápidamente al público fueron factores determinantes del éxito popular de La Correspondencia. Pero sin duda contribuyó también poderosamente a él la excesiva carga doctrinal, ideológica y polémica de los periódicos de opinión.
Aquella primitiva Carta Autógrafa experimentó una serie de transformaciones, pasando a llamarse La Correspondencia Autógrafa y a ser impresa en lugar de litografiada, hasta que en 1858 su autor decidió convertirla en un periódico: La Correspondencia de España. Basado en un predominio absoluto de lo informativo y a un precio muy barato, multiplicaría sus cifras de tirada a un ritmo sin precedentes y sería en breve plazo el periódico más leído de España, con mucha diferencia sobre todos los demás demostrando así que el país era más curioso que político.
El carácter noticiero sin adscripción política determinada del periódico tuvo una excepción durante los últimos meses de 1859 y primeros de 1860, los meses de la guerra de África, en que estuvo declaradamente adscrito a la Unión Liberal y figuraba, por lo tanto, entre los periódicos ministeriales. Santa Ana lo había cedido en arriendo a Ignacio Escobar, futuro propietario de La Época y marqués de Valdeiglesias, que lo puso al servicio de ODonnell. En abril de 1860 volvió a manos de Santa Ana.
El Imparcial iba pisándole los talones a La Correspondencia. Fundado en 1867, su éxito viene a confirmar el auge del periodismo informativo, por cuanto cuidaba especialmente este aspecto sin renunciar a ser de opinión. Su fundador, Eduardo Gasset y Artime, había dirigido anteriormente El Eco del País y militado en las filas de la Unión Liberal. El Imparcial nació como un periódico democrático antidinástico en un momento en que los hombres de los partidos progresista y demócrata estaban en la cárcel o en el exilio y sus diarios enmudecidos. Contribuyó a preparar el clima revolucionario. En sus columnas se gestó la coalición de los partidos liberales y al estallar la insurrección su imprenta se convirtió en centro de propaganda revolucionaria. Triunfante la revolución, se convirtió en uno de los periódicos preferidos del público.
18.3. Periódicos de las distintas tendencias.
18.3.1. Prensa democrática.
El único periódico de este partido que sobrevivió tras el golpe contrarrevolucionario del 56 fue La Discusión, que logró, gracias a su moderación y a la habilidad de Rivero, continuar defendiendo las ideas democráticas en circunstancias difíciles.
En 1864 pasaría La Discusión, bajo la dirección de Pi y Margall, a ser portavoz del sector socialista del partido democrático.
Cuatro años antes, en septiembre de 1860, un nuevo diario vino a acompañar a La Discusión en la defensa de las ideas democráticas: El Pueblo, de Eugenio García Ruiz, que tras la revolución del 68 vendría a ser el único defensor de la república unitaria frente al federalismo de la inmensa mayoría.
Castelar inicia el 1 de enero de 1864 la publicación de su propio periódico, La Democracia, que en corto tiempo de su existencia hasta la supresión de periódicos progresistas y demócratas tras la sublevación de San Gil en julio de 1866, contribuyó poderosamente a difundir las ideas democráticas y republicanas. Castelar era ya, cuando inició la publicación del periódico, la figura más brillante del partido democrático.
A estos tres diarios, puntales de la democracia, se sumó en 1866 La Salud Pública, que comenzó siendo progresista pero cambió de empresa y redacción, convirtiéndose en demócrata socialista.
La prensa democrática ocupó un lugar ideológico fundamental en la gestación de la revolución. El artículo de Castelar El rasgo, publicado en La Democracia el 25 de febrero de 1865, tuvo unas consecuencias demoledoras para el bamboleante trono de Isabel II: Castelar sostenía que el celebrado rasgo de generosidad de la reina, que para salvar de una difícil situación al Tesoro, puso en venta una parte de los bienes del patrimonio real, reservándose la cuarta parte de su producto, era en realidad un despojo, pues tales bienes eran propiedad de la nación. Este artículo provocó las iras del Gobierno, que recogió el periódico y desposeyó a Castelar de su cátedra, llevando así la guerra franca al tema de la libertad de cátedra, que venía discutiéndose desde tiempo atrás. Como consecuencia de estos hechos, se produjeron los disturbios estudiantiles y la sangrienta represión de la noche de San Daniel, tras la cual el régimen y la dinastía entran en la recta final.
18.3.2. Prensa Obrera.
El semanario El Obrero, que pudo publicarse en Barcelona, desde septiembre de 1864 hasta entrado el año 1866, hace gala de respeto al orden, pero denuncia la explotación sufrida por la clase obrera, cuyo remedio cifra en el asociacionismo.
La Asociación, dirigida por Roca y Galés y publicada, también en Barcelona, entre abril y julio de 1866 es, en mayor medida que El Obrero, exponente de una ideología obrera que excluye el conflicto de clases, impregnada del sistema de creencias de la burguesía.
18.3.3. Prensa ultraderechista.
En el extremo ideológico opuesto, la prensa absolutista sigue gozando de excelente salud. El carlismo ha entrado en una fase de decadencia, pero en cambio el neocatolicismo, heredero de Donoso, va fortaleciéndose.
La Regeneración, fundado en pleno bienio progresista, y El Pensamiento Español, de 1860, representan en la prensa esta tendencia, más retrógrada que la carlista de La Esperanza.
La Regeneración fue fundada por el conde de Canga Argüelles y fue su alma, hasta su muerte en 1872. Fundador de El Pensamiento Español fue Gabino Tejado, amigo, discípulo y albacea de Donoso. La Regeneración primero, y El Pensamiento Español después, van desplazando a La Esperanza
18.3.4. Prensa progresista.
Dentro del partido progresista ninguno puede hacer seria competencia a Las Novedades y La Iberia. El primero es el periódico de mayor circulación de España hasta que en 1864 le arrebata este puesto el noticiero La correspondencia de España. En 1857 se le suponía una tirada de 17.000 ó 18.000 ejemplares. En 1861 debió superar los 30.000. Es un periódico hábil, no excesivamente combativo, que procura librarse de denuncias y multas. Mucho más agresivo era La Iberia, que en 1865, ya bajo la dirección de Sagasta, supera a Las Novedades. La Iberia es ahora el representante de la tradición más pura del progresismo.
Los demás periódicos progresistas están muy por debajo de los dos líderes, pero cabe destacar entre otros a La Península, Las Cortes, La Soberanía Nacional, La Nación, El Progreso Constitucional, etc.
18.3.5. Prensa conservadora.
Tanto moderados como unionistas reivindican para sí el nombre de conservadores. Unos y otros consideran a su partido el verdadero partido liberal conservador. Entre los moderados puros, o ligueros en la terminología de estos años, ninguno tenía una vida muy floreciente. El más antiguo y el más estable es La España. Del bienio procedían El Parlamento y El Fénix, cuyo propietario e inspirador era el marqués de Remisa. Ahora se funden en El Conciliador. También del bienio progresista procedía El León Español. En diciembre de 1859 El Conciliador y El León Español son sustituidos por El Horizonte, que, al parecer por unos artículos favorables a la dinastía de Saboya en la cuestión de Italia, desapareció en octubre de 1860, siendo sustituido de nuevo por El León Español. Otro periódico de ideología conservadora, El Reino, estaba inspirado por Sartorius. El Estado, en el que lucía su genio satírico Campoamor, se publicó entre 1856 y 1860.
En diciembre de 1860 José Luis Albareda fundó El Contemporáneo que, desaparecidos El León Español y El Estado, fue el principal órgano del partido moderado puro, en oposición al Gobierno de la Unión Liberal. El periódicos Los Tiempos, inspirado por González Bravo, publicaba en junio de ese año, para mostrar la inconsecuencia del periódico de Albareda, los ardientes artículos y festivas gacetillas que El Contemporáneo había publicado en contra de la Unión Liberal. Era éste un periódico de excelente tono literario. De su redacción formaron parte Valera y Gustavo Adolfo Bécquer, que en una de las cartas de Desde mi celda, escritas en 1864 desde el monasterio de Veruela, recordaría con nostalgia la vida febril y apasionada del periódico. El órgano más importante de la Unión Liberal era La Época. Periódico aristocrático, vespertino, vendido sólo por suscripción, había nacido en 1849 y se había distinguido por su oposición a los últimos gobiernos moderados, renegando de su moderantismo inicial; acogió con entusiasmo la revolución del 54 y durante el bienio se caracterizó ya por su postura centrista. Aparte de La Época, la Unión Liberal se procuró una plataforma política que estaba integrada por el antiguo progresista resellado El Clamor del Público, El Día, que iniciado también como progresista independiente fue rápidamente captado por el Gobierno, La Correspondencia de España, durante el año en que Santa Ana lo cedió en arriendo a Escobar.
El Diario Español se pasó también a la Unión Liberal.
Después de la noche de San Daniel (abril de 1865) La Época se separó de la Unión Liberal para apoyar al Gabinete Narváez-González Bravo. Pero en el período que precedió a la revolución del 68 combatió al Gabinete González Bravo y aceptó al principio la revolución. 
TEMA 19.- EL SEXENIO REVOLUCIONARIO (1868-1874)
A partir de 1866 la monarquía de Isabel II entra en la recta final. Tras la muerte de ODonnell en noviembre de 1867, el partido de Unión Liberal se une a progresistas y demócratas en la conspiración para derribar al trono de la reina. El pacto entre los tres partidos se limita al objetivo de acabar con el régimen isabelino, dejando para después la definición del que habría de sustituirle. La revolución que triunfa en septiembre del 68 es obra, por una parte, de un pronunciamiento militar, dirigido por generales unionistas y progresistas; por otra parte, lo es también de una revuelta popular, capitaneada en lo9s diversos puntos de la geografía española por elemento demócratas. Gracias a esta confluencia de fuerzas triunfa la revolución, pero su disparidad va a ser causa de su debilidad y de su fracaso final. Cuando en septiembre de 1868 Isabel abandona el país, se abre un periodo agitadísimo y apasionante, en el que el fracaso de cada una de las fórmulas ensayadas irá conduciendo a la revolución a una radicalización progresiva, de la monarquía democrática a una república que se quiere federal y a la revolución cantonal. La reacción se iniciará con el golpe de Estado de Pavía y la república unitaria y autoritaria de Serrano de 1874, y se cerrará a finales del mismo año, con el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto, que restaurará en la persona de Alfonso XII la dinastía que los revolucionarios de septiembre se habían prometido y comprometido a que jamás, jamás, jamás volvería a sentarse en el trono de España.
Durante el sexenio, se produce el definitivo distanciamiento del movimiento obrero, que se organiza y toma conciencia de clase, en conexión con la ideología de la Internacional Socialista.
A toda esta fiebre revolucionaria se suma un nuevo conflicto bélico carlista y una guerra colonial la insurrección cubana. La faz política de España sale de ella profundamente transformada. Los partidos políticos del reinado de Isabel II se diluyen dando lugar a nuevas formaciones. El partido moderado, como tal, es barrido por la revolución. El demócrata, se divide en los cimbrios cuyas figuras más destacadas son Rivero, Martos y Becerra, aceptan la forma monárquica y pasarán a formar parte de la coalición monárquico-democrática; otros constituirán el nuevo partido republicano.
Triunfante la forma monárquica, defendida por la mayoría de los implicados en la revolución, y que quedará plasmada en la democrática Constitución de 1869, los monárquicos tardarán un año en encontrar un rey. En torno a los posibles candidatos surgirán, naturalmente disensiones. Al fin otro candidato de los progresistas, Amadeo de Saboya, perteneciente a la liberal dinastía en torno ala que se había producido la unidad italiana, acepta el trono a fines de 1870. su llegada al país sobre el que tan brevemente había de reinar, coincidió con el asesinato de Prim, su principal valedor, el único que hubiera podido ser el hombre fuerte del régimen.
Muerto Prim, durante el reinado de Amadeo, el partido progresista se desintegra, dispersándose sus componentes en los dos nuevos partidos dinásticos: a la izquierda, capitaneado por Ruiz Zorrilla, el radical, a la derecha, dirigido por Sagasta, el constitucional, formado por los elementos más moderados del antiguo partido progresista y los unionistas. Las disensiones entre los republicanos, sumadas a los restantes persistentes problemas, acabarían también con la república, que vino inevitable tras la abdicación de Amadeo.
19.1. Legislación
Una de las primeras medidas tomadas por el Gobierno Provisional tras el triunfo de la revolución fue establecer la más completa libertad de prensa, principio que quedó igualmente consignado en la Constitución de 1869. El decreto de 23 de octubre de 1868 somete por primera vez los delitos cometidos por medio de la prensa a la legislación común. Nunca, ni antes ni después, fue tan libre la prensa española como en estos años. En los últimos meses de 1873, con Castelar como presidente de la República, en plena sublevación carlista y cantonal, esta libertad se vio limitada por la autorización concedida a los gobernantes para sancionar, y finalmente suprimir, los periódicos que incitasen a la guerra. Tras el golpe de Estado de Pavía, en enero de 1874, el gobierno del general Serrano suprimió los periódicos federales y carlistas. Finalmente, el pronunciamiento de Martínez Campos, que inicia el período de la Restauración, da el cerrojazo al período revolucionario y a la libertad de la prensa.
La política democrática con respecto a la prensa se refleja no sólo en la libertad que se le reconoce, sino en una serie de medidas económicas para su fomento, desde la supresión del depósito previo hasta el abaratamiento del precio del papel y la reducción de los derechos del timbre, en mayo de 1871.
La libertad fue casi total. La fuerza disuasoria actuaba extralegalmente a través de bandas, según los rumores demasiado controladas, como la célebre partida de la Porra.
La Gloriosa trae consigo una multiplicación asombrosa del número de periódicos de la más variada ideología, a la par que un aumento espectacular de las cifras de tirada de los más importantes. La inmensa mayoría de los integrantes de esta avalancha periodística tuvieron vida brevísima y poco floreciente. Entre los diarios, de los nacidos después del triunfo de la revolución, sólo el republicano federal La igualdad y el carlista La Reconquista logran situarse en los primeros puestos, junto a los grandes procedentes del período anterior. La mayoría, faltos de base económica, nacen y mueren en poco tiempo.
19.2. Periodismo Informativo
La efervescencia política no impide que el noticiero La Correspondencia de España siga ascendiendo a ritmo cada vez más rápido, tenía una tirada superior a los 50.000 ejemplares diarios. Casi la totalidad de los 50.000 ejemplares de La Correspondencia se vendías en la calle 20.000 sólo en Madrid.
El interés del público por la noticia, aumente enormemente en estos años de extraordinarios acontecimientos en lo interior y en lo exterior. Sólo al final del periódico El Imparcial comienza a convertirse en un rival peligroso. Periódico más moderno y ambicioso, acabará por triunfar a la larga de la un tanto insípida y poco renovada
Correspondencia.
Fundado en marzo de 1867 con un capital de 60.000 reales, ampliando pronto a 180.000 y una tirada inicial de 500 ejemplares, que en abril de 1874 se había convertido en 40.000, traía El Imparcial al periodismo una fórmula nueva, a mitad de camino entre la asepsia de La Correspondencia y la intransigencia doctrinal de los periódicos de partido.
Fue el más firme apoyo de Amadeo en la prensa, reconoció luego a la República y, hostil un tiempo frente a la Restauración, terminó integrándose en ella.
En 1874 inició la publicación de los famosos Lunes literarios, por los que habían que desfilar las mejores plumas del país.
19.3. Periodismo de Opinión. Periódicos de las distintas tendencias políticas
19.3.1. Prensa Carlista
En el aspecto político-ideológico, se repite en el sexenio el mismo fenómeno de polarización que en el bienio progresista. Detrás de La Correspondencia y El Imparcial, son La Igualdad, republicano federal, y los periódicos carlistas los de mayor difusión.
Los defensores de la tradición cierran filas frente a la revolución y el carlismo recibe una inyección de vitalidad y energía con el reconocimiento de Carlos VII, duque de Madrid, por parte de antiguos moderados como González Bravo. 
En la época que nos ocupa ahora, La Regeneración y El Pensamiento Español, junto con el veterano La Esperanza, decano de la prensa en esta época, y el nuevo La Reconquista combaten a la revolución bajo la bandera de Don Carlos.
No se limitaron los carlistas al periodismo serio, sino que cultivaron también el género satírico, que alcanza su apogeo en esta época, como vehículo de propaganda y combate utilizando desde todos los ángulos ideológicos. Los más destacados representantes de este género entre los carlistas son La Gorda y El Papelito que tiraba habitualmente más de 25.000 ejemplares.
Tras el decreto de supresión de la prensa federal y carlista en enero de 1874, ésta quedó limitada a las zonas dominadas por los insurrectos. El más importante, pero no el único periódico, fue El Cuartel Real, diario oficial del pretendiente.
19.3.2. Prensa Republicana
En vísperas de la revolución, las diferencias entre los diversos grupos demócratas se acentuaron. La cuestión de unitarismo y federalismo es otro motivo de división dentro de la ya definitivamente escindida democracia. La fórmula unitaria será defendida casi en solitario por el resucitado El Pueblo, de García Ruiz. Entre el cúmulo de periódicos federales alcanzará extraordinaria difusión, sólo superado por La Correspondencia de España y El Imparcial, La Igualdad, fundado en noviembre de 1868 y en el que se refundió en mayo del 69 el también republicano federal de Paúl y Angulo
El Amigo del Pueblo.
Rodríguez Solís cita como periódicos republicanos madrileños en 1870 La igualdad, La Discusión, El Pueblo, La República Ibérica, El Sufragio Universal, el satírico Gil Blas y el semanal Federación Española dirigido por el propio Rodríguez Solís, que en 1872 tuvo a su cargo también
La Ilustración Federal.
La Revolución Social
, dirigida por Fernando Garrido, comenzó su publicación en diciembre de 1871. Se declaraba republicano federal y órgano de propaganda socialista. De tono muy doctrinal al principio, fue mostrándose progresivamente agresivo.
El éxito de La Igualdad, que durante la insurrección federal del 69 llegó a tirar 36.000 ejemplares, y que suspendido de 13 de octubre a 1 de diciembre, se mantuvo siempre por encima de los 15.000, no es atribuible a las mismas causas que el de La Correspondencia o El Imparcial. La Igualdad es el prototipo del periódico de opinión.
En julio de 1870, el jerezano Paúl y Angulo, diputado de las Constituyentes y antiguo conspirador y luchador revolucionario, vendió su parte en La Igualdad, y en octubre del mismo año publicó el prospecto del nuevo periódico El Combate, cuyo primer número vio la luz el 1 de noviembre. En los dos meses escasos de su existencia, El Combate hizo honor a su nombre, declarando, como portavoz de la república federal guerra a muerte al gobierno del general Prim, en un tono de una violencia extraordinaria. El día 27 de diciembre Prim sufrió un atentado, a consecuencia del cual perdería la vida y su más firme apoyo la monarquía de Amadeo. Nada más fácil que culpar a Paúl y Angulo y sus compañeros de
El Combate.
En 1872 (de 1 de febrero a 27 de septiembre) reapareció El Combate, dirigido por su antiguo redactor Rispa y Perpiñá. Su tono en esta segunda época será menos agresivo. Junto a estos periódicos habría que destacar la numerosísima prensa republicana de provincias, en su inmensa mayoría de carácter federalista. Así como el caso de El Cantón Murciano, publicado en Cartagena durante la insurrección cantonal y dirigido por el socialista Antonio de la Calle.
19.3.3. Periódicos de los movimientos obreros.
Con la revolución de 1868 adviene a la vida pública el proletariado. La revolución, al reconocer el derecho de asociación en toda su extensión, permite la manifestación de una conciencia específicamente proletaria. El desarrollo de una conciencia de clase trae consigo la expresión de unos ideales específicos y el empleo de unos medios propios, adecuados para conseguirlos.
Al amparo de una legislación liberal, los proletarios pueden durante los años revolucionarios reunirse, hablar de sus problemas (el primer congreso de sociedades obreras se celebró en Barcelona en junio de 1870) y publicar periódicos.
La escisión en el seno de la Internacional entre bakuninistas y marxistas tuvo su versión española. El conflicto no estalla abiertamente en España hasta mediados de 1872, casi un año después de la Conferencia de Londres. La visita del discípulo de Bakunin, Fanelli, a España en 1868 encontró un terreno abonado y orientó desde el principio al movimiento obrero español en sentido anarquista.
Cuando se celebró en Barcelona el congreso obrero, en julio de 1870, los periódicos pertenecientes a la grande asociación internacional son La Federación, de Barcelona; El Obrero, de Palma, y La Solidaridad, de Madrid. Todos ellos de tendencia bakuninista.
La Federación se publicó desde el 1 de agosto de 1869 hasta el 3 de enero de 1874. A causa de una suspensión gubernativa en mayo de 1872, salió durante el mes de junio con el título de El Trabajo, para recuperar luego el primitivo.
Aunque de vida más breve (de 15 de enero de 1870 a 21 de enero de 1871) hay que destacar también La Solidaridad, de Madrid, que cifraba su programa en el lema En religión, el ateísmo; en política, la anarquía; en economía, el colectivismo. 
En junio de 1871, el grupo internacionalista madrileño fundó, para sustituir a La Solidaridad, La Emancipación. La tendencia de este periódico, en sus comienzos, era también anarquista. Pero a finales de 1871, el yerno de Marx, Paul Lafargue, logró crear en Madrid un grupo de tendencia marxista, germen del futuro partido socialista, y orientó en este sentido a los redactores de La Emancipación, Pablo Iglesias, Mora, Mesa, etc. El periódico dejaría de publicarse el 12 de abril de 1873, en su número 71. En 1872 fue fundado, también en Madrid y para contrarrestar a La Emancipación, El Condenado, de tendencia anarquista, que publicaba dibujos de fuerte crítica social de José Luís Pellicer.
En general caracteriza al naciente movimiento obrero español, pero muy especialmente al grupo madrileño, su incapacidad para el análisis de la situación real y de adecuarse a ella con una acción concreta, y su anclaje en esquemas y consignas abstractos.
19.3.4. Periódicos progresistas, radicales, constitucionales.
Las Novedades
, que ya había entrado en decadencia antes del triunfo de la revolución, cae vertiginosamente a partir de él. Pronosticó repetidas veces la restauración alfonsina, como consecuencia lógica e indeclinable de la política suicida de los partidos revolucionarios. Finalmente el 4 de julio de 1872 anunció su desaparición.
Durante el reinado de Amadeo el partido progresista se desintegra, pasando a constituir su ala izquierda, en alianza con los demócratas cimbrios, el partido radical, bajo la dirección de Ruiz Zorrilla; los elementos más moderados del progresismo por su parte, en alianza con los unionistas, forman el también nuevo partido constitucional, bajo la jefatura de Sagasta.
Al partido constitucional, con matiz progresista, pertenecen La Iberia, órgano del partido, bajo la inspiración de su jefe, Sagasta, El Puente de Alcolea, La España Constitucional, La Independencia Española, La Prensa, El Popular, El Eco Popular y El Eco del Progreso, inspirado por Espartero.
Constitucionales unionistas son La Política, El Argos, El Diario Español, El Debate, de Albareda, y El Norte, de Romero Robledo.
El partido radical cuenta con El Imparcial, órgano del radicalismo cimbrio, La Tertulia, del jefe del partido Ruiz Zorrilla, y El Universal, de Eusebio Asquerino, que por su tono violento y muy anticlerical será uno de los blancos predilectos de la prensa carlista. 
19.3.5. Periódicos alfonsinos.
Los desafectos a la revolución y partidarios de la derrocada dinastía, una vez convencida la reina para abdicar en su hijo adolescente Alfonso, comenzaron a conspirar a favor de la restauración de la dinastía borbónica. Su habilidad, sobre todo la de Cánovas, y el fracaso de todas las soluciones ensayadas en el sexenio, les conduciría por fin a lograr su objetivo en los últimos días de 1874.
