Relaciones entre renta nacional y empleo

CONTEXTO. LA CRISIS DE LOS AÑOS 30.La tradición ortodoxa neoclásica no estaba preparada para enfrentarse a una situación como la de la Gran Depresión de los años 30 puesto que el pensamiento neoclásico partía del supuesto de que el pleno empleo era el contexto habitual de la economía y  que todo alejamiento del mismo era de menor importancia, y cuando ocurría, el sistema económico generaba automáticamente los remedios necesarios (ej. el patrón oro).Pero la crisis mostró, por el contrario, que este planteamiento estaba alejado de la realidad.

LA DOCTRINA ECONOMICA DE LA TEORÍA GENERAL. Su contenido giraba en torno a un problema central: La determinación de la Renta Nacional y del empleo en las economías industriales y las causas de las fluctuaciones económicas y las crisis. Las diferentes escuelas hasta entonces habían concedido poca atención sistemática a este problema ya que los clásicos se ocuparon del crecimiento a largo plazo y no se preocuparon de la inestabilidad a corto. Marx estuvo más cerca de los planteamientos de Keynes, pero su obra quedó obscurecida por el prejuicio de que la caída del sistema capitalista era inevitable.

RUPTURA CON LA ORTODOXIA NEOCLASICA. Keynes consideraba que la Teoría Económica debía ser reconstruida para poner los problemas agregativos a corto plazoen el centro de la escena. Así, creía que lo esencial del sistema capitalista podía ser preservado (a diferencia, p.e. de Marx) pero haciendo reformas. Creía que un capitalismo no regulado era incompatible con el mantenimiento del pleno empleo y la estabilidad económica. Para Keynes, el “laissez faire” era inadecuado ya en los años 20 para afrontar los problemas más complejos de las sociedades industriales. Pero en ese tiempo todavía su pensamiento se mantenía dentro del molde del neoclasicismo marshalliano.  Pero ya en los años 30, cuando escribe la “Teoría General” consideraba que ese molde representaba “el modo en que nos gustaría que se comportara la economía, pero suponer que lo hace realmente es suponer resueltas nuestras dificultades Declaró la guerra al elemento agregativo del neoclasicismo, pero se ocupó menos de la microeconomía neoclásica: prescindió de este componente.

 EL ATAQUE A LA LEY DE SAY  Y LA INTERPRETACION DEL DINERO. En el razonamiento neoclásico partía de la “ley de Say” y de que toda la renta sería gastada. 1) El gasto en consumo era el principal objeto de la actividad económica. 2) Los agentes económicos racionales sólo podían ser inducidos a restringir su consumo – es decir, ahorrar- cuando les ofrecieran por hacerlo una recompensa, en forma de tipo de interés.// En términos agregados, pues, para el pensamiento económico neoclásico el interés era, de este modo, interpretado como un sensible mecanismo de equilibrio entre el ahorro y la inversión. Y este equilibrio garantizaba que la parte de renta no gastada en bienes de consumo se gastaría en bienes de inversión //Esta línea argumental fue posteriormente reforzada por la interpretación neoclásica corriente del papel del dinero: el dinero tenía como principal función la de ser medio de cambio, el atesoramiento era “irracional” y esto subyacía en las diversas versiones de la teoría cuantitativa de los economistas neoclásicos. El ataque de Keynes a la “Ley de Say” se basaba en este análisis del dinero y comenzó su tarea invirtiendo la perspectiva desde la que se consideraba el dinero.

