Coherencia, Cohesión, Adecuación y Corrección Textual: Claves para la Comunicación Eficaz

Características y propiedades del texto: coherencia, cohesión, adecuación y corrección

Coherencia

Según Van Dijk, “es una propiedad semántica de los discursos, basada en la interpretación de otras frases”. Se manifiesta en un nivel más profundo mediante la continuidad de sentido que caracteriza al texto. Consiste en seleccionar y organizar la información que conviene al significado del texto, de modo que el receptor perciba el mensaje de forma clara. La coherencia establece cuál es la información relevante que ha de comunicarse y cómo ha de hacerse (en qué orden, con qué detalles, con qué estructura, etc.).

El significado de un texto no viene dado por la suma de lo que aporten las oraciones que lo constituyen: estas son relaciones “microestructurales” o locales, a las que se superpone una “macroestructura” o estructura general que está formada por cada subtema o bloque de significado del texto. Hay, por tanto, varios niveles de coherencia:

Coherencia local

Se manifiesta en las frases que constituyen el texto: modo y tiempo en el verbo, artículo ante el sustantivo, pronombres para indicar el sujeto u objeto, etc. (microestructura)

Coherencia lineal

Permite la relación entre las frases y oraciones que corresponden a una misma idea; da continuidad al significado. Relacionado con ella está el concepto de “macroestructura”, esto es, los subtemas que recorren el texto, los bloques de significado. En un texto escrito la macroestructura suele estar representada por un párrafo.

Coherencia global

Viene dada por el contenido semántico del texto como un todo, un único significado que está presente en cada uno de los subtemas. Por tanto, no es la suma de los significados parciales de cada una de las frases del texto, sino una “superestructura” temática que contribuye a la totalidad significativa del mismo, a la vez que posibilita su coherencia local y lineal. Equivaldría al tema del que trata el texto que sería como un resumen de todo él.

En las composiciones escritas se habla de incoherencia cuando los alumnos introducen información que no corresponde al tema, repiten las ideas, las mezclan, las expresan con desorden, etc., debido a la inexistencia de un esquema previo.

Para que un texto sea coherente debe atenderse a:

  1. La cantidad de información. ¿Están todos los datos que quieren comunicarse? (Selección de la información)
  2. La calidad de la información. ¿Las ideas son claras? ¿Se exponen completamente, de forma progresiva y ordenada y con ejemplos apropiados? ¿La terminología es específica? ¿Las generalizaciones se particularizan?
  3. La estructura de la información. ¿Los datos se estructuran lógicamente atendiendo a un criterio determinado (cronológico, espacial, etc.)? ¿A cada idea le corresponde un párrafo? ¿La información nueva se presenta de forma progresiva?

Un escritor o hablante competente se plantea todas estas interrogantes cuando realiza un texto, esto es, procura que sus escritos sean coherentes de modo que el lector o interlocutor comprenda perfectamente la información que transmite.

Cohesión

Del mismo modo que en un sintagma tiene que haber concordancia entre el determinante, el sustantivo y el adjetivo, y en la oración entre el sujeto y el predicado, las oraciones y párrafos que forman un texto no pueden quedar aislados sino unidos por conectores, signos de puntuación, etc. Es lo que se denomina mecanismos de cohesión. Se manifiestan en la sintaxis y aseguran la interpretación de una frase en relación con las demás, esto es, organizan la estructura informativa del texto. Aunque es de carácter sintáctico, facilita la comprensión porque los elementos cohesivos ayudan al oyente o al lector a seguir el hilo del discurso dentro de un párrafo y a unir el sentido de los párrafos entre sí. Es, pues, la propiedad que confiere unidad al texto. Existen diferentes mecanismos de cohesión:

Anáfora

Es la referencia o repetición de un mismo elemento en oraciones sucesivas. Existen diversos procedimientos para evitar las repeticiones:

