«Obra como si la máxima de acción hubiera de convertirse por tu voluntad en ley universal de la naturaleza».

Immanuel Kant

(1724-1804) es la figura central en la filosofía moderna. Él sintetizó el racionalismo y el empirismo moderno temprano, establece los términos para la mayor parte de la filosofía del siglo XIX y del siglo XX, y continúa ejerciendo una influencia significativa hoy en la metafísica, la epistemología, la ética, la filosofía política, la estética, y otros campos. La idea fundamental de la «filosofía crítica» de Kant – sobre todo en sus tres Críticas: la Crítica de la razón pura (1781, 1787), la Crítica de la razón práctica (1788) y la Crítica de la facultad de juzgar (1790) – es humano autonomía. Argumenta que el entendimiento humano es la fuente de las leyes generales de la naturaleza que la estructura de toda nuestra experiencia, y que la razón humana se entrega a la ley moral, que es nuestra base para la creencia en Dios, la libertad y la inmortalidad. Por lo tanto, el conocimiento científico, la moral y las creencias religiosas son coherentes entre sí y seguro porque todo lo demás en el mismo fundamento de la autonomía humana, que también es el fin último de la naturaleza de acuerdo a la cosmovisión teleológica de reflejar juicio que Kant introduce de unificar el teórico y la parte práctica de su sistema filosófico.

La palabra clave para entender a Immanuel Kant es la RAZÓN.

Kant impone límites al poder de la razón, ya que según él sólo captamos el fenómeno de las cosas, más todas las cosas contienen una estructura no perceptible por la razón en su aspecto teórico, comienza el estudio de los poderes de la razón en su aspecto práctico en su libro titulado: «Crítica de la razón práctica». Ahora Kant plantea que la razón no sólo es una facultad del conocimiento, sino que también regula nuestras acciones dado la existencia de un elemento a priori, que es la voluntad para cumplir EL DEBER SER.

Dado que Kant plantea que la razón pura contiene un motivo práctico, que es determinante de la voluntad, hay que entender que es lo que hace que esto sea posible. En primer punto, Kant plantea que existen principios prácticos; subjetivos, cuando responden a la voluntad racional de sólo una persona y objetivos o leyes prácticas, cuando obedecen a la voluntad racional de todas las personas; esta última nos dice Kant, está ligada al campo de la moral. Los principios prácticos subjetivos son solo principios y los prácticos objetivos, son imperativos, y en este sentido, los divide en dos: hipotéticos, cuando son medios para un fin que puede ser posible o real y no sirven por sí solos para la determinación de la voluntad; y categóricos, cuando el fin es real y determinan la facultad desiderativa de manera inmediata. Un ejemplo de imperativo categórico es » obra según una máxima que sea susceptible de convertirse en una ley universal», este es el imperativo sobre el cuál descansa la conducta moral.

Es importante destacar que para Kant la acción en sí misma no debe ser tan importante como la causa de la acción, es por esto que analiza a fondo los principios por los cuáles la acción es provocada.

En la «Crítica de la razón práctica» Kant postula que el bien supremo pertenece al mundo de la moral como meta de sus anhelos y para alcanzarlo la razón tiene que formular tres principios: libertad, inmortalidad del alma y Dios. Mediante estos postulados las ideas de la razón pura, a partir de la ley moral, se transforman en realidades objetivas aunque no sea demostrable que su concepto sea correspondiente con un objeto. Hay que resaltar que la felicidad está presente con el fin del proceso que conduce al bien supremo; la moral pues, nos prepara para llegar a la felicidad; sin embargo, hay que tener en cuenta que el ser humano debe de actuar para hacerse digno de la felicidad, pero no aspirar a ella; es decir, debe de comportarse moralmente no por anhelo de la felicidad que está como fin del proceso que conduce al bien supremo, sino por el deber mismo de las leyes morales.

La ética kantiana presenta tres características principales: proponer un criterio de legitimidad de la máxima exclusivamente formal,  defender la autonomía de la voluntad en la experiencia moral y  mantener que las acciones buenas sólo son aquellas que han sido hechas por deber.

La ética kantiana se llama ética formal, y se contrapone a la ética material. La materia del imperativo es lo mandado (así, en el imperativo «debes ser veraz» la materia es la instrucción de decir a verdad); la forma es el grado de universalidad o particularidad que tiene el imperativo: siempre, algunas veces, nunca. Pues bien, la característica esencial de la ética kantiana consiste en indicar que una máxima describe propiamente una acción moral cuando cumple un requisito puramente formal: que pueda ser universalizable. En la ética kantiana no es la materia de la voluntad (lo querido) sino la mera forma de la legitimidad universal de su máxima lo que constituye el fundamento de determinación de dicho arbitrio (de la voluntad). Un requisito puramente formal como es el de la posibilidad de la universalización puede servir como criterio para separar todas las conductas en dos grupos: las conductas buenas y las malas. Si la máxima de conducta se puede universalizar entonces esa máxima describe una acción buena, en caso contrario la acción es mala.

CAPITULO III. DE LOS MOTORES DE LA RAZÓN PURA PRÁCTICA

En el capítulo tres  Kant habla del valor moral de nuestras acciones, también se deja clara la diferencia entre la moralidad y la legalidad, la moralidad es una acción que sigue a la ley moral y que tiene el mismo sentimiento de dicha ley, sin embargo la legalidad se realiza sólo por seguir la ley, por miedo a las reprimendas. Cualquier cosa que se haga sólo para llevar a cabo la ley y no tener una amonestación por no hacerlo no es una acción moral sino simplemente legal. También vuelve al tema de la importancia de la sensibilidad en el ser humano, ya que es un parte muy importante en nosotros y la que origina las primeras impresiones de todo, por lo cual la más fuerte, aunque hay que reprimirla usando la razón.

JOSE ORTEGA Y GASSETT

Valores–vitales

La vida es el hecho cósmico del altruismo y existe solo como perpetua emigración del, yo vital hacia lo otro. Este carácter transitivo de la vitalidad no ha sido descontado por los filósofos que se preguntaron por el valor de la vida. Filosofar es el intento de sobre-vivirse, que es consustancial a la vida. Se hace forzoso para contemplar la vida, en vez de acompañarla solidarizándose con sus impulsos. Entonces descubrimos en ella sus peculiares valores: el primero va anejo a la vida misma, tomada cualquiera que sea su dirección y contenido
Ha sido Nietzsche el sumo vidente, a el se le debe el hallazgo de uno de los pensamientos más fecundos que han caído en el regazo de nuestra época. Me refiero a la distinción entre la vida ascendente y la vida descendente entre la vida lograda y la vida malograda. He aquí dos valores positivo, el uno , negativo el otro, puramente vitales: La nobleza y la vileza juegan actividades estrictamente zoológicas, napoleón por ejemplo tiene como puro atributo vital, su virtud se llama destreza. San Agustín (las virtudes de los paganos son vicios esplendidos, los vicios son valores negativos y los esplendidos positivos, esta valorización es contradictoria)

El deseo es la función vital que mejor simboliza la esencia de todas las demás funciones: nos moviliza hacia algo más allá de él. La vida, todas sus funciones, apuntan a algo distinto de ella, como un sagitario (arquero). La vida no es egoísta, sino altruista, nos remite a otro que ella. es una continua emigración del Yo hacia lo Otro. Este es el carácter transitivo de lo vital. Se hace evidente la superioridad de los valores vitales sobre los otros.