El órgano más importante del alfonsismo era el veterano La Época. Era también el más caro de todos los diarios madrileños. Otros periódicos alfonsinos eran El Tiempo, del conde de Toreno, y El Eco de España, de Esteban Collantes.
El Diario de Barcelona, pese a su carácter conservador y monárquico, aceptó en principio la revolución y combatiendo por igual a la extrema izquierda y a los carlistas, no tuvo serias dificultades con la autoridad durante el período revolucionario. Trabajó a favor de la Restauración, que recibió con entusiasmo. El Manifiesto que debía firmar Alfonso XII se tiró en su imprenta. 
TEMA 20.- LA RESTAURACIÓN
Cánovas, el artífice de la restauración de la dinastía borbónica en la persona de Alfonso XII, aspiraba a que ésta se produjese de forma legal, tras el fracaso y el agotamiento de todas las fórmulas de gobierno ensayadas en el período revolucionario. Por ello, no aceptó la invitación del general Pavía, cuando disolvió las Cortes en enero de 1874, de participar en un gobierno de conciliación liberal y durante aquel año, bajo la república conservadora, presidida por el general Serrano, siguió trabajando para conseguir su objetivo. Sin embargo, otros elementos del partido alfonsino, pertenecientes sobre todo al estamento militar, eran partidarios de forzar la salida de la situación por medio de un pronunciamiento, el cual, capitaneado por el general Martínez Campos, se produjo, en efecto, a finales de ese mismo año. Cánovas hubo de aceptar el hecho consumado.
Algunos historiadores extienden la época de la Restauración hasta 1923, año en el que, con el golpe de Estado de Primo de Rivera, concluye definitivamente el sistema instaurado por Cánovas. Otros la hacen legar hasta 1902, en que Alfonso XIII alcanza la mayoría de edad e inicia su reinado personal. En cualquier caso, no cabe duda de que en la fecha clave del 98 el sistema todo de la Restauración hace crisis y se inicia una etapa de revisionismo que desembocará en la pretendida solución dictatorial de 1923.
El período 1875-1898 no es un todo homogéneo. La llegada por primera vez de los liberales al poder en 1881 marca un punto de inflexión. A partir de esta fecha se inicia la incorporación al sistema de algunos de los principios de la revolución del 68. En 1885, al decidir Cánovas ceder el poder a Sagasta, para que el nuevo reinado se iniciara con un nuevo gobierno, el turnismo, iniciado de hecho en 1881, queda ya perfectamente establecido, y configurado, por lo tanto, el sistema político de la Restauración.
La Restauración lo fue de la dinastía, pero no del estado de cosas del reinado de Isabel II. Cánovas no pretendía quitar de en medio del tiempo a la revolución. Deseoso ante todo de proporcionar al país estabilidad, se propone acabar con el exclusivismo de los partidos y, con él, con las tentaciones revolucionarias y los pronunciamientos militares, creando un sistema bipartidista de turno pacífico en el poder. Él mismo encabezará el partido que se llamará primero liberal-conservador, y a partir de 1884, simplemente conservador. El partido de Unión Católica, constituido por Pidal en el año 1881, se integrará poco después de su fundación en el partido conservador.
El otro polo del sistema bipartidista que desea Cánovas se irá constituyendo trabajosamente en los primeros años de la Restauración. Su jefatura corresponderá a Sagasta. En 1880 su partido se funde con elementos más moderados, para formar el partido liberal-fusionista, que en 1881 ocupará por primera vez el poder. No acabará de cuajar un tercer partido, formado por Serrano y Martos sobre la base de la fidelidad a la Constitución del 69, que terminará por unirse en 1885 al de Sagasta. El partido así constituido se llamará ya definitivamente partido liberal. Quedan de ese modo configurados y delimitados dos partidos dinásticos, de derecha y de izquierda, que por medio de mutuas concesiones se turnarán pacíficamente en el poder. Si el partido liberal acepta la Constitución del 76, el conservador aceptará en su momento el sufragio universal y las libertades formales incorporadas por su oponente en sus períodos de gobierno.
Fuera del sistema del turno quedan los partidos no dinásticos, carlistas y republicanos, que no obstante tuvieron su representación parlamentaria. Los republicanos estaban, al igual que los carlistas, muy divididos. El partido posibilista de Castelar fue templando su oposición y congraciándose con el régimen, a medida que éste fue incorporando las libertades formales. El federalismo pierde importancia por el apartamiento de las masas obreras y regionalistas, concentradas ahora en la defensa de sus intereses específicos; su máxima figura sigue siendo Pi y Margall. Los otros grupos republicanos, bajo las jefaturas de Salmerón y Ruiz Zorrilla, se pronuncian por la república unitaria, pero les separan los medios que propugnan para instaurarla.
Fuera del sistema quedan también los movimientos obreros en sus dos vertientes, anarquismo y socialismo que, con la llegada de los liberales al poder en 1881, empiezan a salir de la clandestinidad a la que se habían visto forzados desde la prohibición de la Internacional en enero de 1874. El PSOE, fundado en 1879 sobre la base del pequeño grupo internacionalista madrileño, de tendencia marxista, es el primer partido político específicamente obrero español; su implantación seguirá siendo débil, frente al mucho más difundido anarquismo.
Un fenómeno nuevo en los años de la Restauración es el nacimiento del catalanismo político, sobre el terreno preparado por el catalanismo cultural iniciado a mitad de siglo con el movimiento de la Renaixença, y por la aventura federal del sexenio.
En 1876 concluye la última guerra carlista y todas las intentonas republicanas fracasan. No obstante, el avance republicano en las elecciones municipales a fin de siglo preocupa a los gobiernos. En cuanto a los enemigos nuevos, los movimientos proletarios y el nacionalismo catalán, no aparecerán como temibles hasta después del período que ahora nos ocupa, como consecuencia de la crisis del 98.
El sistema montado por Cánovas, pues, funciona durante este cuarto de siglo y proporciona al país un largo período de estabilidad. La cara negativa de este hecho positivo es que todo el sistema está montado sobre el falseamiento electoral.
En definitiva, como señalarán sus críticos, todo era una gran farsa, un espectáculo teatral. Bajo una apariencia democrática, oligarquía y caciquismo eran la verdadera forma del gobierno en España.
A finales de siglo todo el sistema hará crisis. Las nuevas fuerzas sociales que el estrecho sistema es incapaz de integrar pugnan por romperlo. El Desastre del 98 viene a poner en evidencia la razón de los que venían denunciando su ineficacia. La muerte de las grandes figuras de los partidos turnantes en torno a esa fecha simbólica, y la desintegración personalista de los mismos, evidencian también la decadencia del sistema.
20.1 Legislación.
La Restauración trajo consigo fuertes restricciones en materia de prensa como medio para afianzar el nuevo régimen. En un primer momento se suspendieron todos los periódicos no adictos al sistema (31 de diciembre de 1874). Un mes más tarde, el decreto de 29 de enero autorizaba su reaparición, con excepción de los republicanos, que quedaban suprimidos. Este decreto establecía el depósito previo con dos horas de antelación a la puesta en circulación del periódico, prohibía que fuesen tratadas una serie de cuestiones y en primer lugar que se atacase directa o indirectamente el sistema monárquico constitucional, y establecía sanciones para el periódico que contraviniese las normas. Para la creación de un nuevo periódico se exigía la licencia del Ministerio de la Gobernación, que sólo la concedía previo informe favorable del gobernador civil de la provincia.
Un nuevo decreto de 31 de diciembre de 1875 creaba un tribunal especial para delitos de imprenta. La ley de 7 de enero de 1879 vino a confirmar, con un articulado más desarrollado, el carácter restrictivo de las normas anteriores. Esta ley suprime la licencia previa.
Aunque el artículo 13 de la Constitución de 1876 declaraba que todo español tiene derecho a emitir libremente sus ideas y opiniones, ya de palabra, ya por escrito, valiéndose de la imprenta o de otro procedimiento semejante, sin sujeción a la censura previa, tal derecho estuvo limitado en la práctica por la normativa concreta y específica a que hemos hecho referencia en la primera etapa de la Restauración, y no comenzó a ser una realidad hasta la llegada al poder del partido fusionista liberal de Sagasta en febrero de 1881. Una serie de indultos de periódicos anteriormente suspendidos marca la política liberal con respecto a la prensa, que quedará plasmada definitivamente en la ley de imprenta de 26 de julio de 1883. Esta ley estará vigente hasta el final del siglo, y más allá, hasta la guerra civil, salvo la etapa de la Dictadura y con las limitaciones en su período final impuestas por la ley de defensa de la República.
El número de periódicos, que había disminuido mucho al comienzo de la Restauración, como consecuencia de la política represiva, experimenta un gran aumento desde 1883, llegando a su cifra máxima en 1886. El elevado número de periódicos (Madrid tenía en 1880 el mismo número de periódicos políticos -49 ó 50- que París, con una población cinco veces menor) revela la estructura todavía primitiva, aunque en vías de transformación de la prensa española.
Los periódicos más importantes alcanzan tiradas sorprendentes. El de mayor difusión, El Imparcial, oscilaba a fin de siglo entre los 120.000 ó 140.000 ejemplares.
20.2. El Periodismo de Empresa.
Una vez afianzada la libertad de expresión, todos los partidos tienen su órgano. Los periódicos partidistas son los más numerosos, pero consolidada ya totalmente la evolución del periódico de opinión al de información medran poco, hallan la muerte en lo que antes la vida. Los periódicos que cuentan son los que asumen decididamente su carácter de empresa mercantil. Para ello son conscientes de que para ofrecer un buen periódico a precio barato es esencial el anuncio.
Otro aspecto que hay que tener en cuenta en este problemático tema de la independencia de la prensa es el de las subvenciones a determinados periódicos por parte de gobiernos o grupos de presión extranjeros.
Fundado el Heraldo de Madrid en 1890, en la década de los ochenta, decisiva en la transformación y crecimiento de los periódicos, son La Correspondencia de España, El Imparcial y El Liberal los que compiten con todos los medios a su alcance por atraer a los lectores. Son los únicos periódicos madrileños que se imprimen en rotativa de papel continuo. El Imparcial, a partir del 16 de enero de 1882, estampa orgullosamente debajo de su título: El Imparcial es el periódico de mayor circulación de España. Precisamente cuando El Imparcial logra el viejo sueño de batir a La Correspondencia, surge en su propio seno un nuevo y peligroso rival. En mayo de 1879 un grupo de redactores republicanos de El Imparcial, descontentos con la línea impuesta por su director de aceptación de la política de la Restauración, se separó del periódico junto con el administrador y 14 operarios para fundar El Liberal. Este periódico hizo ruda batalla a los otros de gran circulación en el terreno vital del anuncio. 
Puntal de El Liberal, junto con Araús y Fernanflor, fue el gran periodista Miguel Moya, que formó parte de su redacción desde el principio y que a partir de 1890 se haría cargo de su dirección. Moya es el prototipo del periodista, que no es ni pretende ser otra cosa. Moya sería el primer presidente de la Asociación de la Prensa en 1895.
La competencia, en los años ochenta, entre los grandes diarios independientes La Correspondencia de España, El Imparcial y El Liberal, produce una transformación en el cuerpo del periódico, que comienza a utilizar los grandes titulares y a desarrollar las secciones con más gacho popular.
Dos géneros toman entonces carta de naturaleza en las páginas de los periódicos: el reportaje y la interview, sobre todo este último, que se convierte rápidamente en el género periodístico por excelencia.
20.2.1. El sensacionalismo.
Es entonces cuando hace su aparición el tratamiento sensacionalista de los sucesos, que hasta entonces no había sido objeto de particular atención, ni constituido una sección específica. El suceso sensacionalista viene a desplazar al folletín en la atención de los lectores. Los crímenes entran definitivamente a engrosar el caudal temático de la novela por entregas. En este aspecto tomó la delantera el periódico
El Resumen.
Un hito en la historia del periodismo español lo marca el crimen de la calle de Fuencarral. El cadáver de una señora adinerada, la viuda de Varela, apareció en su domicilio de la mencionada calle madrileña, asesinada, al parecer, por su criada Higinia Balaguer, el 1 de julio de 1888. Los periódicos acogieron desde el principio con entusiasmo el tema. El interés despertado por el suceso subió extraordinariamente cuando empezaron a cundir sospechas, rápidamente aireadas con todo tipo de detalles y conjeturas por la prensa, de que el hijo de la víctima, joven de mala conducta que a la sazón cumplía condena en la cárcel, estuviese implicado, e incluso fuese el verdadero autor material del crimen, pues, al parecer, salía de la cárcel con la complicidad de los funcionarios e incluso de su director Millán Astral, que fue procesado.
Durante tres meses las páginas de los periódicos, que en algunos casos fueron aumentadas, no se ocuparon más que del tema. El interés por el crimen tuvo dos fases: una, de julio a octubre de 1888, y otra, de marzo a junio del año siguiente, durante la vista del proceso, que concluyó con la condena a muerte de Higinia Balaguer y la absolución de Varela y Millán Astral. Con este motivo, inicialmente vulgar, la prensa se acostumbró a los grandes titulares sensacionalistas, a veces a toda plana, y adquirió plena conciencia de su poder sobre la opinión pública. 
La crónica taurina alcanza en estos años ochenta su máximo esplendor. Mariano de Cavia y otros ilustres periodistas se ocuparon de esta sección inevitable e importante en los periódicos de estos años para servir a una afición apasionadamente dividida en dos bandos irreconciliables, los de Frascuelo y Lagartijo. Entre las revistas especializadas destacaban El Toreo y, sobre todo, La Lidia. La extranjerizante afición al sport atrae, en cambio, poco la atención del público y ocupa escaso lugar en la prensa.
20.3. Periodismo político de las distintas tendencias.
20.3.1. Prensa Obrera
En el extremo opuesto a este periodismo de empresa, cuyo objetivo fundamental es vender muchos ejemplares y resultar un negocio rentable, está, manteniendo la pureza del órgano de opinión, la prensa obrera. En 1879 se funda el Partido Socialista Obrero Español. En 1886 comenzó la publicación de su periódico semanal El Socialista, dirigido por Pablo Iglesias. Los únicos anuncios que insertaba eran de libros como el Manifiesto Comunista y El Capital, de Marx. Ni tenía ni quería publicidad de las empresas que viven a costa de la nación y despreciaba, según vimos, desde su altura moral, la información general. Todo ello nos hace pensar en algo evidente: la penuria económica del periódico era extremada.
Como el verdadero enemigo es el capitalista, el patrono, no el rey, ni el militar, ni el clérigo, ni el magistrado, El Socialista se burla del culto de la Santa República, dividido en multitud de sectas con otros tantos órganos de la prensa. Por esa misma razón no se mostró anticlerical por principio, como era uso en los periódicos republicanos populares.
Publicaba números extraordinarios para conmemorar los grandes acontecimientos revolucionarios -Comuna de París, 1º de Mayo-, en los que colaboraban las mejores plumas del partido, e intelectuales que, sin ser socialistas, simpatizaban con sus ideas.
Dentro de la geografía del socialismo, más limitada que la del anarquismo, el segundo centro de importancia, después de Madrid, es Vizcaya. Y en Bilbao se publicó La Lucha de Clases, el periódico más importante del PSOE, después de El Socialista, que inició su publicación el 7 de octubre de 1894 y prolongaría su vida hasta 1934.
En Oviedo se publicó Aurora Social, La Ilustración del Pueblo, decenario, primera revista socialista que publicaba textos literarios, cuentos y poesías, que no llegó al año de existencia, en 1897. 
Entre las numerosas publicaciones anarquistas destacan la Revista Social, que se publicó de junio de 1881 a mayo de 1884 en su primera época, y de enero a noviembre de 1885, en su segunda época. Acracia, de periodicidad mensual, fundada por Farga Pellicer y Anselmo Lorenzo, se publicó en Barcelona desde enero de 1886 a junio de 1888. Bandera Social (febrero de 1885 a enero de 1887) continuó bajo el título de El Productor (Barcelona, febrero de 1887 a septiembre de 1893). Bandera Roja se publicó de junio de 1888 a febrero de 1889 en Barcelona. Tierra y Libertad, también en Barcelona, quincenal, de 2 de junio de 1886 a 6 de julio de 1889, fundada y dirigida por Federico Urales. Idea Libre, semanal, de abril de 1894 a julio de 1899.
En julio de 1898 comenzó su publicación -que había de prolongarse hasta 1936- la Revista Blanca, que se subtitulaba Publicación quincenal de Sociología, Ciencias y Artes y tenía un carácter de divulgación científica y literaria, desde una perspectiva anarquista pero de espíritu abierto. Fundada por Federico Urales, colaboraron en ella, además de personalidades anarquistas (Anselmo Lorenzo, Fermín Salvochea,…), Francisco Giner de los Ríos, Clarín y Unamuno.
20.3.2. Periódicos republicanos.
Pronto intentaron los republicanos reaparecer en la palestra de la prensa tras el triunfo de la restauración borbónica. Los primeros periódicos criptorrepublicanos fueron El Solfeo, dirigido por Antonio Sánchez Pérez, que en julio de 1878 se convertiría en La Unión, y El Globo, órgano del posibilismo de Castelar, que seguiría la evolución de su inspirador hacia una progresiva integración en el régimen; ambos nacidos en 1875. A partir de 1879, con la situación ya afianzada, y sobre todo a partir de 1881, con la llegada de Sagasta al poder, la prensa republicana comienza a salir de su postración.
Alcanzaron gran difusión El Globo y El País, que sustituyó a El Progreso como órgano del partido republicano progresista de Ruiz Zorrilla. Bajo la dirección de Lerroux, se agruparon en él los jóvenes escritores de la generación del 98. Muerto Ruiz Zorrilla en 1895, le sucedió en la jefatura del partido el doctor Esquerdo.
Órgano de Pi y Margall fue La República, creado al servicio del partido federal por el marqués de Santa Marta. En 1891 fundó el mismo Pi y Margall la revista El Nuevo Régimen, de la que era casi único redactor. Órgano de Salmerón fue
La Justicia.
Entre los periódicos republicanos no diarios, citaremos Las Dominicales del Libre Pensamiento, considerado como órgano de la masonería, y el satírico El Motín, redactado por Juan Vallejo y José Nakens. 
20.3.3. Prensa Católica.
Peor avenidos que los republicanos se hallaban entre sí los ultracatólicos. La Unión Católica, como grupo político con fines electorales, que pronto se incorporaría al partido conservador, data de 1881, pero Pidal venía luchando desde el comienzo de la Restauración por la incorporación de las masas tradicionalistas al campo de la lucha legal. Animado por esta idea, Pidal inspiró sucesivamente los periódicos La España Católica, La España, El Español, El Fénix, La Unión y
La Unión Católica.
En el campo del carlismo se produjo en 1888 la escisión integrista, que venía gestándose desde años atrás, en las polémicas sostenidas por los periódicos La Fé y
El Siglo Futuro.
La difusión de estos periódicos católicos derechistas era escasa. En 1881, los tres periódicos madrileños de esta tendencia en sus distintos matices tiraban poco más de 14.000 ejemplares en conjunto.
El periódico carlista más importante es el barcelonés El Correo Catalán, fundado en 1876, que bajo la dirección de Luís María Llauder supo combinar la pureza ideológica del órgano de opinión con las necesidades del moderno periodismo informativo. Tras la disidencia de El Siglo Futuro, los carlistas crearon en 1888 un nuevo órgano en Madrid, El Correo Español, en cuyas páginas escribió Juan Vázquez de Mella.
20.3.4. Otros periódicos de opinión.
Los partidos turnantes en el poder tuvieron sus respectivos órganos, así como las disidencias o personalismos que surgieron en su seno. El más calificado portavoz de Cánovas fue La Época. Durante un tiempo fue órgano del partido liberal conservador el diario La Política, que antes lo había sido de la Unión Liberal, desde su fundación en 1863, y que desapareció en febrero de 1881. Órgano de Sagasta era El Correo. El Tiempo era el medio de expresión en la prensa de Silvela, que redactaba personalmente los artículos de fondo. El Nacional, por su parte, era afecto a su enemigo dentro del partido conservador, Romero Robledo. El Día, fundado por el marqués de Riscal en 1880, fue adquirido por Moret en 1886. Cuando ya muy a fines de siglo surja dentro del partido liberal la escisión capitaneada por Gamazo, tendrá en seguida su órgano en El Español. El Resumen era órgano de la Izquierda Dinástica del general Serrano y El Mundo portavoz de Martos.
En general, estos periódicos personalistas cumplieron su misión de servir de vehículo de ideas y aspiraciones de sus inspiradores, pero no lograron el favor del gran público. No pretendían tales periódicos llegar a la opinión pública, sino al estrecho círculo del mundo político, y en ese terreno tuvieron una influencia nada desdeñable.
20.4. La prensa ante el Desastre
La profunda crisis de la conciencia nacional provocada por el desastre colonial en 1898, afectó de manera muy especial a la prensa. No podía hablar muy alto a la hora de pedir responsabilidades y buscar culpables, porque culpabilidad y responsabilidad muy grandes le cabían, tanto como a los políticos que no habían sabido ver o habían ocultado la verdadera situación, tanto como a los oradores que desde su escaño en las Cortes habían lanzado bravuconerías patrioteras que se revelaron a la hora de la verdad absolutamente desprovistas de fundamento. No menos inconsciente e ignorante se había mostrado la prensa, que se atribuía la alta misión de formar a la opinión pública y había contribuido con todo su poder a extraviarla lamentablemente. Sólo los federales de Pi y Margall y los socialistas y anarquistas se mostraron contrarios a la guerra. Como que esa sangre que gallardamente se afirmaba que era preciso derramar hasta la última gota para obtener la victoria, era sangre proletaria, porque el vergonzoso sistema de reclutamiento libraba a los ricos por unos duros de cumplir el patriótico deber. Por esta razón y por coherencia con su ideología internacionalista y anticolonialista, la prensa obrera fue voz disonante junto con la federal en el coro patriotero, oponiéndose de manera inequívoca a la guerra.
En la hora de la derrota y de la amargura, tocó a los periodistas entonar el mea culpa y hacer examen de conciencia.
El 13 de noviembre de 1898 pronunciaba su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua un ilustre periodista, Isidoro Fernández Flores, Fernanflor. Su discurso versó sobre el periodismo y no podía faltar en él una alusión a estos temas:
Malos días son éstos para los diarios y los redactores de ellos. En la bancarrota universal aparecen más que otro alguno, responsables. Su culpa fue sin embargo la de todos. Cuántos lectores suyos hay en España son sus lectores no por mejorar de juicio, sino por recrearse viendo sobre el papel, impreso con mayor elocuencia, su propio sentir: que el público sólo ama su opinión y sólo a ella escucha y favorece, y de cualquiera otra murmura y se aparta; de donde viene a resultar que para un diario combatir las preocupaciones y afrontar a la masa es decrecer en recursos y morir. El periodismo no posee hoy los corazones y es sospechoso a los ojos. Esto dificultará su tarea futura. Pero sabrá cumplir sin duda y de todas maneras su misión y entrará con fe y desinterés en la obra colosal de nuestro renacimiento… ¡Álcese la prensa y alce la opinión; hoy tiene los medios que antes le negaron el egoísmo, la rutina y la ignorancia!.

TEMA 22.- DEL DESASTRE DEL 98 A LA 1ª GUERRA MUNDIAL (1898-1914)
22.1. Los diarios de Empresa
En los años inmediatamente posteriores al desastre del 98, la gran prensa madrileña entra en un periodo de desorientación, de pérdida de credibilidad y de lectores. La tan traída y llevada crisis del gran periódico madrileño no tenía, sin embargo, una única causa. En primer lugar, en los años anteriores, el lógico interés despertado por el conflicto cubano y la guerra con Estados Unidos habían disparado las tiradas de los grandes diarios y ahora venía el natural reflujo. En segundo lugar, como señalábamos en el capítulo anterior, los periódicos madrileños tienen que competir más duramente en el mercado provincial con la prensa local. Al final de este periodo, ningún diario madrileño puede competir en Cataluña con La Vanguardia, que inicia su espectacular despegue.