  1. Sustitución léxica por sinónimos: reiteración de un elemento lingüístico por medio de otro elemento léxico diferente para evitar la redundancia: estatua por escultura; escuela por colegio o centro escolar; materia por asignatura; pueril en vez de infantil, etc.
  2. Sustitución pronominal: un elemento lingüístico se cambia por otro (pro forma) que tiene esa función para evitar la repetición en el mismo texto. Los sustitutos pueden ser:
    1. Lexicales: se trata de vocablos que por su amplitud de significado pueden utilizarse en numerosos contextos, de ahí que coloquialmente se les denomine también “comodines”. Es el caso de proverbos como “hacer”: Juan escribe y lo hace muy bien, o ¿Ha terminado de escribir? Lo está haciendo. Ocurre lo mismo con los sustantivos “cosa, aparato, elemento”, etc.
    2. Pronombres gramaticales: que tradicionalmente se han considerado como los verdaderos sustitutos, según la definición de la Real Academia. Ahora bien, sólo podemos considerar anafóricos los que se refieran a la tercera persona o, lo que es lo mismo, los que no guardan relación con los interlocutores (yo y tú). No entran, por tanto, en esta categoría los personales, tónicos o átonos, ni los posesivos de primera y segunda personas ya que sólo se utilizan en función contextual o, lo que es lo mismo, en un contexto determinado y en presencia de los interlocutores: emisor (yo) y receptor (tú). Sólo el de tercera persona hace referencia a algo o a alguien fuera del contexto: Han llegado María y Pedro; él venía cansado, ella muy contenta. Otros pronombres que claramente sustituyen son los relativos, interrogativos y demostrativos.
    3. Proadverbiales: adverbios que se emplean en vez de determinados sintagmas preposicionales en función de complemento circunstancial, para evitar la redundancia: Fueron a la facultad; allí celebraban el día del patrón.
    4. Elipsis: supresión de elementos fáciles de reconocer. El ejemplo más significativo es el sujeto omitido en una oración: Iremos mañana al cine, donde –mos es el morfema que indica la persona y el número del sujeto gramatical “nosotros”. Otros elementos se reconocen por el contexto: ¿Quieres venir? No (La respuesta equivale a “No quiero”, pero la repetición del verbo es innecesaria).

Elementos de conexión

Las palabras y oraciones no se suceden aisladamente sino que se relacionan unas con otras por medio de enlaces, conectores o marcadores textuales. Pueden ser:

  • Especializados en unir frases y palabras: conjunciones y preposiciones: Juan y Pedro; café con leche; fue al cine porque le gustaba la película que proyectaban.
  • Palabras que tienen esta función, entre otras: adverbios: Anoche, cuando llegué, empezó a llover.
  • Enlaces gramaticales que sitúan lo que va a decirse en relación con lo anterior: en primer lugar, por un lado, etc.
  1.  Entonación

En el lenguaje oral, la entonación es uno de los elementos de cohesión más importantes. Indica si la emisión ha terminado o no, si afirmamos, preguntamos, etc., pero incluye también numerosos y diversos matices que afectan al significado. Sirve, así mismo, para enfatizar una determinada palabra frente a las demás.

  1.  Puntuación

Se trata de signos convencionales empleados para representar algunos aspectos de la entonación –por ejemplo, la interrogación y la exclamación–, así como la mayor o menor duración de las pausas propias de la lengua oral. Si bien esto es cierto, hay que insistir en que, por una parte, la equivalencia con lo oral no es absoluta: en la emisión del enunciado El ave vuela, el hablante realiza una pausa muy breve entre el sujeto y el verbo, pausa que la normativa académica explicita que no debe señalarse con una coma en la escritura; si así se hiciera se incurriría en una incorrección. Por otra parte, la expresividad que caracteriza la oralidad es muy difícil representarla por escrito, prácticamente imposible, ya que la convencionalidad de los signos gráficos no alcanza todo lo que puede ponerse de manifiesto en aquella modalidad.

La función de los signos de puntuación consiste en subdividir un texto para facilitar la comprensión. Los más utilizados son: el punto, la coma, los dos puntos, etc. Pero a partir del desarrollo tecnológico existen otros muchos (asterisco, corchetes, barras, etc.) que también se emplean para organizar y cohesionar las diferentes partes del texto.

