Literatura marginal

Extensíón e incertidumbre de la noción de literatura (Regine Robin):

La literatura tenía un objeto: métodos de acercamiento, un estatuto y una función en la formación cultural y en la formación de la memoria colectiva y del imaginario social. La literatura era ante todo «los clásicos», las obras consagradas, que habían entrado en el Panteón de la consagración y habían desafiado los años, las modas y las diferentes escuelas de crítica. La literatura era también el conjunto de las «bellas letras» contemporáneas, obras del círculo restringido, diría P. Bourdieu, legitimadas por el capital simbólico de su autor, por los procedimientos formales o de lenguaje de su puesta en texto o, en otra perspectiva, por el alcance universal de su «mensaje», siempre implícito, lejos de las puestas en discurso de la «publicística». Todas estas obras forman parte de la literatura porque en ellas se inscribía la «literaturidad». LAs nuevas tecnologías han dado a luz nuevas formas culturales, nuevas imágenes, nuevas formas de participación interpersonales o grupales.

La literatura canónica había sido impugnada por la intrusión de lo «popular» o de lo «común» en el cuestionamiento literario.

Lo que las diferenciaba tenía que ver con su función pragmática y social y con su recepción.

Paraliteratura

: Géneros desvalorizados en la institución, de la novela llamada popular o populista, de la novela policiaca a la novela de espionaje y a la novela de aventuras; pasando por la ciencia ficción, por no aludir a la «literatura industrial»

A partir de ahora hay objetos particulares y cada uno de ellos tiene su manera de inscribirse en lo literario, de productir algo literario o de pensar lo literario. La escritura femenina sería uno de estos nuevos objetos,  ya se piensa en ésta en términos de escritura de mujeres o se piense en términos más teóricos, como lo «femenino» en la lengua y en creación. Lo que se impugna es toda una mirada sobre la escritura, mirada formal y mirada sociológica.

Estallido del objeto, por último, mediante la intervención del lector y de la lectura, de la recepción, en el análisis del fenómeno literario. Se ha formado un nuevo terreno que ya no mira a la literatura desde el ángulo de la creación, sino que la contempla en el plano sociológico de los lectores reales, pudiendo modificar las intenciones del autor: lecturas disidentes, subversivas o simplemente ignorantes de los códigos de intertextualidad y de los distanciamientos, lecturas que leerán en primer grado la antifrase y la ironía, que leerán en segundo grado el más grave d elos mensajes, que leerán en la denotación todo el arsenal connotado de una memoria colectiva o que, a la inversa, buscarán sentidos tras el sentido, precisamente allí donde no hay nada que buscar.

El mito en nuestro tiempo: entre modernidad y posmodernidad (Auzá):

¿Nuestro tiempo es prolongación  de la Modernidad o implica una ruptura con ella? Esta época, a la que provisoriamente denominamos Posmodernidad, parece, más bien, un quiebre con respecto a la anterior. Siguiendo a Octavio Paz, puedo sostener que uno de los mitos que estructuran el imaginario de las últimas décadas es el de la revolución, lo que implica una ruptura violenta con la etapa que le precedió. Es preciso atender igualmente a otras formas de conocimiento y experiencia que escapen al rigorismo de una razón omnipotente. En palabras de Kurt Hubner, la Modernidad reemplazó a los dioses por las causas, olvidando que «ciencia» y filosofia representan solamente una determinada interpretación de la realidad, históricamente condicionada, que no puede sostener la pretensión de ser la única posible. Lo posmoderno, abierto a la distopía, no ´puede ser reducido a una norma uniformadora, sino que su espectro es múltiple, centrífugo, divergente. Se trata de una oscilación que ha afectado todos los aspectos de la cultura y tambien la lengua y el significado de los mitos: corroborar la existencia de una razón de carácter universal es aún una cuestión pendiente y, aunque parezca paradójico, el miro es un posible camino para hallarla. La posmodernidad se ha fragmentado al extremo de ser vista como un espejo roto, lo que propone una pluralidad de lecturas y puntos de vista, en desmedro de la lectio «pretendidamente unívoca» de los tiempos modernos en los que, tras el opacamiento de la divinidad, resurgió un antropocentrismo donde el hombre intenta erigirse en el centro de la creación. La modernidad confió ciegamente en la razón y de ese modo alentó en el hombre el desmedido afán de conquista, pero reiterados fracasasos hicieron evidente los efectos deletéreos de la hybris «soberbia» del género humano; esa circunstancia puso de manifiesto que la sed de poder, cuyo efecto paralizante exige cada vez más poder, genera incontrolable afán fáustico, miticamente explicado por medio de una metáfora: de del fracaso de Prometeo. Frente a esa caida, frente a una crisis de desimbolización, la Posmodernidad parece alentar un retorno a los mitos y a un pensamiento apoyado más en la esfera de los sueños, la fantasía y la autopía, que en el de la razón entendida a la manera aristotélica.

El mito es palabra. Un tipo de palabra que nombre o bautiza la realidad sin pasar por la conceptualización del logos, ya que el mythos, más que a conceptos, remite a imagénes, y en esentido recordemos que para Hegel la manifestación del Espíritu es un proceso de desenvolvimiento que va de la imagen al concepto, por lo que aquélla no debe ser negada dado que es en ella de donde parte el concepto, según he referido. Mythos y logos son dos formas de lenguajes que competen al hombre y ninguna de ellas puede ser desechada sin que se altere su naturaleza.