22.1.1. La Correspondencia de España
La Corres
, como se la conocía popularmente, era el más antiguo de los grandes diarios madrileños. Se hallaba algo decaído de su pasado esplendor, cuando su propietario, el marqués consorte de Santa Ana, nombró director en 1906 a Leopoldo Romeo, que se propuso transformar y revitalizar el viejo diario.
Fiel a su tradición, el periódico mantenía la primacía de la noticia frente a los temas doctrinales y los literarios, y un tono mesurado en lo político, inequívocamente monárquico y defensor de las ideas de orden.
Con ocasión de la guerra de Marruecos en 1909, se mostró totalmente abandonista y contrario a la guerra.
Encabezó la batalla contra la Sociedad Editorial de España, y durante un tiempo insertó el entrefilete este periódico no pertenece al trust, quizá por oposición a la postura de los diarios de la Sociedad Editorial, mostró una actitud más comprensiva que aquéllos ante el movimiento catalanista.
22.1.2. El imparcial
Fundado en 1867 por Eduardo Gasset y Artime, fue sin duda el de mayor difusión e influencia durante los años de la Regencia. El desprestigio general de la prensa tras el 98 le afectó quizá en mayor medida que a los demás. Con todo, sigue siendo uno de los diarios más prestigiosos en los primeros años des siglo. En política perdió mucho de su anterior autoridad por su postura titubeante.
En los primeros años del siglo van consiguiendo ese espaldarazo los que poco más tarde serán bautizados como generación del 98: Unamuno, Maeztu, Azorín, Baroja. El joven Ortega, nieto del fundador e hijo del director del periódico, Ortega Munilla, comienza a colaborar en sus páginas en 1904.
22.1.3. El Liberal
Fundado el 31 de mayo de 1879 por un grupo de periodistas de ideología republicana, que abandonaron El Imparcial, El Liberal se convirtió en su mayor rival. Su principal accionista, Isidoro Fernández Flores, Fernanflor, murió en 1902, dejando sus acciones a Miguel Moya y a Antonio Sacristán, las dos figuras pilares en el diario. Al crearse en 1906 la Sociedad Editorial de España, Miguel Moya pasó a ocupar la dirección de su Consejo de Administración. La de El Liberal pasó a Alfred Vicente -considerando uno de los mejores editorialistas de la época-, que la ocupó hasta su muerte en 1916.
Era El Liberal el representante en la gran prensa de un republicanismo moderado. Mostraba simpatía por los movimientos societarios y la inevitable postura anticlerical. Aunque la moderación la ambigüedad de sus pronunciamientos en estos temas no dejaban de serle reprochadas por los periódicos de opinión, más radicales, que le acusaban de nadar entre dos aguas. Les irritaba que atrajese mayoritariamente a un público obrero, al que utilizaban para tirar miles de ejemplares, sin servir verdaderamente a sus intereses. En cualquier caso, era hasta finales de 1919, en que una huelga de periodistas le puso a prueba, el situado más a la izquierda de todos los grandes periódicos de Madrid y su provincia. En consonancia con su carácter de diario popular, se distinguía por cierta tendencia al sensacionalismo, por explotar, sin esforzarse mucho en contrastar su veracidad, e incluso inventando descaradamente los detalles. Periódico más madrileño que nacional, se vendía mayoritariamente por suscripción que ofrecía más barata que la venta por número. Las estadísticas de 1913 le atribuyen una tirada de 115.000, de las que 50.000 eran suscripciones. Sin duda, exageraban mucho en la tirada global y no en las suscripciones.

22.1.4. Heraldo de Madrid
Este periódico vespertino, fundado en 1890, había sido adquirido en 1893 por José Canalejas, su hermano Luis y un grupo de partidarios del político, que ocupaba una posición independiente dentro del Partido Liberal. Fue en lo político portavoz del programa liberal democrático. La influencia de Canalejas sobre El Heraldo duró hasta 1906, en que fue vendido a la Sociedad Editorial de España, y aun más allá, hasta el año 1909, en el que Francos Rodríguez fue sustituido en la dirección por José Rocamora. Cuando Canalejas accedió a la Presidencia del Gobierno, en cambio, se situó en una postura de oposición, como el resto de los periódicos de la Sociedad Editorial, partidarios por entonces de su rival dentro del Partido Liberal, Segismundo Moret. Entre sus redactores más destacados en los primeros años del siglo figuraba Luis Morote. Carmen de Burgos, Colombine, la primera mujer que ejerció el periodismo de manera totalmente profesional. Su corresponsal en París era el más famoso cronista de la época, Luis Bonafoux. Ramiro de Maeztu. Probablemente fue en estos primeros años del siglo el periódico de mayor tirada, que testimonios diversos y más o menos fiables sitúan en torno a los 100.000 ejemplares. Las estadísticas de 1913 le atribuyen 124.000.
22.1.5. La Sociedad Editorial de España
En mayo de 1906, la prensa se convirtió en noticia. El motivo fue la creación de un trust de empresas periodísticas, de los nuevos tiempos, que exigían la aplicación de los procedimientos del capitalismo moderno a la empresa industrial en que necesariamente tenían que convertirse los grandes diarios. Serían los empresarios de El Liberal, Miguel Moya y Antonio Sacristán, quienes impulsaran la constitución e la Sociedad Editorial de España, el trust. La operación se efectuó mediante la fusión de las empresas de El Liberal y de El Imparcial, y la adquisición de Heraldo de Madrid por un millón y medio de pesetas. Se habían establecido previamente contactos con ABC y La Correspondencia de España, sin resultado positivo. La Sociedad se constituyó el 1 de mayo de 1906, con un capital de 10.000.000 pesetas, dividido en 10.000 acciones de 1.000 pesetas, de las 4.600 eran de fundador.
En 1907, la Sociedad Editorial compró El Defensor de Granada y creó la revista semanal femenina La Moda Práctica y La Semana Ilustrada, que en marzo de 1910 desapareció, fundiéndose con Los Sucesos, un semanario fundado en 1904. En 1908 compró El Noroeste de Gijón. El trust quedaba, pues, constituido por nueve diarios: tres de Madrid –El Imparcial y El Liberal, ambos de la mañana, y el vespertino Heraldo de Madrid– y seis de provincias -los Liberales de Barcelona, Bilbao, Sevilla y Murcia, El Defensor de Granada y El Noroeste de Gijón- y la revista La Moda Práctica. El contrato ligaba a los periódicos fundadores, El Liberal y El Imparcial, por un mínimo de 10 años.

El Comité Ejecutivo de la Sociedad estaba constituido por parte de El Liberal por Miguel Moya, como presidente, y Antonio Sacristán, por la de El Imparcial por José Ortega Munilla y José Gasset y Chinchilla. No es de extrañar que la formidable potencia económica y periodística que, dentro de los modestos límites del periodismo español, representaba la nueva empresa, despertase la animadversión de los demás periódicos y la suspicacia del público. La polémica se desata en los primeros días del mes de mayo, antes de que se hiciera pública la constitución de la Sociedad, continuó después, y resurgió en múltiples ocasiones a lo largo de su vida. De un lado, los diarios fundadores, que defienden su legitimidad y sus ventajas, tanto para los periódicos como para el público; y de otra todos los demás, encabezados en el primer momento por La Correspondencia de España y los republicanos El País y España Nueva, que juzgan intolerable y pernicioso para la libertad de prensa la constitución de un trust o monopolio.
Lo cierto es que no era una asociación tan contra natura como pretendían sus adversarios, puesto que los periódicos que la constituían estaban todos ellos situados a la izquierda del sistema, desde el simple liberalismo de El Imparcial, al republicanismo un tanto aguado del El Liberal, que se aguaría más aún a partir de 1913, al servir de portavoz de la doctrina accidentalista de Melquíades Álvarez. En el terreno comercial, para el que se declaraba creada, la sociedad, recién constituida, entró en colisión con La Papelera Española, pidiendo una rebaja de aranceles para el papel importado, y logró un contrato ventajoso con la agencia Havas.
En su primer balance, publicado en marzo de 1909, declaraba haber repartido más de un millón y medio en dividendos con un interés anual del 6,26 por ciento para las acciones ordinarias y 8,25 por ciento para las de fundador. En octubre del mismo año declaraba una tirada del conjunto de las publicaciones de la empresa de 435.051 ejemplares. En los años siguientes, sin embargo, los resultados económicos de la Sociedad distaron de ser satisfactorios. Como veremos, se fue desmembrando y, ya en situación muy apurada, se liquidaría, para dar lugar a otra empresa, en 1923.
22.1.7. Los comienzos del diarismo gráfico
Un fracaso: El gráfico
Adelantándose a la salida de ABC como diario, la familia Gasset, propietaria de El Imparcial, se embarcó en la aventura de editar un diario gráfico, que publicó el 7 de junio de 1904, su primer número el 13 del mismo mes. Vespertino, con 12 páginas el número habitual y al precio de 10 céntimos, es decir, el doble que los demás diarios, estaba dirigido por Julio Burell, y tenía como colaboradores, entre otros, a Galdós, Palacio Valdés, Pardo Bazán, Gumersindo de Azcárate, Pérez de Ayala, Valle Inclán, Manuel Bueno, Miguel y Alejandro Sawa y José María Salaverría. El Gráfico no llegó a terminar el año; su último número es de 24
de diciembre. Constituyó un sonado fracaso. El Gráfico no acertó a encontrar su hueco en la prensa madrileña, y quizá su experiencia sirvió para escarmentar en cabeza ajena a ABC.
Un éxito: ABC
En 1981, Torcuato Luca de Tena había aplicado al terreno de la prensa su capacidad empresarial, con la creación del semanario Blanco y Negro. Animado por su éxito, concibió la idea, que estaba ya en el aire, de crear un diario ilustrado. ABC comenzó a publicarse el 1 de enero de 1903 como revista ilustrada de periodicidad semanal -bisemanal a partir del 19 de junio- pero anunciando desde su primer número que el propósito de su fundador era convertido en diario en cuanto dispusiera de la maquinaria y las instalaciones adecuadas. El primer número de ABC diario salió a la calle el 1 de junio de 1905. Su persistencia hasta nuestros días constituye un caso único en la prensa editada en Madrid. Una información cuidada, unos colaboradores distinguidos, unos redactores bien seleccionados y mejor pagados de lo que era costumbre. La inserción de anuncios gratuitos para los suscriptores y una promoción muy a la americana, a base de concursos y rifas, algunos de los cuales se hicieron muy populares, situaron pronto a ABC en los primeros puestos de tirada, aunque la publicidad de pago tardarse más tiempo en llegar. No era, en sus primeros tiempos, un negocio rentable. Transcurridos unos cuantos meses debió de pasar por serios apuros y corrió el rumor de que iba a ser comprado por la Sociedad Editorial de España.
En su primer aniversario tuvo un resonante éxito gráfico, se trataba de la publicación de una fotografía, tomada por un joven aficionado, del momento de la explosión de la bomba que el anarquista Mateo Morral arrojó sobre la carroza de los reyes en el día de su boda, al pasar la comitiva por la calle Mayor.
La constitución de prensa Española en 1909 dio carácter contractual a la prohibición de pertenecer a cualquier asociación, por cuanto su reglamento estipulaba que no podrán pertenecer a ninguna asociación ni sindicato, sean de la clase que sean, sus redactores, empleados administrativos y obreros. Hasta la época republicana la empresa logró mantener estos principios. Entre sus primeros redactores destacaban Manuel Troyano y Azorín. Ni sus más acérrimos adversarios negaron a ABC el mérito de sus excelencias técnicas y su buena administración. Lo que atacaban sus oponentes era su espíritu.
Ciertamente ABC fue, entre los diarios de gran circulación y hasta la aparición de El Debate, el situado más a la derecha apoyó calurosamente a Maura y a su ministro La Cierva. Luca de Tena rechazó siempre para sí y para su periódico la calificación de derechas, en insistió en su postura de liberalismo centrista, lo que le llevaba a recibir ataques de la izquierda y de la derecha. Su difusión y el hecho de ser el periódico preferido de las clases conservadoras acomodadas, le hacen también el preferido de los anunciantes.
Claro que no sólo lo leía la burguesía acomodada. Su colaboración literaria, o su material gráfico, atraían a muchos lectores aunque no coincidiesen con su línea ideológica. El
30 de diciembre de 1905 proporcionaba su cifra media de tirada en los meses transcurridos desde su publicación como diario, cifras que oscilaban de 81.000 ejemplares en agosto a los 105.000 en diciembre. Las estadísticas de 1913 le atribuyen 150.000. Cifras todas, sin duda, muy exageradas. El 7 de enero de 1909 se constituyó Prensa Española S.A., con un capital de 3.000.000 de pesetas, suscrito enteramente por Torcuato Luca de Tena, con la aportación de los edificios de Blanco y Negro y ABC, la maquinaria y mobiliario existentes en los mismos y los derechos de ABC, Blanco y Negro, Gedeón, Actualidades y Gente Menuda.
Otro fracaso: La Noche
En 1911 Antonio Catena, propietario del republicanismo El País, intenta la aventura de un diario gráfico vespertino. La Noche inicia su publicación el 29 de noviembre y duró tan sólo hasta el siguiente 8 de abril. En 1913 se funda en Barcelona El Día Gráfico, y periódicos madrileños como La Tribuna, fundado en 1912, y mucho más el efímero El Fígaro, de 1918, rompe la monotonía visual de sus páginas son material gráfico.
22.2. Periódicos de Partido. Conservadores y Liberales
El artificioso sistema del turno pacífico montado por Cánovas da signos evidentes de agotamiento. Tras la muerte de sus líderes indiscutibles -Cánovas en 1897, Sagasti en 1903-, los partidos conservador y liberal se fragmentan en distintas tendencias personalistas. La esperanza de que pudiera reconstruirse el sistema, en torno a las figuras de Maura y Canalejas, se frustra al final de este periodo por el asesinato del segundo y el apartamiento orgulloso del primero.
Por otra parte, la relación de ambos partidos entre sí pasa de la leal oposición a una actitud hostil que rompe las reglas de juego del turnismo: en su oposición a Maura los liberales se unirán en 1908 a los republicanos en el Bloque de Ízquierdas. En estas circunstancias, no puede hablarse con propiedad de periódicos-órganos de partido, sino de portavoces de personalidades políticas.
Muchos de estos periódicos son de vida real efímera, pero rara vez mueren del todo. Suelen pasar a la categoría que se designaba en la jerga de la época como
sapo:
Un periódico sin periodicidad, sin lectores, sin redacción, sin otra cosa que el título, fachada mantenida para no perder acaso una mínima subvención, especia de limosna oficial u oficiosa, alguna regalía como las entradas gratuitas a espectáculos, el derecho a carné de periodista para el director y tal vez un redactor, y más que nada, por no perder las esperanzas.
22.2.1. La Época
Era el decano de los diarios madrileños. Fundado en 1849, desde los últimos años del reinado de Isabel II era propiedad de la familia Escobar. Durante la Restauración había sido órgano del Partido Conservador y portavoz de su jefe indiscutible, Cánovas. Tras su muerte,
estuvo siempre al lado del jefe del sector mayoritario del partido. Apoyó a Silvela. Apoyó después a Maura. Tras la crisis del Partido Conservador en 1913, siguió al jefe de los idóneos. Dato, al partir del asesinato de éste, sería portavoz de las posturas de Sánchez Guerra.
Exceptuada la venta de unos pocos ejemplares en algunos quioscos de barrios elegantes, al precio de 10 céntimos, doble del habitual, era un periódico de suscripción. Las estadísticas oficiales de 1913 le atribuyen 12.000 ejemplares.
22.2.2. El nacional
Fue fundado en 1894 por Romero Robledo, que era por entonces enemigo irreconciliable dentro del Partido Conservador de Francisco Silvela. El que había sido la personificación de todas las corruptelas del sistema del turno, al que su habilidad como manipulador de las elecciones le valiera el irónico sobrenombre de Gran Elector, fustiga ahora al caciquismo y califica al sistema de turno de partidos como maldita planta, nacida arriba a los pies del trono. Dirigido desde 1895 por Adolfo Suárez de Figueroa, El Nacional representa en los años del cambio del siglo un papel semejante al de los periódicos republicanos, dando cabida a temas polémicos y conflictivos con los que no se atrevían los grandes diarios. El que había sido uno de los periódicos más belicistas y más insensatos durante la guerra del 98, es ahora uno de los más duros en exigir responsabilidades. Tras la muerte de Romero Robledo en 1906, arrastró durante largos años una vida de
sapo.
22.2.3. España
Muy corta vida tuvo, en cambio, este diario, que comenzó su publicación el 21 de enero de 1904, recién estrenado el primer gobierno de Maura. García Venero dice que nació para servir al maurismo y que un hombre de negocios, Eleuterio Delgado, aportó la mayor parte del capital.
Fue dirigido por Manuel Troyano, excelente fondista, que procedía de El Imparcial y pasaría después a ABC. Entre sus redactores más activos figuraban Ramiro de Maeztu y José Martínez Ruíz, que en sus páginas adopta por primera vez el seudónimo
Azorín.
El intento de convertirlo en periódico maurista se produce a finales de 1904. Se produjeron entonces dimisiones en cadena dentro del periódico. La primera fue la de Maeztu, el 4 de enero de 1905. Bello renunció por carta a su corresponsalía en París. Azorín lo hará el 17 de marzo, ya a punto de desaparecer el periódico.
Poco antes, en el mes de febrero, tiene lugar en las páginas del periódico la que puede considerarse la última campaña en la que coinciden los jóvenes de la generación del 98, antes de disgregarse como grupo: la promovida por Azorín en contra del homenaje nacional a Echegaray por la concesión del premio Nobel de literatura.
22.2.4. El Correo
El que había sido órgano de Sagasti, tras la muerte del jefe liberal y de José Ferreras, que había sido su director durante muchos años, pasó a convertirse en órgano personal de Ángel Urzáiz, ministro de Hacienda en varios ministerios liberales. En diciembre de 1905, Urzáiz se adhirió a Maura hasta que el 16 de noviembre de 1908 se separó del Partido Conservador. El 15 de marzo de 1914, en comunicado firmado por Urzáiz como presidente del Consejo de Administración de la Sociedad, se anunciaba el cese del periódico.
22.2.5. El Globo
El que había sido órgano del posibilismo de Cautelar, fue adquirido en 1896 por Romanones, que encargó la dirección a José Francos Rodríguez. En 1902 se lo vendió, ya muy decaído, a Emilio Riu, quien se llevó a la redacción a Azorín y Baroja. Este último, que desempeñó las funciones de redactor-jefe, se ocupó también de la crítica teatral y publicó en él como folletín sus novelas Silvestre Paradox, La Busca y Mala Hierba.
El periódico se hundió en el sapismo más lamentable, pero en esas condiciones duró hasta 1930. Las estadísticas de 1913 le atribuyen 8.000 ejemplares de tirada y las de 1920 la cifra totalmente inverosímil de 12.000, mientras que el informe del archivo de Urgoiti en 1918 tan sólo le supone 1.000 o 2.000.
22.2.6. Diario Universal
Tras desprenderse de El Globo, Romanones acomete, en 1903, la empresa de fundar un periódico que fuese al mismo tiempo un gran diario de información general. Aunque fracasó en ese empeño, Diario Universal nació como periódico de empresa, no como periódico político, y era considerado en sus primeros tiempos como un claro ejemplo de la industrialización de la prensa.
En sus comienzos lo dirigió Augusto Suárez de Figueroa. Como órgano del romanonismo, tiene en los años de la monarquía parlamentaria la personalidad de su inspirador, ministro o jefe de gobierno en cualquier situación liberal. Después se sobrevivió a sí mismo, hasta alcanzar a dar en su último número de 18 de julio de 1936 la noticia de la sublevación del ejército de Marruecos.
Las estadísticas de 1913 le atribuyen una tirada de 15.000 ejemplares.
22.2.7. La Prensa
Fundado el 12 de marzo de 1907 como órgano de Moret, fue, tras su muerte, órgano de García Prieto, dirigido por Ramón Melgares. De muy escasa importancia siempre, atravesó la Dictadura y entró en la República, subtitulándose desde el 4 de 
mayo de 1931 Diario Republicano Independiente. Las estadísticas de 1913 le atribuyen 7.000 ejemplares. Desapareció por completo el 30 de diciembre de 1931.
22.2.8. La Mañana
Inició su publicación el 5 de diciembre de 1909. Fue fundado por Luis Silvela. Se subtitulaba Diario Liberal Socialista. Con el segundo adjetivo quería significar que era partidario de una decidida intervención del Estado en los asuntos sociales. En marzo de 1910 cambia su inicial subtítulo por el de Diario Independiente. Tras el asesinato de Canalejas, el diario apoyó a García Prieto y arrastró una vida lánguida hasta diciembre de 1919, en que desapareció.
El 1 de enero de 1920, La Mañana, bajo la dirección de Joaquín Aznar, iniciaba una segunda época, muy breve, puesto que dejó de publicarse definitivamente el 6 de febrero siguiente.
22.2.9. La Nación
Con este título se publican dos efímeros periódicos en 1913. Uno de ellos inicia su publicación el 15 de febrero; el 29 de marzo se transforma en semanario y desaparece el 13 de mayo. Según algunos historiadores, su fundación se debe a Miguel Primo de Rivera. Probablemente, el recuerdo de esta frustrada aventura hizo que eligiera el mismo título para el periódico que será su órgano oficioso durante la Dictadura. En el efímero diario colaboraron Manuel Bueno, Manuel Machado y Eduardo Gómez de Baquero.
También existían disensiones en el Partido Liberal, entre Romanones y García Prieto. Tras un brevísimo gobierno interino de García Prieto, accedió al poder Romanones. Durante su gobierno se constituyó en torno a García Prieto un grupo disidente demócrata, que tuvo como efímero portavoz a un diario, que justificaba en su primer número, de 21 de julio de 1913, su extraño título de La Dictadura: Vive España sin Cortes, entregada a la voluntad de unos hombres de escaso valer mental. Este periódico combate a la minúscula dictadura que gobierna a la nación. El 26 de octubre, el diario cambio su título por el de La Nación, subtitulado Diario Liberal Demócrata, igual que La Dictadura, del que declaraba expresamente ser continuación.
22.2.10. El Mundo
Fue fundado en octubre de 1907 por Santiago Mataix, ex director de Diario Universal. Este personaje, uno de los fundadores de Altos Hornos de Vizcaya y del Banco de Bilbao, era diputado conservador. El periódico contó con una colaboración brillante -Julio Camba, Manuel Bueno, Pío Baroja, Luis Bello, José María Salaverría, Luis Araquistain, que se dio a conocer en sus páginas, Rubén Darío, Valle Inclán, Ricardo Baroja, Claudio Frollo, Ricardo Burguete, etc. Unamuno publicó en febrero de 1908 dos artículos bajo el rótulo Sobre el problema catalán.
El Mundo era considerado en estos primeros tiempos un periódico progresista. Pero en marzo de 1909 el diario da un claro giro maurista. En una u otra etapa, lo que caracteriza a El Mundo es la incongruencia, que él prefiere llamar independencia, de modo que resulta aventurado atribuirle una orientación determinada con respecto a un partido o un político, porque incluso en sus editoriales esta orientación cambia de un día para otro.
Durante el gobierno de Canalejas pudo ser considerado un periódico ministerial. El 6 de julio de 1918 murió Mataix, pero su periódico le sobreviviría, malamente, hasta 1933.
22.3. Periódicos Republicanos
Los republicanos distan de constituir un grupo unido. Aparte de la oposición al régimen, el anticlericalismo es la única postura común a todos ellos, aunque también en este tema las diferencias de matiz y sobre todo de estilo marcan distancias entre los diversos grupos.