  1. Relaciones temporales

Los verbos se encargan de situar los acontecimientos cronológicamente, por lo que deben mantener una correlación lógica a lo largo del texto. El modo y el tiempo vienen determinados por el contexto, la intención, la certeza o posibilidad del hecho que se enuncia y el momento mismo en el que el hablante produce la enunciación. No debe decirse, porque es agramatical: *”Si llueve no saldría”, o *”Si llueve no saliese”. Lo correcto, lo gramatical es “Si llueve no saldré”.

  1. Mecanismos paralingüísticos

Elementos no verbales que eventualmente pueden unir las frases de un texto y contribuir al significado. Pueden darse:

  • En el lenguaje oral. Se trata de los signos cinésicos que acompañan las emisiones lingüísticas y, a veces, las sustituyen: hacer girar un dedo puede significar continuar; hacer una señal con la mano puede significar esperar, o acabar, etc.
  • En el lenguaje escrito. La disposición del texto (márgenes, columnas, esquemas), la tipografía utilizada y, como ya se ha señalado, algunos signos de puntuación, contribuyen a la cohesión textual.

Todos estos elementos, o la mayor parte de ellos, se estudiaban aisladamente en el marco de la sintaxis o de la morfología. Ahora deben ser tratados desde la reflexión del uso de la lengua y desde una perspectiva textual.

  1. Adecuación

Cassany la define como la propiedad textual que determina la variedad y el registro que hay que usar. Ser adecuado –señala– significa escoger de entre todas las soluciones lingüísticas que se nos ofrecen más apropiadas para cada situación comunicativa. Es el resultado de una serie de elecciones de códigos expresivos, lingüísticos y no lingüísticos, por parte del hablante o escritor, condicionadas por el marco comunicativo (situación, contexto, interlocutor…) que lo impulsan a expresarse de un modo determinado, si es que quiere ser un interlocutor competente.

Cada situación comunicativa tiene sus formas adecuadas de interacción. Saber actuar en situación es lo que se ha denominado “competencia comunicativa de tipo pragmático”: la capacidad de decir lo apropiado en el momento preciso de forma conveniente. Una de las formas de adecuarse a la situación es respetar las normas de cortesía que rigen los intercambios comunicativos. Son actos de cortesía saludar, ceder el paso, ser deferentes, comprensivos, flexibles, etc. Todo ello ha de llevarse a la práctica en los intercambios comunicativos.

Para saber si un texto es adecuado o no, hay una serie de aspectos que pueden revisarse:

  1. ¿Consigue o no el propósito comunicativo?
  2. ¿El tratamiento personal es el correcto (tú, usted) y se mantiene a lo largo de todo el texto?
  3. ¿Se mantiene el mismo nivel de formalidad (tecnicismos, cultismos, palabras estándar, etc.) en todo el texto?
  4. ¿Se mantiene el mismo grado de especificidad en el texto (técnico, literario, coloquial, etc.)?
  1. Corrección

La realización concreta de los textos está sujeta a unas normas que deben ser conocidas por el que los enuncia. Concierne a los aspectos fónicos o gráficos, gramaticales y léxicos de la lengua y su función consiste en homogeneizar las producciones verbales. El aspecto normativo se ha aplicado con más rigor a las realizaciones escritas; en el uso oral hay mayor flexibilidad. La tradición escolar ha sido muy rigurosa con la ortografía de la palabra, sobre todo con el uso de las grafías y más tolerante con los signos de puntuación. Se trata en todos los casos de una serie de convenciones sociales imprescindibles para asegurar la comunicación. También existen normas para los aspectos más formales que afectan a la disposición de las partes del escrito, márgenes, sangrías, etc., que hay que cuidar.

En la lengua oral la corrección se refiere, sobre todo, al registro utilizado, en el que la fonética y la morfosintaxis gozan en algunos dominios lingüísticos de total permisividad pero, en cualquier caso, la pronunciación ha de permitir la inteligibilidad de las expresiones.