KENES Y EL DINERO .Su primera pregunta era: ¿Cómo y por qué la comunidad es inducida a mantener las existencias o stocks de dinero que existen en un momento dado? Y se respondía que junto a los motivos de cambio, transacción o preocupación también había otra razón para mantener dinero líquido: el motivo especulativo,sacrificando así el poseedor la renta que podía ganar como prestamista. /La explicación de Keynes se basaba en que hay una relación inversa entre los tipos de interés y los valores-capital de los activos financieros Ejemplo: Una deuda perpetua al 3% emitida a la par por 100$ produce al año 3$. Si sale otra emisión al 6$ alguien puede obtener los mismos 3$ invirtiendo sólo 50$ y los que quisieran vender la de la primera emisión tendrían que hacerlo a 50$, perdiendo la mitad de su dinero//Subsistiría así una tendencia a que los tipos de interés y los valores-capital de los activos rentables se muevan en direcciones opuestas: 1) la elevación de los tipos de interés estará asociada con pérdidas de capital para los propietarios de viejas emisiones 2) la caída de los tipos traerá consigo ganancias de capital. En esta situación podría haber circunstancias en las que fuera prudente atesorar para cubrirse frente a los riesgos de pérdidas de capital.//El motivo especulación podría ser poderoso cuando el tipo de interés sea ya bajo (y el sacrificio de renta que implica el atesoramiento no fuera grande) y también cuando se pensara que en el futuro los tipos de interés subirían (exponiendo a los propietarios de activos líquidos a pérdidas considerables).// Según eso, el dinero ya no podía ser interpretado exclusivamente como medio de cambio, sino también como depósito de valor→ no puede descartarse pues el atesoramiento, ni tratarlo como una actitud “irracional” (contradicción con la Ley de Say). Y, en consecuencia no podía mantenerse la confianza en las propiedades autocorrectoras de la economía para retornar a un nivel de equilibrio de pleno empleo.// Por el contrario, una economía con subempleo podía tender a estancarse a un nivel de renta muy por debajo de sus potencialidades, si parte del flujo de renta se filtrara hacia la formación de saldos estériles/ Keynes llegó a afirmar que la tradición mercantilista contenía atisbos más claros sobre la naturaleza del dinero que los ofrecidos por las enseñanzas de las escuelas clásica y neoclásica.

 EL ANALISIS KEYNESIANO DEL CONSUMO Y EL AHORRO. Con su teoría del interés, Keynes desató las amarras neoclásicas del ahorro y la inversión. Si, como Keynes había demostrado, el equilibrio de pleno empleo no se garantizaba automáticamente (de hecho era la menos probable de una cadena de posibilidades) se invertía el énfasis asignado a la Renta y al tipo de interés en la interpretación de las decisiones de ahorrar: el nivel de la RN se convertía en el principal determinante, mientras que al tipo de interés se le asignaba un papel secundario. Keynes sotenía que poca gente era demasiado sensible a los cambios en los tipos de interés en sus decisiones de ahorrar. Desde su punto de vista, la gente deseaba ante todo un nivel aceptable de consumo y decidía ahorrar sólo cuando su renta era más que suficiente para cubrir sus necesidades de consumo. El ahorro era pues un residuo, cuya cantidad variaba con el nivel de la renta. De todo ello se deriva un importante corolario: es probable que el ahorro aumente absoluta y relativamente conforme aumenta la renta. El gasto en consumo será, en tal caso, una parte cada vez menor de la renta total. Y, por tanto, será necesario un volumen creciente de gastos en inversión para llegar al equilibrio entre ésta y el ahorro al nivel de actividad de pleno empleo.



