Neurociencia de la Decisión: El Rol de la Intuición y la Razón en Nuestras Elecciones
La Neurociencia de la Decisión: El Diálogo entre Razón y Corazonadas
¿Es mejor confiar en la razón o en las corazonadas cuando tomamos decisiones? ¿Por qué creemos que aprender un nuevo idioma es mucho más difícil para un adulto que para un niño? ¿Es cierto que nuestro cerebro es plástico y que nunca es demasiado tarde para aprender? Estas preguntas nos invitan a explorar la fascinante interacción entre nuestra mente consciente y los procesos intuitivos.
La Influencia del Cuerpo en la Decisión
Las corazonadas son esas decisiones inexplicables que sentimos que nos dicta el cuerpo. A menudo, se perciben como algo místico, pero la neurociencia nos muestra que, en el cerebro, las corazonadas no son tan diferentes de las decisiones racionales. De hecho, existe un diálogo constante y recíproco entre el cerebro y el cuerpo.
El Experimento del Lápiz y la Reciprocidad Cerebro-Cuerpo
Para entender esta conexión, basta con considerar un experimento sencillo: morder un lápiz. El mero gesto de la sonrisa, inducido por el lápiz en la boca, puede influir en nuestro estado de ánimo. Este experimento demuestra que el cerebro identifica variables corporales para decidir si siente una emoción, evidenciando que la relación entre cuerpo y mente es bidireccional.
Corazonadas en Escenarios de Riesgo
El Juego de Cartas y la Alarma Corporal
El experimento clave para demostrar cómo las decisiones se nutren de corazonadas se realizó con dos mazos de cartas, conocido como la Tarea de Juego de Iowa. Como en tantos juegos de mesa, aquí se mezclan los ingredientes de las decisiones de la vida real: ganancias, pérdidas, incertidumbre y riesgo. El juego es simple pero impredecible: en cada turno, el jugador solo elige de qué mazo tomar una carta. Es similar a una persona en el casino que debe elegir entre dos máquinas tragamonedas, observando durante un tiempo cuántas veces y cuánto paga cada una. Si se descubre la regla subyacente, el procedimiento es simple: elegir siempre del mazo que paga más.
Lo sorprendente es que, incluso antes de que el jugador pueda explicar conscientemente que uno de los mazos es mejor que el otro, aparecen en su cuerpo signos inequívocos de alarma (como cambios en la conductancia de la piel). Es decir, el jugador no puede racionalizar la ventaja de un mazo, pero su cuerpo ya lo sabe.
La Complejidad de las Decisiones Cotidianas
En situaciones de opciones incontables, con una complejidad que se asemeja a la de la vida misma (por ejemplo, decisiones estratégicas que organizan ejércitos en un tiempo limitado), el corazón se alarma mucho antes de tomar una mala decisión. Esto es posible porque el cuerpo y el cerebro tienen las claves para la toma de decisiones mucho antes de que estos elementos sean conscientes para nosotros; las emociones expresadas en el cuerpo funcionan como una alarma que nos alerta sobre posibles riesgos y errores.
El investigador Dijksterhuis encontró esta regularidad tanto en decisiones de laboratorio («de juguete») como en decisiones en la vida real, observando el mismo patrón en situaciones cotidianas.
Razón vs. Intuición: ¿Cuándo Confiar en Cada Una?
Los estudios también revelaron un resultado opuesto cuando se entrevistó a personas que salían de comprar muebles (una decisión compleja, con muchas variables como precio, volumen, calidad, belleza). Cuando tomamos una decisión que se resuelve ponderando un pequeño número de elementos, elegimos mejor si nos tomamos tiempo para pensar. En cambio, cuando el problema es complejo, en general decidimos mejor al seguir una corazonada que si meditamos largamente y le damos muchas vueltas —mentales— al asunto.
El inconsciente, en cambio, es mucho más vasto y capaz de procesar una mayor cantidad de información simultáneamente. Esto nos permite entender por qué para tomar decisiones con pocas variables en juego —precio, calidad y tamaño de un producto, por ejemplo— nos conviene pensar bien antes de actuar. Ante este tipo de situaciones en las que podemos evaluar mentalmente todos los elementos al mismo tiempo, la decisión racional es mejor y más efectiva.
También entendemos por qué, cuando hay muchas más variables en juego que las que la conciencia puede manipular al unísono, las decisiones inconscientes, rápidas e intuitivas, aun cuando sean solo aproximadas, resultan más efectivas.
El Olfato y las Decisiones Inconscientes
Elegir así parece natural porque asociamos el olfato con la intuición, como cuando decimos “algo me huele mal”. La investigación explora la premisa de que, cuando se refiere a olores, gustos y preferencias inconscientes, nos parecemos mucho a la «bestia» que todos llevamos dentro.
Preferencias Olfativas y el Sistema Inmune
Podemos pensar cada sistema inmune como un escudo. En los roedores, que se huelen mucho más que nosotros, la preferencia sigue una regla simple regida por este principio: eligen parejas con olores que suelen tener un repertorio inmune distinto. El resultado extraordinario es que, cuando juzgamos por el olfato, lo hacemos de acuerdo con la misma premisa que nuestros primos roedores: a una mujer le resultan, en promedio, más placenteros los olores de hombres que tienen un MHC (Complejo Mayor de Histocompatibilidad) distinto.
Pero esta regla tiene una excepción notable: la preferencia de olores de una hembra ratón se invierte cuando está embarazada (o cuando no es fértil). ¿Acaso sucederá el mismo cambio de preferencia olfativa cuando las que eligen son mujeres?
Este experimento ilustra un concepto más general: muchas de las decisiones emocionales y sociales son bastante más estereotipadas de lo que reconocemos.
Confianza y Convicción en la Toma de Decisiones
Es lo que percibimos como confianza o convicción en lo que hacemos. O, al revés, en cuántas situaciones obramos sin convicción cuando en realidad teníamos todos los argumentos para estar insuflados de confianza. Este paralelismo entre confianza y apuestas tiene relevancias obvias en la vida cotidiana. Pero este paralelismo tambié