Los intentos de unión concluyen en fracaso. El más serio, la Unión Republicana de 1903, que logró en ese mismo año un importante triunfo electoral, acabó por convertirse en un partido en discordia más.
Tras la desaparición de Pi y Margall en noviembre de 1901, sólo Salmerón aparece como la gran figura capaz de aglutinar a las dispersas y mal avenidas huestes republicanas, y en efecto, en torno a su figura se fragua la mencionada Unión de 1903.
La idea republicana contaba, sin embargo, con numerosos adeptos en sectores sociales de la pequeña burguesía. Es precisamente la prensa de esta orientación la que mantiene viva la idea republicana entre sus adeptos. Figura característica, aunque no exclusiva, de la prensa republicana era la del director de paja.
Este director de paja era una institución muy necesaria porque estos periódicos republicanos se caracterizan por la agresividad de sus campañas. Campaña es una palabra clave en estos años.
Dos movimientos ascendentes, el obrero y el nacionalismo catalán introducen nuevos motivos de discordia entre los diversos grupos republicanos, puesto que algunos harán suyas en mayor o menor medida sus reivindicaciones, mientras que otros marcarán las distancias con ellos o se les mostrarán francamente hostiles.
Los partidos en presencia en estos primeros años del siglo, de muy irregular implantación territorial, son el Republicano Federal, que se escinde tras la muerte de Pi y Margall en 1901, y el Partido Republicano Progresista, que se había escindido tras la muerte de su líder histórico, Ruiz Zorrilla, en 1895, en un ala derecha, capitaneada por Sol y Ortega, y un ala izquierda, cuyo jefe es el Doctor Esquerdo. Al morir el doctor Esquerdo en 1912 el partido se disuelve formalmente, y algunos de sus elementos pasan a integrarse en el nuevo Partido Reformista, fundado por Melquíades Álvarez.
El calificativo radical designa a principios de siglo a tres grupos, capitaneados por Blasco Ibáñez, Rodrigo Soriano y Alejandro Lerroux. Este último se traslada a Barcelona en 1901 y crea allí la peculiar forma de republicanismo radical que constituyó el lerrouxismo. En 1908 crearía formalmente el Partido Radical.
En abril de 1912 dos prestigiosos republicanos independientes, Melquíades Álvarez y Gumersindo de Azcárate fundan el Partido Reformista. Parecía el primer intento serio de modernizar el republicanismo español, y aunque carente de base popular, tuvo un gran poder de atracción entre los intelectuales. Galdós, Azaña, Ortega, Zulueta, Américo Castro, García Morente, Ramón y Cajal, Pérez de Ayala, figuraron en sus filas.
El reformismo inició pronto una aproximación a la monarquía, renunció al principio del republicanismo, pronunciándose por la accidentalidad de la forma de gobierno, y terminó integrándose en el sistema como un grupo liberal más decepcionando a muchos de sus partidarios de la primera hora.
Madrid, Barcelona y Valencia son las ciudades de mayor arraigo republicano y las que cuentan, por lo tanto, con una prensa de cierta importancia.
22.3.1. Periódicos republicanos madrileños
En Madrid el más importante periódico republicano es El País, fundado en 1887 como órgano del Partido Progresista de Ruiz Zorrilla. Tras la muerte del caudillo republicano, surgieron disensiones por su sucesión en el seno del partido. Entre los que no aceptaron la jefatura del doctor Esquerdo se encontraba Antonio Catena, propietario de El País. Era entonces su director Alejandro Lerroux, que abandonó en 1897 el diario de Catena para fundar, como órgano del diezmado partido el diario El Progreso, llevándose consigo a gran parte de la redacción.
Una vez desaparecido El Progreso tras breve y agitada vida, salpicada por continuas denuncias y secuestros, el 15 de diciembre de 1898 se incorporaron, o reincorporaron según los casos, gran parte los redactores y colaboradores del diario lerrouxista. En sus páginas coincidieron el futuro Azorín, Baroja y Maeztu comentando el estreno de Electra, de Galdós, el acontecimiento símbolo del año anticlerical de 1901.
El País era a principios de siglo un diario escandaloso. A comienzos de 1902 desarrolló una campaña de agitación republicana en contra de la inminente coronación de Alfonso XIII, que provocó la acción represiva del gobierno.
El País, bajo la dirección, hasta su desaparición, de Roberto Castrovido, periodista de gran prestigio por su probidad, ganó en honradez. Pero fue perdiendo en viveza.
En enero de 1900 declaraba todos los días una tirada en torno a los cuarenta y tantos mil ejemplares. Probablemente exageraba, pero esos años fueron, sin duda, los de su mayor difusión. Las estadísticas de 1920 le atribuyen 35.000 ejemplares, cifra muy improbable en un periódico que poco después, el 11 de febrero de 1921, desaparecería por falta de lectores.
El segundo periódico republicano en importancia es España Nueva. Fundado en mayo de 1906 por Rodrigo Soriano. Su aparición coincidió con la creación de la Sociedad Editorial de España, contra la que realizó una violentísima campaña, por su postura anticatalanista. Fue uno de los periódicos que combatieron más duramente al gobierno Maura, y muy especialmente a su ministro de Gobernación, La Cierva. Cuando cayó el Gobierno, en octubre de 1909, Soriano desafió al ex ministro a un duelo, para dirimir las cuestiones que les habían enfrentado en el Parlamento.
Tras la desaparición del diario El Progreso, Lerroux fundó el 12 de marzo de 1809 el semanario Progreso. El periódico se publicaba en condiciones muy precarias y tenía serias dificultades económicas. Progreso desapareció a finales de 1901. Lerroux se había trasladado a Barcelona, donde sus campañas a favor de los presos de Montjuich le habían creado un ambiente muy favorable entre las clases populares y donde iba a realizar una carrera fulgurante.
En abril de 1907 funda de nuevo en Madrid un diario, El Intransigente, muy probablemente con la contribución económica de Ferrer, cuya defensa asumió el periódico durante su proceso por complicidad en el atentado perpetrado por el anarquista Mateo Morral en la boda de Alfonso XIII. A primeros de julio del mismo año dejó de publicarse.
Tras la fundación del Partido Radical, Lerroux funda en marzo de 1910 El Radical. El periódico tuvo siempre una existencia precaria y dejó de publicarse en 1916.
De 1910 a 1916 se publicaban por lo tanto, en Madrid simultáneamente El País, España Nueva y El Radical. El País y Nueva España siguieron adscritos a la Conjunción Republicano-Socialista, de la que salió El Radical tras la expulsión del partido en enero de 1911.
El Partido Reformista contó en la prensa madrileña con el importante apoyo de El Liberal. Más directo portavoz fue un pequeño diario, España Libre, de muy escasa audiencia. Inició su publicación un año antes de la constitución del partido, el 15 de abril de 1911. Se proclama republicano independiente. Desapareció en 1917.
El Partido Federal cuenta ya muy poco en el panorama madrileño. Pi y Arsuaga, el hijo de Pi y Margall, sigue editando este periódico, nacido como semanario en 1891. 
Pi y Arsuaga muere en 1913 y el periódico arrastra una vida cada vez más fantasmal aunque no desaparece por completo hasta junio de 1930.
22.3.2. Periódicos republicanos barceloneses
El diluvio
es el más antiguo periódico republicano barcelonés. Este título procedía de febrero de 1879, pero era el último de los muchos cambios de denominación que, a causa de las múltiples suspensiones -muy probablemente es el periódico más suspendido y multado en la historia del periodismo español- sufrió el diario que con el nombre de El Telégrafo vio la luz por primera vez en noviembre de 1858.
Contaba también con buenos redactores y colaboradores, a los que se dejaba en entera libertad para exponer sus ideas, y solía darse el caso de que se defendiera en una página lo que se atacaba en la siguiente. De 1904 a 1911 publicó una edición semanal ilustrada, titulada El Diluvio ilustrado.
Incongruente pero vivo, llegó como decano de los diarios republicanos hasta la Guerra Civil. En 1905 tendría una tirada de 10.000 ejemplares y en 1918 de 15.000 a 17.000.
La Publicidad es el más importante diario republicano barcelonés, fundado en 1878 al servicio del republicanismo posibilista de Cautelar. En 1901 se puso a disposición de Lerroux, recién llegado a Barcelona. Órgano de la Unión Republicana, desde su constitución en 1903, todavía bajo la influencia de Lerroux, adoptó una política fluctuante ante el gran movimiento de exaltación catalana.
Más tarde, de 1912 a 1914, dirigido por Luis Companys, fue el portavoz en Cataluña del Partido Reformista. Después acabaría catalanizándose al transformarse en 1922 en La Publicitat. Su difusión alcanzaría los 7.000 ejemplares en 1905. Las Estadísticas de 1913 le atribuyen 25.000 ejemplares.
En cuanto a los periódicos republicano-federales barceloneses, El Federalista, controlado por Vallés y Robot, semanario bilingüe, reaparecido en junio de 1902, es la única publicación de cierta importancia del partido en Barcelona. Hasta su desaparición, en diciembre de 1905, se opone a la política de la Unión Republicana.
22.3.3. Periódicos republicanos valencianos
Es republicano independiente el periódico de mayor tirada de la región, El Mercantil Valenciano, fundado en 1872, por transformación del Diario Mercantil de Valencia, que procedía de 1834. Mantiene pésimas relaciones con el también republicano El Pueblo, fundado en 1894 por Blasco Ibáñez. El Pueblo es el portavoz de la versión valenciana del radicalismo, el blasquismo, que constituirá el Partido de Unión Republicana Autonomista (PURA). Las estadísticas de 1913 le atribuyen 10.000 ejemplares.
Como tercero en discordia aparece en 1903 El Radical de Rodrigo Soriano, cuya vida fue más efímera; dejó de publicarse en 1910
22.4. Prensa Católica, integrista y carlista.
En el polo opuesto a esta prensa republicana y anticlerical están los periódicos caracterizados por su catolicismo militante.
Dentro de su común y esencial catolicismo, son periódicos de muy distintas tendencias, que van desde el integrismo y el carlismo hasta el catolicismo integrado en el sistema como ala derecha del Partido Conservador.
22.4.1. Periódicos integristas
El más antiguo de estos periódicos es El Siglo Futuro, diario fundado en Madrid en 1875 como órgano carlista, y portavoz, desde 1888, de la disidencia integrista. Es también el más extremado en su postura de catolicismo fanático e intransigente, fiel al lema de que el liberalismo es pecado.
Su audiencia era, naturalmente, escasa. El informe del archivo de Urgoiti de 1918 le atribuía de cuatro mil a seis mil ejemplares. En las estadísticas de 1913 figuran también como integristas La Constancia de San Sebastián, El Norte Catalán, de Vich, El Criterio, de Castellón, El Pueblo Católico, de Jaén, etc.
22.4.2. Periódicos carlistas
Unidad católica, monarquía autoritaria tradicional y fuerismo eran las tres causas que defendía el carlismo que, tras una fracasada intentona en 1900, no aspira ya en realidad a instaurar a su rey. A partir de 1909, tras la muerte del pretendiente Carlos VII, adoptará el nombre de jainismo, del nombre de su sucesor, Jaime III. Pero la gran figura del carlismo es Vázquez de Mella.
Vázquez de Mella es el inspirador del órgano del partido, El Correo Español, nacido en 1888. Las estadísticas de 1913 le atribuyen una tirada de 20.000 ejemplares.
También tenía filiación carlista el semanario El Fusil, fundado en 1898 por Benigno Bolaños. El Fusil siguió publicándose hasta 1916.
En Barcelona se editaba desde 1876 el diario El Correo Catalán. El carlismo catalán se adhirió en 1906 al movimiento de Solidaridad Catalana. A partir de 1912 fue una publicación bilingüe, aunque con notorio dominio del castellano. 
El carlismo catalán estaba dividido en dos tendencias, moderada y radical. En la radical predominaban los jóvenes. La moderada estaba inspirada por la dirección del partido y tenía su principal representante en el órgano oficial,
El Correo Catalán.
Otras publicaciones carlistas barcelonesas son La Avanzada (1904), La Voz de la Tradición, Monarquía Federal (1912-1915), Vade-Mecum del Jaimista (1912-1913). Existían, además, varias publicaciones comarcales.
En el País Vasco se publicaba en San Sebastián, El Correo Guipuzcoano, que el 1 de marzo de 1912 cambió su título por el de Correo del Norte. En Vitoria se publicaba el semanal El Jaimista, fundado en 1911, y en Navarra el diario El Pensamiento Navarro. Todos ellos tenían escasísima difusión, entre 500 y 3.000 ejemplares según las estadísticas de 1913.
En Valencia comienza su publicación, en 1911, Diario de Valencia. En 1919 se declaró católico independiente y más tarde católico-social, y en la República fue órgano de la Derecho Regional Valenciana, adherida a la CEDA. Su tirada en estos años estaba en torno a los 15.000 ejemplares.
22.4.3. El catolicismo posibilista
Frente a la intransigencia del carlismo, existían desde el principio de la Restauración grupos posibilistas que intentaban movilizar a los católicos en defensa de sus ideales religiosos, por encima de las posiciones partidistas y que, sin aceptar los presupuestos ideológicos del régimen, transigían con él, apoyando a las corrientes más afines. En este clima surge, siguiendo las directrices del Papa León XIII, la obsesión por crear una buena prensa para oponerla a la mala prensa. Según esta idea el gran mal de España proviene de la lectura por los católicos de la prensa liberal. Surgen en la primera década del siglo una serie de periódicos católicos que, o bien aceptan abiertamente la monarquía de Alfonso XIII, como El Universo, o bien se declaran ni dinásticos ni antidinásticos, como el primer
Debate.
En los últimos años del siglo XIX se publica El Movimiento Católico, fundado tras el Primer Congreso Católico español, de 1889, y sostenido por el marqués de Comillas, patrocinador de muchas empresas católicas. Publicó su último número el 10 de octubre de 1897.
El Universo
En octubre de 1900 empieza a publicarse El Universo, que era sostenido por el marqués de Comillas. En mayo de 1926 se transformó en semanario con el subtítulo de Revista de Acción Católica y de Cultura General. Su último número es de 17 de julio de 1936. En sus mejores momentos no superó los 15.000 ejemplares.
La Gaceta del Norte
En el País Vasco, el periódico católico más importante es La Gaceta del Norte, cuyo primer número salió a la luz en Bilbao, el 11 de octubre de 1901, con el propósito de dar la batalla a
El Liberal.
Los comienzos del periódico fueron modestos, pero despegó a partir de 1904, año en que se constituyó, con un capital de 1.000.000 de pesetas la Editorial Vizcaína, editora del diario, que años más tarde contribuiría decisivamente al nacimiento de El Debate. Constituyó un notable éxito, con tiradas en torno a los 20.000 ejemplares.
A pesar de ello, y hasta la aparición de El Debate, la buena prensa gozaría de poco éxito en sus comienzos. Probablemente esto se debía a que como tal prensa era muy mala. Del mismo modo que los obreros preferían El País, España Nueva o El Liberal a El Socialista, la burguesía católica leía preferentemente El Imparcial y más tarde ABC que aquellos periódicos que olían en exceso a sacristía.
El Debate
El 1 de octubre de 1910, en el clima tenso de la reacción suscitada en los círculos católicos por las medidas consideradas anticlericales del Gobierno Canalejas, apareció un nuevo periódico en el panorama de la prensa madrileña, El Debate. Sus dos principales redactores, el cura orensano Basilio Álvarez y el periodista y dramaturgo Luís Antón de Olmet.
El diario se imprimía en la imprenta de El Mundo, de Santiago Mataix, a cuyas manos pasó la propiedad del periódico a finales de mayo de 1911, a causa de las deudas contraídas.
Por estas fechas, un grupo de distinguidos católicos, en el clima de fervor despertado por la celebración del Congreso Eucarístico, estaban proyectando la fundación de un periódico en Madrid. Confluyeron en este propósito Domingo Epalza, José María de Urquijo, principal accionista de la Editorial Vizcaína, y Ángel Herrera, presidente de la Asociación Católica Nacional de Jóvenes Propagandistas, creada en 1908 por el jesuita Padre Ayala.
En octubre de 1911, la editorial Vizcaína compró a Santiago Mataix la cabecera de El Debate por 25.000 pesetas. Así comenzó su singladura, el 1 de noviembre de 1911, bajo la dirección de Ángel Herrera, el que pronto llegaría a ser el primer diario católico español a la altura de los tiempos. El 5 de septiembre de 1912 la Editorial Vizcaína cedió gratuitamente su propiedad a Ángel Herrera, porque no era posible hacerlo a la ACNP, que carecía de personalidad jurídica. El 23 de noviembre de ese mismo año de 1912 se constituía la Editorial Católica.
El Debate iniciará en los años de la guerra europea un brillante despegue que le situará entre los grandes y llegará a ser el más importante periódico del catolicismo español y uno de los más influyentes del periodismo español de estos años.
El Debate de Ángel Herrera representa un catolicismo posibilista y modernizador, que pretende la movilización política de los católicos dentro de los cauces que ofrece la realidad, eligiendo entre las posibilidades existentes el mal menor.
El Debate proclamó siempre su independencia de todo partido político -lo cual sólo es discutible para el período de la República, en que actuó como portavoz oficioso de Acción Nacional primero y de la CEDA después. Hasta él la buena prensa lo había sido sólo en las pías intenciones. El Debate fue además de un buen periódico un periódico bueno, con buena información, buena colaboración, con una redacción racionalmente organizada.
El Debate fue siempre respetuoso con integristas y carlistas, y en general con todos los grupos situados a su derecha, porque su táctica fue siempre trabajar por la unión de las derechas en torno a un programa mínimo. No se encasilla en posturas de estéril oposición a la legalidad, sino que la acepta, esperando transformarla, desde dentro, algún día.
Ese mismo espíritu pragmático le llevaría a dar cabida en sus páginas a toda clase de informaciones, enfocándolas, claro está, desde sus principios católicos, y a no volver la espalda a los fenómenos del mundo moderno -el cine, los deportes-. Lo cual, aunque parezca elemental, era una novedad en el periodismo católico español. Herrera defendió el principio de que ante todo y sobre todo, el periodismo católico ha de ser periodismo.
Era el menos madrileño de todos los periódicos editados en Madrid (en 1926, sólo el 16 por ciento de sus ventas totales correspondían a la capital).
Junto al éxito de El Debate hay que apuntar también la creación de la primera Agencia de Noticias católica, ya que los impulsores de la prensa católica se dieron pronto cuenta de que, para lograr sus objetivos, no sólo eran necesarios periódicos, sino también una agencia de información. En la II Asamblea Nacional de la Buena Prensa, reunida en Zaragoza en 1908, se acordó crearla. Su máximo impulsor fue el obispo de Jaca, Antolín López Peláez. La agencia Prensa Asociada comenzó a funcionar en Madrid el 1 de Mayo de 1909. Su vida, no obstante, no fue muy brillante.
Más adelante, ya en 1929, la Editorial Católica funda la agencia Logos, que en 1934 se convirtió en organismo autónomo, y, a mediados de 1935, absorbió a Prensa Asociada. 
22.5. Diarios Político-Militares
Dejando aparte las publicaciones estrictamente profesionales y técnicas, existen, desde el siglo XIX, una serie de periódicos de opinión militar que al compás de las variaciones producidas en el Ejército, van evolucionando desde el carácter liberal de los primeros tiempos hacia posturas más conservadoras. Los militares tienen su peculiar versión de la necesaria regeneración del país, en la cual corresponde al Ejército la misión regeneradora.
La profunda conmoción del Desastre de 1898 acentúa extraordinariamente este estado de ánimo ya que por un lado intentarán redimir sus reales defectos de estructura y, al mismo tiempo, intentarán desquitarse de sus presuntos fallos en la acción.
Tras el 98, el desasosiego del Ejército va a ser uno de los factores más perturbadores en el estado de crisis permanente de la política española del primer tercio de siglo. Dos guerras que concluyen en desastres, el del 98 y el de Annual en 1921, producen en los militares un sentimiento de frustración y humillación. A la hora de exigir responsabilidades, ellos se las exigen a los políticos. Sus deplorables condiciones económicas contribuyen a su insatisfacción.
En cuanto a la raíz misma de la prensa político-militar, ya desde 1898 la existencia de periódicos de opinión militar va a ser denunciada como anómala e ilegítima.
Salmerón abogaba en las Cortes de 1906 por que no hubiera periódicos militares políticos, a fin de alejar al Ejército de luchas que lo llevan a convertirse en legión de pretorianos, pero la cuestión no quedará zanjada hasta la época de Azaña como presidente del Gobierno de la República y ministro de la Guerra, quién prohibiría en marzo de 1932 la prensa político-militar.
22.5.1. La Correspondencia Militar
Era el más importante. Fundado en 1877, con periodicidad en días alternos, en 1887 se convirtió en diario con el subtítulo de Diario del Ejército y de la Armada. Era el periódico más radicalmente militar, más genéricamente antipartidista, lo que no impedía que se inclinase en ocasiones por uno u otro de los partidos y políticos del turno.
El que en 1917 iba a convertirse en órgano de las Juntas de Defensa, era ya desde mucho antes el más firme defensor de la escala cerrada para los ascensos, el adalid de la oposición al sistema de promociones por méritos.
Su director en este período era Julio Amado y contaba con colaboradores como Fernández Golfín y Queipo de Llano. 
22.5.2. El Ejército Español
Venía publicándose desde 1888 y había sido el periódico militar más liberal en los años de la Regencia. En 1928 se fundiría con La Correspondencia Militar bajo el título de éste y la dirección de Rafael Esbry, que desde principios de siglo figuraba como director de El Ejército Español.
Era un diario mucho más moderado que La Correspondencia Militar. Pero el motivo por el que ambos periódicos se enfrentaron más frecuentemente fue el que producía quizá los más graves enfrentamientos en el seno del Ejército, el del sistema de ascensos. La Correspondencia Militar era partidaria de la escala cerrada, del criterio de antigüedad, mientras que El Ejército Español era, al menos en estos años, partidario de los ascensos por méritos defendidos por el general Luque, del que era considerado portavoz.
22.5.3. Ejército y Armada
De menor importancia es Unión Militar, que inició su publicación el 11 de septiembre de 1903. Su primer director fue Ricardo Donoso Cortés, sustituido el 8 de noviembre de 1904 por Clodoaldo Piñal.
En marzo de 1905, Unión Militar cambió de empresa. Surgieron disensiones entre los nuevos propietarios y Clodoaldo Piñal, dejó la dirección y fundó un nuevo diario, Ejército y Armada, cuyo primer número lleva la fecha de 25 de marzo de 1905 e iba a tener larga vida, mientras que Unión Militar desapareció.
22.5.4. De El Correo Militar a Diario de la Marina
El Correo Militar
era el decano de los diarios militares. Procedía de 1869, y había sido durante la Restauración conservador canovista. El 1 de marzo de 1901 se transforma en Diario de la Marina, Defensor de los intereses navales. Duraría hasta la suspensión de los periódicos militares por Azaña, pero fue siempre el diario de menor tirada y menos significativo entre los militares.
22.6. La prensa nacionalista Catalana.
El Desastre del 98 dio un impulso decisivo al catalanismo para lanzarlo a la acción política concreta. La burguesía industrial catalana interpretó la pérdida de las colonias como una prueba de que el Viejo Estado Español era incapaz de solucionar sus problemas. El regeneracionismo que siguió a aquel acontecimiento adoptó en Cataluña la forma de catalanismo. 
El panorama político de Cataluña cambia sustancialmente en estos años: los partidos del turno pacífico son barridos del escenario catalán y en su lugar los enfrentados serán el catalanismo burgués y conservador de la Lliga Regionalista y el republicanismo radical españolista del lerrouxismo.
La prensa catalanista contribuyó a formar la conciencia catalana. Es significativo que el gran movimiento de Solidaridad Catalana parta de un episodio relacionado con esta prensa: el asalto por parte de oficiales de la guarnición de Barcelona contra los periódicos catalanistas La Veu de Catalunya y Cu-Cut!, por el que la mayoría de los catalanes se sintieron ofendidos.
