Relacionismo cultural

La Cultura:


Incluye todo cuanto el hombre hace, cree, piensa, valora y practica.

En la cultura entran:


  • las creencias religiosas,los sistemas económicos.Los mitos,ecuaciones matemáticas,los juegos infantiles ,las diversas modalidades de matrimonio,las prácticas funerarias …La cultura además, conforma una suerte de pegamento del tejido social y determina, en gran medida, el comportamiento de los individuos o, dicho en otras palabras, orienta sus acciones.

Contribuyó:


Desarrollo cerebral y a la bipedización del ser humano.

La cultura se asimila:


Las bellas artes y, de esta manera, se habla del hombre «culto» como aquel que sabe de pintura, conoce la música clásica y la literatura, domina varios idiomas y ha viajado alrededor del mundo.

Definición Antropológica de la Cultura:


Parte del principio de que todos los hombres —independientemente del tiempo y el espacio en los que les ha tocado vivir— son cultos, pues todos los hombres hacen, creen, piensan, valoran y tienen prácticas o realizan acciones.

La cultura se divide en:


  • Aquella que nos señala la existencia de aspectos materiales de la cultura:
    Estarían las herramientas. Maquinarias, enseres, vestidos, muebles, adornos, máscaras, entre otras cosas.
  • Aquella que nos señala la existencia de inmateriales de la cultura: Tendríamos las creencias mágicas y religiosas, los valores y, sobre todo, el lenguaje hablado.

La importancia que tiene el lenguaje dentro de la cultura:


podemos comunicarnos con nuestros semejantes y lograr ser inteligibles para ellos. Aun nuestros estados mentales o corporales individuales (como el decir «estoy enamorado» o «estoy adolorido») los podemos transmitir a través del lenguaje, logrando ser comprendidos por los otros miembros de nuestra sociedad. La importancia que ha cobrado el lenguaje es tal que actualmente se encuentra abierto un debate en torno a la significación que el mismo tiene en la «construcción» o la comprensión del mundo

Las áreas culturales:


Suponen un espacio geográfico y social en el que los individuos comparten creencias, valores, costumbres, técnicas y prácticas culturales. Las áreas culturales más inclusivas forman las denominadas civilizaciones, en cuyo interior existen naciones, sociedades, estados, culturas y grupos étnico; en relación a los mismos, muy frecuentemente, los individuos establecen una identidad cultural. Por otra parte, la destrucción de las civilizaciones, sociedades, culturas o grupos étnicos recibe el nombre de etnocidio y ha sido practicado muy frecuentemente a lo largo de toda la historia de la humanidad.

El etnocidio:


Va de la mano con el etnocentrismo (creencia en la superioridad del propio grupo cultural) y a la xenofobia (rechazo y odio de lo extranjero o lo extraño).

Otro concepto importante vinculado al de cultura es el de aculturación o transculturación:


La misma es definida de la siguiente manera por tres famosos antropólogos (Robert Redfield, Ralph Linton y Melville J. Herskovits): «el conjunto de fenómenos que resultan de que unos grupos de individuos de culturas diferentes entran en contacto continuo y directo con los consiguientes cambios que surgen en los modelos culturales originales de uno o de los dos grupos. Así entendida, la aculturación tiene que ser distinguida del cambio cultural producido al interior de una determinada sociedad, a través de mecanismos de descubrimiento e invención. La fuente principal de la aculturación es, generalmente la difusión cultural, la cual se lleva a cabo por mecanismos tan diversos como las guerras, las conquistas, la evangelización, los medios de comunicación social y el comercio.

La mezcla de culturas da origen a lo que los especialistas denominan:


  • Sincretismo cultural o mestizaje cultural.

Citaremos varios ejemplos que sirvan para ilustrar lo que hemos tratado hasta ahora de explicar en forma puramente teórica. Decimos que vivimos en un país capitalista, con una economía de mercado y una racionalidad económica de maximización de utilidad supuestamente acorde con estas nociones o ideales. Ya dijimos que a nuestro capitalismo le podemos añadir el calificativo que queramos: subdesarrollado, en vías de desarrollo, dependiente, periférico, en proceso de despegue o cualquier otro adjetivo que se nos antoje. Sin embargo, nuestras prácticas económicas cotidianas —incluidas las de los empresarios o los gerentes— están muy lejos de una verdadera racionalidad capitalista. Por ejemplo, muy frecuentemente no vinculamos la riqueza al trabajo, nos contentamos con una productividad «moderada», seguimos viviendo el sueño rentista, consideramos que Venezuela es un país rico y que por el simple hecho de ser venezolanos o vivir aquí tenemos derecho a una cuota de esa riqueza, sin que ello implique ningún esfuerzo productivo de nuestra parte.

En materia religiosa nos decimos católicos, pero muy frecuentemente asistimos a los quirománticos, astrólogos, yerbateros, brujos, curanderos, santeros, etc. Al lado de Cristo, la Virgen María y los Santos colocamos a María Lionza, el Negro Felipe y Guaicaipuro; usamos carnets para la buena suerte; nos damos baños de «despojos»; evitamos el «mal de ojo» con azabaches y peónías; le ponemos velas y comidas a Changó, Obatalá, Yemanyá y demás divinidades del panteón yoruba; vamos a los altares de Sorte y Quivayo en busca de ayuda; bailamos a los muertos para que no regresen a molestarnos; entre otras muchas cosas. Todas estas creencias, prácticas y rituales no son exclusivas, como se puede llegar a pensar, de las clases socioeconómicas más desfavorecidas de nuestra sociedad. Las clases altas y medias las practican con igual fervor o devoción y para comprobarlo basta ir a la montaña de Sorte durante la Semana Santa o leer los anuncios clasificados de los principales diarios, donde se anuncian todo tipo de ayudas espirituales que, indiscutiblemente, tienen costos más o menos elevados.

¿cómo se vincula todo lo anterior con la problemática del desarrollo en Venezuela?


Considero que la respuesta a esta pregunta tiene necesariamente que ver con la contratación de que los planes y programas de desarrollo se inscriben dentro de los modelos normativos-instituciones, impulsados por la dimensión manifiesta o explícita de la cultura, en la medida en que los mismos suponen la internalización de valores talas como la productividad, el trabajo, la igualdad de oportunidades, la existencia de derechos y deberes, un sistema de premios y castigos, la responsabilidad, la vigencia y cumplimiento del sistema de normas, entre otras muchas cosas. En la medida en que todos estos valores no sean internalizados por la población y no sean ellos los que orienten los modelos de acción de la misma, difícilmente podremos hablar de un verdadero desarrollo. Los planes y programas también terminarán o seguirán siendo puro y simple formalismo.