INTERPRETACION DEL TIPO DE INTERES. El análisis agregativo neoclásico manejaba las mismas variables que Keynes interrelacionadas entre sí: renta, ahorro, inversión, dinero y tipo de interés, por tanto, cambiar cualquiera de ellas, como hizo Keynes, significaba que habría de encontrar nuevas posiciones para todas ellas. Keynes decía que el olvido de la relación entre el tipo de interés y el atesoramiento podía explicar por qué los neoclásicos habían considerado el interés como la recompensa por no gastar, mientras que, de hecho, es la recompensa por atesorar. Según Keynes el tipo de interés estaba gobernado no por la oferta y demanda de fondos prestables (como sostenían los neoclásicos) sino por la oferta y demanda de dinero ahorrado. Ello le llevaba a preguntarse por los factores que inducen al público a mantener en sus manos existencias de dinero disponible. Para él, la cantidad de dinero que el público estaba dispuesto a poseer estaba determinado por dos factores: El nivel de la renta nacional (RN) y El tipo de interés. // El nivel de la RN da lugar a los motivos transacción y precaución y con ellos, la demanda de dinero estaría influida pues por el nivel de la RN. Pero también el público puede demandar dinero por motivos de especulación y los saldos constituidos de este modo dan lugar al atesoramiento, cuyo nivel estaría influido, ante todo, por el tipo de interés y las expectativas sobre su evolución futura. A altos tipos ® la comunidad preferirá activos rentables a saldos estériles//A bajos tipos ® puede preferir el atesoramiento, como salvaguarda a las posibles pérdidas de capital. // Esta interpretación “paradójica” echaba a pique la opinión neoclásica ortodoxa. La doctrina keynesiana afirmaba así que el tipo de interés es, esencialmente, un fenómeno monetario y, además, sin relación con los factores reales de frugalidad y productividad del capital neoclásicos. Esa posición implicaba, además, que ya no podría invocarse al tipo de interés como el “delicado mecanismo” para equilibrar los deseos de ahorrar con los deseos de invertir: el ahorro y la inversión podían responder a cambios en el tipo de interés, pero no eran su determinante. Este análisis, además, implicaba que en períodos de depresión las posibilidades de las autoridades monetarias de influir sobre los tipos de interés serían muy escasas: ante un aumento de la cantidad de dinero que incrementara simplemente los saldos estériles, no se seguiría de ello ninguna reducción de los tipos de interés y el sistema económico se encontraría a sí mismo en lo que Keynes llamó una trampa de liquidez. A esta situación se podía llegar por razones institucionales absolutamente independientes de las intenciones de las partes directamente implicadas. Igual que el público, los bancos pueden preferir protegerse frente a posibles pérdidas atesorando por motivos especulativos.

LA DETERMINACION DE LA INVERSION. En la tradición neoclásica, las decisiones de ahorrar e invertir se consideraban determinadas por la misma influencia: el tipo de interés y así el sistema económico tendería a producir un equilibrio automático entre ahorro e inversión.  Keynes rompió la simetría de este argumento cortando el vínculo entre el ahorro y el tipo de interés. Sostenía que las decisiones de ahorrar e invertir eran en gran medida independientes y a menudo se tomaban por diferentes grupos de personas y por razones distintas. Pero también para Keynes, aunque el interés no tenía influencia en el ahorro, si tenía un lugar importante en la inversión, aceptando en este punto gran parte del análisis neoclásico. Para él, el volumen de inversión privada estaba gobernado fundamentalmente por dos consideraciones: El coste de financiación (tipo de interés) y La tasa neta de rendimiento esperada. Si la segunda excediera al primero merecería la pena invertir y en caso contrario no.// Pero hay una importante diferencia entre la interpretación de la tasa esperada de rendimiento sobre la inversión (la “eficacia marginal del capital” para Keynes) y el sistema neoclásico (la “productividad marginal del capital”) pues el concepto keynesiano abarcaba también las expectativas de los empresarios. Keynes decía que la inversión privada depende del rendimiento esperado del capital, no meramente del rendimiento “corriente”. Es decir, que en su obra Keynes dio mucha más importancia a la influencia de los factores psicológicos en el proceso económico que sus predecesores neoclásicos, como le ocurría también en el caso de la “preferencia por la liquidez”