Si en el primer lustro del siglo domina Lerroux, en noviembre de 1905 unas elecciones municipales darán un triunfo sensacional a la Lliga. La euforia del triunfo y los acontecimientos que se desarrollaron como consecuencia de ello desembocarán en la Ley de Jurisdicciones y como réplica en el movimiento de Solidaridad Catalana, en el que confluyeron todos los partidos con presencia en Cataluña, excepto el lerrouxista pero en el que la Lliga constituye el grupo más numeroso y de mayor cohesión.
22.6.1. La Veu de Catalunya
Tras la desaparición del Diari Catalá de Valentí Almirall, en 1881, el único diario en catalán era La Renaixença, que databa del mismo año. Desde 1891 se venía publicando el semanario La Veu de Catalunya, fundado por Narcís Verdaguer, en el que colaboraba el futuro equipo fundador de la Lliga. Prat de la Riba propuso a su propietario la compra de la cabecera para crear un diario moderno. Un artículo de Verdaguer despedía al semanario y daba la bienvenida al diario que, destinado a ser el de más larga vida en lengua catalana -hasta enero de 1939- salía a la luz el 1 de enero de 1899.
Prat de la Riba se encargó de la dirección y Raimón Casellas fue su primer redactor-jefe. Cambó se ocupó de la sección de Política Exterior y Movimientos Particularistas. Concebido con un criterio más moderno, el diario se reveló en seguida como superior a La Renaixença, que desapareció en 1905.
El nacimiento de La Veu precedió al del partido del que iba a ser portavoz durante toda su vida. Por poco tiempo. En agosto de 1899 se fundó el Centre Nacional Catalá, en torno al grupo disidente de la Unió Catalanista, encabezado por Prat de la Riba. En abril de 1901 y con vistas a las próximas elecciones se fusionó con la Unión Regionalista, que agrupaba a algunos de los antiguos partidarios catalanes del general Polavieja, para constituir la Lliga Regionalista, que sería el partido hegemónico del catalanismo en las dos primeras décadas del siglo XX. 
La Veu es uno de los diarios cuyas cifras de tirada en las estadísticas oficiales aparecen más exageradas. En 1905 tiraría 5.000 ejemplares. En 1918 de 6.000 a 8.000 y según las estadísticas de 1913, 20.000.
22.6.2. El Poble Catalá
La dialéctica de las dos posturas enfrentadas lleva a los dos partidos hegemónicos en el espacio político catalán, la Lliga y el republicanismo lerrouxista, a acentuar respectivamente su conservadurismo y su españolismo. Compiten, pues una derecha catalanista y una izquierda españolista. En esta situación surge en 1904 una disidencia en el seno de la Lliga que se propone catalanizar el republicanismo y republicanizar el catalanismo. Republicanismo y nacionalismo radical son los dos ingredientes de la disidencia, con mayor peso del segundo.
El grupo disidente funda el 12 de noviembre de 1904 el semanario El Poble Catalá, que en mayo de 1906 se convirtió en diario. A finales del mismo año el grupo crea el Centre Nacionalista Republicá, de centro-izquierda nacionalista, en el seno de Solidaridad Catalana, del que El Poble sería portavoz.
No lograron el propósito de catalanizar el republicanismo y republicanizar el catalanismo, combatiendo el derechismo de la Lliga y la demagogia del lerrouxismo. Era un periódico de tono elevado, mucho más ideológico que informativo. En el equipo inicial del semanario figuraba Eugenio DOrs. El primer director del semanario fue Joan Ventosa i Calvell, y del diario Francesc Redon, sustituido en 1909 por Rovira i Virgili.
Los grupos políticos que habían confluido en el movimiento de Solidaridad Catalana eran demasiado distintos como para que no se manifestaran pronto sus profundas desavenencias. El enfrentamiento a propósito de la Ley de Administración Local, y la derrota ante los lerrouxistas en las elecciones parciales de 1909 tras la Semana Trágica, provocaron su disolución. En abril de 1910 se formó un nuevo partido, como resultado de la unión de todos los grupos republicanos catalanistas que habían pertenecido a la disuelta Solidaridad: la Unión Federal Nacionalista Republicana. El Poble Catalá pasó a ser su portavoz. La aparente coincidencia de los elementos que lo integraban en la defensa del catalanismo y el republicanismo encubría profundas diferencias en las prioridades entre esos dos ideales, que en 1914 llevarán a la disolución del partido y a una profunda crisis en el periódico.
Las estadísticas oficiales de 1913 le atribuyen 8.000 ejemplares de tirada media.
22.6.3. Semanarios
La Campana de Gracia
y LEsquella de la Torratxa eran dos veteranos semanarios satíricos (el primero procedía de 1870 y el segundo de 1879), de la misma empresa -familia López- y dirigidos durante muchísimos años por José Roca i Roca. El 
primero era más popular y desvergonzado, con las típicas caricaturas irreverentes de frailes y curas; el segundo era más moderado en su anticlericalismo.
A principios de siglo ambas se mostraban hostiles al nacionalismo y apoyaban a Lerroux, pero al producirse el movimiento de Solidaridad Catalana, tras una etapa de indecisión, entraron en él, representando su parte popular y republicana.
Cu-Cut!, nacido en el seno de la redacción de La Veu de Catalunya y adscrito también a la política de la Lliga, era un semanario satírico destinado a pasar a la historia no sólo por representar un hito en el humorismo catalán, sino, sobre todo, por los sonados acontecimientos políticos a que dio lugar uno de sus chistes o viñetas. Inició su publicación el 2 de enero de 1902, con el propósito de combatir a los enemigos del catalanismo representado por la Lliga; los políticos de Madrid, el caciquismo, y sobre todo Lerroux, presentado como un falso revolucionario comecuras, al que apodaban el amigo del obrero y el emperador del paralelo.
El director literario era Manuel Folch i Torres, y el responsable artístico Gaietá Cornet. Un chiste de uno de los colaboradores, Junceda, con los militares como protagonistas, publicado el 23 de noviembre de 1905, fue el motivo desencadenante de un incidente de trascendencia desproporcionada. En la noche del 25 de noviembre, unos trescientos militares de la guarnición de Barcelona asaltaron los locales de Cu-Cut! y de La Veu y destrozaron la maquinaria, dando vivas a España y obligando a los transeúntes violentamente a responder a sus vítores, ante la inoperancia o el beneplácito de las autoridades. El hecho produjo tanta indignación en Cataluña como solidaridad de otros militares con la guarnición de Barcelona. Como reacción en cadena provocó la dimisión del jefe de Gobierno Montero Ríos, su sustitución por Moret, la promulgación de la Ley de Jurisdicciones, que daba satisfacción a los militares, y el formidable aunque poco duradero movimiento de Solidaridad Catalana, que agruparía a todos los partidos con presencia en Cataluña, con la excepción del republicanismo de Lerroux. Como consecuencia de este incidente, el semanario fue suspendido y no volvió a publicarse hasta el 28 de abril de 1906. Seis años más tarde, otra caricatura llevaría por otros caminos a la desaparición del semanario.
Del primer número de Cu-cut! se tiraron 20.000 ejemplares y en algún caso alcanzó la cifra de 30.000, 40.000 y 60.000. Un nuevo Cu-cut! se publicó desde noviembre de 1913 hasta junio de 1914.
La Tralla, semanario satírico de un catalanismo radical, comenzó en octubre de 1903 su azarosa vida, salpicada de multas y suspensiones. En cada número aparecía el lema VIC i ME (Visca Catalunya i mori Espanya). En enero de 1907, en un número extraordinario dedicado a la mujer catalana, un cuentecillo titulado ¡Era Castellana! (un imprudente joven catalán se casa, en contra del consejo de sus padres, con una  mujer castellana que, como era de esperar, resultó adultera), provocó el consabido asalto a su redacción, esta vez por parte de elementos lerrouxistas, y su suspensión definitiva.
Papitu, revista satírica de izquierda catalanista, fue fundada en noviembre de 1908 por Feliu Elías (Apa) y colaboraron en ella como dibujantes Isidro Novell y Juan Gris. En 1912 la abandonó Apa y se convirtió progresivamente en revista erótica o galante. Duró hasta 1937.
22.7. Prensa nacionalista vasca
A diferencia de las del nacionalismo catalán, las publicaciones del nacionalismo vasco están mayoritariamente escritas en castellano. La razón reside en la insuficiente implantación del euskera. Los nacionalistas vascos, empezando por Sabino Arana, tenían muy clara conciencia de la importancia de la prensa como medio de propaganda y adoctrinamiento y querían llegar al mayor número de destinatarios.
La primera publicación del nacionalismo vasco precede en dos años a la creación del partido. Se trata del semanario Bizkaitarra, fundado por Sabino Arana en junio de 1893, que se publicó hasta septiembre de 1895. Entre mayo y agosto de 1897 se publica el también semanario Baserritarra y del 4 de junio al 15 de septiembre, el diario El Correo Vasco. En sus páginas emplea por primera vez Sabino Arana el neologismo Euzkadi, que dará título a una Revista trimestral de Ciencias, Bellas Artes y Letras que el mismo Arana funda en marzo de 1901, en cuyo primer número trata de explicar el término con argumentos filológicos, como denominador de la confederación de estados vascos que proyectaba crear el nacionalismo. La palabra haría fortuna y adquiriría naturaleza jurídica en el Estatuto de Autonomía de 1936. Hasta la Segunda República, en que fue asumida por el Partido Comunista de Euzkadi, fue exclusiva del nacionalismo. La revista que lo acuño dejó de publicarse a finales de ese mismo año de 1901. En marzo de 1905 comienza su segunda época, que terminará en enero de 1910. Desde mayo de 1910 hasta 1915 se publica con periodicidad bimensual.
El 27 de octubre de 1901 había aparecido el primer número del semanario La Patria, órgano oficioso del Partido Nacionalista Vasco. Estaba inspirado por Sabino Arana, aunque su director era Santiago Meabe. En él publicó Arana numerosos artículos, escritos en la cárcel, donde se hallaba por haber enviado un telegrama a Roosevelt, felicitándole por la independencia de Cuba.
Tras la muerte de Sabino Arana, en noviembre de 1903, el nacionalismo vasco quedará claramente escindido en dos tendencias, representadas por los semanarios bilbaínos Aberri (Patria) y Euskalduna: intransigente e independentista el primero, moderado y de tendencia ligeramente liberal el segundo.
El 2 de enero de 1909, en sustitución de Aberri, comienza a publicarse nuevamente Bizkaitarra con periodicidad semanal. Para salir del feudo vizcaíno hacia las otras zonas vascas se funda en Guipúzcoa, en 1907, Gipuzkoarra; en 1911 en Navarra, Napartarra; y en Álava, en 1912,
Arabarra.
El semanario Gipuzkoarra estuvo marcado por la personalidad de Engracio Aranzadi, delegado del partido en Guipúzcoa. La revista defiende un nacionalismo atenuado, dada la escasa penetración del movimiento en Guipúzcoa. Sus primeros números alcanzaron tiradas de 8.000 ejemplares. Las estadísticas de 1913 le atribuyen 2.500.
También era semanario Napartarra, que logró publicarse con regularidad entre enero de 1911 y enero de 1919. Las estadísticas de 1913 le atribuyen una tirada de 2.800 ejemplares. Más breve e irregular vida tuvo Arabarra, publicado en Vitoria entre enero de 1912 y agosto de 1913, cada quince o veinte días.
El 1 de febrero de 1913 inicia su publicación en Bilbao el que va a ser el periódico más importante, con gran diferencia, del nacionalismo vasco, desde esa fecha hasta 1937: el diario Euzkadi. Para su edición se constituyeron dos Sociedades Anónimas; Euzko-Pizkundia (Renacimiento Vasco), propietaria de la cabecera, y Tipográfica General, propietaria de los talleres donde se imprimía Euzkadi y posteriormente también otras publicaciones nacionalistas, La Tarde y el diario deportivo Excelsior.
Su principal ideólogo desde su fundación hasta la Guerra Civil fue Engracio de Aranzadi, amigo y discípulo de Sabino Arana, a quien se deben la mayor parte de sus editoriales.
Pronto será un diario importante, con una tirada equiparable a la de El Liberal y La Gaceta del Norte. Contará con una clientela devota, que le permitirá desenvolverse no sólo con desahogo, sino con beneficios. No obstante, tiene garantizado el apoyo financiero de Sota y de Victorina Larrínaga, la fervorosa y acaudalada reina vasca, además de los fondos que dedica a la prensa la Euzkadi-Buru-Batzar.
22.8. Prensa Obrera
La prensa constituye una pieza fundamental en la estrategia del movimiento obrero. La pobreza de medios influye de forma decisiva sobre los periódicos obreros, en general de baja calidad y escasos recursos. Estas publicaciones, aún las más importantes, carecen durante muchos años de maquinaria adecuada. 
La fundación de periódicos obreros plantea muchas dificultades de todo tipo. Los editores se ven obligados a resolver problemas de financiación, organización, distribución, etc., sumamente complejos.
Los responsables de la organización y redacción de estos periódicos eran en muchos casos, líderes obreros, la avanzadilla de partidos y sindicatos conscientes de la necesidad de utilizar la propaganda escrita.
A la dificultad que implicaba la elaboración material del periódico se añaden los problemas provocados por la política represiva del gobierno frente a la prensa obrera, a la que impone con frecuencia, además de cuantiosas multas, la suspensión temporal o el cierre definitivo.
La prensa obrera se distribuye de forma muy irregular: Madrid, cuna del Partido Socialista Obrero Español, se sitúa a la cabeza de las publicaciones socialistas, a partir de la fundación de El Socialista, en 1886, mientras que en Cataluña, el primer centro obrero de España, se inclina hacia la prensa de matiz anarquista.
22.8.1. Prensa Anarquista
Los primeros años del siglo -turbados por la Semana Trágica de Barcelona y la represión posterior- fueron, sin embargo, especialmente importantes en el proceso de promoción y organización del anarquismo: fundación de la Escuela Moderna por Francisco Ferrer Guardia en 1901; reestructuración del obrerismo catalán a partir de 1904 y creación de Solidaridad Obrera en 1907, de su portavoz, Solidaridad Obrera el 19 de octubre del mismo año, y de CNT en 1911.
La Revista Blanca
La Revista Blanca
comenzó a publicarse en Madrid en 1898 a cargo de Juan Montseny, Federico Urales, en el contexto de la campaña desarrollada en medios anarquistas y republicanos a favor de los presos de Montjuich.
Las dificultades de todo orden que Urales hubo de vencer para su publicación son también ejemplo de los obstáculos que tenían que superar estas publicaciones, en unos años en que los atentados terroristas, realizados por los apóstoles de la propaganda por el hecho -asesinato de Cánovas en 1897 y atentado de Mateo Morral en las bodas reales de Alfonso XIII de 1906-, provocan una reacción indiscriminada contra todo el movimiento anarquista.
Urales consiguió superar las trabas legales y los problemas burocráticos con los medios económicos proporcionados por Ferrer Guardia y la estratagema de incluir en la plantilla de colaboradores los nombres de conocidos intelectuales como Francisco Giner de los Ríos, Manuel Cossío, Ricardo Rubio, Gumersindo Azcárate, Urbano González Serrano, Miguel de Unamuno y Pedro Dorado Montero, junto a las grandes figuras del movimiento libertario como Anselmo Lorenzo, Pedro Corominas, Juan Brossa, Tárrida del Mármol, Ricardo Mella, José Prat, el italiano Malatesta o el francés Malato. En la segunda época de la revista, iniciada en 1923, se añadiría un nuevo puntal a la labor publicística de esta familia singular: su hija Federica Montseny. Los Montseny constituyen un grupo relativamente aislado dentro del movimiento anarquista, que vivía, en palabras de la propia Federica, en una especie de circuito cerrado.
Subtitulada Revista quincenal de Sociología, Ciencias y Artes, desarrolla una doble función de educación, propaganda y divulgación, cuyo rigor y eficacia, unidos a su excelente factura, la consagran como una de las principales revistas anarquistas de todos los tiempos.
Tierra y Libertad.
Otra publicación de los Urales era Tierra y Libertad. Nacida como suplemento de La Revista Blanca en mayo de 1899, en enero de 1902 se convierte en publicación independiente de periodicidad semanal. El 1 de agosto de 1903 pasa, por primera vez en una publicación anarquista, a tener periodicidad diaria, hasta el 20 de diciembre del mismo año, en que vuelve a la periodicidad semanal. Tuvo una amplia audiencia, llegando a alcanzar tiradas de 18.000 ejemplares. En Tierra y Libertad escribían, además de Urales y su mujer, Fermín Salvoechea, Antonio Apolo, Julio Camba y una larga nómina de colaboradores.
Lógicamente enemiga del socialismo, ataca al PSOE y a su líder Iglesias, a los que acusa de autoritarismo y de corrupción, y a la UGT, a cuyos afiliados considera mercaderes de votos, comediantes, nuestros mayores enemigos en definitiva.
El 1 de noviembre de 1904, la familia Montseny se ve obligada a abandonar Tierra y Libertad por desavenencias con algunos colaboradores. Desde esa fecha pasaron a dirigirlo los anarquistas del Grupo 4 de Mayo de Madrid, que en 1906 trasladaron la redacción a Barcelona, en vista de las persecuciones de que eran objeto en la capital, a causa del atentado de Mateo Morral. También en 1904, los Urales tuvieron que dejar La Revista Blanca en manos de Anselmo Lorenzo. Dejó de publicarse en esta primera época en 1905.
22.8.2. Prensa Socialista
A finales del siglo XIX, los principales centros de implantación del Partido Socialista Obrero Español eran, además de Madrid, cuna del partido, las zonas mineras de Asturias y Vizcaya. Coincidiendo con el cambio de siglo se inicia una etapa de gran actividad en todos los frentes, en sectores sociales inicialmente hostiles al marxismo y atraídos por la doctrina anarquistas. 
El Socialista
Pablo Iglesias marca la línea del órgano oficial del partido desde su fundación en 1886. La reiteración de los temas hace de El Socialista un periódico monótono, que difícilmente podía competir con la denostada prensa burguesa, muy eficaz en la captación de los lectores.
En el IX Congreso del partido celebrado en 1912, los delegados de Madrid aprobaron una propuesta relativa a la prensa, estableciendo la periodicidad diaria de El Socialista, que debía, además, cambiar de imagen con el fin de potenciar el interés de los lectores y la tirada. El Socialista se publica, pues, con carácter diario desde el 1 de abril de 1913, dirigido durante breve tiempo -hasta la vuelta a la dirección de Pablo Iglesias en 1915- por Mariano García Cortes, periodista madrileño y gran figura del socialismo, y en noviembre de 1914, tras su dimisión, por Eduardo Torralba Beci.
Las tiradas de El Socialista varían considerablemente desde su fundación hasta la transformación del semanario en diario. En 1894 distribuía entre 155 y 300 ejemplares en Bilbao, alcanzando la cifra máxima de 1.000 ejemplares ese mismo año. Cuando pasa a publicarse con carácter diario alcanza una tirada aproximada de 6.000 a 9.000 ejemplares en el período 1913-1922.
La Nueva Era
Publicada desde 1901 a 1902, con periodicidad quincenal, tiene gran interés en el aspecto doctrinal y científico en su primer año, y se dedica desde 1902 a cuestiones organizativas. Aparece en Madrid el 1 de enero de 1901, tras un intento fallido en Barcelona en 1892.
La Nueva Era experimentó un cambio importante en su segundo año, orientada en su nueva etapa hacia el sindicalismo, bajo la dirección de García Quejido.
La Revista Socialista
Comienza a publicarse el 1 de enero de 1903, con periodicidad quincenal y desaparece en octubre de 1906. La Revista Socialista aporta a la prensa obrera un aire renovador y cierto pragmatismo, vinculando los aspectos teóricos y doctrinales con los problemas del mundo del trabajo.
En el clima de esperanza y movilización que supone la Conjunción Republicano-Socialista, tras la Semana Trágica de 1909, el Partido Socialista se convierte en foco de atracción para algunos intelectuales, potenciado en 1910, a partir de la creación de la Escuela Nueva. Entraron en el partido o se afiliaron a UGT por esas fechas Ciges Aparicio, Ovejero, Araquistain, Núñez de Arenas y Carande, entre otros. El propio Ortega se aproxima en este momento pasajeramente al socialismo. 

Vida Socialista
El portavoz del sector más radical de la Juventud Socialista comenzó a publicarse el 2 de enero de 1910; en la revista colabora entre otros Ciges Aparicio, recién incorporado al partido. Muestra muchas reservas sobre la Conjunción y se manifiesta antimilitarista y contraria, por tanto, a las campañas de Marruecos.
El Socialismo
Era una revista quincenal dedicada a defender los intereses de los trabajadores, reivindicados por la UGT. El número 1 se publica en Madrid el 20 de enero de 1908; la revista, de línea claramente progresista, se ocupa además de todos los temas relacionados con el movimiento obrero y de las grandes cuestiones relativas a la promoción de la mujer, la infancia, el arte, etc.
La Lucha de Clases
En Vizcaya, uno de los grandes feudos del socialismo, se publica La Lucha de Clases, importante cabecera en la historia de la prensa socialista, fundada el 7 de octubre de 1894 por Valentín Hernández, uno de los líderes históricos del partido en el País Vasco. Larga vida la de esta revista en la que se suceden etapas de auge y decadencia.
A pesar de su periodicidad semanal, La Lucha de Clases desarrolla una importante actividad como medio de información, coordinación y propaganda. Los escasos recursos del partido, la demanda reducida, y la falta de publicidad, condicionan el formato y contenido del periódico.
La Lucha de Clases era un semanario conocido únicamente en el País Vasco. En 1907 comienza a publicarse también en la capital vizcaína Renovación, Órgano de Educación y Propaganda de las Juventudes Socialistas de España.
22.9. Prensa de las Organizaciones Patronales
También las organizaciones patronales tienen sus publicaciones. Ofrecen múltiples informaciones sobre todas las cuestiones relacionadas con el movimiento asociativo, en ocasiones con Actas de Consejos incluidas en las que se recogen las propuestas, discusiones y acuerdos de los órganos directivos. Informa también de las relaciones de las organizaciones patronales con el poder político.
El Trabajo Nacional, Órgano de Fomento del Trabajo Nacional, la entidad patronal más importante de Cataluña se publicó de 1892 a 1936. Hasta 1i22 no surgirá El Eco Patronal, Órgano de la Federación Patronal Madrileña, y la mayor parte de los numerosos boletines de las asociaciones que agrupan a propietarios, sean o no patronos, en defensa de intereses comunes en algún sector de la economía, son también de fechas posteriores. Uno de los de más larga vida es el Boletín de la Asociación de Agricultores de España, que se publicó mensualmente en Madrid entre 1882 y 1936. 

22.10. Revistas gráficas de información general
22.10.1. La Ilustración Española y Americana
La gran revista decimonónica, que venía desempeñando esa función de mostrar la imagen del mundo desde 1869 y es hoy, con sus magníficos grabados, testimonio inestimable de la época que va del período revolucionario a la Regencia, entra en el siglo ya muy decaída ante la competencia de las más modernas y ágiles Blanco y Negro y Nuevo Mundo, a las que se sumarán luego Mundo Gráfico y La Esfera. Pero aún resistirá hasta diciembre de 1921. En Cataluña, La Ilustració Catalana, dirigida por Frances Matheu, mantiene la tradición de las revistas ilustradas catalanas del siglo XIX. Se publica desde 1903 a 1917, con periodicidad mensual.
22.10.2. Blanco y Negro y Nuevo Mundo
En los primeros años del siglo se disputan el mercado de las revistas gráficas sobre todo Blanco y Negro, que en 1909 constituye junto con ABC la base de Prensa Española, S.A., y Nuevo Mundo, fundada por José del Perojo, procedentes ambas de los últimos años del siglo XIX (1891 y 1894, respectivamente). Las dos revistas se dirigen a un público burgués y bienpensante y se prodigan mutuos ataques por razones de competencia.
