Etica minima y etica maxima

Bauman comienza su obra definiendo la ética del trabajo y presentándonos este concepto como algo creado por el empresario al servicio de sus propios intereses. Los intereses de esta clase privilegiada son la acumulación del capital pero la ética del trabajo “disfraza” esta meta de una lucha del hombre por la conquista de la naturaleza, algo que define como progreso. Para poder llevar a cabo esta conquista se requiere mano de obra que esta nueva moral, la ética del trabajo, se encargará de proveer mediante el desprestigio del tradicionalismo ―entendido como la forma de producción artesanal de taller que precedió al período fabril y que a diferencia de este, nopretendía la maximización de los beneficios y dotaba de sentido al individuo identificándolo con una profesión y dándole más libertad a la hora de establecer sus propias metas en la vida― visto como un obstáculo más en el camino hacia ese progreso; la deshumanización del trabajador;
La estigmatización de los pobres, enfermos, ancianos o desvalidos, presentándonos como los culpables de su situación por su voluntad de no querer trabajar y la eliminación de alternativas de forma que al trabajador no le quede más remedio que integrarse en el nuevo sistema siendo así que todo aquel que quede fuera de él será un marginado. Esta corriente de pensamiento inspiró políticas dirigidas en la misma dirección como la Ley de pobres que supuso la reducción de las asignaciones del Estado a las instituciones destinadas a cuidar de aquellos que habían caído en la indigencia con el fin de hacer insufribles sus condiciones de vida eliminando así cualquier duda que tuviera el trabajador a la hora de plantearse salir del sistema que le brindaba una forma de vida que, si bien no era tan penosa, no distaba mucho de serlo.
Todo este movimiento que limitaba la libertad del trabajador haciéndolo esclavo de su trabajo era presentada por contra como un acto de altruismo destinado a salvar al hombre de un destino miserable puesto que se daba por hecho que era incapaz de cuidar de sí mismo. Este paternalismo del empresario recuerda a las posturas antiabolicionistas que se suscitaron en los debates previos a la Guerra Civil en EEUU.Continúa Bauman explicando que el trabajo en la fábrica se convirtió en un elemento fundamental que no era discutido por ninguna de las grandes tendencias políticas de la época (Capitalismo y Comunismo) y en una parte definitoria del individuo que lo ubicaba en un estatus y que le proveía de formación de carácter social cumpliendo así un gran servicio al Estado. Elevado a un altar sagrado, a este modelo de trabajo se le asignó una última contribución patriótica: sobre los hombros de los asalariados descansaba el peso de seguir creando riqueza en aras de la prosperidad y supervivencia de la sociedad, algo que el capitalismo llamó “reproducción sistémica”.
La paternidad de la ética del trabajo cabe atribuirsela a Europa y, en contra de lo que pudiera parecer, la inclusión de este sistema de trabajo en el EEUU del sueño americano discurrió por caminos distintos pues la mayoría de sociólogos estadounidenses opinan que la realización del individuo no se sustentaba en intereses etéreos ―como la recompensa moral que se supone que debía recibir el trabajador europeo por el simple hecho de participar de la ética del trabajo― y sí en la posibilidad de obtener una ganacia mayor con la que medrar y mejorar su actual condición. En el resto de la sociedad moderna, la ética del trabajo se impuso con una mezcla de ambos sistemas, coerción y recompensa.

En el segundo capítulo de esta primera parte se nos refiere que la sociedad de producción, aquella en la que el individuo era instruido en las fábricas en las quepasaba la mayor parte del tiempo y se le inoculaba la ética del trabajo según la cual debía consagrarse mediante el trabajo en la fábrica, mediante la producción, deja paso a una sociedad de consumo en la que adquiere una mayor libertad (libertad para consumir) y que está marcada por el concepto de la fugacidad y el cambio. Ahora el trabajador tiene la responsabilidad de construir su propia identidad en la que el trabajo sigue ocupando la piedra angular de la misma. Estos trabajos se caracterizan ahora por su inestabilidad. Esa fugacidad que caracteriza al consumo, donde todo lo que es objeto del mismo se destruye en el propio proceso, impregnará también el trabajo que será mucho más volátil que en el anterior modelo de sociedad, el de producción.
Ahora el poder económico está interesado en dar mayor libertad al consumidor porque esto supone mejores expectativas de ventas. En EEUU, esta idea ―con la que también coincidirá el consumidor― se traducirá en la exigencia al poder político de una mayor “desregulación” del Estado que suponga menos impuestos a costa de unos servicios sociales más pobres pero también más dinero en el bolsillo del consumidor, con lo que éste tendrá más capacidad de consumo.
A diferencia del modelo de sociedad de producción, en el que las acciones del trabajador eran fundamentalmente de naturaleza colectiva, la sociedad de consumo supone experiencias individuales por más que estás puedan ser experimentadas colectivamente. Sin embargo la diferencia más significativa entre los dosmodelos es que la ética del trabajo pasa a ser sustituida por la estética del consumo. Lo que importa es acumular una mayor número de experiencias placenteras, estas se adquieren a través del consumo y el nivel de este último nos da una idea del estatus que ostenta el individuo.
En este nuevo modelo gobernado por la estética, la realización de un trabajo, cualquiera, ya no encumbra per se a la élite de aquellos cuyo premio consiste en estar integrados en el sistema, de cumplir con su cometido trabajando. Ahora la estética del consumo impone que el trabajo nos garantice también experiencias novedosas, placenteras, seductoras. Esto supone que la vocación por un trabajo sea un privilegio al que muy pocos tienen acceso. Sin embargo la fugacidad que caracteriza este nuevo modelo desaconseja encariñarse por el trabajo por más que este pueda ser vocacional puesto que los empleos tienen, en muchas ocasiones, una vida corta. Por esta misma razón entraña riesgos contruir la identidad del individuo alrededor de un trabajo.
Cerrando la primera parte del libro, Bauman explica las diferencias entre la pobreza en la época en la que imperaba la ética del trabajo y la posterior en que ésta fue reemplazada por la estética del consumo. En la primera, la pobreza era entendida como propia de aquellas personas que no querían trabajar, pero pronto se encontró con la contradicción que encerraba la existencia de trabajadores que sacrificando toda su vida a la fábrica seguían siendo pobres. En la segunda lo que determina lapobreza es la incapacidad de poder elegir entre el abanico del consumo. En esta, el dinero es el objeto de adoración porque significa un poder mayor para elegir en el mundo del consumo, a diferencia de lo que ocurría con la ética del trabajo donde no era más que el resultado de una vida consagrada al trabajo. La estética del consumo ha establecido un sistema de continua generación de necesidades según el cual, solo nos sentiremos felices en la medida en que hayamos colmado esos deseos inacabables. El criterio diferenciador que nos permite saber quiénes pertenecen a la clase normal es la claudicación frente a estos deseos, con independencia de si los excluidos no pueden o no quieren formar parte de este sistema.