IMPLICACIONES. De lo anterior se deriva que, para Keynes, las inversiones podían no llevarse a cabo aun cuando los cálculos convencionales de rendimientos las clasificaran como rentables, es decir, cuando las expectativas de los empresarios eran pesimistas. Para los neoclásicos las “olas de optimismo y pesimismo” de la comunidad empresarial (el ciclo económico) se suponían siempre confinadas dentro de estrechos límites y no se habían experimentado casos extremos y crónicos de desempleo. Pero Keynes veía las cosas de modo completamente diferente: “La eficacia marginal del capital era una cuestión de expectativas, en tal grado que el cambio de humor de la comunidad empresarial podía contrarrestar la influencia del tipo de interés sobre la inversión”. De este modo, si niveles altos de renta podían dar lugar a grandes volúmenes de ahorro, para alcanzarse el pleno empleo sería necesario un gran gasto en inversión que equilibrara el nivel de ahorro de pleno empleo. Y había pocas razones para que ello se realizara por la iniciativa privada, pues a medida que aumentara la acumulación de capital era de esperar que cayera la tasa de rendimiento marginal, al menos que el progreso tecnológico fuera suficientemente poderoso. Además, no era prudente suponer que pudieran inducirse aumentos sustanciales en la inversión a través de medidas monetarias tendentes a rebajar los costes de financiación, aunque, con todo, era deseable una política monetaria activa que empujara a la baja los tipos de interés, pero era necesario ser conscientes de sus limitaciones. Si se estaba cerca de la “trampa de liquidez” las medidas monetarias serían incapaces de reducir los tipos de interés. En suma, era necesario un papel más activo del gasto público

EL ANALISIS KEYNESIANO Y LA DETERMINACION DEL EQUILIBRIO AGREGADO Keynes y los neoclásicos definían de forma idéntica el equilibrio en términos agregados: la igualdad entre ahorro e inversiónpero  los neoclásicos mantenían que ese equilibrio se alcanzaba a través de reajustes, supuestamente sensibles del tipo de interés mientras que Keynes relacionaba el mecanismo de ajuste con las variaciones en el nivel de renta. Los neoclásicos suponían que la renta fluctuaba sólo dentro de límites bastante estrechos. Keynes, por el contrario, consideraba que era posible una amplia gama de posiciones de renta de equilibrio. La cuestión era  ¿A qué nivel se establecería el equilibrio de la renta nacional?./ El desarrollo keynesiano de este problema se basó en el concepto del multiplicador, inventado por R.F. Kahn //Keynes empleó el concepto de multiplicador para una situación de depresión. Si se hace en una economía con pleno empleo habría efectos multiplicadores también pero sólo sobre la renta monetaria: subirían los precios, pero la producción real no podría aumentarse para equilibrar el aumento de la demanda. La posterior literatura teórica ha integrado el multiplicador keynesiano con el principio de aceleración del consumo: el incremento de la renta estimulará la inversión y aumentará el consumo y ambos a la vez pueden impulsar la inversión y dar lugar a aumentos posteriores de la renta. Pero Keynes no utilizó ese principio, que ya en 1916 había sido estudiado por J.B. Clark. El análisis de la determinación keynesiana del equilibrio en términos agregados abría una perspectiva completamente nueva para la investigación y el análisis: [La renta era reconocida como una variable esencial que, además, estaba sujeta a grandes fluctuaciones.]. Eso daba una orientación bastante diferente a la cantidad de elementos analíticos conocidos. Por ejemplo, Keynes negó la gran influencia del tipo de interés sobre las decisiones de consumir y ahorrar, pero no que el tipo de interés no tuviera ninguna conexión con el ahorro. Decía: “podemos estar seguros de que una subida del tipo de interés tendrá un efecto de reducir la cantidad realmente ahorrada” y es que en la formulación de Keynes la relación causal era indirecta, yendo desde los tipos de interés  ® a la inversión ® desde ésta a la renta agregada ® de esta al ahorro.