Nuevo Mundo, de inferior presentación y más barata en estos años, es una revista más abierta, más progresista y menos rosa que Blanco y Negro.
La rivalidad entre Blanco y Negro y Nuevo Mundo se evidencia en frecuentes polémicas, actas notariales para demostrar al público y a los anunciantes que sus tiradas son mayores que las de la rival. En las estadísticas de 1913 Blanco y Negro declaraba 80.000 ejemplares y Nuevo Mundo 125.000. Probablemente, ambas cifras son exageradas, y desde luego más la de Nuevo Mundo, que tras la escisión que había sufrido dos años antes no atravesaba su mejor momento.

En octubre de 1908 moría repentinamente su fundador, José del Perojo. No tardaron en surgir desavenencias entre sus herederos y su amigo y colaborador desde los comienzos de la revista, Mariano Zavala, que se saldaron con el abandono de la revista por Zavala y un numeroso grupo de redactores, colaboradores y empleados que fundaron en 1911 Mundo Gráfico.
22.10.3. Prensa Gráfica, S.A.
En 1913 se constituía Prensa Gráfica, S.A., editora de Mundo Gráfico, que se iba a lanzar, con la creación de La Esfera en enero de 1914, a una política expansiva. En diciembre de ese año de 1914 Prensa Gráfica se reconstituyó, con aportación de capital de La Papelera Española, dirigida por Nicolás María de Urgoiti, que pasó a controlar la empresa, en la que se integró Nuevo Mundo y su filial
Por Esos Mundos.

Por Esos Mundos había empezado en 1900 como suplemento semanal de Nuevo Mundo y en julio de 1906 se convirtió en revista independiente de periodicidad mensual.
La Esfera era una revista mucho más lujosamente editada que la otra revista de la misma empresa, Mundo Gráfico, y su rival, Nuevo Mundo. También mucho más cara; salió al precio de 50 céntimos -diez veces más que un diario- mientras que Mundo Gráfico y Nuevo Mundo costaban 20 céntimos.
La Esfera, de gran calidad, con sus reproducciones de cuadros en color y sus magníficas fotografías a toda plana, marcó una época en el periodismo gráfico.
22.10.4. Alrededor del Mundo
Carácter semejante al de la primera época de Por Esos Mundos tenía esta revista que se publicó con periodicidad semanal desde 1899 hasta 1930. Fue fundada por Manuel Alhama Montes, que utilizaba el seudónimo de
Wenderer.
La Sociedad Editorial de España inició la publicación, el 14 de mayo de 1907, de La Semana Ilustrada, que desapareció en marzo de 1910, absorbida por
Los Sucesos.

TEMA 23.- AÑOS DE CRISIS (1914-1923)
Este es un período de profundas conmociones políticas y sociales. Tiene lugar la definitiva ruptura del turno de los partidos, cuya atomización se acentúa, perdidas las esperanzas de reconstrucción del Liberal en torno a la figura de Canalejas, víctima de un atentado anarquista en noviembre de 1912, y del Conservador, bajo el liderazgo de Maura. La crisis se acentúa durante el conflictivo verano de 1917, en el que confluyen tres movimientos que revelan la inquietud de diferentes sectores, con distintas pretensiones: los militares, con sus Juntas de Defensa; los que reclaman un cambio constitucional, con la Asamblea de Parlamentarios, de predominio catalanista; y el sindicalista, con la fracasada huelga general de agosto. A partir de octubre de 1917, tras la dimisión de Dato, sólo serán posibles gobiernos de concentración y siempre bajo la presión, más o menos en la sombra, de los militares. El problema marroquí se hace también insostenible tras el desastre de Annual.
Vienen a complicar la situación acontecimientos de enorme trascendencia en el orden internacional -Primera Guerra Mundial, Revolución rusa-. La incapacidad del sistema para encontrar una salida conducirá a la falsa solución de la Dictadura.
23. 1. El impacto de la I Guerra Mundial
La guerra afecta a la prensa española en varios aspectos, unos positivos y otros negativos. En primer lugar, la obliga a ampliar su horizonte, abriéndose a los asuntos internacionales, a los que había estado vuelta de espaldas. Ya antes del estallido del conflicto, los grandes periódicos habían empezado tímidamente a abrirse a Europa. Además de la indispensable corresponsalía en París algunos de ellos envían también corresponsales a Londres.
A las habituales limitaciones a la libertad de expresión, exacerbadas por la conflictividad social y política del verano de 1917, se suman las provocadas por la guerra. La presentación en el Congreso de la llamada Ley del espionaje en el verano de 1918 provoca la retirada de reformistas, republicanos y socialistas y la protesta de la prensa. Su artículo 5º establecía que el Gobierno podía aplicar la censura previa a las noticias relacionadas con la guerra sin necesidad de suspender las garantías constitucionales.
En el aspecto económico, los periódicos se enfrentaron con graves problemas: el encarecimiento de las materias primas, singularmente el papel, como consecuencia de la guerra; el aumento de los gastos por los servicios de información del conflicto; la 
disminución de la publicidad extranjera, agravada por las represalias de los anunciantes de los países beligerantes con los periódicos afectos al bando contrario.
23.1.1. El anticipo reintegrable.
El problema de la enorme carestía del papel se palió con el recurso del llamado anticipo reintegrable que al principio afectaba sólo a los diarios, aunque más tarde se amplió a las revistas que cumplieran determinados requisitos. Un decreto de 19 de octubre de 1916 establecía que la Hacienda Pública adelantaría a la Central Papelera el dinero suficiente para cubrir la diferencia entre el precio que tenía el papel en 1914 y los que fueran estableciéndose, anticipo reintegrable por los periódicos, que lo devolverían mediante un impuesto de 5 céntimos por kilo.
La inmensa mayoría de los diarios se acogió al anticipo, que, no obstante, encontró también la oposición de algunas publicaciones, encabezadas por las revistas España y El Socialista, que lo consideraban oneroso para el Estado, una hipoteca para la libertad de la prensa y discriminatorio para otras industrias que pasaban también por dificultades.
La fecha en que se debía terminar el anticipo fue también objeto, en su momento, de enconadas discusiones. La ley de 1918 establecía que terminaría un año después de finalizada la guerra, y la discusión se centró en si tal cosa había ocurrido con la firma del tratado de Versalles, en junio de 1919, o con su ratificación por los países respectivos en enero siguiente. Prevaleció la segunda opinión, defendida por la mayor parte de los periódicos, y el anticipo se prolongó hasta enero de 1921.
El anticipo le costó al Estado 79.929.377 pesetas. En 1975 Prensa Española, editora de ABC, debía todavía 9.583.000 pesetas por el remoto anticipo. La inmensa mayoría de los diarios beneficiarios habían desaparecido mucho antes de cancelar su deuda.
23.1.2. Una guerra de subvenciones.
La difícil situación económica hace a los periódicos presa fácil para los servicios de propaganda de los países beligerantes. La guerra aumentó extraordinariamente una práctica, la de las subvenciones extranjeras, ya habitual en tiempos de paz. El Gobierno se declaró neutral, pero los españoles se dividieron apasionadamente en aliadófilos o francófilos y germanófilos. La causa de los aliados se identificó con la libertad y la democracia, y la de los Imperios centrales con el autoritarismo y la reacción (la autoridad y el orden para sus partidarios). Las izquierdas se hicieron aliadófilas y las derechas germanófilas. Había neutralistas sinceros, pero con frecuencia el neutralismo era un disfraz de la germanofilia, dado que, si existía un peligro de que se inclinase la balanza, sería hacia el lado aliado, el de Francia e Inglaterra, con las que estaba unida España por intereses comerciales y políticos muy superiores a los que tenía con Alemania. Pero muy pocos aliadófilos, conscientes de la impotencia española, eran partidarios de la intervención. Sólo proponían una neutralidad benévola o activa a favor de los aliados.
Los periódicos de derechas se hicieron germanófilos y los de izquierdas aliadófilos. Pero la acción de los servicios de propaganda de los países implicados en el conflicto, en forma de subvenciones o por otros medios más indirectos, distorsiona las cosas.
Es un hecho que los alemanes gastaron más dinero que los aliados en la propaganda. En cualquier caso, los franceses partían de una situación incomparablemente más favorable. Tradicionalmente, la prensa española había sido tributaria de fuentes francesas: hegemonía informativa de la agencia Havas, tarifas mucho más baratas de los despachos telegráficos, extensión del conocimiento de la lengua francesa y total desconocimiento de la alemana en las redacciones, etc.
Las subvenciones alemanas se canalizaban a través de la Embajada y los consulados y por intermedio del Banco Alemán Transatlántico. El futuro almirante Canaris residió en España durante varios meses en 1916, y a su regreso a Alemania trazó un informe sobre la actitud de España con respecto a la guerra, con especial referencia a la propaganda alemana y aliada en la prensa. La británica fue organizada por sir John Walter, presidente del Consejo de Administración de The Times, y antiguo corresponsal de este periódico en España. La francesa estaba coordinada por León Rollin, que había tenido relación durante nueve años, hasta el estallido de la guerra, con La Correspondencia de España y era buen conocedor de los entresijos de la prensa madrileña.
La adscripción de los periódicos, tanto aliadófilos como germanófilos, podía ser de varios tipos. La de algunos era desinteresada, sin recibir por ello ninguna subvención. Otros, si bien defendían una de las causas por razones ideológicas, recibían, no obstante, compensación económica por ello. Los más corruptos se vendían al mejor postor. Por último, están los periódicos surgidos al calor de la guerra para defender a uno de los bandos y sostenidos por las correspondientes subvenciones.
23.1.2.1. Periódicos germanófilos.
Entre la primera categoría de periódicos, los que se adscriben a un bando por razones de afinidad ideológica, sin recibir nada a cambio, se encuentran, entre los germanófilos ABC y El Universo. La germanofilia de ABC no le impedía dar cabida a colaboradores aliadófilos, el más notorio Azorín, moderado aliadista, como él prefería decir. Pero los servicios de propaganda aliados lo consideran germanófilo y sufrió por ello las consecuencias de las listas negras de anunciantes aliados a comienzos de 1918.
Entre los sinceramente germanófilos, pero recibiendo al mismo tiempo ayuda, quizá estuviesen El Debate, El Correo Español, La Correspondencia Militar, y el maurista
La Acción.
Con subvención o sin ella, El Debate fue uno de los periódicos más declaradamente germanófilos. Es más, negaba la condición de españoles a los que sentían simpatía por los aliados.
La Tribuna y el republicano España Nueva figuraban en marzo de 1917 entre los notoriamente corruptos y controlados por la embajada alemana. La Tribuna, un diario fundado en febrero de 1912 y adscrito entre 1913 y 1916 al maurismo, recibía, probablemente, subvención alemana ya antes de estallar la guerra. Durante la guerra fue uno de los periódicos más militantemente germanófilos, aunque la postura del propio Maura ante el conflicto era mucho más ambigua. La Acción, fundado el 28 de febrero de 1916 como portavoz del maurismo, se sumó con entusiasmo, y con modos de libelo, a la prensa germanófila.
En Barcelona, el órgano de la CNT, Solidaridad Obrera, se dejó también tentar por los servicios de propaganda alemana hasta que se hizo cargo de su dirección Angel Pestaña. También parece que recibió en algún momento subvención alemana
Tierra y Libertad.
Entre los diarios de opinión militar, el más declaradamente progermánico es La Correspondencia Militar. En su postura germanófila se erige en portavoz de todo el Ejército. En cambio, el Diario de la Marina, fue aliadófilo y al finalizar el conflicto estaba recibiendo una subvención de 500 pesetas al mes por parte del gobierno inglés.
23.1.2.2. Periódicos aliadófilos.
Canaris estimaba que un año antes hubiera sido posible ganar para la causa alemana a El País, El Liberal y La Correspondencia de España. Los tres eran periódicos tradicionalmente francófilos y los dos últimos habían recibido subvenciones francesas antes de la guerra. A finales de 1915 Leopoldo Romeo, director de La Correspondencia, pidió directamente subvención a los ingleses. En marzo de 1916, cuando llegó sir John Walter a España la estaba recibiendo, aunque, en su opinión, demasiado pequeña para ser efectiva.
En colaboración con León Rollin, llegan a un acuerdo por el que el diario resulta favorecido con la inserción de anuncios de las firmas francesas e inglesas domiciliadas en España y con una subvención de 6.000 pesetas mensuales (luego elevadas a 8.500). A cambio, el periódico se compromete a dar una información favorable a los aliados. Era el único diario importante que seguía recibiendo subvención inglesa en diciembre 55
de 1918. Los franceses, por su parte, lo subvencionaban con 7.000 pesetas desde mayo de 1916. Su corresponsal en París, Corpus Barga, venía recibiendo 500 pesetas mensuales desde 1911.
También los franceses decían que El Liberal no quería solicitar subvención, pero de modo indirecto le hacían llegar 1.000 pesetas. A mediados de 1918, adoptó una postura de estricta neutralidad, al parecer por una subvención alemana. Lo cierto es que El Liberal había sido siempre un periódico muy francófilo. En cuanto al republicano El País, recibía una subvención mensual de la Embajada francesa en septiembre de 1915 de 500 pesetas elevada a 2.300 a partir de noviembre de ese año.
El Imparcial comenzó manifestándose neutral. En mayor de 1916, en la fecha en que se separa de la Sociedad Editorial de España, comienza a recibir subvención francesa de 5.000 pesetas mensuales, aumentada en diciembre a 7.500. Se le advierte que deberá dar un carácter más amistoso a sus informaciones desde París. Una cantidad igual recibía de los ingleses. Todo ello mediante acuerdos semejantes a los establecidos con
La Correspondencia de España.
En cuanto a Heraldo de Madrid, los ingleses consideraban que, aunque tenía colaboradores de todas las tendencias, era, en conjunto, un amigo útil, y llegaron a plantearse la posibilidad de contribuir a comprarlo en un momento en que la Sociedad Editorial pensaba venderlo.
Tanto ingleses como franceses destacan el total desinterés de El Sol, que desde el momento de su aparición se situó decididamente del lado aliado. Urgoiti no había aceptado los ofrecimientos aliados para poner en marcha su periódico. También El Socialista se mostró desinteresadamente favorable a los aliados.
El caso de la revista España es típico de una publicación apasionadamente aliadófila por convicción, a la que su precaria situación económica hace imprescindible ayudar. Es una de las primeras publicaciones que recibe una subvención inglesa, de 1.500 pesetas al mes. Recibía también subvenciones menos importantes de Francia e Italia.
De los periódicos de partido, Diario Universal y La Época tenían para los contendientes, pese a su escasa circulación, en torno a los 6.000 ejemplares, la importancia que les daba el hablar con autoridad semioficial, cuando sus respectivos inspiradores, Romanones y Dato, eran presidentes del Gobierno, cargo en el que se turnaron durante la mayor parte de los años de la guerra. La francofilia de Diario Universal estaba fuera de toda duda. La Época era mucho menos seguro. Interesante por su carácter semioficial cuando Dato ocupaba el poder, y por su considerable influencia en las clases altas, su aliadofilia era considerada como una anomalía, y le era reprochada por los periódicos germanófilos. 
23.1.2.3. Los más corruptos.
Casos de periódicos corruptos, dispuestos a venderse al mejor postor, eran los de El Mundo y El Parlamentario. El Mundo, ya con una pequeña historia a sus espaldas de periódico venal y tornadizo, estaba subvencionado por la empresa inglesa Riotinto, pero en el otoño de 1916 aceptó una subvención mayor de los alemanes.
El Parlamentario, un diario fundado por Luis Antón de Olmet el 1 de abril de 1914 al servicio de Sánchez Guerra, ministro de la Gobernación del Gobierno Dato, se alinea en el bando germanófilo desde comienzos de la guerra. Tras la caída del gobierno Dato en diciembre de 1915, el diario empieza a distanciarse de sus antiguas lealtades. El Parlamentario asegura que no ha recibido ni un céntimo, aunque al principio de la guerra, y después, hicimos una campaña germanófila espontánea, movida por sentimientos de admiración sinceros…. El diario había pasado de la germanofilia a la neutralidad. Hasta finales de ese año de 1916 se ocupó, en realidad, muy poco de la guerra. Mentía, en cambio, sobre las causas de ese cambio, mucho menos nobles que las aducidas. Olmet se dirigió a los alemanes en demanda de recompensa por su hasta entonces desinteresada campaña. Al parecer no tuvo éxito en esta iniciativa, y vino a paliar su problema una empresa del bando contrario, Riotinto, que subvencionó al periódico hasta el verano de 1916.
La subvención francesa a El Parlamentario cesa en octubre de 1917, por cierta ofensa del periódico al embajador francés, y pasan a subvencionarlo totalmente los ingleses.
23.1.2.4. Productos efímeros de la guerra.
Los efímeros diarios La Nación y El Día fueron fundados con ayuda alemana para defender su causa.
La Nación fue fundado e inspirado por el marqués de Polavieja. De la subdirección se encargó Juan Pujol, germanófilo notorio, que desde 1914 había viajado por diversas capitales europeas como corresponsal de ABC. Era un diario de lujosa presentación, con 16 páginas con abundante material gráfico. Desapareció el 31 de diciembre de 1918.
El Día resucitaba el título de un diario fundado por el marqués de Riscal en 1880 y adquirido por Moret en 1886, que había estado subvencionado por el Gobierno alemán, con 500 pesetas mensuales, a partir de aquellas fecha hasta 1895. Ahora renace con el fin de servir a la causa germana, el 2 de diciembre de 1916, dirigido por Francisco Gómez Hidalgo.
El Día era portavoz del germanófilo político liberal Niceto Alcalá Zamora. El periódico mantuvo sonadas polémicas con El Parlamentario. En El Día colaboró con mucha asiduidad el muy aliadófilo Unamuno. En el intervalo entre su salida de El Imparcial y la fundación de El Sol, también Ortega se acogió a sus páginas, requerido por Gómez Hidalgo. Colaboraban también su padre, Ortega Munilla, y tres mujeres feministas, la condesa de Pardo Bazán, Margarita Nelken y Beatriz Galindo. Más tarde pasó a ser propiedad de la empresa editora de La Nación. A causa de las deudas contraídas, perdió el periódico en noviembre de 1918. La mayor parte de las acciones de la Sociedad La Nación pasaron a manos de diplomáticos y comerciantes alemanes relacionados con la Embajada. El periódico desapareció finalmente el 30 de julio de 1921.
Al servicio de la causa germánica, financiado con fondos austríacos, se resucitó, también en Madrid, en junio de 1918, una gloriosa cabecera del siglo XIX, La Iberia, dirigida por Juan Pujol, que desapareció a finales del mismo año.
Igualmente efímero fue Los Comentarios, fundado el 24 de julio de 1916, varios de cuyos habituales colaboradores -Ezequiel Endériz, Antonio de Lezama, Cristóbal de Castro, Pedro de Répide- formarían parte, a finales de 1919, del equipo fundacional de La Libertad. Dirigido por Rafael Guerrero se especializó en una aliadofilia escandalosa y en atacar al presidente del Gobierno, el conde de Romanones.
23.1.2.6. Subvenciones a periodistas.
Además de periódicos, los contendientes subvencionaban a periodistas. Unos eran venales y se vendían al mejor postor, y otros cobraban por realizar un trabajo que estaba de acuerdo con sus convicciones. Es el caso de Araquistain o Madariaga, que estuvieron al servicio de la propaganda inglesa al comienzo de la guerra.
Pérez de Ayala, Luis Bello, Xamar, y Josep Pla escribían artículos pagados por los ingleses, y Corpus Barga, corresponsal en París de La Correspondencia de España primero y después de El Sol, recibía un subvención francesa.
Las necesidades económicas llevaban a otros a colaborar en periódicos cuya línea editorial era contraria a sus convicciones. Tal es el caso de Unamuno, enormemente prolífico en estos años. Lo justificaba él mismo en un artículo en
El Día:
Aquí, en estos artículos, escribimos lo que nos parece justo y respondemos personalmente de lo que escribimos, y nos tiene sin cuidado de quién es El Día, ni quién o quienes lo inspiran en su parte anónima. Respetan nuestra libertad y nos dirigimos a nuestro público y no al del diario.
El Sol, en el mismo mes de su aparición, polemizó con La Nación sobre la licitud de esas posturas. 
23.2. Las empresas de Nicolás María Urgoiti
Nicolás María de Urgoiti sobresale como empresario en la época de Alfonso XIII. Fue el creador de la Papelera Española e impulsor de El Imparcial, El Sol, La Voz, la agencia Febus (1900), la Sociedad de Prensa Gráfica que editaba La Esfera, Mundo Gráfico y Nuevo Mundo y la editorial CALPE.
Protagonizó en 1901 la fusión de fábricas que dio lugar a la Papelera Española; como director general de esta Compañía, promovió la integración del sector papelero a través de la Central Papelera en 1914, y cinco años más tarde la Sociedad Cooperativa de Fabricantes de Papel y los Almacenes generales del Papel.
En 1917 fundó el diario El Sol al que unos años más tarde siguió el vespertino La Voz, pretendía calidad intelectual, independencia y coherencia política. Al crear la Editorial CALPE, junto a los posibles beneficios y la ampliación de la demanda de papel, buscaba la expansión de la cultura española dentro y fuera de nuestras fronteras.
Su hijo Ricardo Urgoiti fue uno de los principales promotores de Unión Radio cadena formada a partir del primer Reglamento de Radiodifusión aprobado en 1924; esta cadena ejerció por unos años un verdadero monopolio.
En vísperas de la República perdió El sol, entonces se enroló en el proyecto del trisemanario Crisol. La pérdida del periódico y su fallida candidatura por Guipúzcoa a las primeras elecciones republicanas le hicieron caer en una fuerte depresión. Estuvo internado en Suiza de 1932 a 1939 llevando a cabo numerosos intentos de suicidio. Finalmente murió en Madrid en 1951.
Sus empresas tenían dos objetivos: renovar la política y la sociedad y, la defensa de los intereses de la Papelera Española.
23.2.1. Biografía de Urgoiti
Nacido en octubre de 1869 en Madrid de familia vasca, Urgoiti significa aguas arriba. Durante sus años de formación vivió entre Tolosa (colegio escolapios) y San Sebastián. Se hizo ingeniero de caminos en la Universidad de Madrid. Se casó en 1893 con su prima Ricarda, y comenzó su profesión con pequeños encargos y esporádicos en saneamientos de saltos de agua.
Su familia estaba relacionada con la fabricación de papel. Su abuelo había fundado La Tolosana Sencilla, Urgoiti hizo sus prácticas de carrera en la Papelera Vasco-Belga de Rentería. A través de un antiguo compañero le llegó el ofrecimiento para presentarse en la fábrica de papel de Cadagua (Alava), era el año 1894. La Papelera de Cadagua se había constituido como Sociedad Anónima en 1890, integraba dos fábricas La Carolina de papel paja a mano para cigarrillos, La Conchita de papel continuo para imprenta, de escribir, litográfico y de embalaje. Cuando llegó Urgoiti casi todo el personal obrero era de fuera del país, de Valladolid o de Zaragoza. Las secciones de turbina, máquina de vapor, molinos, calendas de refino, y máquinas de papel trabajaban sin descanso por relevos de doce horas, y para alternar semanalmente la jornada diurna y la nocturna, los domingos el relevo de la noche del sábado en vez de terminar a las seis de la mañana continuaba hasta las siete y era sustituido por el otro, que trabajaba todo el día y toda la noche, veintitrés horas en total. Al parecer los obreros no protestaban por aquello que era la norma de funcionamiento en todas las fábricas de papel del país, pero a Urgoiti le sorprendió
Urgoiti se dio cuenta de que la fábrica de Cadagua tenía las mismas máquinas y fabricaba el mismo papel que otras próximas como la de Rentería, Tolosa, Arrigorriaga, Villaba, con escaso mercado. Propuso entonces introducir otras dos máquinas que permitieran ofrecer papeles de otras calidades, así como papel de periódico del ancho de las bobinas de las rotativas. Viajó a Alemania en 1899 y 1900, visitó diversas industrias papeleras también en el norte. A su regreso informó que había que competir con precio y calidad introduciendo la mejor tecnología.
Recibió de Rafael Picavea (banquero y propietario de El Pueblo Vasco) la propuesta de estudiar las bases para la fusión de varias fábricas papeleras que estaban enzarzadas en «guerras de precios». A Urgoiti le pareció bien pues veía abierto el camino hacia el monopolio, con el control consiguiente del mercado y posibilidad de subida de precios. Picavea se ocupó de los arreglos financieros y Urgoiti al estudio pormenorizado del sector. Viajó y se entrevistó con muchos fabricantes. Su idea era racionalizar la producción, especializando a cada fábrica en un tipo de papel, consiguiendo así producción más abundante y barata y precios más bajos, materias primas más arregladas, producción de pastas propias, reformas y reconversiones en aquellas fábricas asociadas, distribuidora propia, almacenes en puntos estratégicos, etc. Además este hecho permitió la creación de una fábrica-modelo, integración horizontal (sumando el mayor nº de fábricas), e integración vertical (incorporando todos los sectores de la producción de papel).
23.2.2. Un año decisivo: 1901
El 25 de diciembre de 1901 se constituyó La Papelera Española como Sociedad Anónima con domicilio en Bilbao. Se integraban en ella once fábricas (destacaba La Papelera Española con tres fábricas en Guipúzcoa, dos en Vizcaya, una en Navarra y otra en Prat del Llobregat). Proporcionaba más de un tercio de la producción total con 65.000 toneladas, con un capital social de 20 millones en acciones y otros diez en obligaciones. Presidía José Mª de Arteche. La dirección se desdobló en un comité de gerencia -Picavea- y una dirección general facultativa -Urgoiti-.Las críticas por parte de los consumidores y de la prensa económica fueron tremendas. 
En 1903 la Papelera lo envió a vivir a Madrid como director General. Sin embargo en 1905 perdió el suministro de papel de fumar a Tabacalera, al parecer por timidez de Urgoiti. En 1905 la situación de la compañía era desesperada (se había valorado al alza, sueldos elevados, gastos en maquinaria, etc.)
Desde Madrid luchó para impedir que se autorizase la instalación de una papelera extranjera en el valle de Arán. Por otra parte también va a pelear por contener las organizaciones de la competencia como «La Liga de fabricantes de papel de Cataluña» y diversas asociaciones regionales. Se pusieron de acuerdo para cesar el trabajo los domingos como era obligado por Ley desde 1904.
La ayuda de la Banca Urquijo fue esencial a partir de 1907, le abrió dos cuentas a la compañía sin exigirle garantías. Se levantaron tres fábricas de pasta de madera y se pagaban al contado las materias primas importadas. Estableció representantes en Londres, México y Cuba. En 1910 estableció en Estocolmo una agencia para la compra directa de pastas, fletamen y maderas. Se preocupa por las repoblaciones forestales debido a la deforestación provocada por las industrias papelera, naval, etc.
En 1909 se establecieron los estatutos para una Federación de Fabricantes de Papel de España, en cuyo comité ejecutivo estaban representadas todas la Asociaciones regionales de fabricantes. La Federación en 1909 designó a Urgoiti como representante para defender los intereses del sector ante la Junta de Aranceles y Valoraciones, se iniciaba un período de revisión. Su gestión fue un éxito y la prensa no criticó los hechos.
En ese mismo año se habían duplicado los beneficios, entonces la Papelera accedió al proyecto de crear una fábrica modelo en Rentería, para pasta y para papel. La Papelera había aumentado la producción de papel, pero su participación en el total pasó del 68 al 58 por ciento, en 1913, año en el que se traslada a San Sebastián.
En el año 1914 se firmaron una serie de convenios privados en las fábricas como el descanso dominical y la creación de una Central de Ventas. La Central sindicaría la venta de los papeles corrientes y se ocuparía de su distribución, presidía el mismo Urgoiti. Al mismo tiempo que se firmaban los acuerdos moría en Madrid el Marqués de Urquijo, dos años más tarde la Papelera se liberó de la Banca Urquijo.
23.2.3. La ampliación del trust
En 1920 pretende la creación de una Sociedad Anónima en la que participaran proporcionalmente todos los fabricantes, para adquirir materias primas y dominar el mercado; después la especialización en la producción. Se iban a llamar «Papeleras del Norte». Tras varias asambleas se constituyeron tres nuevas sociedades: Sociedad Cooperativa de Fabricantes de Papel, Almacenes Generales del Papel y La Sociedad Arrendataria de los Talleres de Manipulación. En total doce empresas guipuzcoanas, tres catalanas, una madrileña y una cordobesa. El administrador general de las nuevas sociedades era Marcelo Sarasola.
Creó la escuela técnico-práctica de Tolosa en colaboración con los padres Escolapios, después otra de Artes y Oficios cerca de la fábrica de Aranguren con la colaboración de la Diputación de Vizcaya y el ayuntamiento de Zalla, se arbitró un sistema de becas para facilitar el acceso.
Propuso a la Compañía extender las ventajas de las pensiones de retiro a todos los obreros que aún no disfrutaban de ellas e instaurar la participación de todo el personal en los beneficios, formando una especie de cooperativa de asalariados.
La sustitución en julio del gobierno Maura por otro de Dato trajo a Gobernación al católico, social y reformista Burgos y Mazo, quien trató de arbitrar soluciones en el mundo obrero a través de las comisiones mixtas obreros-patronos. Sin embargo, nada se pudo hacer debido a la radicalización de un sector obrero y otro de la Federación Patronal catalana, que terminó en lock-out.
23.2.4. Urgoiti y su relación con la prensa.
En 1906 el trust de Madrid (Sociedad Editorial de España) se enfrentó a la Papelera, acusándola de monopolio extremo, el más radical fue El imparcial. Urgoiti denunció que la campaña se debía en gran parte al intento fallido de ese periódico por obtener contratos abusivamente ventajosos por un período de diez años, amenazando que si no lo conseguía seguiría con la campaña. Urgoiti respondió en La correspondencia de España (26 de julio de 1906 «Los aranceles del papel. Contra el abuso de la protección») y argumentaba que el precio alto se debía al coste y al escaso consumo: «los tres grandes del trust no alcanzaban ni la mitad de un diario de París».
Urgoiti piensa insistentemente en sacar un diario para escribir esto y muchas otras cosas, pensó en comprar La Correspondencia de España o crear uno nuevo.
Desde 1907 sale el Boletín de la Industria y el Comercio del Papel, dedicado al fomento y defensa del sector. Al año siguiente el boletín incorporó el suplemento Ergos dedicado a todas las actividades económicas. En 1913 se independizó del boletín, puso su sede en Valencia y se centró en problemas y mejoras del mundo social. El Boletín, que se llamó también Dédalos resistió hasta 1930.
La primera experiencia de Urgoiti en el mundo de la prensa comercial va a ser a través de Nuevo Mundo (revista creada por José del Perojo en 1894). El creador decidió, desde 1900, sacar el suplemento semanal Por esos mundos que llegó a convertirse en una revista mensual de más de cien páginas. En 1907 a la muerte de Perojo, se produjo la escisión y la creación de una nueva sociedad «Prensa Gráfica» (en 1914, el año que estalla la Primera Guerra Mundial), que se encargaría de editar Mundo Gráfico, Nuevo Mundo, Alrededor del mundo y La Esfera
Urgoiti había viajado varias veces a Alemania, conocía bien esa sociedad y admiraba su organización social y económica, por otra parte era asiduo lector de Le Temps y del Times. Creía que la actuación en bloque del pueblo alemán ante el hecho bélico se debía a la «lenta intoxicación provocada por una prensa muy dependiente del Estado». Especial indignación le causó la invasión de Bélgica y la destrucción y asesinatos en Lovaina. Empleó Nuevo Mundo para llevar a cabo una labor de socorro e intentó el apoyo institucional de Maura -el presidente del gobierno entonces era Dato, quien acudió a pedir consejo a Maura para finalmente decantarse por la neutralidad con la excepción del conde de Romanones (quien publicó en su Diario Universal «Neutralidades que matan»)-.
«De facto» la sociedad española se dividió en «aliadófilos y germanófilos», algo así como renovadores y progresistas contra tradicionalistas e inmovilistas, e incluso republicanos contra monárquicos. Urgoiti, desde sus revistas, adoptó la postura beligerante a favor de los aliados. Cuenta que el mismo John Walter le visitó y le ofreció subvenciones ocultas a cambio de utilizar las revistas de Prensa Gráfica, Urgoiti se negó, pero dejó abierta la posibilidad de acuerdos sobre la utilización del servicio telegráfico del Times si conseguía sacar su ansiado diario. Escribió en Revista Nacional de Economía en 1916 el artículo «Efectos económicos de la guerra. La carestía del papel en España»; y sobre el mismo tema disertó en el Ateneo de Madrid en 1915 «La prensa diaria en su aspecto económico»
En 1927 presentó en la Oficina Internacional del Trabajo un informe sobre «La organización de la industria papelera en España desde los años 1894 a 1926».
23.2.4.1. El Sol
Nacido el 1 de diciembre del año crítico y esperanzado de 1917, al calor de la idea de renovación, El Sol supone algo nuevo en el panorama del periodismo español. Había sido un proyecto largamente acariciado por su Urgoiti, director de La Papelera Española. Dos ideas presidieron la fundación de El Sol en la mente de Urgoiti. Un interés comercial y un interés de carácter cultural y político, para el que encontró la entusiasta colaboración de José Ortega y Gasset, que abandonó El Imparcial, para convertirse en el máximo inspirador ideológico y en el colaborador estrella del nuevo periódico.
La creación de El Sol exacerbó la irritación de los periódicos con la Papelera, y la actitud crítica del periódico ante el poder político no era la más oportuna para proteger los intereses de la poderosa empresa. Pero, por supuesto, no es sólo el simple interés comercial lo que lleva a Urgoiti a la creación de El Sol. Se trataba de tener una plataforma desde la que defender un proyecto reformista, de una reforma sentida como una necesidad apremiante por los sectores más progresistas y dinámicos de la burguesía y de los intelectuales, que ya había presidido en 1915 la fundación de la revista España. El Sol será el portavoz de esos sectores sociales y en sus páginas colaborarán los más significativos intelectuales de esa tendencia. El Sol, como lo había sido la revista España en sus primeros tiempos, viene a ser expresión del espíritu de la denominada generación de 1914.
La figura más destacada de la generación, Ortega, es el máximo ideólogo del periódico. Colaboraba en casi todos los números y muchas de sus obras fundamentales, de La deshumanización del arte a La rebelión de las masas, vieron la luz por primera vez en series publicadas en el folletón del diario.
El programa de El Sol figuraba en su escritura de constitución. Expresión de una burguesía progresista, El Sol muestra comprensión y simpatía por un movimiento obrero organizado y constructivo, concretamente el socialismo, al que aspira a ayudar a orientar en un sentido evolutivo y reformista. Prestó gran atención no sólo al catalanismo y al nacionalismo vasco, sino en general a la vida de las provincias. Contó con una información extranjera superior a lo que era habitual en la prensa de la época.
La Sociedad Anónima El Sol fue constituida con un capital de un millón de pesetas distribuido en mil acciones. De las 614 acciones suscritas, Urgoiti, directa o indirectamente, controlaba la mayoría, mientras que las restantes eran propiedad de consejeros de La Papelera.
El periódico tenía, pues, personalidad jurídica independiente de La Papelera, pero la mayor parte de los accionistas de El Sol C.A. lo eran también de La Papelera. Ésta era, además, dueña de la imprenta en la que se imprimía el diario.
Por más que el periódico proclamase su independencia absoluta, su vinculación con La Papelera salía siempre a relucir.
El órgano de la Papelera no podía ser bien recibido por sus colegas de la prensa, a los que les parecía indignante que aquella empresa hiciese competencia a unos clientes a costa de los cuales se enriquecía. Se argumentaba que La Papelera suministraba papel de mejor calidad y a precio más barato a El Sol -y en su momento también a La Voz-. El rechazo del periódico a la fórmula del anticipo reintegrable le enfrentó con la casi totalidad de estas, pues, si bien El Sol basaba su actitud en un deseo de independencia frente al Estado, no es menos cierto que su vinculación con La Papelera hizo posible su gallarda postura, aunque a la larga esa fórmula resultara funesta para el periódico, que hipotecó con ello su pretendida independencia con respecto a aquella empresa.
En junio de 1920, una Real Orden del Gobierno Dato fijando el precio mínimo de los diarios en 10 céntimos, regulando el precio en relación con la superficie, y prohibiendo además las suscripciones combinadas con otros diarios, revistas o libros, fue interpretada por El Sol como una medida dirigida expresamente contra él, por la presión de las demás empresas. El Sol se vendía ya a 10 céntimos, pero con una superficie superior a la ahora autorizada, y ofrecía además suscripciones combinadas, gracias a sus vínculos con Prensa Gráfica y con la Editorial Calpe. Con ese motivo se enzarzó en una agria polémica con la mayor parte de los colegas de Madrid, encabezados por ABC y El Liberal, que concluyó en un absurdo duelo entre Urgoiti y Miguel Moya Gastón.
La negativa a cumplir la nueva Real Orden de 29 de julio le costó una suspensión de seis días a partir del 14 de agosto. El 20 de agosto reaparecía con sólo ocho páginas. El 1 de octubre decidió correr el riesgo de aumentar el número de páginas a 16, lo que le obligaba, de acuerdo con la Real Orden, a venderse a 20 céntimos. El 1 de marzo de 1921 redujo su precio a 15 céntimos y su número de páginas a ocho, con un número semanal de 12. Finalmente, el 1 de diciembre de ese mismo año pasó de nuevo a 10 céntimos. El 26 de septiembre de 1922 un nuevo Real Decreto, en atención a la baja del precio del papel, dejaba libre el número de páginas.
Si motivos de orden comercial o de talante le enfrentaban con varios de sus colegas, en el terreno ideológico era El Debate quien más le combatía, por su laicismo, que a veces le deslizaba hacia el anticlericalismo.
Escrito por intelectuales de altura, renunciando por principio a la información y crítica taurina, y pasando como de puntillas sobre crímenes y otros asuntos sangrientos o escandalosos, temas preferidos por el público, El Sol no fue, ni podía ser, un periódico popular. Se dirigía a la elite progresista que en concepto de sus fundadores, debería dirigir a la masa para una renovación de España.
Las mismas peculiaridades del periódico que enojaban a una parte del público y le alejaban de él, eran las que más apreciaban los lectores más cultos, más serios, menos frívolos, que constituían su público fiel. Aunque no faltaban entre las personas cultivadas algunas a quienes irritaba el tono del periódico, que juzgaban pretencioso y pedante. El mismo Urgoiti, preocupado a la altura de 1926 por el hecho de que el prestigio de que gozaba el periódico no se correspondiera con su tirada estimada que hay números de El Sol tan llenos de artículos de alto vuelo que hacen fatigosa su lectura.
Era un diario de gran coherencia interna, sólo comparable a la que, en el campo ideológico opuesto, tenía El Debate. La línea ideológica y política era decidida por Urgoiti y otros miembros escogidos del Consejo de Administración, el director y los redactores y colaboradores más importantes.
Conscientemente elitista, El Sol alcanzó tiradas muy estimables. Creció desde casi 28.000 ejemplares en 1917 a casi 78.000 en 1920. En los años de la Dictadura de Primo de Rivera se estabilizó, con tiradas superiores a los 70.000 ejemplares. El público madrileño siempre le fue esquivo ya que nunca logró sobrepasar el 20 por ciento de su tirada global.
23.2.4.2. La Voz
El 1 de julio de 1920, la empresa El Sol C.A. sacó a la luz este nuevo diario. La idea era crear un tandem a la americana, con un diario de la mañana serio y doctrinal, y uno de la tarde, ligero y popular, muy atento a la última hora. Al compartir el mismo edificio, la maquinaria y parte de los gastos generales, éstos disminuyen porcentualmente.
La Voz comenzó su publicación en plena polémica sobre el aumento del precio mínimo de los periódicos, que enfrentaba a El Sol con la mayor parte de sus colegas y con el Gobierno, y sacó una edición matutina para sustituirlo cuando fue suspendido. Con este motivo, el nuevo diario sostuvo tremendas polémicas con la práctica totalidad de los demás, que alcanzaron especial virulencia con ABC.
La Voz cumplió con creces las expectativas de la empresa para aumentar su rendimiento. Triunfó rápidamente donde El Sol había fracasado, en la venta callejera madrileña, sector en el que se situó en el primer lugar. Tardó tres años en igualar la tirada de El Sol, pero su avance fue continuo y sin altibajos. A partir de 1923, la distancia entre los dos diarios aumentó progresivamente. Como además su coste era menor, resultaban un periódico extraordinariamente rentable. Sus tiradas progresaron con un ritmo sostenido desde los 17.161 ejemplares de media de 1920 a los casi 130.000 de 1930. Era en los años veinte, con mucha diferencia, el periódico más leído por los madrileños, pero también logró conquistar el mercado de provincias. Se vendía prácticamente sólo en la calle; la suscripción era casi inexistente.
Ambos periódicos tenían algunos rasgos de parentesco. En lo físico, la misma excelente calidad de papel, suministrado por La Papelera Española; el mismo formato, el mismo número de columnas -siete primero, ocho después-. En lo espiritual, también los mismos principios políticos básicos, el mismo talante progresista. Por lo demás, La Voz era un periódico radicalmente distinto a El Sol. De confección más ligera y movida, tono desenfadado hasta en los titulares, se propone captar sobre todo a un público popular madrileño, el que se mostraba esquivo a El Sol. No estaba dirigido para españoles del porvenir, sino para españoles corrientes de los que andan por la calle.
Suplió con creces la atención que El Sol negaba por principio a los toros y a los sucesos más o menos sangrientos o escandalosos. Pero no era La Voz un periódico sensacionalista. Tenía también una excelente colaboración literaria y de crítica. Compartía algunos redactores o colaboradores con El Sol -Araquistain, Díez Canedo, Gómez de Barquero, Luis Bello-, pero los de más salto marchamo intelectual -Ortega, Maeztu, Pérez de Ayala-, no descendían a sus ligeras páginas. Dedicaba mucha atención al problema obrero, en una sección diaria, La lucha de clases en toda España.
Era su director Enrique Fajardo, Fabián Vidal, excelente periodista, con una enorme capacidad de trabajo, que había pertenecido durante muchos años a la redacción de
La Correspondencia de España.
En 1922 la empresa fundó como una sección dentro de ella, la filial agencia Febos, dirigida por Eduardo Ruiz de Velasco, que transmitía información nacional a muchos periódicos de provincias.
23.2.4.3. El Centro Telegráfico Febus
En 1923 fundó en Madrid el Centro Telegráfico FEBUS para facilitar información nacional a los periódicos provinciales españoles como: Las Provincias, Diario de Navarra, Heraldo de Aragón, La Voz de Asturias, El Pueblo Vasco, La voz de Galicia o
La Época.
23.2.4.4. Calpe
En mayo de 1918 el Consejo de Administración de la Compañía Papelera dio el visto bueno para la creación de la Compañía Anónima de Librerías, Publicaciones y Ediciones. El proyecto intentaba asegurar el futuro de la Papelera. Contaba para iniciar la tarea con la adquisición de la Casa Gallach de Barcelona, editorial que sacaba una revista bibliográfica de la editorial titulada Mi Revista. Su ambición pensaba en los mercados americanos del libro español. Urgoiti pensaba en una «potencialidad financiera» en una «verdadera y potente empresa editorial». Así surgió CALPE con un capital social de 12 millones, la mitad de ellos suscritos por Papelera, el presidente de Calpe era el mismo que el de la Compañía de Papel, el Conde de Aresti.
Comenzó su actividad por un Diccionario Etimológico que le encargó a Menéndez Pidal., después del Diccionario Clásico. La edición de libros se hizo por secciones y colecciones, así: «Ideas fundamentales del siglo XX» dirigida por Ortega, «Obras maestras de la literatura antigua y moderna» dirigida por García Morente, «Contemporáneos» por Luís Bello, «Pedagógica» por Lorenzo Luzuriaga, «Medicina por Ramón y Cajal, «Ingeniería, química y electricidad» por el doctor Terradas … Además de publicar obras de interés general.
La calidad se pretendía sin parangón con editorial alguna. La magna empresa no encontró demanda de mercado suficiente en el interior y el exterior, los cálculos no coincidían con la realidad a pesar de todos los estudios de Gallach.
Para canalizar la publicidad de la editorial CALPE creó la Agencia Urgoiti, Salas, Ponero. En 1922 creó la Constructora Calpense para unificar Calpe con Hijos de J. Espasa de Barcelona y comenzó la edificación de la Casa del Libro en la Gran Vía de Madrid. A principios de 1926 comenzaría a funcionar Espasa-Calpe. Además instaló una delegación de Calpe en Buenos Aires
23.2.5. El declive
Asistió en Colonia a la Exposición Internacional de Prensa en la que presentó su libro El Sol (390 pp.). En 1929 en el Congreso de Publicidad de Barcelona dictó la conferencia «La ética de la publicidad» y abogó por la creación de un organismo que controlara la tirada de los periódicos, como garantía para los anunciantes (preludia la O.J.D.).
Sus nuevos proyectos se centraban en ampliar el trust y mejoras a los obreros. Todavía creó en 1919 el Instituto de Biología IBYS (Instituto de Biología y Sueroterapia).
Como curiosidad destacar el duelo en que se batió con Miguel Moya el 23 de junio de 1920. Los padrinos de éste último fueron nada más y nada menos que Primo de Rivera y Francos Rodríguez.
Al final Urgoiti lo fue perdiendo todo. La Papelera no comprendía totalmente la línea dura de El Sol. El diario ABC emprendió una dura campaña contra su persona. Calumnias múltiples sobre su claridad en las cuentas y documentos. Así, desde 1923 se producirá un retroceso constante en todos sus proyectos hasta que finalmente decide dimitir de todos sus cargos en la Papelera en 1925. 
TEMA 24.- LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA Y LOS PREPARATIVOS REPUBLICANOS (1923-1931)
La Dictadura, instaurada con el golpe de Estado de 13 de septiembre de 1923, no supuso una ruptura en la evolución de la prensa. Precipitó la caída de los periódicos políticos mantenidos por los viejos partidos y reprimió duramente a la prensa anarquista, a la incipiente comunista y a la nacionalista. Pero el proceso de modernización de los grandes diarios acaba de consolidarse. La censura, relativamente benévola, no llega a perturbar este proceso.
Normalizado el precio del papel y con la subida del precio del ejemplar a 10 céntimos en 1920, los diarios pueden permitirse aumentar su paginación. Las tiradas permanecen estancadas. Con la agitación política que sucedió a la caída de la Dictadura de Primo de Rivera, y sobre todo tras la supresión de la censura previa por el Gobierno del general Berenguer en septiembre de 1930, las tiradas de la mayor parte de los periódicos aumentaron. Algunos de ellos vivieron en aquellos meses de esperanzadas vísperas republicanas su mejor época.
24.1. La Política de Prensa de la Dictadura
24.1.1. La censura previa.
Un Real Decreto de 15 de septiembre de 1923 suspendía las garantías constitucionales, entre ellas el párrafo primero del artículo 13 de la Constitución, que prohibía la censura previa, la cual fue establecida inmediatamente. Afectaba solamente a periódicos, revistas y folletos, excluyendo libros e impresos de más de 200 palabras. El día 16 todos los periódicos aparecían con la advertencia: Este periódico ha sido visado por la Censura.