LA TEORIA KEYNESIANA DEL EMPLEO. Keynes era consciente de que las relaciones entre la renta nacional y la demanda agregada de MO eran difíciles de establecer de modo preciso. En su intento de establecerla introdujo el concepto de unidad de salario. Esta tenía mucho que ver con los esfuerzos de aquellos economistas clásicos que intentaron medir el valor de los bienes en términos de trabajo, que normalmente consideraron una hora de trabajo no especializado como unidad  básica. Pero esta técnica no estaba libre de contradicciones internas cuando se trataba de estimar el trabajo cualificado. Para keynes esta diferenciación podría realizarse asignando altas ponderaciones al tiempo de trabajo de las personas cuya especialización fuera más altamente remunerada, pisando así un terreno más seguro que el de los economistas clásicos. Pero este procedimiento, aunque lógicamente correcto no era el ideal: se ha encontrado que la relación empírica entre los cambios en la renta y los cambios en el empleo está lejos de ser sencilla, siendo esto más evidente cuando medimos el empleo (como se hace habitualmente) en términos del número de personas colocadas. El empleo, medido en unidades de salario keynesianas, puede relacionarse con mayor seguridad con los cambios en la renta. Sin embargo, desde el punto de vista práctico esta técnica de medida – número de horas estándar de la MO ocupada- resulta complicada

LAS IMPLICACIONES DEL KEYNESIANO PARA LA POLITICA ECONOMICA. Tras la obra de Keynes la principal arma política de la ortodoxia – los controles monetarios- podía ser considerada demasiado tosca para ser plenamente efectiva, pues como había demostrado, la capacidad de las autoridades monetarias de influir en los tipos de interés (y afectar a sí al gasto en inversión) era limitada, sobre todo en los momentos de depresión, cuando se enfrentaban a la trampa de la liquidez y no podía reducirse más el tipo de interés  puesto que aunque las autoridades monetarias eran capaces de aumentar la oferta monetaria, no podían controlar su demanda. Por otra parte, según Keynes, era probable que las expectativas empresariales, altamente volátiles, tuvieran una influencia poderosa sobre las decisiones de inversión: las reducciones del tipo de interés podían verse más que compensadas por el pesimismo creciente dentro de la comunidad empresarial. En consecuencia, para obtener la estabilidad económica y el pleno empleo era imperativo asignar un papel mucho más activo a la política fiscal, contra la idea ortodoxa de que el estado debía actuar con presupuesto equilibrado. Keynes propuso el uso deliberado del déficit presupuestario para aumentar la demanda efectiva. Pero reconocía que el gasto público financiado mediante endeudamiento, sólo tendría efectos favorables sobre la demanda total en el caso de que produjera un aumento neto en el gasto total.  Si simplemente desplazaba los recursos que de otro modo hubieran sido empleados por el sector privado (“crowding out”) no se daría el crecimiento deseado en el gasto total. En suma, Keynes hizo necesario un replanteamiento de los instrumentos de política económica. No sólo previno contra la confianza excesiva en los controles monetarios, sino que también atacó la opinión de que se podía remediar la situación de desempleo combatiendo la inflexibilidad de los salarios. La reducción de los salarios no hacía sino recortar la demanda efectiva. Los resultados de un programa de reducción de salarios serían mejores si no disminuyeran los salarios reales (es decir, si cayeran los precios de los bienes producidos tanto como los salarios) pero esto era dudoso a la vista del poder de mercado que ejercían muchas empresas. Pero incluso en la hipótesis de que el sistema se acercara a la competencia perfecta, las reducciones de precios podían tener consecuencias funestas: la caída de precios podía tener efectos depresivos sobre las expectativas y aumentaría la carga  real del endeudamiento no amortizado, desalentándose así la inversión.

REPERCUSIONES MÁS AMPLIAS DE LA POLITICA KEYNESIANA. El mensaje de la “Teoría General” era una clara crítica  del “laissez faire” incontrolado. Para Keynes un sistema de mercado no intervenido era probable que fuera crónicamente inestable e incapaz de asegurar la plena utilización de los recursos productivos. Proclamaba, al  mismo tiempo, que la frugalidad no era necesariamente una virtud social. Así, es comprensible que algunos críticos consideraran las doctrinas de Keynes como peligrosamente radicales y una amenaza al sistema capitalista. Sin embargo, Keynes consideraba que el sistema podía mantenerse si se eliminaba mediante reformas la inquietud social generada por el desempleo masivo. Había demostrado que el “laissez faire” no era un sistema para tiempos tormentosos: el estado tenía la obligación de regular.