La censura actuaba con suma arbitrariedad, prohibiendo a un periódico lo que había autorizado a otro, actuando en cada provincia con distintos criterios, según el talante del correspondiente censor, mostrándose unas veces muy severa y permitiendo en otras la discusión de temas políticos.
En general, se caracterizó por ser relativamente benévola. Permitía que se cuestionase su propia existencia, como hicieron reiteradamente casi todos los periódicos. Los artículos de carácter teórico eran autorizados, con la excepción de los
que encubriesen algún germen separatista. Se podía criticar el hecho mismo de la Dictadura e incluso el régimen monárquico, pero no los actos del Gobierno, ni dar noticia de ningún suceso -huelga, delitos, escándalos, incluso circunstancias meteorológicas- que pudiera perturbar la imagen de tranquilidad que se presentaba como uno de los mayores logros de la situación.
De acuerdo con su carácter, algunos periódicos intentaron salvar la barrera de la censura por elevación, corriendo el peligro de aburrir al lector abusando de asuntos teóricos escasamente periodísticos.
Otros periódicos trataban de burlar la censura por abajo, disparando a ras de suelo, utilizando todos los recursos de la picaresca periodística; la anfibilogía, el acróstico, el cuentecillo de doble sentido, la ironía, la reticencia, etc. La censura tenía que extremar su atención para que no se colasen, como con frecuencia ocurrió, bajo el aspecto de comentarios inocuos, críticas o burlas al Dictador o al régimen. Una actitud muy común en los periódicos y periodistas humillados por la censura era la de guardar silencio ante los acontecimientos o los temas sobre los que el Gobierno tenía interés en que se hablase. A partir de mayo de 1927 se prohibieron los puntos suspensivos y los espacios en blanco que evidenciaban la acción de la censura.
Primo de Rivera, por medio de notas oficiosas, se lamenta o se indigna en muchas ocasiones de la parquedad informativa de la mayor parte de la prensa (según él, contaba con la hostilidad del noventa por ciento de los periódicos), en temas como las muestras de adhesión popular que recibía, las operaciones victoriosas en Marruecos, las actividades del partido de Unión Patriótica, la Asamblea Nacional Consultiva, la reforma constitucional, el viaje de los reyes a Marruecos en 1927, la organización de las exposiciones de Sevilla y Barcelona, etc.
Entre los periódicos que en general son afectos a la Dictadura se distingue El Debate por sus denuncias del silencio de los demás. A veces, a través de una nota oficiosa, o del diario La Nación, se lanzaba un globo sonda para provocar la discusión sobre un tema, hasta que Primo de Rivera personalmente decidía darla por terminada. O simplemente se autorizaba sorprendentemente la publicación de un artículo crítico para animar el ambiente, o para dar al Dictador la satisfacción de rebatirlo a través de una nota oficiosa.
24.1.2. Las notas oficiosas.
Primo de Rivera se declaró periodista veterano y viejo periodista, porque he sido corresponsal de guerra y he fundado periódicos y es a las hojas de estos periódicos a las que he aportado siempre mis ideas para transmitirlas a mis conciudadanos. Durante su gobierno pudo dar rienda suelta a esas aficiones, enviando artículos a La Nación y al Noticiero del Lunes y, sobre todo, a través de sus célebres notas oficiosas. 
Porque Primo de Rivera, que imponía silencio a los periódicos, era, para compensar, extremadamente locuaz. Sus panegiristas y colaboradores, en cambio, interpretaron las notas como una faceta más de su simpática personalidad.
Cuando la situación estaba un poco aburrida permitía la inserción de algún artículo atrevido, para darse la satisfacción de responder al autor.
A la caída de la Dictadura, el periodista Dionisio Pérez publicó una antología de las notas que tenían interés político, en un libro titulado La Dictadura a través de las notas oficiosas. Pero su objeto no eran sólo los temas políticos. Apenas hubo un aspecto de la vida nacional del que no se ocupara, en un estilo entre familiar y jaquetón.
Como en lo referente a la censura, tampoco existían normas claras, en este caso sobre si era o no obligatoria su inserción. En respuesta a un escrito que le dirigieron varios periodistas en petición de aclaración sobre este y otros temas, Primo de Rivera respondió en noviembre de 1928, que sólo era obligatoria la inserción de las que tuvieran un interés público, concepto ciertamente vago. Por fin, un tardío Decreto Ley, publicado en la Gaceta el 4 de febrero de 1929, obligaba a los periódicos a poner a disposición del Gobierno un espacio máximo de una dieciseisava parte de su superficie.
24.1.3. La nacionalización de la agencia Fabra.
En enero de 1927 se nacionalizó la agencia Fabra, cuyo capital hasta entonces pertenecía a la francesa Havas. El colonialismo informativo que ésta ejercía venía siendo denunciado por periódicos de significación tan distinta como El Sol, El Debate o
La Publicitat.
Por indicación de Primo de Rivera, un consorcio formado por los bancos de Bilbao, Central, Hispano-Americano, Urquijo y Vizcaya, compraron a la agencia Havas las acciones de la Fabra. La situación apenas cambió, porque la Havas siguió canalizando la información extranjera hacia España. En cuanto a la difusión de la información de España hacia el exterior, había empeorado, al menos en la opinión de nuestro embajador en París. A ello hay que unir que la situación económica de la agencia española era muy mala y no pagaba a la francesa el canon acordado en contrato por sus servicios.
24.2. Los Grandes Diarios de ámbito nacional.
24.2.1. El Sol
.
La conciencia del fracaso del proyecto político que había inspirado el nacimiento de El Sol explica que un periódico de centro izquierda, obra de intelectuales, acogiera con benévola expectativa a la Dictadura militar. 
El periódico siguió propugnando una solución legal, apelando a la España vital, a las fuerzas emergentes -la burguesía inteligente, el socialismo y el regionalismo- que no tenían cabida en las caducas estructuras políticas. Pero una vez consumado el golpe, lo aceptó como un mal menor. En estos años, Urgoiti se ocupaba muy directamente de la línea del periódico, en cuya dirección figuraba de nuevo Félix Lorenzo, que había sustituido a Manuel Aznar a finales de marzo de 1922.
A medida que el régimen iba dando señales de querer perpetuarse, El Sol se fue distanciando de él hasta llegar a la franca oposición, sobre todo a partir de septiembre de 1927, al ser convocado la Asamblea Nacional Consultiva con la pretensión de dotar al país de una nueva constitución, confirmación de que la Dictadura pretendía institucionalizarse.
Fue a partir de entonces cuando el periódico tuvo más dificultades con la censura.
En noviembre de 1928 se procede a una reestructuración del periódico, una de cuyas consecuencias es limitar el número de artículos de colaboradores. Las tiradas, que habían descendido en los años 1921, 1922 y 1923, se estabilizaron en los de la Dictadura, en una cifra cercana a los 80.000 ejemplares, para subir a su caída, de modo que el año 1930 alcanzó la más alta de su historia, con una cifra media de 95.444 ejemplares. En 1929, La Voz oscilaba entre más de 118 y casi 150 mil llegando en algunos meses a duplicar casi las cifras del matutino El Sol.
24.2.2. De El Sol a Crisol.
A la caída de la Dictadura, El Sol tardó en definirse ante la gran cuestión: monarquía o república. Cuando lo hizo, le costó la pérdida del periódico al equipo fundador.
Parece ser que desde las alturas (entonces se pensó que el propio rey) se presionó al Consejo de Administración de El Sol C.A. desde 1929, amenazando con arruinarla, suprimiendo la protección arancelaria y una subvención directa que venía recibiendo, si el periódico continuaba en la misma línea contraria al régimen establecido.
El 29 de noviembre de 1930, en sesión del Consejo de Administración de La Papelera, se deliberó sobre si los diarios estaban cumpliendo el programa establecido por Urgoiti en la escritura de constitución y se consideró incumplidos los principios siguientes: El Sol respetará y defenderá las instituciones políticas legalmente establecidas para responder a los anhelos de la inmensa mayoría del país (ha de respetarse y defenderse la Monarquía en la persona de Alfonso XIII). Urgoiti se defendió, en carta de 12 de diciembre, alegando que la legalidad se había roto en 1923, por voluntad del rey, y que El Sol tenía que responder a los criterios de renovación y de sintonía con los anhelos del país con que había nacido. El diario tenía que optar ahora entre el absolutismo o la República.
La aceptación de la Monarquía había estado para el periódico condicionada a la legalidad y a su aceptación por la inmensa mayoría del país.
El 11 de febrero de 1931 publicaba el periódico el manifiesto fundacional de La Agrupación al Servicio de la República, firmado por Ortega, Marañón y Pérez de Ayala.
El conflicto se resolvió con la intervención de Juan de la Cierva. La Papelera y los accionistas relacionados con ella vendieron sus acciones a un grupo monárquico y forzaron a Urgoiti a hacerlo también.
La mayor parte del equipo de El Sol abandonó el periódico con Urgoiti y diez días después, el 4 de abril, empezaron la publicación de Crisol, improvisado precipitadamente, con periodicidad en principio trisemanal, al precio de 20 céntimos, es decir el doble que los diarios. Urgoiti hacía alusión a las circunstancias que le habían obligado a desprenderse de El Sol y La Voz y hacía un llamamiento para la suscripción pública de acciones que encontró escaso eco. Crisol se declaró explícitamente republicano desde el principio.
24.2.3. El Debate
El diario católico recibió calurosamente el golpe de Estado. Desde meses atrás venía manifestándose a favor de la intervención del Ejército.
Una vez instaurada la Dictadura, su postura fue de entusiasta apoyo. En la medida en que la Dictadura no propició la creación del gran partido católico que El Debate propugnaba, empezó a aparecer un tono de desconfianza que se fue acrecentando.
Ya en abril de 1924 empezó a mostrarse inquieto por su alejamiento de su base originaria social-católica. En el terreno sindical le dolía que Primo de Rivera favoreciese a la UGT en vez de a los sindicatos católicos. Estuvo también en contra de las medidas hacendísticas de Calvo Sotelo. En cambio, apoyó totalmente al Gobierno en temas como la censura previa. Apoyó igualmente a la Asamblea Nacional Consultiva y el sistema corporativo.
Su progresiva desilusión con la Dictadura hizo que el periódico, que en los primeros tiempos era casi un órgano oficioso del régimen, fuera distanciándose de él.
24.2.4. ABC
El diario de Prensa Española acogió positivamente la Dictadura. Le fue luego en general favorable pero finalmente se mostró contrario a su prolongación y a la Asamblea Nacional Consultiva y partidario del restablecimiento de la normalidad constitucional. Estuvo en contra de la censura previa y propuso la sustitución del sistema preventivo por el represivo.
Fue, junto con El Debate, el mayor oponente a la política económica de Calvo Sotelo. En cambio, apoyó calurosamente la política anticatalanista de la Dictadura.
Su difusión siguió aumentando. Urgoiti le atribuye en 1926 120.000 ejemplares de venta diaria, sólo seguido de cerca por el vespertino
La Voz.
Los números habituales tenían 40 páginas y los extraordinarios de los domingos a un precio de 20 céntimos, el doble que los números ordinarios, fueron aumentando su paginación hasta llegar a finales del período a las 76 páginas como máximo.
En esta época se produce la implantación definitiva del huecograbado. A partir del 19 de septiembre de 1926 pudo aplicarse diariamente con páginas impresas por ese procedimiento.
24.2.5. Los diarios de la Sociedad Editora Universal.
Los diarios que seguían perteneciendo a la Sociedad Editorial de España tras la separación de El Imparcial y la venta de algunos de provincias, pasaron a la nueva Sociedad Editora Universal, propiedad de unos industriales catalanes, los hermanos Busquets. La nueva empresa colocó al frente de El Liberal a Francisco Villanueva.
Fontdevilla pasó a dirigir Heraldo de Madrid en 1927. El diario vespertino de la Sociedad se hallaba bajo mínimos por la competencia de La Voz e
Informaciones.
Fontdevilla introdujo grandes reformas: redujo su formato a tamaño tabloide, aumentó su número de páginas, con una confección horizontal muy movida, con recuadros, dibujos y fotografías, y dinamizó el periódico, con atención sobre todo a deportes, toros y teatro, muchas encuestas y entrevistas.
La reforma fue un éxito y subió rápidamente en tirada. Con un éxito creciente, en los años de la República sería uno de los diarios de mayor difusión nacional.
En sus distintos estilos, más serio El Liberal y más ligero Heraldo de Madrid, se las ingeniaron para burlar la censura.
24.2.6. La Libertad
La Libertad
fue uno de los periódicos que acogió más negativamente a la Dictadura ya que su inspirador, Santiago Alba, era el miembro del gobierno derrocado más odiado por el dictador. Alba había pedido la sustitución de Primo de Rivera por insubordinación el 29 de agosto anterior al golpe de Estado.
En marzo de 1925 se produjo un importante cambio en la empresa del periódico. Por medio de una ampliación de capital, el grupo financiero de March se hizo con el control del periódico. 
El cambio empresarial lleva consigo una reestructuración interna del periódico. Luis de Oteyza había dimitido del cargo de director. Le sustituyó Joaquín Aznar que ya formaba parte de la redacción. Este cambios de propiedad provoca una segunda salida, de 7 a 24 de julio de 1925, de Diario del Pueblo, dirigido de nuevo por Ezequiel Endériz, que ahora arremete además de contra Alba, contra March.
La Libertad mantuvo una postura de oposición a la Dictadura, y en 1928 se declaraba republicana.
Fue, pues, el diario de izquierdas de Juan March, en tanto que Informaciones era el de derechas. Entre sus colaboradores figuraban Marcelino Domingo, Gabriel Alomar, Daniel Anguiano, Rodrigo Soriano, Eduardo Ortega y Gasset, etc.
En las estadísticas de 1927 figura con 120.000 ejemplares de tirada. Con esas cifras era el periódico que ocupa el primer puesto en circulación en Madrid entre los rotativos de la mañana.
24.2.7. Informaciones.
El diario vespertino, de reciente fundación, acogió muy bien la Dictadura. En 1925 pasó a manos de Juan March. A partir de esa fecha, March, cuyas relaciones con el dictador habían pasado de una enemistad inicial a un buen entendimiento, contó con dos diarios en la prensa madrileña, uno de izquierdas, La Libertad, y otro de derechas, Informaciones. Mientras el primero estaba en la oposición a la Dictadura, el segundo la apoyaba.
Esta postura ambigua de March hizo que Informaciones recibiera con optimismo a la República. El nuevo vespertino tuvo una acogida favorable por parte del público. En abril de 1923 cuenta con unos 40.000 lectores.
24.2.8. La agonía de El Imparcial.
El periódico de los Gasset continúa su imparable decadencia. Tenía en 1926 una circulación en Madrid de tan sólo 9.000 suscripciones y 1.500 ejemplares de venta callejera. En abril de 1927 murió Rafael Gasset y la familia se deshizo del periódico. En enero de 1928 se constituye Editora Española S.A., cuyo objeto social era la edición del periódico El Imparcial. Sería su propietario el Banco de la Construcción. Enrique Bosch sustituyó a Ricardo Gasset en la dirección del periódico.
24.3. La Nación, Órgano oficioso de la Dictadura
El maurista La Acción, que había contribuido con sus desaforadas campañas de desprestigio del último gobierno constitucional a crear el clima favorable al golpe de Estado, no sólo se identificó completamente con él. Delgado Barreto intentó convertir su periódico en órgano de la Dictadura. El diario tuvo incluso algunos problemas con la censura. Pero sus problemas fueron sobre todo económicos. El 2 de abril de 1924 dejó de publicarse hasta el 11 de ese mismo mes.
Dada la benévola acogida que en un principio dispensó la mayor parte de la prensa a la Dictadura, Primo de Rivera no consideró necesario crear un periódico adicto. Pero, como la mayor parte de los grandes diarios se colocaron más o menos pronto, bien en franca oposición al régimen, o al menos reticentes ante alguna de sus medidas y a su tendencia a perpetuarse, cambió de opinión. La Nación fue creado desde la Administración. Se dirigieron cartas a los gobernadores civiles con instrucciones para que sugirieran a personas de buena situación económica que suscribieran acciones de la Sociedad que editaría el proyectado periódico y se presionó a funcionarios en el mismo sentido. La dirección le fue ofrecida a Azorín, que había prestado en principio adhesión a la Dictadura, pero que renunció al cargo. El 20 de julio de 1925 se celebró una reunión del Consejo en el propio ministerio de la Guerra y nombraron director a Pedro Rico, hasta entonces jefe de censura.
El 19 de octubre de ese mismo año iniciaba su publicación el periódico, con redactores y colaboradores de la desaparecida La Acción. Marcaban la línea ideológica del diario Vicente Gray, José Permartín, José María Pemán y, sobre todo, Ramiro de Maeztu, militante defensor de la dictadura, fue el intelectual más destacado que se puso a su servicio y se convirtió en el propagandista intelectual del régimen. En La Nación se perfila ya el pensamiento totalitario que todos los periódicos de la extrema derecha, incluido él mismo, desarrollarán, con distintos matices, en los años republicanos.
Tras la caída de la Dictadura se convirtió en portavoz del sector más ultraderechista de la Unión Monárquica Nacional, constituida por algunos partidarios del dictador en julio de 1930. Más directo órgano del partido único fue el bisemanal Unión Patriótica, que inició su publicación el 1 de octubre de 1926.
24.4. El Noticiero del Lunes
El descanso dominical decretado en 1920 no era respetado por las agencias de noticias. Un Decreto Ley de 8-6-1925 aclaraba definitivamente el tema del descanso en empresas y agencias periodísticas, con la protesta renovada de las grandes empresas, agravada cuando el gobierno propuso ampliar la Hoja Oficial que se venía publicando desde 1924, para convertirla en un verdadero periódico. La polémica surgió en diciembre de 1925. 
Primo de Rivera propuso que los ingresos del proyectado periódico revirtiesen en las Asociaciones de la Prensa y manifestó a los representantes de los periodistas, alarmados por si peligraba su descanso dominical que ante la negativa colectiva, que retiraba su propuesta, manteniendo el acuerdo del Gobierno de ampliar la Hoja Oficial en la forma que el Consejo estimase conveniente.
La Hoja ampliada apareció el 4 de enero de 1926 y el día 11 se convirtió en El Noticiero de los Lunes, en virtud de una Real Orden que disponía que, no queriendo el Gobierno dejar al país sin conocimiento de los sucesos más importantes ocurridos entre la mañana del domingo y la del lunes, y no habiendo encontrado en la Asociación de la Prensa las facilidades para que fue requerida, había decidido ampliar la Hoja tanto en la parte de noticias del interior como del extranjero, incluyendo además en ella los avisos y publicidad para formar un verdadero periódico, aunque probablemente menos extenso, completo y ameno que los de tipo corriente y que se vendería a 10 céntimos. Se incitaba a las poblaciones de más de veinte mil habitantes a hacer lo propio, aplicando los beneficios a fondos de beneficencia. Los periódicos protestaron, sobre todo por la inclusión de publicidad, pero en este aspecto El Noticiero no resultó un temible competidor.
La publicación del Noticiero volvió a plantear el problema del descanso dominical. Puesto que ya se publicaba un periódico los lunes, ¿por qué no todos? Los periodistas declararon intangible su derecho al descanso dominical.
El Noticiero del Lunes vino a ser un nuevo periódico oficioso, al que el dictador distinguía enviándole artículos de su particular cosecha.
La transformación radical en el planteamiento del periódico oficial de los lunes se produciría en 1930, durante el gobierno Berenguer. Una Real Orden de Presidencia de 1 de octubre dispuso que los Noticieros fueran sustituidos por Hojas Oficiales. El 13 de noviembre publicaba la Gaceta una Real Orden del día 2, concediendo a la Asociación de la Prensa de Madrid la publicación de la Hoja Oficial del Lunes de Madrid, que comenzó a publicarse el 17 de noviembre. Las Asociaciones de la Prensa de provincias publicaron también su correspondiente Hoja. Durante la transición, fue Diario 16 el primero en romper el descanso dominical, en 1980. Las Hojas del Lunes perdieron su razón de ser y fueron desapareciendo. La de Madrid lo hizo en 1988.
24.5. Los comienzos de la Radio: de Radio Ibérica a Unión Radio.
En septiembre de 1923, la primera emisora española, Radio Ibérica, había empezado a emitir esporádicamente conferencias, anuncios de los receptores fabricados por la empresa y música de gramófono. La emisora era propiedad de Radio Ibérica, S.A., resultado de la fusión de la Compañía Ibérica de Telecomunicación y de la Sociedad Radiotelefonía Española. En mayo de 1924, Radio Ibérica emite ya de manera regular diariamente con programación fija y anunciada. Por la misma emisora transmitía programas en otros días de la semana Radio Madrid, agrupación de comerciantes del ramo de la radiodifusión y, a partir de junio, Radio Libertad.
Una Real Orden de 14 de junio de 1924 establecía con carácter provisional un Reglamento para el establecimiento y el régimen de estaciones radioeléctricas particulares. La primera de las concesiones, con el indicativo de EAJ-1, fue el 14 de julio a Radio Barcelona, que empezó a emitir en pruebas el 10 de octubre de 1924.
La segunda concesión fue para Radio España de Madrid, que empezó a emitir el 16 de octubre y se inauguró oficialmente el 10 de noviembre.
Al terminar el año inaugural de 1924 había cuatro emisoras en España: Radio Ibérica y Radio España en Madrid, Radio Barcelona y Radio Club Sevillano. Un paso importante para el afianzamiento de la radio en España fue la creación de Unión Radio. A finales de 1924 se constituyó la sociedad anónima del mismo nombre, formada por importantes empresas multinacionales del ramo. El simple anuncio de la constitución de la empresa levantó recelos: podía suponer el temido monopolio que preveía la Real Orden de 14 de junio de 1924, para el caso de que las emisoras que se estableciesen en el régimen de libre competencia no resultasen satisfactorias para los radioyentes por su baja calidad técnica o de programación. En el debate que se suscitó en la prensa, se distinguieron El Sol y La Voz en la defensa de Unión Radio.
Si no en empresa monopolística, Unión Radio se convirtió en los años siguientes en la radio hegemónica en España, mediante una política de expansión, por medio de la adquisición de emisoras, trasladando algunas, cerrando otras, y nuevas creaciones, para cubrir el territorio nacional. A la pionera Radio Ibérica, de la que Unión Radio se convirtió en accionista mayoritario, le tocó desaparecer. En la posguerra, Unión Radio se convirtió en la Sociedad Española de Radiodifusión (SER).
Los primeros pasos de la radio recibieron la atención de la prensa escrita, pero, en principio, no sus recelos como un posible competidor. Dadas las primeras programaciones, la radio se presentaba más como un competidor de las empresas dedicadas al ocio y como un coadyuvante para la difusión cultural: retransmisiones teatrales y musicales, crítica literaria, entrevistas a personalidades, programas infantiles y femeninos, etc.
Fue en el terreno de la información y en el de la publicidad para su financiación donde saltaron las señales de alarma. A partir de 13 de diciembre de 1924, Radio Barcelona emitió a las 8 de la noche un programa informativo diario con el título de Últimas Noticias importantes. Un paso definitivo para la radio como medio informativo fue el diario hablado La Palabra, de Unión Radio, dirigido por Eduardo Ruiz de Velasco, que se transmitió por primera vez el 7 de octubre de 1930 para toda la cadena de 8 a 9 de la mañana. Muchos españoles tuvieron la primera información sobre los convulsos acontecimientos de los años treinta por este medio.
Si la competencia informativa de la radio constituía un motivo de preocupación para las empresas de los periódicos, que presionaron para que se le impusieran limites, la publicidad, fuente de financiación esencial, no lo era menos. El Reglamento de 14 de junio de 1924 la limitaba a 5 minutos por hora, limitación que fue luego reiterada. Parece que no se respetaba el límite y la Asociación de Empresas Periodísticas protestó reiteradamente por ello.