ACOTACIONES A LA ECONOMIA KEYNESIANA Keynes veía de la siguiente manera su aportación: “Nuestra crítica de la teoría clásica (neoclásica) aceptada ha consistido no tanto en encontrar fallos lógicos en su análisis, como en poner de manifiesto que rara vez, o nunca, se satisfacen sus supuestos tácitos, resultando que no puede resolver los problemas económicos del mundo real. Pero si nuestros controles centrales consiguieran establecer un volumen agregado de producción que se aproxime tanto como sea posible al del pleno empleo, la teoría clásica (neoclásica) queda, a partir de aquí, reestablecida”/ Pero los problemas de una economía con pleno empleo, también se pueden analizar con los instrumentos  macroeconómicos que él forjó. Eso hizo él mismo durante los años de guerra, en la economía de control instaurada./ Keynes también estimuló una revisión esencial de la “Teoría del Comercio Internacional”. Para él la forma más útil de describir el proceso de ajuste de la balanza de pagos era por los cambios en la demanda agregada asociados a los déficits o superavits. En cambio, los economistas neoclásicos habían destacado los movimientos de oro y los cambios inducidos en la oferta monetaria y los precios, como mecanismo de reajuste. Pero en al menos dos aspectos, hay motivos para decir que la estructura de la “Teoría General” era más parcial que general:  1) El alcance de esta obra queda deliberadamente restringido a un lapso de tiempo de 6 a 9 meses e ignora los efectos a largo plazo de los gastos de inversión sobre las existencias de activos productivos de la economía. 2) Su  olvido del análisis microeconómico. Aunque Keynes rompió la simetría entre el análisis micro y macro, no hizo ninguna reconstrucción analítica integrada para reemplazarla.// Acerca de estos dos puntos se ha planteado un debate muy animado: a) La primera de estas omisiones ha sido subsanada en gran parte por los modelos de crecimiento desarrollados por Domar y Harrod.  B) Por otra parte, el instrumento keynesiano de los conceptos agregativos, ha proporcionado el punto de partida para muchas de las discusiones de las tendencias inflacionistas desde la II GM. Muchos economistas han tratado de ir más allá de la simple explicación de la inflación en términos de una demanda agregada excesiva, surgiendo diversas escuelas rivales en su intento de vincular el comportamiento de las variables agregativas con las concentraciones de poder en un mercado incontrolado. Pero la economía keynesiana per se, debido a su desprecio de la relaciones microeconómicas, no tiene nada nuevo que añadir.// De este modo, el keynesianismo ha dejado un hueco para un contraataque de tipo neoclásico: Gran parte de las discusiones posteriores se han centrado en el análisis del tipo de interés, clave de arco teórico de las más revolucionarias innovaciones de Keynes. Lo que ahora se designa como “síntesis neoclásica” intenta restablecer el tipo de interés como un regulador de la actividad económica.// Se afirma que una persona que observa un aumento en el valor de su cartera conforme caen los tipos de interés, gastará probablemente más de lo que hubiera gastado en otro caso. Este fenómeno a su vez podrá contrarrestar, incluso con exceso, la tendencia a acumular saldos inactivos (y a que surja la “trampa de la liquidez”).// Los renovadores del neoclasicismo no mantienen que no puedan darse nunca altos niveles de desempleo, pero afirman que el sistema de mercado es suficientemente flexible para asegurar el pleno empleo, siempre que precios y salarios sean suficientemente flexibles. Y en las economías atrasada o con un fuerte estancamiento “estructural” se ha desviado la atención a las rigideces institucionales existentes y a las consecuencias de las tasas inusitadamente altas de crecimiento demográfico. Después de todo, una estructura agregativa keynesiana no está ideada para ceñirse a cuestiones que tratan de la distribución eficiente de recursos o de la dinámica de crecimiento a largo plazo